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El rey sin cetro.

Altaír miraba con fascinación los afiches que estaban pegados en su pared, como todo adolescente tenía personajes a los que admiraba, y todo su ímpetu juvenil era para Dimitri Lonesco, un rey de las estepas que estaba siguiendo los pasos de su alfa Rasei Renning, Altaír no podía dejar de admirar al alfa barbudo y tosco que aparecía en las noticias, y para fastidio de sus amigos Brandon y Khalé les hablaba de todas las hazañas que este hacía, le encantaban los ideales del guapo rey.

Los Renning lo invitaban constantemente a cenar, lo curioso es que solo él era bienvenido en la casa del alfa, Danira rara vez hablaba con la madre de Altaír, a pesar de que la esposa del alfa era de una familia inmensamente rica y ella tenía dinero por derecho propio. Pero era el alfa Rasei quien hablaba con Altaír, Como si lo cobijara bajo su ala, y este le enseñaba los caminos diplomáticos que se seguían, Altaír se sentía más cercano al alfa que a su propio padre que para esas fechas había viajado a otro continente de la nueva tierra para renunciar a algo relacionado con su historia y su apellido. Rasei llamaba a Altaír el pequeño rey, y el chico con granos, pensaba que era por ser un cambiaformas león, así que sonreía con orgullo y fanfarroneaba con su tranquilo amigo Khalé y con su enorme y malhumorado amigo Brandon. Ellos eran más sus primos que los dos ancianos que tenía por parientes, los cuales estaban en otras manadas.

Danira miraba a Altaír mientras este parloteaba como un verdadero fanático, sobre... sip, Dimitri Lonesco, a Danira se le rompía el corazón ver al chico con sus ropas costosas, con sus juguetes caros, pero siempre solo, siempre hablando de sus padres como si estos no existieran, Danira intuía que el joven león era un tipo que sufría, pero su buen humor, carisma y excesiva inteligencia ocultaban algo, y era difícil distinguir el qué. Wendy y Kira Swartz las madres de Brandon también lo sospechaban, por eso siempre era bienvenido, no por lástima, todos ellos estaban lejos de conmiserar, sino porque ese chico brillaba con luz propia, pero como Kira Swartz decía, un día ese pequeño faro podría apagarse o iluminar tanto que ni aún la muerte podrá ignorarlo.

Marlo llegó ya de noche, su esposa para variar estaba dopada, su depresión era cada vez más severa y Marlo ya no tenía las fuerzas para lidiar con todo el solo, mientras que su único hijo mostraba predilección por idolatrar a anarquistas pendejos. Mano firme, mano firme es lo que necesitaba su cachorro, a pesar de que durante toda su vida trató de no mimarlo para forjar en él a alguien capaz de manejar su extensa fortuna, deseaba que su cachorro fuera alguien que no tuviera apegos que pudiera hacerlo perder lo que durante generaciones se logró salvar, su fortuna, pero su hijo era confiado, demasiado chispeante, demasiado sociable. Con cautela Marlo entró en la habitación de Altaír, este dormía profundamente, rodeado del rostro de un hombre al que Marlo envidiaba, porque sí, envidiaba a Dimitri, no a su título nobiliario, no codiciaba sus tierras que eran tan vivas pero llenas de conflictos, no; quería el amor que Dimitri tenía de su manada, que estaba dispuesta a morir por su alfa y la familia de este, por agradecimiento al abrir las puertas a los migrantes que eran perseguidos por ser considerados demasiado extraños, mientras que en su empresa constantemente tenía que lidiar con algún desagradable traidor que con nada de lealtad, estaba dispuesto a correr a la empresa rival para vender el modelo de trabajo y hasta alguna agenda de clientes y mientras que a Dimitri su gente le era tan leal que de ninguna forma revelaba pero ni qué tipo de cambiaformas era el heredero, y la esposa, una hembra que no era frágil a pesar de solo medir un metro con cincuenta y pesar cerca de cuarenta y cinco kilos, era autosuficiente, andaba armada con nada menos que una maldita katana, majestuosa esta lideraba en el campo de batalla junto a su esposo, al cual amaba, el cursi amor con el que Marlo soñaba lo tenía un noble venido a menos, mientras que Marlo tenía una esposa que cubría los estándares de su elitista padre, a pesar de no haber amor entre ambos y esa leona no podía tomar ni un triste cortaúñas, a diferencia de Kimi Lonesco que rompía estándares; pero la guinda del pastel definitivamente la tenía el ver el maldito rostro del rey pegado en las paredes de su hijo adolescente. Ver que su propio cachorro idolatraba a otro cambiaformas, sabiendo que su vástago no soportaba la idea de estar junto a él, Marlo entendía que el dinero no le daba la felicidad, pero la podía comprar y eso le enseñaría a su hijo, a comprar lo que este quisiera en la vida, sea una propiedad, un auto o una persona, todo tenía un precio y era alcanzable.

Altaír miraba las noticias, lo que sucedía en el viejo continente era devastador para la nueva tierra y el panorama que se gestaba para la sociedad de los cambiaformas no era prometedor, porque cada vez las especies se volvían más intolerantes y restrictivas, así que mientras las manadas se iban al carajo, sus padres estaban de viaje en uno de esos estúpidos cruceros para gente rica que fingía que todo estaba perfecto, para gente que minimizaba lo que realmente ocurría, sus padres eran muy diferentes a los Lonesco, ya que, a diferencia de los Dunhill, los Lonesco estaban liderando a los radicales de la estepa, se decía que los Lonesco eran aristócratas menores que gracias a que su abuelo abdicó, eran sangre antigua y que uno de los últimos reyes era un radical y posiblemente algún familiar lejano en la rama real a los Dunhill, pero no sabía a ciencia cierta algo sobre eso, porque su padre odiaba tocar el tema y su madre vivía en su propio mundo, llena de alcohol y antidepresivos. Lo que sí sabía Altaír Dunhill era que su alfa Khalé, esperaba precisamente a una manada de la estepa, pero no se tenían más datos ya que toda la información de las migraciones era manejada por los miembros del consejo, con el fin de salvaguardar a los desertores de manadas que huían con sus familias.

Con fastidio Altaír cambio el canal de la televisión y paró en un canal porno gay, sería gracioso si Altaír tuviera quince años, pero a sus casi treinta y cinco años, era un claro indicio de la carencia en su vida y no se sentía feliz con fingir ser alguien que no era, vivía para complacer a sus egocéntricos padres con pensamientos medievales que le atormentaban día y noche, vivía para reprimir su orientación, acostándose abiertamente con varones, pero en público se colgaba en brazos a alguna fémina de moda, porque su padre tenía un complejo de rey, machacándole cada maldito día desde que tuvo uso de razón, que su apellido, su linaje debían continuar y era con una hembra, específicamente con una leona, no eran intolerantes abiertos, pero en la privacidad de su hogar, vaya que el gran Marlon Dunhill no reprimía su odio, para Altaír no eran más que hipócritas que pagaban por un nuevo hospital, una nueva escuela, o un nuevo algo y con eso pasaban ante el escrutinio público. Toleraban a sus amigos poderosos, pero el universo no quisiera que Altaír decidiera nombrar la posibilidad de emparejarse con un tipo o una hembra de otra especie, porque entonces Altaír sería insultado y vejado de las formas más agresivas y eso lo pudo comprobar mientras como adolescente experimentaba con las chicas y con los chicos, los insultos que su padre le lanzaba era brutales, todo siempre de manera verbal. Así que aprendió que jodía a los tipos y hembras de otras especies, pero nunca se involucraba sentimentalmente, para no darle municiones a sus padres, por eso la fama que tenía y que él era el único responsable de cultivar dicha fama.

El sonido del teléfono sacó a Altaír de sus pensamientos, de inmediato vio la pantalla que reflejaba a un regordete oso amarillo de unos muy viejos dibujos animados, Altaír plantó su mejor sonrisa al responder, fingir ya era tan natural para él, que hasta el mismo se olvidaba qué emoción era la verdadera.

—¡Hey Pooh!, ¿Qué puedo hacer por ti?, —Altaír echó su cabeza atrás, su largo cabello rubio se dispersó en el respaldo de piel del mullido sillón, hubiera querido mejor que de cansancio, la puta cabeza le doliera, pero solo eran las diez de la mañana, así que era más tensión emocional que cualquier cosa, tomó el mando de la televisión y bajó el volumen.

Con los ojos cerrados Altaír escuchó todo lo que su amigo le dijo, y prestó atención a sus peticiones, Brandon se estaría ausentando como jefe de mantenimiento de Dunhill-enterprise, para ayudar a Khalé con un proyecto de vivienda en donde ubicarían a una gran caravana de migrantes que se avecinaba.

—No te preocupes, Pooh, entiendo y creo que por el momento no será necesaria tu presencia en el restaurante o en alguno de los otros negocios, y si fuera el caso, te lo haría saber para qué envíes a alguien de tu personal a resolver lo que sea que surja en tu área.

Con breves palabras Brandon Swarts se despidió de su amigo.

Por los años de experiencia había bajado el volumen de la televisión, para evitar que sus amigos pensaran que tenía una polla bastante codiciable, que compensaba la falta de cerebro o al menos era lo que la mayoría de la sociedad pensaba de él, el rubio tonto follable sin sustancia, al escuchar los gemidos de fondo y los vulgares diálogos de los actores porno que se filtraban por los auriculares. Eso solo funcionaba con su padre y cada que este le llamaba, Altaír dejaba sonando la televisión y su padre lo sermonearía como si Altaír tuviera doce años entonces Altaír solo se sentiría más frustrado, más agotado, más al borde de saltar al precipicio sin paracaídas, sabiendo que debajo no había algo que contenga el impacto de la caída y tal vez eso sería lo mejor, tal vez acabar con todo era lo más sensato, nadie lo extrañaría. Sus padres no lo llorarían, su madre tal vez derramaría una displicente lagrima que sus insípidas amigas verían como estoica, pero no sería más que una necesaria actuación, su padre lamentaría tener que reorganizar todo su testamento y odiaría dejar su inmensa fortuna a alguna organización benéfica, Brandon Swartz no lo extrañaría, ya estaba próximo a unirse a Yelaím Wordik y si el matrimonio interespecies se legalizaba, lo cual era muy seguro, el oso estaría casado y a punto de formar una familia, Khalé estaba muy ocupado siendo un activista radical, su deber con la manada era loable pero su mente estaba en cambiar las leyes de su manada, y de ahí no había alguien para llorarlo. El peso de la soledad recayó como una pesada lapida a sus espaldas, al final podrías ser el hombre más absurdamente millonario, pero cuando murieses el mundo no se detendría, la vida de los demás no terminaría ahí, la bolsa de valores no se devaluaría, serías llorado un día, una semana, un mes, un año, tal vez dos, pero todo volvería a la normalidad de forma inmediata.

Sí, Altaír estaba más allá de lo jodido, a sus casi treinta y cinco años, vivía para agradar a unos padres que lo veían como un recurso para perpetuar el apellido, el león era parte de un circo, era parte de una comedia y ya estaba cansado, necesitaba una salida, necesitaba escapar y reencontrarse, necesitaba saber que no todo era sobre dinero, negocios, quería ser parte de algo grande, como su amigo Khalé a quien admiraba profundamente, quería ser como el alfa Rasei Renning, que tenía honor y un profundo sentido de independencia, al grado que no dudó ni lo más mínimo en emanciparse de su familia y formar su propia manada, cuando las manadas empezaron con sus extrañas costumbres fundamentalistas.

Con un suspiro cansado, uno más a los que ya se estaba acostumbrando a emitir se levantó de su lujosa sala y se dirigió a la salida, solo tomó su billetera y sus llaves, por la hora necesitaba ver el restaurante.

—Señor Dunhill, —Yelaím entró a la oficina de su jefe mientras este terminaba con una llamada, era la hora de la comida y el restaurante estaba a tope, el personal escaseaba porque muchos estudiantes se ofrecieron de voluntarios para la construcción de condominios para los migrantes.

—¿Qué sucede Yel?, —el león le había tomado cariño al entrometido venado, —y ya te he dicho que me llames Altaír.

Yelaím sonrió nervioso, no se sentía cómodo siendo tan cercano al millonario amigo de su prometido, a pesar de que el León era afable y de alguna manera le parecía gracioso porque el temperamento nervioso del pequeño venado se veía reemplazado con un tipo de lengua muy afilada cuando se trataba de decir verdades a quien sea que se encontrara de frente a la ira del joven, —Lo siento señor Dunhill es solo que me cuesta mucho acostumbrarme.

Altaír sonrió, no era ni el momento, ni el lugar para discutir formalismos, así que se echó una hebra de cabello rubio detrás de su oreja, —Bueno, dime en qué te puedo servir.

—Acaban de pedir comida en el cubil del alfa, pero no tenemos mensajeros, y Alana ha pedido que se envíe lo más pronto posible.

—Precisamente eso me acaba de decir el alfa, llévala por favor, toma una de las motos y las propinas que ganes hoy, son todas tuyas, y podrás irte temprano.

—¡muchas gracias señor!, —Yelaím se tapó la boca y sus pálidas mejillas se colorearon de un tierno rosa, Altaír solo giró los ojos y sonrió, mientras el joven venado se retiraba.

Altaír estaba intrigado por la llamada de su amigo Khalé, este lo había citado al igual que a Brandon para consultarles algo, era extraño, su alfa normalmente se dirigía al consejo para consultar "algo", a menos que esto fuera más personal que político.

Otra vez el maldito teléfono sonó, y esta vez era la voz chillona de una hembra, no recordaba su nombre, como siempre le sucedía con sus polvos, no recordaba nombres y en algunas veces no recordaba rostros o sexos, solo sabía que esa voz podría matarlo de desesperación, —Alty, no me has llamado, —¿Alty?, Altaír se rascó la frente, esa voz podría enviarlo derechito al inframundo, sin boleto de regreso mientras se cuestionaba qué tan desesperado había estado para a costarse con aquella mujer y lo que tuvo qué hacer para mantenerla callada mientras jodían.

—No quiero ser grosero, pero no recuerdo tu nombre, —Altaír esperaba que la tipa se sintiera lo suficientemente ofendida como para insultarlo y terminar la llamada, pero su suerte no era tan flamante y la estruendosa risa le hizo daño hasta en el encéfalo.

—Querido, te perdono porque sé que estas sumamente ocupado, pero me debes una cena, —la chica tenía pelotas, admitía Altaír, aunque sospechaba que más que pelotas, la mujer tenía un enorme interés por el estatus y la cantidad de dinero que este poseía.

—Me siento tan agradecido por tan benevolente ser, —ahora sí Altaír deseaba dar una patada de burro en el ego de la mujer, pero esta era tan insípida, que no captó el sarcasmo que le era lanzado.

—Bueno señor Dunhill me gustaría que pudiéramos vernos para repetir lo de la otra noche, —la voz de la chica se volvió o pretendió volverse más sensual, aunque para ese momento a Altaír le parecía la voz de un loro ahogándose.

—Mira, —Altaír se sentía cansado de esa voz, y con el dedo pulgar e índice, se presionó los párpados, —realmente estoy muy ocupado, no creo que podamos vernos pronto y la verdad normalmente no estoy interesado en repetir el polvo con el mismo individuo, —ahora sí, su objetivo estaba siendo logrado y cuando colgó el teléfono, había ya cubierto su cuota de insultos del día.

Extrañamente satisfecho, Altaír se disponía a salir de su oficina cuando el jefe de sus meseros tocó a su puerta y le animó a prender la televisión. Altaír de inmediato prendió la pantalla de última generación y ahí estaba, una gran revuelta en la mayoría de las manadas, en cada uno de los puntos de la nueva tierra se podían ver los disturbios, las protestas y las manifestaciones. De pronto la cámara enfocaba a las carreteras las cuales mostraban una inmensa cantidad de migrantes, todas buscando manadas tolerantes, manadas que habían decidido seguir el modelo del alfa Khalé Renning, manadas aliadas se les conocía ahora o manadas radicales.

Muchas familias poderosas con miembros atrapados en dichos conflictos, narraban sus testimonios, de cómo no podían hacer llegar ayuda a sus familiares, o de cómo estos eran tomados como rehenes por parte de grupos paramilitares conservadores. La imagen mostraba cachorros llorando, muchos de ellos solos en medio de las calles, mostraba ciudades destruidas, y mercados saqueados, lo peor es que los grupos conservadores atacaban a las manadas aliadas y radicales, infiltrándose en sus manadas, su intención era clara, desestabilizar a las sociedades e infligir el terror.

—La noticia de que un miembro de la monarquía estaba entre las caravanas resguardando a su gente se repetía día y noche en los medios de comunicación, dando cobertura al evento, se sabía que el conocido barón de los Cárpatos se negó a dejar sola a su manada la cual estaba compuesta en su mayoría por niños y mujeres de las especies más diversas, no se mostraba fotografía alguna de dicho personaje, las pocas fotos que existían del líder radical eran muy viejas y nada claras, pero Altaír sabía de quién se trataba. Tal vez su padre por fin desviaría su atención a un nuevo objetivo, o al menos Altaír esperaba que así fuera.

Su día no pintaba para ser mejor y la llamada de su padre confirmó tal suposición, —Padre, —Altaír no sentía la emoción o el afecto por aquel tipo que durante toda su vida lo atormentó en lo secreto, no le debía algo, y si no le debía algo, ¿Por qué simplemente no se alejaba de su incómoda familia?, esa pregunta le giraba constantemente en la cabeza.

—¿Has visto las noticias?, —fue todo lo que Marlo Dunhill dijo.

—Hola también para ti padre, — Altaír sentía como su vasito llegaba poco a poco al límite.

—Estoy seguro que has visto las noticias, necesito que me averigües si algún familiar de los Lonesco estará en algunas de las caravanas, porque estoy seguro que el llamado barón de los Cárpatos es un familiar de los Lonesco, pero no ubico a quién, según recuerdo, el heredero de Dimitri y Kimi Lonesco es demasiado joven para liderar una empresa como la que ese personaje tiene. —la voz de Marlo era fría y desapegada, el obvio desprecio y envidia que sentía por los Lonesco se filtraba en cada palabra.

Altaír nunca entendió esa animosidad, los Lonesco que habitaban en la manada Renning le parecían tal vez no agradables, eran taciturnos, siempre en sus cosas, lejos de los flashes, y eran mucho más generosos que sus superficiales padres, pero carecían de esa frívola malicia, o de alguna conducta clasista.

Sabía que su padre había renunciado a la batalla ancestral de recuperar un territorio que su bisabuelo había cedido para poder escapar, renunciando a todo título nobiliario, así que de parte de los Lonesco no hubo usurpación o algún fraude para hacerse del trono. Pero tal parecía que para Marlo Dunhill aquello aún no le hacía digestión y se podía percibir cuando se encontraban con Drago y Úrsula Lonesco, los cuales a Altaír a pesar de años de verlos le inquietaban porque no podía identificar qué clase de cambiaformas sería la mujer de Drago, después de tantos años, esa espinita aún estaba ahí como cuando era pequeño y jugaba a identificar el animal de cada persona que conocía.

—Sabes que, si Khalé ya fue contactado por los Lonesco este no me dirá algo de ello ya que es un tipo honorable a diferencia de ti —Altaír estaba siendo grosero y provocador, lo sabía, pero no estaba dispuesto a retroceder.

—¡Escúchame muy bien muchacho estúpido, el que paga por todas tus estupideces soy yo!, tu maldita vida es mía y si yo digo que saltes, solo preguntas qué tan alto, y si yo digo que tomes un jodido revolver y lo apuntes a tu paladar, lo harás, —la voz furiosa de Marlo ahora sí dejaba ver un feo sentimiento hacia su propio hijo.

—No, tú escúchame, si necesito renunciar a tu puto apellido así será, que toda la manada vea que tiene a un hipócrita intolerante que le encanta aparentar delante de todos ellos, que ama joderle la vida a su único hijo y que estoy harto de sentirme atrapado, no te pido que me ames, porque sé que ese sentimiento es demasiado para un tipo como tú y ya superé esa etapa, y de una jodida vez te digo, que voy a renunciar a mi apellido y lo haré de manera pública.

El silencio en la línea fue todo lo que se escuchó por un momento y Altaír en efecto había terminado ya, había terminado con estar al borde y caer, él era un maldito adulto, tenía su propio dinero que hábilmente guardó en una cuenta, tenía un coeficiente intelectual bastante alto graduándose con los honores Summa cum laude , podía usar el apellido de sus abuelos o usar uno nuevo, podía ser lo que deseara y por un jodido minuto quiso arrastrar su espalda en la pared ,hasta que su trasero tocase el piso y llorar por haber sido tan cobarde, por haber esperado hasta casi morir, porque cientos de veces deseó pasar una afilada navaja y terminar con su vida, sabiendo no podría recuperar los años perdidos, porque se había tardado. No hubo respuesta, solo el sonido de una llamada siendo cortada, solo el sonido de una llamada sin respuesta, y por primera vez en su vida él había tenido la última palabra.

La noche era fresca y el restaurante estaba tranquilo, ya era la hora de la cena y a pesar de lo que sucedía en otras manadas a lo largo de la nueva tierra, en el restaurante todo parecía tan normal, como si los disturbios fueran en otros planetas, se colocó su chaqueta de cuero y se arregló su largo cabello rubio. Era la hora de la junta con Khalé, la noche era fresca, se sentía ligero, lo que unas pocas palabras dadas con determinación podían hacer, ahora Altaír tenía el rumbo de su vida, tenía el poder, sus planes empezaron aparecer en el instante mismo que decidió cortar con su familia, las trivialidades legales las haría en breve, y por primera vez pudo sentir a su león orgulloso, solo la muerte podría cambiar sus planes, solo la muerte podría separarlo de lo que en su cabeza ya se armaba.

El cubil alfa estaba custodiado hasta los dientes, ahí estaba el líder más popular e influyente del momento, uno que se había atrevido a cambiar las leyes de la manada, uno que quería aprobar el matrimonio entre especies, uno que quería que los cachorros tuvieran familias que los amen, independientemente de la especie y sexo de los padres adoptantes.

Lo que sea que necesitara su Alfa, Altaír lo secundaría, lo que sea que él mismo necesitara, lo obtendría, porque estaba listo para vivir según las reglas que él mismo escribiría.

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