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PRÓLOGO

Diciembre de 1987. Bucarest, Rumania.

Un aguerrido científico ruso lucha por conseguir la cura de la dolorosa enfermedad que ataca a su hija de 7 años. En el sótano de su enorme mansión, ubicada en las montañas boscosas de Rumania, el desesperado hombre traspasa los límites de las leyes científicas al hacer pruebas peligrosas incluso en él mismo. Todas con resultados fallidos.

Cansado y al borde de la histeria, pide ayuda a un viejo compañero de descubrimientos, Howard Stark, quien acude a verlo en respuesta a su llamado tan sólo 3 días después de establecer contacto.

-¿Qué hay, Kaminsky? -Lo saludó entrando en la enorme mansión y sacudiendo la nieve de su cabello y ropas con movimientos elegantes.

-¡Howard! Gracias por venir, tengo mucho que contarte. ¿Recuerdas el suero que he estado tratando de preparar para Anya? Creo que si le das un vistazo finalmente podré aplicárselo y podrá volver a caminar.

-Claro, muéstramelo y haré lo que pueda para ayudarte -le contestó Howard con sinceridad pero un presentimiento le oprimía el pecho.

Ambos hombres se dirigieron por un largo pasillo hacia el sótano. La enorme casa se encontraba casi en penumbras, iluminando con pequeñas luces blancas los lugares más importantes. En el trayecto, Howard Stark volteó hacia una de las habitaciones, había una cama rodeada de inmensos aparatos médicos. En la cama, una pequeña niña con la piel pegada a los huesos escuchaba a su madre leerle un cuento. Anya.

-¿Cómo ha estado Anya, Kaminsky? -preguntó Howard al no poder fingir no haberla visto.

-Pues ya sabes, algunos días está bien y otros parecen ser el último... malditos doctores nunca pudieron hacer nada, pero creo que pronto estará bien. -El ruso se notaba nervioso, pero Howard ya no quiso preguntar más.

Cuando llegaron al laboratorio escondido en el sótano, Stark y Kaminsky analizaron la fórmula del suero. El científico ruso de vez en cuando evadía las miradas de su amigo o fingía no escuchar las preguntas para evitar responder lo concerniente a las pruebas que se habían realizado con la fórmula. Decía que los "individuos" no habían respondido satisfactoriamente.

-¿Qué pasa, Kaminsky? ¿Te encariñaste con las ratas? -se burló Stark mientras corría las cortinas clínicas que cubrían a los sujetos de pruebas, el científico le gritó intentando evitarlo pero fue demasiado tarde.

Esa noche fue la última que Howard Stark y Edmund Kaminsky establecieron contacto cuando Stark se dio cuenta que los sujetos no eran ratas, sino personas. Kaminsky intentó tranquilizarlo diciéndole que ninguno de los sujetos tenía daños importantes y le mostró sus propios brazos marcados por las inyecciones. Él mismo era sujeto de pruebas.

-¿Acaso te volviste loco? -le dijo Stark mientras devolvía sus pasos hacia la salida de la gran mansión, afuera se escuchaba que la tormenta de nieve había empeorado.

-Howard, tú mismo utilizaste a un sujeto en la Segunda Guerra Mundial, no puedes asustarte por eso...creaste al primer súper soldado en la historia del mundo, yo sólo quiero salvar a mi hija de 7 años... -le rogaba el hombre mientras caminaba apresuradamente detrás de Stark.

-Así es y aun así ese hombre está muerto en algún lugar del océano, Kaminsky, no tengo más suero y tu fórmula es una variante peligrosa de ese suero... lo siento, no puedo ayudarte.

Kaminsky al ver a su amigo retirarse de su casa, entró en una crisis de histeria y destruyó la mitad de su laboratorio, incluyendo el resto de la fórmula que le había tomado años conseguir.

Octubre 11 de 1990. Bern, Suiza.

En el hospital más elegante de la bella y pintoresca ciudad, durante una tarde lluviosa, nació una pequeña niña de piel muy blanca, cabello castaño dorado y ojos color miel. Su padre, vestido con ropas de telas elegantes, la besó y la abrazó mientras su madre la sostenía en brazos.

-Mi preciosa Becky, la luz en mi mundo -dijo su padre visiblemente emocionado.

Su nombre era Rebecca. El apellido: Stark.

El mismo día del nacimiento de su hija, Howard Stark se entera que la hija de su antes amigo Kaminsky, Anya, había fallecido ese día a los 10 años de edad.

Saliendo de ver a su esposa del hospital, Howard recibe una llamada al llegar a su lujoso departamento.

-¿Hola? -No se escuchaba a nadie en la línea-. ¿Sí, hola?

-Mi pequeña Anya murió, Stark... no descansaré jamás hasta que sientas el mismo indescriptible dolor que siento ahora... -se escuchó la voz entrecortada de Kaminsky.

-Kaminsky, en verdad lo siento, pero matándome no le devolverá la vida a tu hija. -Por dentro recordó a su recién nacida Becky y a su hijo Tony en Nueva York.

-No, Stark...cuida a los tuyos... -Después de eso el ruso terminó la llamada. Stark envió a buscarlo pero jamás pudo encontrarlo.

Para proteger a su segunda hija, Howard Stark acordó que viviría resguardada en Suiza, escondiendo su identidad hasta que hubiera pasado el peligro.

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Antes de que alguien se asuste, como dice el título ahora, El legado Stark entrará a edición.

Corregiré algunos errores, tal vez en algunos casos complemente algunos artículos y sobre todo agregaré imágenes y gifs para que sea un poco más visual.

Gracias a todas las personas que me siguen y han seguido esta historia por casi dos años.

Los quiero,

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