Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Introducción

En cualquier especie de hábitos sociales, la comunicación es fundamental para el desarrollo y la supervivencia. Esta no solo sirve para transmitir información útil entre individuos, sino también para advertir, coordinar movimientos y hasta mostrar afectos que, en términos meramente biológicos, sirven como actividad práctica que refuerza los vínculos dentro de las comunidades animales.
Formas y métodos para comunicarse hay muchos. El más común y reconocible de todos es aquel que funciona a través de sonidos, como el rugido del león, los silbidos de los pájaros o el cantar de los cetáceos. Otros animales, como las hormigas y abejas, utilizan feromonas y otros químicos para transmitir información entre sus congéneres; y lo mismo ocurre con los olores y sabores que criaturas como los osos y los tiburones capturan en el aire o el agua y los trasportan a sus neuronas a través de sus papilas gustativas.
Pero existe otra vía importante de comunicación, y esta es la visual. El lenguaje visual está bastante extendido entre todos aquellos animales con sistemas biológicos complejos; de hecho, su principal órgano receptor es el ojo, un privilegio evolutivo entre los seres vivos. Existen formas variadas de comunicar algo de manera visual, pero el primer medio para hacerlo fue, sin lugar a dudas, el cuerpo, con sus diversas acciones y reacciones, como la posición de las orejas, las escamas/vellos/plumas erizadas, la tensión muscular, el movimiento de la cola, etc.; todas comparten la finalidad de sacar al cuerpo de su estado "predeterminado" y le dotan de una característica activa pero también transitoria (aunque también existe el debate de si la ausencia de acción o la neutralidad del cuerpo da un mensaje por sí mismo).
Así mismo, hay, dentro del reino animal, otras formas de comunicación visual que excluyen al cuerpo, aunque suelen ser escasas. Algunos ejemplos serían los rasguños en la corteza, ramas rotas, huellas, plantas removidas, etc. La mayoría cumplen la función de advertir y disuadir a los contrincantes, depredadores o invasores.

Sin embargo, la comunicación visual humana es un caso aparte. A primeras, nuestro lenguaje corporal no difiere mucho del de otros animales. Sí, quizás tenga sus propios ejemplos, como los son la sonrisa, la risa, las lágrimas o los clásicos tics. Sin embargo, todos ellos se desarrollan (al menos en un principio) de manera subconsciente o totalmente inconsciente (a un bebe, por ejemplo, no se le enseña a reír o a fruncir el ceño cuando está enojado; de alguna u otra forma, lo hace de manera instintiva).
Es en la comunicación visual no corporal donde destacamos como especie. A medida que evolucionábamos, íbamos desarrollando la capacidad de dejar en los objetos evidencias de nuestra presencia o nuestras intenciones para que transmitiera información a otros humanos, quienes podían leer o interpretar rastros, indicios y señas que terminaron desembocando en signos y símbolos. De hecho, para el paleolítico medio y superior, el pensamiento abstracto ya era dominante entre las principales especies humanas (sobre todo entre denisovanos, neandertales y sapientes) y queda plasmado en diversas manifestaciones culturales, como procesos fúnebres, objetos modificados sin un fin convencional (o sea, no como herramientas) y, sobre todo, en el arte rupestre.
La pintura en la prehistoria es, sin duda, uno de los primeros saltos culturales del humano. Pero pudiendo abordarla desde distintos enfoques y analizar uno y mil detalles, aquí solo me centraré rápidamente en su relación con el lenguaje. Pensémoslo así: la pintura en el paleolítico, cuya máxima expresión fue el muralismo naturista, es la primera evidencia de un sistema complejo de comunicación visual no corporal y que va más allá de tener una función inmediata o simple (Como lo sería un árbol desgajado por las garras de un felino territorial). Este sistema de comunicación no es una manifestación insipiente del lenguaje oral o escrito, sino que toma un camino totalmente distinto, en donde hay más libertad a la interpretación, a simbolizar y a transmitir información de manera subliminal o, al menos, no tan directa como lo haría una oración pronunciada o escrita.
Sin embargo, la comunicación visual humana es un caso aparte. A primeras, nuestro lenguaje corporal no difiere mucho del de otros animales. Sí, quizás tenga sus propios ejemplos, como los son la sonrisa, la risa, las lágrimas o los clásicos tics. Sin embargo, todos ellos se desarrollan (al menos en un principio) de manera subconsciente o totalmente inconsciente (a un bebe, por ejemplo, no se le enseña a reír o a fruncir el ceño cuando está enojado; de alguna u otra forma, lo hace de manera instintiva).
Es en la comunicación visual no corporal donde destacamos como especie. A medida que evolucionábamos, íbamos desarrollando la capacidad de dejar en los objetos evidencias de nuestra presencia o nuestras intenciones para que transmitiera información a otros humanos, quienes podían leer o interpretar rastros, indicios y señas que terminaron desembocando en signos y símbolos. De hecho, para el paleolítico medio y superior, el pensamiento abstracto ya era dominante entre las principales especies humanas (sobre todo entre denisovanos, neandertales y sapientes) y queda plasmado en diversas manifestaciones culturales, como procesos fúnebres, objetos modificados sin un fin convencional (o sea, no como herramientas) y, sobre todo, en el arte rupestre.
La pintura en la prehistoria es, sin duda, uno de los primeros saltos culturales del humano. Pero pudiendo abordarla desde distintos enfoques y analizar uno y mil detalles, aquí solo me centraré rápidamente en su relación con el lenguaje. Pensémoslo así: la pintura en el paleolítico, cuya máxima expresión fue el muralismo naturista, es la primera evidencia de un sistema complejo de comunicación visual no corporal y que va más allá de tener una función inmediata o simple (Como lo sería un árbol desgajado por las garras de un felino territorial). Este sistema de comunicación no es una manifestación insipiente del lenguaje oral o escrito, sino que toma un camino totalmente distinto, en donde hay más libertad a la interpretación, a simbolizar y a transmitir información de manera subliminal o, al menos, no tan directa como lo haría una oración pronunciada o escrita.

Pero si ya para finales del Pleistoceno existían prácticas de plasmar ideas y conceptos en la roca pintada, podemos suponer (y solo suponer, porque no hay evidencia tangible de ello) que se hacía algo similar en objetos perecederos, como el cuero, la madera, los huesos o, lo que nos atañe más: la piel humana. Y es que no es difícil imaginar que nuestros ancestros sapientes más remotos ya conocían la técnica de pintarse el cuerpo. Sería en este punto cuando, por primera vez, un medio de comunicación visual no corporal es expuesto en el cuerpo en sí, desdibujando las fronteras anteriormente existentes entre ellos. Es posible que las primeras funciones de esta fueran más bien prácticas, como el buscar una mejor mimetización en el entorno para realizar cacerías más exitosas. Pero a medida que el pensamiento abstracto avanzaba y se exploraban otras técnicas y materiales para plasmar el arte pictórico sobre distintos medios, su utilidad en las sociedades primigenias empezaba a ramificarse hacia objetivos más variados, como lo podría ser el desempeñar un papel protagónico en rituales religiosos, para marcar posibles jerarquías dentro de un grupo o para apuntalar las identidades comunitarias entre toda la amalgama de tribus y sociedades que pululaban aquí y allá. También es posible que tuviera un fin personal, con una significación única y con una propuesta exclusivamente estética.
Sin embargo, la pintura era efímera y sus materiales de naturaleza constantemente finita. Es así que, probablemente, en algún punto hipotético de la historia, algún humano tuvo la brillante idea de injertar tintes sobre la piel de algún compañero. Es posible que su origen fuera accidental, aunque también existe la probabilidad de que se hubo llegado al resultado tras aplicar distintas mezclas y componentes a lesiones expuestas con la finalidad de aliviarlas (recordemos que, al fin y al cabo, el tatuaje se consigue a través de una herida abierta); esto explicaría porque, durante mucho tiempo (e incluso hoy en día, aunque estas prácticas ya están próximas a desaparecer), los tatuajes tuvieron una función terapéutica y medicinal.
Aunque las primeras evidencias de su existencia puedan rastrearse hasta el Neolítico y la hipótesis de su existencia vaya incluso mucho más atrás, durante los últimos latidos de la Edad de Hielo, es muy probable que el tatuaje no fuera la primera técnica de modificación corporal de la historia humana; por ejemplo, la laceración, la perforación, la mutilación, la limación de dientes y hasta la deformación craneana seguramente aparecieron miles de años antes que el arte de pintar el cuerpo con tinta permanente. De todas formas, la práctica del tatuado ya era una constante en todos los continentes y estaba firmemente acentuada en muchas de las tradiciones y culturas humanas bien entradas las épocas históricas, con la invención de la escritura en Mesopotamia durante el siglo IV a.C. y el inicio de las Edades de los Metales.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro