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La muerte es divertida

Arslan esperó a que los tres idiotas regresarán a la cueva, los muy tontos no tenían ni idea de lo que les esperaba, pero eso no le carcomía en la conciencia a Ari, así que fingió todo lo que pudo para parecer débil, para simular que en realidad era un mito lo que se decía de él, después de todo, no había sido solo su obra el exterminar a una legión de cambiaformas hostiles que amenazaban con dañar a su manada o a la de Morrigan O'Shell.

Lo único que le causaba un serio pesar era que apestaba, su ropa se sentía súper sucia, su cabello estaba enmarañado y quería con todas sus ganas darse un muy buen baño para retirar toda la porquería que se le había pegado, pero debía de esperar, no faltaba mucho para que los mononeurónicos esos regresaran con el esposo del alfa, y teniendo eso en cuenta, Arslan se estiró un poco, giró su cuello el cual crujió y se acomodó en una postura más cómoda.

Lamentó un poco no tener su katana, aunque estaba muy agradecido de que esta haya sido entregada a Morrigan, Arslan no quería ni pensar en lo que hubiera hecho si los estúpidos rompían un regalo tan único, que Kimi Lonesco le había dado.

Arslan cerró sus ojos, eso sí, estaba muy satisfecho porque había dormido más ahora que cuando era libre, ya que no tenía que estar en guardias para vigilar, y estos tipos no le tocaban porque aparentemente estaban esperando órdenes de sus manadas, y la mayor razón era que no podían oler su rastro animal, eso los volvía menos lujuriosos y más curiosos.

Ari cerró sus ojos y sonrió con mucha satisfacción, recordando que su madre le había dicho cuando era pequeño que su falta de aroma sería una maldición y una bendición, pues así como los alfas de su alrededor no se sentirían atraídos por él para poseerlo, también cabía la posibilidad de que su pareja lo detestara por no sentir su aroma animal o sentirlo repulsivo, Ari mantuvo la sonrisa en su rostro, considerando que de todas formas él ya era muy odiado y perseguido, todo por mérito propio, ya sea por ser uno de los principales líderes radicales, por aniquilar a varios cientos, o por ser un cambiaformas de los malditos, como sea no le quitaba el sueño ser odiado. También pensó en el alfa Khalé Renning, un tipo con una interesante trayectoria política, al cual su propio consejo alfa le había presionado para contraer matrimonio con el fin de poder adoptar, desafiando así a las demás manadas que no se atrevían a hacer reformas en sus artículos, Ari no estaba seguro de querer una relación así de rápida e incierta, con una maraña de pensamientos rondando en su cabeza, Ari se dejó llevar por el sueño en la fría cueva.

El ruido que siguió fue muy molesto para Ari quien como un niño enfurruñado se volteó para dar la espalda a sus captores, pero el suave gemido inconsciente obligó a Arslan para mirar y empezar a planear su siguiente movimiento, así que con pereza vio que llevaban a César Renning colgando como si fuera un muñeco deshuesado. Era obvio que había sido sedado y que las cuerdas tenían algún alambre que si bien no mataba cambiaformas, estas sí podían dañar y herirlo, así que Arslan esperó a que estuviera despierto el joven esposo para poder darle indicaciones para que no intentase cambiar, lo cual sería su primer instinto al sentirse apresado, si evitaba el cambio, juntos tendrían la oportunidad de salir de ahí lo más ilesos posibles, aunque estaba un poco inseguro del momento exacto en qué el esposo de Khalé Renning se despertaría, tendría que esperar a que los tontos hostiles decidieran dejar la cueva.

—No tenemos provisiones, —el hostil apestoso fue el primero en quejarse de mal humor, mientras hurgaba en una bolsa de lona que en algún momento de la vida era de color blanca.

Su compañero lo escuchó, y se acercó a la bolsa, tal vez para corroborar lo que este decía. —Tienes razón, no hay algo para que cenemos hoy y alejarnos durante mucho tiempo no es una opción.

—No, pero esos dos están amarrados con sogas tratadas, no podrán cambiar y si lo intentan será doloroso para ellos, así que podemos bajar un momento. Además no hay cuadrillas cerca.

—Es temprano aún, tenemos la luz del día, vamos a bajar y será por poco tiempo.

Ari, los escuchaba mientras se hacía el dormido, en realidad estaba alerta sobre todo de César que no estaba tan cerca de él. Ari escuchó a la pareja irse, y tal como si fuera todo sincronizado, César Renning empezó a gemir débilmente.

—No intentes cambiar, si lo intentas, soltarte será una jodida con los alambres clavados a tu carne mientras estos te laceran, —Arslan esperaba que el lobo no estuviera tan drogado como para no entenderle, —por lo visto estamos en alguna de las cuevas de tu territorio, —Ari vio que César enfocó su vista, tratando de reconocer al dueño de aquella voz, mientras el ceño del joven consorte se fruncía, Arslan sabía que el puto dolor de cabeza que venía con la pasada de las drogas era malo.

—¿Quién eres?, —la voz de César salió rasposa, el cabello negro como la noche se disparaba en varias direcciones, como el cabello de un travieso cachorro, los ojos más azules intensos miraron a Ari, quien tragó en seco, no había esperado que el consorte fuera tan jodidamente bonito, y con su mejor sonrisa de maniaco respondió como si estuviera presentándose en la preparatoria, —soy Arslan Lonesco, los hostiles atacaron la caravana cuando nos dirigíamos a tu manada, habían tomado a un niño como rehén y yo me ofrecí como voluntario, fue fácil una vez que supieron quién era yo, —la voz de Arslan era desconcertante y presumida, a César le perturbaba en serio ese muchacho, a la vez que sus ojos pesados se cerraban de manera involuntaria, algo muy filoso y pequeño rasgó la cuerda con alambre, pronto las manos de César quedaron libres.

—¿Cómo te liberaste?, César se sobaba las muñecas que estaban rojas e irritadas y parecían un estúpido anuncio neón en aquella blanca piel.

—Ari se puso de pie y sacudió sus pantalones lo mejor que pudo, sus botas militares estaban demasiado sucias para preocuparse por ellas, —soy un cambiaformas pequeño, el amarre de estos idiotas está pensado para una vez que pase el efecto de la anestesia, tu intentes cambiar y estas... —el alambre de púas en la cuerda quedó suspendida en las pequeñas manos de Ari, —se traben a tu piel y lastimen cuanto quieran, con dolor no hay cambio, ellos creyeron que yo soy un cambiaformas grande, por eso al cambiar, el alambre de púas no se trabó en mi piel, —Arslan hizo un guiño alegre, César no entendía cómo era posible tanto optimismo por parte del joven monarca, porque definitivamente parecía un adolescente, o era eso o su especie era de los que padecían algunos casos de retrocesos, el que un gen salía con la bola negra y el cachorro se desarrollaba con una delicada y casi andrógina apariencia, como parecía ser el caso de Arslan Lonesco, entonces César considero que podía saciar su curiosidad.

César se puso de pie y siguió a Ari hasta la entrada de la cueva, mientras Arslan le hizo una seña para que permaneciera detrás y de esa manera se mantendría escondido, el sol se había puesto, dando paso a una hermosa noche cuyo cielo estaba plagado de estrellas.

—¿Te parece si dejamos las presentaciones para otro momento?, —Ari miraba el horizonte, su expresión era calculadora, —sé que eres el esposo del alfa, gracias a que esos idiotas no saben guardarse las cosas, además de que estuvieron alardeando de ello, —el joven alfa miró de soslayo a César quien obediente se mantuvo oculto, —saldré para ver si están cerca, de lo contrario nos iremos de aquí, podrás con ello pues no pareces tener fracturas, no sé cuál sea tu animal, pero necesitaré que cambies para que podamos salir de aquí, ya sea para pelear o para morir, pero lo haremos siendo libres, —César no se perdió que con cada palabra, Ari se despojaba de la ropa, aunque el consorte sabía que era de pésima educación, no pudo evitar que sus ojos vagaran libres por el juvenil cuerpo, y César sería un mentiroso si negara que Arslan estaba asombrado a más no poder no solo con el delicado físico del chico, sino por las increíbles credenciales que este portaba, por decir algo, títulos nobiliarios, multimillonario por derecho propio, activista radical de alto perfil, entre otros, atributos que serían menos sorprendentes si vinieran de alguien con ochenta años. Mientras César estaba perdido en sus pensamientos, Arslan salió rápido de la cueva, de pronto un aleteo se escuchó fuera, César rogaba porque el alfa regresara sano y salvo, aunque con todo el bagaje detrás de él, poca duda quedaba de que el muchacho era más que capaz de cuidar de sí mismo.

César no supo cuánto tiempo había pasado, hasta que el revoloteo se escuchó nuevamente. Otra vez delante de César un Arslan desnudo y con las mejillas rojas entró a la cueva, sin mostrar la clase de cambiaformas que este sería, eso causó aún más curiosidad en el consorte, pero decidió no mencionarlo, dado que tenían prioridades más urgentes en ese momento, como salir vivos.

—Está despejado, los imbéciles se habían ido para abastecerse ya que no les quedaba comida, así que este es nuestro momento, —Arslan miraba continuamente el horizonte, César suponía que buscaba al par de imbéciles.

—¿Saldremos como ferales o como humanos?, César sentía la curiosidad picándole, sospechaba que el alfa Lonesco sería un ave por el aleteo.

Arslan miró de soslayo, —tú saldrás como animal, —Ari tomó su ropa para colocársela, —yo saldré como humano y digamos que, si la mierda se descompone, pues seré el último recurso, —la sonrisa maníaca y siniestra de Ari, era inquietante y seductora, César sonrió, ese personaje definitivamente era algo digno de conocer.

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