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CAPÍTULO 24

Caminamos unos metros hasta topar con la entrada de los viñedos.

Theo abrió una tranquera de madera permitiéndonos el paso.
Recorrimos largas filas de de plantación. Todas las parras estaban llenísimas de frutos maduros. Tanto verdes como moradas, se veían bellísimas esas uvas.
Se notaba el buen cuidado que les daban.

Al fondo se veía una gran construcción de ladrillo rojo, donde de seguro guardaban lo producido. Parecía ser un establo pero sin animales.

—Está un poco oscuro como para ver bien lo hermosas que son nuestras uvas —. Comentó el rubio, mientras caminábamos a la par.

La única luz que ayudaba era la de unos faroles distribuidos estratégicamente a lo largo del campo. Nada muy luminoso.

—Igualmente se nota que estas uvas están más que listas para ser cosechadas —observé y arranqué una para probarla. Estaba dulce, fue como una explosión de sabor en mi boca.

—Ahora que lo mencionas... —dijo dubitativo—. La recolección se debería haber hecho ayer y francamente yo sigo viendo estas plantas plagadas de frutos. Sígueme ven.

Aceleró la marcha hasta el gran depósito.
Abrió la enorme puerta de madera astillada y su ceño fruncido confirmó mi teoría.
Encendió el resto de las luces y su mueca empeoró.

—¡Mierda! —Gruñó y dio una fuerte pisada con sus zapatos de vestir. El suelo de cemento, del establecimiento, produjo una leve grieta bajo su suela, debido a los ojos rojos del muchacho.

—¿Qué pasó? —Pregunté verdaderamente curiosa ante su enojo.

Se habían olvidado de hacer el vino, ¿y qué? ¿Cuál era el gran problema?
Ni que fuera la principal fuente de hidratación.

—Asier va a enojarse muchísimo —habló entre dientes y su mirada cambió a una... ¿aterrada? ¿Nerviosa?—. Se suponía que ya debía de estar el vino procesado y fermentando para la celebración de mañana.

Me separé y aproximé hacia los barriles de roble apilados. Usé mis ojos violetas para ver a través de ellos y si, efectivamente estaban vacíos.

—La última reserva que quedaba se usó durante la cena de hoy —estampó la palma de la mano en su rostro, con frustración—. Maldita sea.

—No pasa nada, tranquilo —Intenté distraerlo—. Se puede celebrar con un vaso de agua, es más sano.

Me miró como si acabara de escuchar la estupidez más grande de su vida y guardó silencio para analizarlo una segunda vez.

—¿Tú no has leído la biblia, verdad? —Preguntó asumiendo la respuesta.

Y la verdad era que no.
Mi familia, si es que se la podía llamar así, no era religiosa como tampoco lo fue mi escuela. Nunca nadie me introdujo a ningún tipo de religión, por lo cual nunca toqué un libro sagrado en mi vida.

Negué con la cabeza y el rio sin poder creerlo.

—Se supone que en la última cena, Jesús bebía vino con sus apóstoles —comenzó con su explicación—. Es un símbolo que Asier quería repetir, ya que está convencido de que eres nuestra mesías salvadora y que alguien mayor te ha enviado a sacrificarte por nosotros. El quiere montar un buen espectáculo.

¿Enviada para sacrificarme por la humanidad?
Lo último que yo recordaba era haber sido raptada, usada para experimentar en un laboratorio y haber peleado por mi vida y la de mis seres queridos.
Nada mayor a eso. Nadie me envío para hacerle un bien a este mundo. Nadie.

Cada vez tenía menos ganas de hacer aquella presentación. Crear falsas expectativas nunca había sido mi plan, pero si quería terminar con esta misión de una vez por todas no me podía negar.
Debía cumplir de la mejor manera el papel que me tocaba para lograr convencer al resto de lo que era.

—¿Ustedes no van a sacrificarme verdad? —Pregunté siendo consciente de sus palabras. Ya me había dejado pensante su explicación sobre la última cena.

—Nunca podríamos tocarte ni un solo cabello, Scarlett —afirmó, dedicándome una sonrisa de dientes blancos para brindarme sinceridad—. Es solo un símbolo, tu seguirás viva, por lo menos mientras yo te tenga cerca.

(...)

Caminamos por la parte destruida de la periferia, donde varios amigos de Theo se reunían a beber y molestar, antes de salir a una de las fiestas clandestinas que solían organizar.

El rubio se acercó a saludar y yo me limité a mirar desde un rincón.
No quería tener que socializar a estas horas de la noche. Simplemente no estaba mentalmente preparada para ello.

Desde las penumbras lo vi intercambiar palabras con una pelirroja de cabello color frutilla que iba vestida por completo de negro. Se ve que hizo mención de mi nombre ya que los ojos de la muchacha se desviaron hacia mi velozmente. Sus intensos ojos violetas brillaron al divisarme.

Theo hizo un gesto para que me acercara a saludar pero negué con la cabeza.

De pronto sentí un temblor en mi pierna y más tarde, mi daga de diamante, que traía guardada en un estuche, salió volando hacia la mano de uno de los muchachos que formaba parte del grupo.
Trate de atraparla en el trayecto pero no pude.

—Hugo te la devolverá si vienes a saludar —dijo Theo, señalando al chico de ojos amarillos que me observaba risueño.
Aquel chico con la cabeza pelada, altísimo de casi dos metros, me dedicaba la sonrisa más socarrona que había visto en mi vida.

—Tengo mis métodos, tranquilo —dije sin mucha simpatía, antes de activar la telequinesis.
Extendí la mano y cerré el puño en dirección al tal Hugo.
Logré elevarlo por el aire, pese a su altura y consistencia. Haciendo caso omiso a sus reclamos de que lo soltara.

Lo dejé levitando a cinco centímetros de mi rostro.

—Quiero mi daga de regreso, por favor —pedí tratando de fingir una sonrisa y lo solté pesadamente.

Cayó de pie y al levantarse estalló en risas.

—Que espectacular se sintió volar por un rato —confesó, mientras jugueteaba con la daga entre sus dedos. Al parecer sabía hacer trucos con la misma—. Un honor ser usado por La Falla.

Se inclinó en un intento de reverencia y me dijo lo siguiente.

—¿Quieres que vuelva a guardarte la daga allí? —Su mirada de picardía me dejó helada. No iba a permitir que se arrimara ni un centímetro a mi entrepierna.

Se la arrebaté de las manos y la metí nuevamente en el estuche de cuero que traía atado bajo el vestido.

—Ya, no le hagas caso, Scarlett —intervino Theo entre risas—. Hugo es un payaso, solo quiere molestarte.

El tal Hugo guardó distancia, para no seguir presionando y fue ahí cuando pude tener una clara visión suya.
De piel oliva que resaltaba con lo pálido de sus labios. Al parecer no tenía pelo visible en su rostro ya que sus cejas no existían.
La cabeza lisa le brillaba con el reflejo de la luna y las estrellas.
Traía una camisa azul  marino, sin mangas, que exhibía su tatuaje de dragón distribuido en todo el brazo y un pantalón de vestir negro que hacía juego con sus zapatos de cuero.

—Te presento a Hugo Malik, que ya has conocido—. Comenzó Theo—. Ellas es Holly Lennon —señaló a la pelirroja de ojos violetas. Esta era de mi altura, con pearcings en las cejas y dos flores tatuadas en los hombros. Su contextura era delgada, tanto que podía ver los huesos de su cintura, sobresaliendo de aquella falda corta tiro bajo.

—Un gusto, Scarlett —me dijo esta última, dedicándome una sonrisa. Me llamó la atención el hueco que tenía entre sus dientes de arriba.

—Y este silencioso de aquí es Trey Pérez —miró en dirección al último muchacho que trataba de llamar la atención lo menos posible—. Es tímido hasta que toca una gota de alcohol.

—No me hagas quedar mal, por favor —se quejó Trey, dándole un golpe en el hombro.

Trey tenía la misma altura que Theo. De cabello oscuro con corte tipo militar. De ojos celestes rasgados y piel un poco morena.
Traía una camisa rojo vino tipo casual, y unas bermudas blancas a la altura de la rodilla.
Guiándome por su acento podía deducir que tenía procedencia hispanoamericana.

—Es un gusto, señorita —me dijo amablemente.

—El gusto es mío, muchachos —hablé forzada ante la presión social. Tenía muchas ganas de irme y estar rodeada de mi gente.

—¿Vienen con nosotros a la clandestina? —Preguntó Holly, haciendo referencia a Theo y a mi, mientras encendía un cigarrillo en su boca.

—Pregúntale a la jefa —agregó el rubio y se colocó a mis espaldas. Apoyó la mano en mi hombro y al instante se me erizó la piel. Otra vez.

Lo miré perdida.
Yo no quería ir a ningún lado, ¿qué respuesta esperaba?

—No gracias —me negué finalmente—. Estoy cansada y necesito regresar a mi habitación.

—Es una pena —suspiró Hugo, mientras le daba una calada al cigarro de su amiga y se lo devolvía—. Teníamos una botella del mejor ron para darte.

—Ella no toma, muchachos —apuntó Theo y los otros abrieron los ojos sin poder creerlo—. Está a falta de un poco de diversión al estilo callejero.

—No busco diversión de ningún tipo —lo contradije.

—¿Fumas, Scarlett? —Interrogó Holly, rebuscando en su bolso otra caja para compartirme.

—No, nunca lo he probado —respondí sintiéndome rara al decirlo en voz alta.

Nunca me había detenido a pensar que ese había pasado gran parte de mi vida sin probar el tabaco. No era algo que llamara mi atención, tenía otras cosas en mente que el resto de las chicas de mi edad no tenían como prioridad.

—¿Quieres uno? —Agregó.

—No, no, te lo agradezco, Holly —me negué y tiré del brazo de Theo antes de dirigirle la palabra—. Necesito regresar.

—Ya escucharon a la señorita —dijo este y procedió a saludar a sus amigos.

Nos despedimos y emprendimos la marcha de regreso.
Fueron unos largos cinco minutos de silencio, donde solo se escuchaban los escombros crujiendo bajo la suela de nuestro calzado.
Hubiera seguido así de no ser por mi compañero de caminata.

—Algún día podríamos salir a la clandestina todos juntos —. comentó cabizbajo, mientras pateaba una piedra—. Si deciden quedarse aquí tendremos mucho tiempo para hacerlo.

No pude evitar mirarlo.
Lo había dicho con tanta inocencia y deseo que me generó un vuelco en el estómago recordar los planes que teníamos pensado para ellos.
Sin embargo, estaba aquí para realizar una tarea, no para sumar amigos. No podía permitirme esos lujos.

—Lo haremos si —sonreí sin saber cómo había logrado soñar tan convincente. Pero la satisfacción en su rostro ante mi respuesta me dejó tranquila.

Llegamos a la entrada del edificio pero cuando quisimos abrir estaba cerrada.

—Debe de haber un fallo en el sistema eléctrico del edificio —bufó Theo—. Estas cerraduras inteligentes son una mierda.

—Podrías romper la puerta pero asumo que te meterías en problemas, ¿verdad? —asumí al ver cómo le brillaban los ojos y apretaba la mandíbula, evidentemente enojado.

Podría haber sugerido que tomara mi mano y teletransportarnos dentro del complejo, pero no quería que se supiera lo que era capaz de hacer.
Valoraba mi seguridad.

—Ven sígueme —suspiró rendido y me tomó de la mano, agarrándome desprevenida.

Tiró de mí hasta topar con con una pequeña casita precaria, ubicada en la parte trasera del edificio.
No era nada llamativo. De concreto sin pintar y techo de chapa con una sola puerta.
Parecía ser un depósito para guardar instrumentos de aseo.

Theo ingresó, luego de abrir un candado que bloqueaba el paso y agarró una de las linternas que descansaba sobre una repisa.
Aquella repisa era lo único que decoraba el lugar.

No lograba ver casi nada, hasta que el dejó en evidencia una puertita de acero que descansaba en el suelo de la construcción. Parecía la entrada a un almacén subterráneo, lo suficientemente grande para que ingresara de una persona a la vez.

—Tendremos que tomar los túneles subterraneos o sino dormir en la calle, tú eliges.

—Vamos —. Afirmé, sintiendo curiosidad de lo que podía llegar a encontrar allí abajo.

Si desde un principio no me sentía segura con esta gente, menos lo hacía luego de saber qué había túneles bajo la ciudad. Aquello nunca traía nada bueno que aportar.

Capítulo listo mis amores 🥰
Tienen alguna hipótesis o alguna opinión sobre esta nueva gente? ¿Qué quieren los hermanos Uselay?

Los leo

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