CAPÍTULO 33
Comenzamos a caminar por los pasillos desolados.
Parecía no haber ningún empleado en la plataforma, algo muy extraño aquí dentro.
—¿Por qué no hay personal? —Pregunté sin rodeos.
—Autumn les ha dado el día libre —explicó con sorna—. Nunca en todos estos años hemos tenido un puto día fuera de la plataforma y hoy mágicamente se le ocurre darlo.
—Creo que se ha confiado bastante dejando ir a toda esa gente. No tiene cómplices que lo ayuden con sus planes —señalé, buscando aspectos positivos que pudieran beneficiarnos.
—Creo que no. Pero de seguro tiene fuerzas militares de apoyo, por lo cual, no bajaría la guardia. Un científico con bata no pelea tus batallas pero veinte hombres armados si.
—Eso dices ahora, pero olvidas que tú y varios colegas tuyos se revelaron contra Sigma aquella vez— señalé.
—Esas eran otras épocas. Ahora solo quiero trabajar de lo que me apasiona en paz... pero siempre tiene que llegar un loquito para arruinarlo todo.
Llegamos a su oficina, un amplio gabinete ubicado cerca de mi dormitorio.
Ambas nos acercamos hasta el inmenso monitor de escritorio, para poder revisar las grabaciones de las cámaras.
Mis globos oculares iban y venían, pasando de un cuadrante a otro sin parar.
De repente, me vi obligada a cerrar los ojos ya que una fuerte puntada en el pecho me invadió.
Me llevé la mano al medio del esternón e intenté masajear la zona pero el extraño dolor no cesaba.
—¿¡Qué ocurre!? —Se alteró Maria y apartó mis manos para revisarme.
—Siento como si me estuvieran clavando una daga en el pecho —traté de explicar con angustia.
El pinchazo no cesaba y peor aún, era aquel pitido agudo que había comenzado a sonar.
—¿Qué mierda es ese ruido? —Tapé mis oídos, de manera instintiva, teniendo que apretar los dientes para no volverme loca.
—Yo no escucho nada, Scarlett —se sinceró y su mirada preocupante se acentuó.
Levanté la cabeza y pude reconocer la dirección de dónde procedía aquel sonido exasperante.
—Pon la grabación de la cámara que apunta a la sala de rehabilitación de Autumn, por favor.
María lo buscó velozmente y palideció luego de ver lo que había en pantalla.
—Es Killian —pronunció impactada—. ¿Tu ya lo habías visto?
Corrí a su lado y confirmé que efectivamente era el.
Lo tenían dentro de aquel cuarto blanco y acolchonado que usaba Autumn para sus terapias.
Estaba atado a una silla, de pies a cabeza, semiconsciente.
Se lo veía más a golpeado que la última vez y aquella sangre salpicada a su alrededor, evidenciaba que lo estaban torturando.
—Si, pero no tuve tiempo para contártelo, María —dije con la voz temblorosa—. Ya sé lo que debes estar pensando, pero créeme cuando te digo que es una buena persona. No es como todo el mundo lo describe. No es un monstruo.
Ella parecía estar en estado de shock, sin poder creer que ante sus ojos yacía el último eslabón de la cadena, el último Sigma.
—¿Tiene ojos fugaces? —Preguntó, teniendo que pegarse a la pantalla pera verlo en detalle.
—Solo un ojo fugaz, el otro es ciego. Killian no tiene poderes, es por ello que necesita nuestra ayuda.
Ambas nos callamos al ver que Autumn ingresaba al cuarto con el.
Este traía su traje azul, con la corbata floja y todo el cabello peinado hacia atrás.
Parecía ser un día normal de trabajo para él.
Pareció regresarse para tomar una carpeta con papeles que no se alcanzaban a distinguir.
¿Eran fotografías?, ¿Acusaciones? No lo sabía y aquello me preocupaba.
—¿Qué hace con esos papeles? —Se preguntó María. Intentó agrandar la pantalla pero seguía todo muy borroso.
Autumn pareció extenderle una lapicera a Killian, justo cuando una mujer militar, soltaba una de sus muñecas.
Este agarró la pluma que se le dio y extendió el cuello para leer los papeles.
—Parece una especie de contrato —señalé achinando los ojos.
Fuera lo que fuera, a Killian no pareció importarle por lo que lanzó la lapicera con desinterés.
Autumn estampó una cachetada sobre le pobre de mi hermano que ni con su mano libre pudo parar.
—Hijo de puta —gruñí llena de impotencia.
—Nunca lo imaginé capaz de levantarle la mano a alguien —dijo María, tragando con dificultad—. Esto parece ser surrealista, oh Dios.
Era la primera vez en tantos años que veía a mi tía con un ataque de pánico.
Usualmente era ella quien me ayudaba a calmarme, pero esta vez me tocó a mí darle una mano.
—Ey, ey —la agarré por los hombros con suavidad—. Entiendo lo que estás sintiendo, créeme que sí. Tu y yo sabemos los traumas con los que hemos quedado, aunque aparentemos que no. Pero no dejes que tus emociones le ganen a tu cabeza, María.
—Ya no estoy para estas batallas, Scarlett —se lamentó respirando torpemente.
—Tendrás que estarlo, porque ahora mismo solo nosotras dos podemos detener a Autumn. Juntas.
Asintió y tras dos respiraciones profundas, regresó detrás de su escritorio.
—Autumn ha abandonado el pasillo de la sala psiquiátrica. Se dirige hacia el ala oeste del complejo.
—Entonces tendremos que ir por Killian primero— sentencié.
—¡No, Scarlett! —chilló y me agarró por la muñeca—. Primero debemos encontrar al resto y así tener más gente de refuerzo.
María tenía razón en parte, pero no podía tolerar ver ni un segundo más a Killian de ese modo.
Sentí otra puntada en el pecho y cuando alcé la cabeza, vi otra vez su imagen cabizbaja.
Tenía que ayudarlo. Sabía que algo no andaba bien.
—Está muy débil, debo curarlo. Intenta localizar al resto y no te muevas de aquí —dije decidida y abrí la puerta sin vuelta a atrás—. Volveré con Killian para que nos ayude.
Corrí, hasta que estuve lo suficiente cerca del psiquiátrico, y me oculté en la esquina del pasillo.
No podía teletransportarme de la nada, sin asegurarme de que estuviera liberada la zona.
Usé mis ojos violetas para ver a través de las paredes y confirmar que no habían dejado a nadie custodiando la entrada.
Autumn debía de estar muy confiado en que Killian no intentaría escapar.
Y no lo culpaba, el pobre no podía ni mantener los ojos abiertos de lo inflamado que tenía los pómulos.
Visualicé el interior de aquel cuarto blanco y al segundo aparecí dentro.
Killian ni se inmutó ante mi llegada.
Estaba mirando al suelo e inmóvil. Parecía una marioneta sin su titiritero.
—Killian, soy yo, Scarlett —le hablé, agachándome frente a él para conseguir que me mirara.
Apenas escuchó mi voz alzó la cabeza, necesitando de todo el esfuerzo que su cuerpo podía aportar.
Estaba demasiado herido.
—Es increíble que siempre tengas que verme en mal estado —se lamentó y me dedicó una mirada llena de dolor que me estremeció—. No deberías estar aquí, tienes que irte lo más lejos posible.
Le costaba muchísimo hablar, debido al hematoma en su labio.
—Nunca me iría Killian. Tengo demasiada gente importante que necesito cuidar aquí dentro.
No tuvimos la oportunidad de intercambiar historias felices como hermanos. Él no tenía idea de que mis vínculos con mis seres queridos eran tan fuertes. Tanto que nunca jamás se me cruzaría por la mente la idea de huir.
Jamás.
—Entonces no desperdicies tu tiempo conmigo, Scarlett —dijo con tristeza en su voz—. A mi me toca pagar una deuda que nunca me dejará en paz. Por lo menos no, hasta que Autumn me mate.
Quité los cabellos que tenía pegados al rostro y lo mandé a callar.
—Tu eres mi familia, Killian —expresé con total sinceridad—. Tu no le debes nada a nadie pero si así lo crees, no pagues con tu vida, porque eso es de cobardes. Mejor paga ayudando a toda esta gente que fue intervenida por nuestro padre y que merece una solución.
—Nadie confiaría en mí para ser ayudado. Soy un Sigma, la gente me desprecia.
—Eso es porque todavía no han tenido la oportunidad de conocerte, y francamente yo tampoco he podido— lo obligué a mirarme—. Nos merecemos algo mejor Killian. Nos merecemos una nueva oportunidad de ser libres, así que por favor déjame ayudarte.
Killian asintió con dificultad e intentó esconder aquella lágrima rebelde que resbalaba por su mejilla.
Este chico ya había sufrido demasiado, no merecía más.
—Te curaré pero puede que tarde un buen rato —hablé con nerviosismo, pensando en que de seguro tenía una costilla rota.
—Dame tu mano —dijo de la nada—. Confía en mí.
Arranqué las ataduras de acero que lo sujetaban y una vez estuvo libre, estiré mi brazo en su dirección.
Tomó mi muñeca con suavidad y la guió hasta colocarla sobre su pecho.
—Dime que sientes.
—No siento nada —respondí tajante. No tenía tiempo que perder.
Killian golpeó su mano libre contra el mango de la silla y de repente fui invadida por aquel dolor punzante de hacía rato.
Me quejé ante la sensación, al igual que él.
—Estamos conectados, Scarlett —suspiró con una leve sonrisa—. Quiero que intentemos algo.
¿Cómo era posible tener una conexión física con alguien?
Tenía tantas preguntas por hacerle pero supe ubicarme y callar. No era el momento y tampoco estaba segura de que supiera darme una respuesta cuerda.
Killian sacó una daga de sus botas de cuero marrón.
—Es igual a la mía —acoté al recordar que ya la había visto en manos de Asier, durante la ceremonia—. ¿Cómo es posible?
—Tu madre me la regaló cuando cumplí trece años —explicó con melancolía—. Es obsidiana pura con mango de plata.
Que buena madre había resultado Patricia, después de todo. Prácticamente acogió a dos criaturas que no tenían ninguna relación con ella, y los amo como lo hizo conmigo.
Al fin y al cabo terminó regalándome un hermano y una hermana para que no me sintiera sola.
—Y tiene un excelente filo —señaló, antes de realizar un leve corte sobre la palma de su mano.
—¡Killian! —Exclamé ante su repentina actitud.
—Confía en mí, por favor —suplicó y tomó nuevamente mi mano—. Confía.
Respiré hondo y no pronuncié palabra cuando pasó su hoja negra sobre mi piel.
Juntó nuestras dos palmas heridas y apretó con la poca fuerza que le quedaba.
—Usa tus ojos azules —me pidió.
Así mismo lo hice y noté que él también tenía uno de sus iris del mismo color.
Nuestras manos unidas comenzaron a emitir calor pero en ningún momento tuve la intención de soltarlo.
—Tu ojo cambió de color —me asombré.
—Eres tú quien me está ayudando a sanar —habló con un poco de alegría en su tono—. No podía hacerlo debido a mi ojo ciego, pero contigo...
—Juntos nos volvemos más poderosos —terminé su oración.
Era impresionante la sensación que tenía sobre mi cuerpo. Sentía como si de pronto, me hubieran enchufado a la corriente eléctrica para recargar energías.
Era muy extraño pero grato.
Ahora entendía por qué Autumn y Victoria nos necesitaban a ambos para ejecutar su plan.
Killian podía no tener ambos ojos fugaces pero su cuerpo seguía poseyendo poderes. Lo única diferencia conmigo era que en el permanecían inactivos.
Dejo esta joyita y me voy a dormir que es tardísimo mua😘
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