el Caliz de fuego
¡Espero que lo disfruten!
0~0~0~0~0~0~0~0~0~0~0~0~0~0~0
Faltaban un par de semanas para que regresaran a Hogwarts y Astoria se encontraba en su habitación arreglándose, luego de una larga discusión con sus padres aceptaron que invitara a Harry a comer con ellos, no fue fácil pero lo logró. Para la ocasión habia elegido un vestido rosa pastel que combinó con unas zapatillas doradas. Se estaba dando el último retoque cuando escuchó la voz sarcástica de su hermana detrás de ella.
—Vaya Astoria, por fin lograste que papá aceptara que trajeras al mestizo a comer. Oficialmente estás en el grupo de los traidores a la sangre, pero no te preocupes contigo esta Elsa y Malfoy, ese par se tragaron sus palabras y terminaron con sangres sucias.
Un escalofrió recorrió su cuerpo cuando escuchó la palabra "Sangre Sucia " hizo una mueca de desagrado y asco. Harry le habia enseñado lo asqueroso de esas simples palabras
Se volteó para encarar a su hermana.
—Escucha Daphne, no quiero que uses el término Sangre sucia en mi presencia, me es desagradable — la chica terminó de colocarse unos pendientes — Otra cosa, no se llama Mestizo, su nombre es Harry y es hora de que comiences a aceptar que lo nuestro es serio. Me estoy comenzando a cansar de tu actitud, eres mi hermana y te quiero pero no me hagas elegir entre Harry y tu, que lo elegiré a él.
—No puedo entender que diablos le viste a Potter, en Slytherin hay mejores chicos, más guapos y de buena familia, sobre todo: sangre pura — Daphne le recriminó —en nuestra familia jamás hubo mestizos y tu mancharas nuestro linaje puro, eres la vergüenza de la familia.
—¡Se acabó, Daphne! no pienso tolerar tus insultos y recriminaciones, si algún día tengo hijos con Harry los vas a respetar. Me da lo mismo si lo aceptas o no pero no te permitiré que sigas metiéndote en mi vida. Mi relación con Harry va muy en serio y me da lo mismo si te parece o no ¿te queda claro?— espeto levantándose de su asiento y apuntando con el dedo a la joven.
La señora Greengrass iba subiendo por las escaleras cuando escuchó los gritos que provenían de la habitación de su hija menor, al llegar vio a ambas muchachas apuntándose con sus varitas, visiblemente disgustadas, corrió y se colocó en medio.
—¿Qué pasa con ustedes dos? Yo no crie a un par de chicas salvajes —volteó a ver a su hija mayor —Daphne ¿me puedes explicar porque estan discutiendo?
— Lo que pasa es que a tu hija no le gusta que le digan sus verdades — la Greengrass mayor escupió con veneno—Por su culpa somos el hazme reír de todo Slytherin, insiste en su capricho de seguir con Potter y ustedes aceptaron que venga a comer con nosotros ¡que se siente en nuestra mesa ¡¿Se volvieron locos ?!
— Eres una estúpida clasista ¿Cuando entenderás que todos somos iguales? Magos, mestizos, nacidos de muggles, incluso los Muglees no son tan diferentes a nosotros, ¡Vete al diablo, Daphne!
—¡Astoria, modera ese vocabulario!— dijo escandalizada la señora Greengrass— Ese chico Potter es una mala influencia para ti, creo que hicimos mal en permitir que venga a comer con nosotros.
Astoria apretó su varita, comenzaba a cansarse de que su familia se metiera en su relación con Harry. Estaba harta de que no respetaran lo que ella queria.
¿Quizá fue mala idea invitar a Harry a comer con sus padres? Estaba claro que jamás aceptarían su relación y no pensaba renunciar a su felicidad.
—¡Se terminó madre! No pienso seguir soportando que se metan en mi vida, estoy harta que opinen sobre mi relación con Harry, me largo de aquí!— bajó la varita y tomó su bolso.
—¿Qué dices Astoria? — el señor Greengrass habia escuchado la discusión desde la biblioteca y se acercó — Eres nuestra hija y no irás a ningún lado, no vas a humillarnos ¡deja de comportarte como una niña mimada y caprichosa! y acepta tu compromiso con Draco Malfoy, es lo mejor para todos. Deja esa esa estupida idea de estar con Potter.
La rubia abrió los ojos sorprendida al escuchar a su padre hablar sobre su compromiso con Draco. Y cayó en cuenta que le habían mentido, ellos nunca aceptarían su relación con Potter, la chica apretó su varita, enojada. Se sentía como una estupida, habia confiado en sus padres y ellos la traicionaron.
—¡Me engañaron, solo fingieron aceptar mi relación con Harry pero a mis espaldas estaban preparando un contrato de matrimonio con Draco! Me dan asco, confié en ustedes y me fallaron, de Daphne lo entendería por su estúpido clasismo pero ¿de ustedes? Esto fue bajo, no me casaré con Draco ni con otro sangre pura— habló con desprecio.
El señor Greengrass tomó a su hija del brazo evitando que se fuera — Soy tu padre y mientras vivas en esta casa harás lo que te ordené, te casarás con Draco Malfoy cuando termines tus años en Hogwarts. Eres una Greengrass y no permitiré que me dejes en vergüenza. Sí continuas esa locura de estar con Potter ¡te desheredaré!
La Slytherin se soltó del agarre, no podía creer que su padre la estuviera condenando a una vida de infelicidad por una estupida ideología de sangre, con todo su orgullo le respondió:
—Creo que todo esta dicho, padre. Prefiero ser desheredada que vivir una vida triste y miserable con alguien que no amo, no pienso seguir en un lugar donde no me respetan.
Con todo el orgullo que tenia tomó sus cosas y se dirigió a la salida ante la mirada atónita de sus padres. Ella era una Slytherin y no pensaba darles el gusto de ver lo mucho que le habia afectado el rechazo de su familia.
—Astoria, sí te vas no pienses en regresar. Estarás muerta para nosotros y serás borrada del árbol genealógico de la familia. Será como si jamás hubieras existido ¿Entiendes? —Su padre la amenazó, intentando persuadirla.
La chica por unos segundos se detuvo en la puerta, cerrando los ojos y tomando aire. No sé dejaría intimidar por las amenazas de su padre, suspiró y a la mente se le vino la imagen de Harry y sonrió sintiéndose más decida que nunca. Su relación con Potter lo valía todo, lo amaba y no renunciaría a estar con él.
—Muy bien, Astoria. Quédate con tu mestizo ¡estás muerta para nosotros! —le gritó enojado su padre.
Ya no habia vuelta atrás, sus padres la despreciaron, sin embargo, no se sentía sola, tenia a Harry y estarían juntos. Él valía la pena, valía la pena luchar por ser feliz.
Finalmente bajó las escaleras y ya que sabia que Harry se encontraba con los Weasley le pidió a su Elfina que la llevara. Al llegar le contó todo lo que habia pasado y Potter se ofreció para hablar con sus padres pero ella se negó, no tenia caso.
La señora Weasley le ofreció quedarse con ellos, la Slytherin se quedaría con Ginny en su habitación. La trataron muy bien y en poco tiempo se sintió una más en su familia. Los Weasley fueron amables con ella, incluso habia reído cuando el padre de Ron les dijo que podían tomarse de la mano y darse sus besitos pero que Harry tenia prohibido entrar a la habitación de Ginny y que debían controlar las hormonas.
Daphne reparó en lo lindo que se veía su novio sonrojado y por primera vez se sintió feliz y en una verdadera familia.
0000000000000000000000000
- Buenos días, amo Draco. –Saludó Cherry como siempre, cuando el rubio bajó a desayunar.
- ¿Dónde están mis padres? – Le preguntó.
- Ya han desayunado señor, y lo están esperando.
- Si, lo sé. Bueno, supongo que tengo que comer rápido o se molestarán.
El chico se apresuró a desayunar, ese día él y sus padres irían al campeonato de quidditch, aunque le gustara mucho, nunca hubiera estado tan interesado si no fuera porque Hermione también estaría ahí, y por supuesto sus amigos. Acudirían con el señor Weasley, y se quedarían en una tienda cerca del estadio. Él tenía planeado ver a Hermione y saludar a sus amigos.
Llegó al comedor, se sentó y bebió su jugo de naranja de prisa y le dio una mordida a su tostada, se levantó y se dirigió al vestíbulo.
- Querido. – Saludó su madre. – Estábamos a punto de ir por ti. – Dijo tomando su mano.
- Lo siento, madre. – Contestó.
- Bueno hay que irnos ya, el ministro nos estará esperando. – Interrumpió su padre. – tanto él como su hijo llevaban ropas oscuras como todos los Malfoy, mientras que Narcissa vestía de verde botella.
Los tres se dirigieron al despacho de Lucius, donde estaba el traslador. Apenas tomaron la figura de lobo se transportaron al campo cercano a donde se realizaría el juego. El lugar estaba abarrotado de gente que provenía de todos lados del mundo. Había cientos de casitas de acampar esparcidas por doquier, unas más grandes que otras, Draco se preguntaba si alguna de ellas sería la de Hermione.
- No te quedes atrás Draco. – Le ordenó su padre y de inmediato obedeció colocándose junto a su madre. Ella le tomó el brazo. – Aquí esta. – Indicó Lucius hacia una casa de campaña mas grande y ostentosa que las demás, rodeada por una pequeña cerca y con algunos pavo reales blancos en ella.
De inmediato Cherry los recibió saliendo de la casita y abriéndoles la pequeña puertecita.
- Bienvenido señor Malfoy. – Saludó con una reverencia. Éste sólo lo golpeó con su bastón haciéndolo a un lado. Narcissa y Draco pasaron tras de él. El rubio le dirigió una mirada de disculpa a su querida elfina antes de entrar a la tienda.
El espacio era muy amplio, no demasiado para el gusto de Draco, pero si para la ocasión, consideraba realmente innecesario tener cuatro habitaciones cuando no estarían ahí mucho tiempo, tampoco la enorme cocina o la sala privada de su madre.
Mientras el rubio revisaba que todas sus cosas estaban en su habitación, Narcissa entró.
- ¿Está todo lo que pediste aquí? – Preguntó, sentándose en la cama —Dime ¿cómo esta Hans, has hablado con el?
- Si, eso creo. – Contestó.—Bueno después de salvar a Sirius el fue a Arendelle, el padre de Elsa queria hablar con él. Por cierto, te mandó saludos El primo Sirius .
- Bueno, tu padre dice que estará un poco ocupado después de el juego, tal vez puedas escaparte unos minutos antes de que acabe, y regresar antes de que él llegue, tienes que mantenerme informada sobre lo que pase con Hans, lo digo en serio Draco. Tu primo esta en un grave peligro . – A su hijo se le iluminó el rostro de la emoción, hace un año no hubiera imaginado que su madre sería tan buena confidente y mucho menos que apoyaría su relación con una hija de muggles. Desde que él tenía memoria su madre apoyaba incondicionalmente los ideales de su padre, se expresaba de mala manera hacia los nacidos de muggles, no con el mismo desprecio de Lucius, pero si con la misma intención. Pero todo cambió cuando entró a Hogwarts desde que regresó para las vacaciones su madre cambió de actitud y se veía benevolente y comprensiva con él — Me da gusto que Sirius este bien, nuestra relación se enfrió cuando el quedó en Griffyndor. Creo que me odia .—Suspiró, triste.
- Claro, es perfecto gracias mamá y sobre el primo Sirius el no te odia. Me dijo que tu y la tía Andrómeda eran las únicas primas que le agradaban.
- No me agradezcas hijo, mereces vivir tu vida. – Antes de salir su madre se detuvo para mirarlo y agregó algo más. – Tal vez puedas quedarte con Hermione y llevarla a su traslador cuando tenga que marcharse… supongo que llegó en uno y no quiero…
- ¿Si? – Preguntó Draco levantando una ceja con curiosidad.
- No quiero que hablen hasta tarde y se atrase.
Lo que Draco no sabia es que su madre habia hablado con Dumbledore, le habia prometido mantenerlo informado sobre los Mortifagos a cambio de mantener a su familia a salvo, incluso a Lucius, seria un agente encubierto como Snape, era peligroso pero por su familia haría todo .
- Lo haré, madre.
El chico pasó la tarde a solas en su cuarto, comió junto a sus padres pero inmediatamente después regresó, tenía preparado para la navidad un regalo para Hermione que llevaba viendo por horas. Lo había comprado en una tienda del callejón Diagon, por supuesto no había sido nada barato pero era lo que se merecía.
Llegado el momento, la familia se reunió en el recibidor de la casita y se dirigió al estadio. Caminaron por el bosque, sus padres hablaban sobre el ministro de magia en voz alta, unos veinte minutos, hasta que al salir por el otro lado se hallaron a la sombra de un estadio colosal. Aunque Draco sólo podía ver una parte de los muros dorados que rodeaban el campo de juego, calculaba que dentro podrían haber cabido, sin apretujones, cien mil personas.
Las escaleras del estadio estaban tapizadas con una suntuosa alfombra de color púrpura. Subieron con la multitud, que poco a poco iba entrando por las puertas que daban a las tribunas que había a derecha e izquierda. Los Malfoy caminaron hasta el palco del ministerio, donde los esperaba el ministro. Contenía unas veinte butacas de color negro, repartidas en dos filas, dando un aspecto bastante elegante y exclusivo.
Cien mil magos y brujas ocupaban sus asientos en las gradas dispuestas en torno al largo campo oval. Todo estaba envuelto en una misteriosa luz dorada que parecía provenir del mismo estadio. Desde aquella elevada posición, el campo parecía forrado de terciopelo. A cada extremo se levantaban tres aros de gol, a unos quince metros de altura. Draco no dejaba de preguntarse en donde podría estar Hermione.
- ¡Ah! Ahí esta Lucius. – Pronunció Fudge. Su padre rápidamente se encaminó hacia él.
—¡Ah, Fudge! —dijo el señor Malfoy, tendiendo la mano al llegar ante el ministro de Magia—. ¿Cómo estás? Me parece que no conoces a mi mujer, Narcissa, ni a nuestro hijo, Draco.
—¿Cómo está usted?, ¿cómo estás? —saludó Fudge, sonriendo e inclinándose ante la señora Malfoy—. Permítanme presentarles al señor Oblansk... Obalonsk... al señor... Bueno, es el ministro búlgaro de Magia, y, como no entiende ni jota de lo que digo, da lo mismo. Veamos quién más... Supongo que conoces a Arthur Weasley.
Fue un momento muy tenso.
El señor Weasley y el señor Malfoy se miraron el uno al otro, y Draco recordó claramente la última ocasión en que se habían visto: había sido en la librería Flourish y Blotts, y se habían peleado, sólo que ahora estaban todos los Weasley presentes. Los fríos ojos del señor Lucius recorrieron al señor Weasley y luego la fila en que estaba sentado.
—Por Dios, Arthur —dijo con suavidad—, ¿qué has tenido que vender para comprar entradas en la tribuna principal? Me imagino que no te ha alcanzado sólo con la casa. Por cierto, Weasley escuché que mi sobrino te dio autorización para que manejes sus bóvedas, con lo necesitado que estás, es tu oportunidad, en tu vida veras tanto oro – Tal y como en la librería a Draco se le cayó la cara de vergüenza, sólo alzó la mirada para ver a Hermione, quien disimuladamente esbozó una sonrisa apenada.
Fudge, que no escuchaba, dijo:
—Lucius acaba de aportar una generosa contribución para el Hospital San Mungo de Enfermedades y Heridas Mágicas, Arthur. Ha venido aquí como invitado mío.
— No necesito robarle a nadie Malfoy, tengo todo lo que necesito, el dinero de Hans esta seguro—dijo el señor Weasley, con una sonrisa muy tensa.
El señor Malfoy observó a Hermione, que se puso algo colorada pero le devolvió la mirada con determinación. La chica aun no podía asimilar que el fuera el padre de su "novio secreto" ,sin embargo, el señor Malfoy no se atrevió a decir nada, no le convenía decir nada, pues su sobrino era un Gryffindor, y no sería nada agradable que se expresara mal de ellos, sobre todo con los planes que tenía en mente. Con la cabeza hizo un gesto desdeñoso al señor Weasley, y continuó caminando hasta llegar a sus asientos. Draco se extrañó de ver a Astoria con ellos pero lanzó a Harry, Ron y Hermione una mirada de disculpa, y luego se sentó entre sus padres.
El partido comenzó, Irlanda contra Bulgaria, Draco ya había asistido a partidos antes y este en su opinión no tenía mucho de diferente. Pasados quince minutos ya estaba demasiado aburrido. Solo podía pensar en ir con Hermione.
—¡IRLANDA HA GANADO! —voceó Ludo Bagman de repente que, como los mismos irlandeses, parecía desconcertado por el repentino final del juego—. ¡KRUM HA COGIDO LA SNITCH, PERO IRLANDA HA GANADO! ¡Dios Santo, no creo que nadie se lo esperara!
El rubio que ya estaba durmiéndose, sintió un ligero empujón en su brazo derecho, era la mano de su madre, alzó la mirada y vio a la mujer que hacía un gestó para que se retirara. El chico se levantó de inmediato y se dirigió a las escaleras, Narcissa lo disculpó con su padre y el ministro diciendo que estaba muy cansado y que iría a dormir a la carpa.
En cuanto su padre se distrajo hablando con Fudge, Draco se dirigió detrás del asiento de Hermione andando a gatas, jaló un poco su cabello haciendo que ella volteara y lo viera, él hizo un gesto con su cara para invitarla a salir de ahí, cosa que ella aceptó de inmediato.
Ambos corrían por el campo aledaño al estadio tomados de la mano. Ella jadeaba cansada y él sonreía emocionado.
Llegaron hasta la entrada del bosque y ocultos por la obscuridad se besaron con tanto anhelo y necesidad, habían sido unos meses eternos para ambos y al fin se veían, no podían hacer otra cosa que besarse por unos largos minutos, Draco acariciaba su mejilla y Hermione posaba sus manos en el pecho del chico.
- Te extrañé. – Musitó ella cuando por fin se separaron.
- También yo. Pensé en hacer esto durante todas las vacaciones.
- ¿Qué tal lo pasaste? ¿tus padres no sospechan nada?
- Lo dudo, a mi padre sólo le interesa saber sobre mi amistad con Harry y Hans , y mi madre… bueno no importa. – La tomó por la cintura. – Lo importante es que al fin te veo.- Bajó la vista y vio al pequeño gorrión que colgaba en su cuello y sonrió. - Aún llevas mi dije.
- Jamás me lo quito, es hermoso. También tengo la pluma que me regalaste. ¿lo recuerdas?
- Por supuesto, mi madre casi me mata cuando vio lo que hice. – Rio Draco recordando la reprimenda de su madre al saber que se la había quitado a uno de los pavorreales el mismo.
- ¿Y tu conservas mis regalos? – Le cuestionó.
-Cada regalo, y cada carta. –Pronunció con una voz seductora que Hermione no podía resistir.
- Draco…
Pero la chica no tuvo tiempo de responder. Los asistentes comenzaban a salir del recinto. Pronto se vieron rodeados por la multitud que abandonaba el estadio para regresar a las tiendas de campaña. El aire de la noche llevaba hasta ellos estridentes cantos mientras volvían por el camino iluminado de farolas.
Los Weasley también regresaban junto con Harry y Astoria.
- ¡Draco! Que gusto verte en un momento mejor. – Dijo Arthur.
- Si, gracias señor Weasley—respondió apenado. – Siento lo de hace un rato, mi padre no tolera que Westergaard le diera las libertades sobre su bóveda.
- ¡Ah! No te preocupes hijo, tu no tienes la culpa de nada, lo que dije es en serio, el dinero de Hans esta seguro. Nunca haría un mal uso de la confianza que él me dio.
- ¿Qué tal Draco? – Saludaron los gemelos, y él rubio contestó con una sonrisa.
- Ven con nosotros. – Habló Ron, su hermano Charley y Bill aún se mostraban impresionados con Draco, y a su actitud tan diferente a la de su padre. – Ven a nuestra tienda estaremos celebrando.
- No, gracias Ron, creo que tengo que volver, no quiero que mi padre me interrogue. Por cierto ¿qué hace Astoria con ustedes?
La chica suspiró — Mi padre me ha desheredado por no aceptar que me comprometiera contigo y los Weasley fueron mis amables de permitirme quedarme con ellos.
—Algo de eso escuché, pero fui claro, no pienso comprometerme con nadie y mi madre esta de acuerdo conmigo ¿Saben algo de Hans ?
-Lo último que supe es que esta en Arendelle, lo invitamos a venir pero Elsa lo tiene bien sujeto de las bolas y no le dio permiso —bromeó Potter —Si cambias de opinión sabes donde encontrarnos ¿no? – Preguntó Harry.
-Si, eso creo, los veré en la escuela.
- Claro. – Contestaron sus amigos.
Draco se alejó, no sin antes dirigirle una sonrisa a Hermione. Llegó hasta la tienda de su familia donde encontró a su madre sola. Esta lo vio como si fuera un fantasma.
- ¿Qué es lo que haces aquí? – Preguntó aterrada. – Se suponía que estarías con esa chica.
Draco de inmediato supo que algo andaba mal.
0~0~0~0~0~0~0~0~0~0~
Cuando por fin llegaron a las tiendas, nadie tenía sueño y, dada la algarabía que había en torno a ellos, el señor Weasley consintió en que tomaran todos juntos una última taza de chocolate con leche antes de acostarse. No tardaron en enzarzarse en una agradable discusión sobre el partido. El señor Weasley se mostró en desacuerdo con Charlie en lo referente al comportamiento violento, y no dio por finalizado el análisis del partido hasta que Ginny se cayó dormida sobre la pequeña mesa, derramando el chocolate por el suelo. Entonces los mandó a todos a dormir. Astoria, Hermione y Ginny se metieron en su tienda, y Harry y el resto de los Weasley se pusieron la pijama, subieron cada uno a su litera. Desde el otro lado del campamento llegaba aún el eco de cánticos y de ruidos extraños.
Hermione aún suspiraba recostada en su cama, por los besos de Draco. Dejó sobre la mesita de noche el dije del gorrión, y lo observó hasta que los parpados le pesaron por el sueño.
—¡Levántense! ¡Ron, Harry... deprisa, es urgente! – La voz del señor Weasley la despertó de repente. Hermione se incorporó de un salto y se golpeó la cabeza con la lona del techo.
—¿Qué pasa? —preguntó cuando salió de la tienda junto con Ginny.
—¿Porque tanto escandalo? —dijo medio dormida la Slytherin.
Intuyó que algo malo ocurría, porque los ruidos del campamento parecían distintos. Los cánticos habían cesado. Se oían gritos, y gente que corría.
—No hay tiempo de nada, niños... tomen sólo sus chaquetas y salgan... ¡rápido! – Dijo el señor Weasley. Todos obedecieron, y salieron de la tienda a prisa.
A la luz de los escasos fuegos que aún ardían, podían ver a gente que corría hacia el bosque, huyendo de algo que se acercaba detrás, por el campo, algo que emitía extraños destellos de luz y hacía un ruido como de disparos de pistola. Llegaban hasta ellos abucheos escandalosos, carcajadas estridentes y gritos de borrachos. A continuación, apareció una fuerte luz de color verde que iluminó la escena.
A través del campo marchaba una multitud de magos, que iban muy apretados y se movían todos juntos apuntando hacia arriba con las varitas. Hermione entonces entornó los ojos para distinguirlos mejor. Parecía que no tuvieran rostro, pero luego comprendió que iban tapados con capuchas y máscaras.
Por encima de ellos, en lo alto, flotando en medio del aire, había cuatro figuras que se debatían y contorsionaban adoptando formas grotescas. Era como si los magos enmascarados que iban por el campo fueran titiriteros y los que flotaban en el aire fueran sus marionetas, manejadas mediante hilos invisibles que surgían de las varitas. Al grupo se iban juntando otros magos, que reían y apuntaban también con sus varitas a las figuras del aire.
Las personas que flotaban en el aire resultaron repentinamente iluminadas al pasar por encima de una tienda de campaña que estaba en llamas, y Harry reconoció a una de ellas: era el señor Roberts, el gerente del cámping.
—Dan ganas de vomitar —susurró Ron, observando al más pequeño de los niños muggles, que había empezado a dar vueltas a veinte metros de altura, con la cabeza caída y balanceándose de lado a lado como si estuviera muerto— Dan verdaderas ganas de vomitar.
—Vamos a ayudar al Ministerio —gritó el señor Weasley por encima de todo aquel ruido, arremangándose él también—. Ustedes vayan al bosque, y no se separen. ¡Cuando hayamos solucionado esto iré a buscarlos! - Bill, Charlie y Percy se precipitaron al encuentro de la multitud. El señor Weasley corrió tras ellos. Desde todos los puntos, los magos del Ministerio se dirigían a la fuente del problema.
—Vamos —dijo Fred, tomando a Ginny de la mano y tirando de ella hacia el bosque.
Harry, Ron, Hermione, Astoria y George los siguieron. Al llegar a los primeros árboles volvieron la vista atrás. La multitud seguía creciendo. Distinguieron a los magos del Ministerio, que intentaban introducirse por entre el numeroso grupo para llegar hasta los encapuchados que iban en el centro: les estaba costando trabajo. Debían de tener miedo de lanzar algún embrujo que tuviera como consecuencia la caída al suelo de la familia Roberts.
Las farolas de colores que habían iluminado el camino al estadio estaban apagadas. Oscuras siluetas daban tumbos entre los árboles, y se oía el llanto de niños; a su alrededor, en el frío aire de la noche, resonaban gritos de ansiedad y voces aterrorizadas. Hermione avanzaba con dificultad, empujado de un lado y de otro por personas cuyos rostros no podía distinguir. De pronto oyó a Ron gritar de dolor.
—¿Qué ha sucedido? —preguntó Hermione nerviosa, deteniéndose tan de repente que Harry chocó con ella—. ¿Dónde estás, Ron? Qué idiotez... ¡Lumos!
Harry tomó la mano de su novia, manteniéndola cerca de él —Quédate detrás de mi, Tory —dijo Potter, protector.
—Estoy bien Harry, no te preocupes —Respondió su novia .
La varita se encendió, y su haz de luz se proyectó en el camino. Ron estaba echado en el suelo.
—He tropezado con la raíz de un árbol —dijo de malhumor, volviendo a ponerse en pie.
—Bueno, con pies de ese tamaño, lo difícil sería no tropezar —dijo detrás de ellos una voz sarcástica. Era Draco. De inmediato Hermione se precipitó a abrazarlo y él la correspondió. Tomó decididamente su mano y la jaló hacia dentro del bosque. – Vámonos. – Ordenó.
- ¿Sabes por donde ir? – Cuestionó Harry.
- Eso creo.
Durante una media hora Malfoy los estuvo guiando por el bosque sin dejar de soltar a Hermione, era como si supiera el riesgo en el que estaban, eso no pasó desapercibido para la chica, quien también se percato de su nerviosismo y terror, era casi obvio que sabía algo que ellos no. Después de un rato llegaron a un claro donde había magos ebrios que al parecer no se habían dado cuenta del disturbio. Draco permanecía atento a cualquier ruido que llegara del cámping. Todo parecía tranquilo: tal vez el disturbio hubiera acabado. Todos decidieron sentarse un momento en la hierba, ahora que todo parecía mas tranquilo.
—Espero que los otros estén bien —dijo Harry después de un rato.
—Estarán bien —afirmó Ron.
—Pero esos pobres muggles... —protestó Hermione con nerviosismo—. ¿Y si no pueden bajarlos?
—Podrán —le aseguró Draco. — Hallarán la manera.
—Es una idiotez hacer algo así cuando todo el Ministerio de Magia está por allí —declaró Astoria —. Lo que quiero decir es que ¿cómo esperan salirse con la suya? ¿creen que habrán bebido, o simplemente...?
Pero de repente dejó de hablar y miró por encima del hombro. Harry, Ron y Draco se apresuraron a mirar también. Parecía que alguien se acercaba hacia ellos dando tumbos. Esperaron, escuchando el sonido de los pasos descompasados tras los árboles. Pero los pasos se detuvieron de repente.
—¿Quién es? —llamó Harry.
Sólo se oyó el silencio. Harry se puso en pie y miró hacia el árbol. Estaba demasiado oscuro para ver muy lejos, pero tenía la sensación de que había alguien justo un poco más allá de donde llegaba su visión.
—¿Quién está ahí? —preguntó Ron.
Y entonces, sin previo aviso, una voz diferente de cualquier otra que hubieran escuchado en el bosque desgarró el silencio. Y no lanzó un grito de terror, sino algo que parecía más bien un conjuro:
—¡MORSMORDRE!
Algo grande, verde y brillante salió de la oscuridad, se levantó hacia el cielo por encima de las copas de los árboles. Draco y Astoria supieron lo que era y sintieron como la sangre les bajaba hasta los pies. Instintivamente tomó de nuevo la mano de Hermione.
—Tenemos que irnos Harry, no debemos estar aquí —se apresuro la Slytherin tomando de la mano.
—Pero ¿que pasa, Tory?—le cuestionó Potter al verla asustada.
—¿Qué...? —exclamó Ron, poniéndose en pie de un salto y mirando hacia arriba.
De pronto, el bosque se llenó de gritos.
—¡Granger, vamos, muévete! —Draco tirando de ella.
—¿Qué pasa? —preguntó Harry, sobresaltándose al ver la cara de su novia y el rubio tan pálidas y aterrorizadas.
—¡Es la Marca Tenebrosa, James! —gimió Astoria , tirando de él con toda su fuerza—. ¡El signo de Quien-tú-sabes!
—¿El de Voldemort?
—¡Vámonos! – Gritó Draco.
Harry se volvió, y los tres se dispusieron a cruzar el claro. Pero tan sólo habían dado unos pocos pasos, cuando una serie de ruiditos anunció la repentina aparición, de la nada, de una veintena de magos que los rodearon.
Draco paseó la mirada por los magos y tardó menos de un segundo en darse cuenta de que todos habían sacado la varita mágica y que las veinte varitas los apuntaban. Sin pensarlo más, gritó:
—¡AL SUELO! —Gritó agarrando a Hermione y ésta a los otros dos, arrastró con él a los tres sobre la hierba.
—¡Desmaius! —gritaron las veinte voces.
Hubo una serie de destellos cegadores, y el rubio sintió que el pelo se le agitaba como si un viento formidable acabara de barrer el claro. Al levantar la cabeza un centímetro, vio unos chorros de luz roja que salían de las varitas de los magos, pasaban por encima de ellos, cruzándose, rebotaban en los troncos de los árboles y se perdían luego en la oscuridad.
—¡Alto! —gritó una voz familiar—. ¡ALTO! ¡Es mi hijo!
El pelo de Draco volvió a asentarse. Levantó un poco más la cabeza. El mago que tenía delante acababa de bajar la varita. Al darse la vuelta vio al señor Weasley, que avanzaba hacia ellos a zancadas, aterrorizado.
—Ron... Harry... —Su voz sonaba temblorosa—. Hermione, Draco, Astoria ... ¿Están bien?
—Apártate, Arthur —dijo una voz fría y cortante.
Era el señor Crouch. Él y los otros magos del Ministerio estaban acercándose. Harry se puso en pie de cara a ellos. Crouch tenía el rostro crispado de rabia.
—¿Quién de ustedes lo ha hecho? Seguramente fue el Asqueroso Hijo del Señor tenebroso ¿Donde esta? ¿Donde se esconde?—dijo bruscamente, fulminándolos con la mirada, buscaba por todos lados a Hans —. ¿Donde esta Hans Westergaard?
—¡Esta loco ! Hans ni siquiera esta aquí, ninguno de nosotros lo hizo —exclamó Harry, señalando la calavera.
—No hemos hecho nada —añadió Draco, ayudando a Hermione a levantarse, mirando al señor Crouch (quien no se había percatado de su presencia) con expresión indignada.
Después de disculparse en mas de tres ocasiones Barty y los demás miembros del ministerio se dirigieron al lugar a donde los chicos habían indicado que estaba el sujeto que conjuró la marca tenebrosa.
Draco se aseguró de que Hermione regresara a salvo al traslador, y regresó con sus padres, había muchas cosas que le preguntaría a su madre.
0~0~0~0~0~0~0~00~
En Arendelle, Hans se encontraba preparándose para la cena, ignorando lo que habia pasado en final de Quidditch. Estaba nervioso, su Majestad habia mandado a organizar un baile para presentarlo como el Novio de Elsa y al ser la Heredera a la corona sus padres pensaron que era una buena idea que sus súbditos conocieran al Novio de su futura Reina, también invitaron algunas familias Reales. Se acomodó el cabello mirándose al espejo, sonriendo ante su reflejo.
—Vaya, no me veo nada mal —Se dijo para si mismo —Espero Sirius no demore en llegar.
Salió de la habitación, se moría por ver a Elsa, caminaba rumbo a la habitación de su Princesa cuando se topo a Rudy quien estaba con Dominick el odioso hijo del Rey de las islas del Norte, intentó ignorarlos pasando a un lado de ellos pero la voz de su hermano le detuvo.
— No deberías cantar victoria infeliz. No se porque diablos Elsa te prefiere, ni siquiera eres un príncipe, además eres el Hijo de ese tal Voldemort, eres un peligro para Elsa. Si fuera su Majestad te echaría a patadas.
El chico abrió los ojos sorprendido, apretó sus puños intentando sacar su varita para maldecir a ese par de idiotas pero por desgracia había olvidado la varita, estaba cansado que lo comparan con Voldemort. El pelirrojo no lo pensó y sujetó a su hermano de la camisa poniéndolo contra la pared.
— Escucha pedazo de animal, en tu asquerosa vida vuelvas a mencionar a Voldemort en mi presencia y mucho menos compararme con el —El pelirrojo lo mantenía sujeto de su camisa —No necesito mi varita para romperte la cara si te acercas a Elsa.
—Tu no puedes prohibirnos estar cerca de Elsa, ni siquiera eres un príncipe, no estas a la altura de la princesa .
Hans estuvo apunto se lanzarse contra Dominick cuando llevó sus manos a la cabeza. Cerró los ojos, de nuevo la conexión que compartía con Voldemort le importunaba, esta vez estaba asesinando a una mujer y no estaba solo, con el estaba Peter y otro hombre que no lograba reconocer. Golpeó su cabeza contra la pared, podía sentir todo el placer de Tom al torturar y también el miedo y dolor de aquella mujer. Solo queria que parara esa conexión.
—¡Ya basta !—Repetía el pelirrojo sujetando su cabeza, con los ojos cerrados .
Elsa venia caminando por los pasillos rumbo al salón principal donde se llevaría a cabo el baile cuando vio a Hans junto a Rudy y Dominick, ambos chicos miraban asustados al Decimotercer príncipe. Al ver a Hans se preocupó, el chico mantenía los ojos cerrados, golpeando su cabeza contra la pared así que no lo pensó más y se acercó corriendo para abrazarlo por la espalda.
—Hans, mi amor ¿que pasa?—La platinada lo abrazaba por la espalda —por favor, Hans no dejes que te controle, tu no eres Lord Voldemort, tu eres Hans Westergaard, mi novio, el chico mas valiente que conozco, creo en ti.
—Solo quiero que se detenga —repetía el Griffyndor sujetándose la cabeza—Usa la conexión para torturarnos, para Tom es un especie de juego mental.
Elsa no sabia que hacer, por lo cual tomó al pelirrojo de su mejillas para rozar sus labios con los suyos y pronto sintió como el comenzaba a relajarse.
—Te amo Hans, no pienso dejarte solo. No permitas que Voldemort controle tus emociones, creo en ti, todos creemos en ti.
El chico fue relajando su cuerpo, la conexión era fuerte y estaba seguro que Harry estaba pasando por lo mismo .Pero tener a Elsa lo reconfortaba.
— El regreso de Lord Voldemort esta cerca, vi como asesino a una mujer, Elsa. Pude sentir sus emociones. Me da miedo convertirme en el.
La platinada acariciaba su mejilla — Tu no eres el, Hansy —era la primera vez que lo llamaba de aquella manera — la sangre no define quien eres, lo que realmente nos define es nuestras acciones Hans .
El pelirrojo le sonrió inclinándose para dejar un suave beso en su mejilla —Gracias por estar a mi lado y por nunca dejarme, te amo Elsa. Eres mi todo.
Ambos se encontraban perdidos en la mirada del otro cuando Rudy empujó al Griffyndor para alejarlo de Elsa.
—Elsa, ¿cómo puedes preferirlo? te estas poniendo en peligro. Sus padres odian a los que son como nosotros, Hans es igual a ellos, tiene su maldita sangre —dijo y después se giró a Hans—¡aléjate de ella idiota!
La temperatura comenzó a descender, la Futura Reina estaba disgustada y cansada de que ese par de idiotas se metieran en su vida así que se separó de su novio y caminó quedando a pocos metros de ellos.
—Estoy cansada de ambos, nunca estaré con ninguno de ustedes, son un par de idiotas muglees, no son dignos de caminar a mi lado así que lárguense de aquí o pediré que los saquen a patadas, son tan patéticos que me dan asco.
Elsa tomó de la mano a Hans para bajar al salón principal, donde Kai los esperaba, cuando los vio hizo una reverencia.
—Altezas, se ven muy bien —les dijo sonriendo a lo cual ambos se sonrojaron —Se ven muy bien juntos, es hora de presentarlos ante los invitados.
Hans estaba nervioso. Sirius no habia llegado y temía que algo malo le hubiera pasado. Elsa se acercó y le dio un beso en la mejilla.
—Todo va estar bien, es solo esta noche. Y mira me puse el Guardapelo de la Familia Black ¿Que te parece?
Hans le sonrió —Te ves preciosa, estoy feliz de que te gustara mi regalo — el chico entrelazó su mano con la de ella —No me acostumbro del todo a esto pero intentare dar lo mejor de mi para que te sientas orgullosa.
Kai fue abriendo las puertas y ambos se quedaron parados hasta que fueran anunciados, el chico intentó relajarse con el pensamiento de que solo seria una noche.
—Damas y caballeros, me complace en anunciar que su Alteza Real: La princesa Elsa, futura Reina de Arendelle, esta saliendo con Hans Westergaard decimotercer príncipe de las islas del sur.
Ambos entraron, escuchando los aplausos de los invitados, algunos se les acercaban para felicitarlos y otros para expresar su sorpresa. Cuando les tocó abrir la pista de baile, se miraban y sonreian, la noche paso con tranquilidad y Hans seguía preocupado por Sirius ya que no llegó a la cena, se preguntaba si estaba bien.
Un poco mas de media noche ambos se retiraron, cada uno a su dormitorio. La fiesta fue un éxito, hizo rabiar a sus hermanos adoptivos pues lo presentaron como futuro rey de Arendelle, aunque no era algo que le importara, con una pequeña sonrisa se fue a dormir.
00000000
Por fin era día de volver a la escuela, los cuatro Gryffindor y los tres Slytherin se encontraban con ellos, estaban como siempre en el mismo vagón hablando de lo sucedido en la copa mundial, Hermione opinaba preocupada, Ron lo hacía con enojo, Harry sostenía su mano entrelazada con la de Astoria, quien le hacia cariñitos, Draco se mantuvo callado y Hans hablaba con Elsa y por momentos ambos se sonreían como un par de bobos enamorados.
Harry y Hans decidieron enviarle una carta a Sirius para informarle de lo sucedido, así tal vez el podría ayudarlos.
La llegada al colegio fue una alegría para todos. Todos estaban felices de ver a sus amigos y profesores de nuevo, de cursar un año mas en la escuela.
— Me complace anunciarles que este año Hogwarts será la cede de un importante acontecimiento que dará comienzo en octubre y continuará a lo largo de todo el curso, acaparando una gran parte del tiempo y la energía de los profesores... pero estoy seguro de que lo disfrutarán enormemente. Tengo el gran placer de anunciar que este año en Hogwarts... – Decía el profesor Dumbledore. Pero en aquel momento se escuchó un trueno ensordecedor, y las puertas del Gran Comedor se abrieron de golpe.
En la puerta apareció un hombre que se apoyaba en un largo bastón y se cubría con una capa negra de viaje. Todas las cabezas en el Gran Comedor se volvieron para observar al extraño, repentinamente iluminado por el resplandor de un rayo que apareció en el techo. Se bajó la capucha, sacudió una larga melena en parte cana y en parte negra, y caminó hacia la mesa de los profesores. Un sordo golpe repitió cada uno de sus pasos por el Gran Comedor. Llegó a un extremo de la mesa de los profesores, se volvió a la derecha y fue cojeando pesadamente hacia Dumbledore. El resplandor de otro rayo cruzó el techo. Hermione ahogó un grito.
Aquella luz había destacado el rostro del hombre, y era un rostro muy diferente de cuantos Hans había visto en su vida. Parecía como labrado en un trozo de madera desgastado por el tiempo y la lluvia, por alguien que no tenía la más leve idea de cómo eran los rostros humanos y que además no era nada habilidoso con el formón.
Cada centímetro de la piel parecía una cicatriz. La boca era como un tajo en diagonal, y le faltaba un buen trozo de la nariz. Pero lo que lo hacía verdaderamente terrorífico eran los ojos. Uno de ellos era pequeño, oscuro y brillante. El otro era grande, redondo como una moneda y de un azul vívido, eléctrico. El ojo azul se movía sin cesar, sin parpadear, girando para arriba y para abajo, a un lado y a otro.
— Les presento a nuestro nuevo profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras —dijo animadamente Dumbledore, ante el silencio de la sala—: el profesor Moody.
—¿Moody? —le susurró Ron a Hans — ¿Ojoloco Moody? ¿el cazador?
—Debe de ser él —dijo el pelirrojo , con voz asustada.
—¿Qué le ha ocurrido? —preguntó Hermione en voz muy baja—. ¿Qué le pasó en la cara?
—No lo sé —contestó Ron, observando a Moody con fascinación. Mientras Hans y Harry lo observaban con una mezcla de temor.
Moody buscó con la mirada a Hans, el joven se sintió intimidado por la mirada tan penetrante que le daba Ojo Loco. Luego de unos segundos apartó la mirada de él para mirar a Potter, el pelinegro tragó saliva desviando la vista.
—Como iba diciendo —siguió Albus, sonriendo a la multitud de estudiantes que tenía delante, todos los cuales seguían con la mirada fija en Ojoloco Moody— tenemos el honor de ser la sede de un emocionante evento que tendrá lugar durante los próximos meses, un evento que no se celebraba desde hacía más de un siglo. Es un gran placer para mí informarles que este curso tendrá lugar en Hogwarts: el Torneo de los tres magos.
0~0~0~0~0~0~0~0~0~0~0~
Después de la cena, todos los alumnos se dirigían a sus salas comunes para ir a dormir, Hermione caminaba detrás de los niños de primer año para vigilar que no se perdieran, miraba las pinturas en los pasillos, recordando el primer día que había estado ahí, de pronto sintió un jalón en el brazo, que no le dio tiempo de reaccionar, en menos de un segundo estaba en un pequeño y obscuro hueco tras una pintura, frente a ella estaba Draco Malfoy.
- ¡Draco! –Trató de reprenderlo susurrando. – Alguien pudo habernos visto y no deberías estar aquí.
- Nadie nos vio Granger, además, no entré a tu sala común, no estoy loco . – Le dijo con una voz seductora, acariciándole la mejilla.
- ¿y qué se supone que hacemos aquí? – Le respondió retadora.
- Te extrañé durante las vacaciones. – Esto hizo que el semblante de la chica se relajara un poco, evidentemente ella también lo había extrañado. Sonrió.
- Yo también, mis padres me preguntan por ti a veces, les agradaste.
- Suelo causar esa impresión en las personas. – Hermione estaba a punto de decir algo, pero Draco la silenció con un beso largo y profundo que hizo olvidar todo a la castaña.
Duraron así un buen tiempo, el dulce sabor de los labios de la Gryffindor volvía completamente loco al muchacho, no había nada mas en el mundo que a el le importara, y jamás se había sentido mas seguro sobre sus sentimientos hacia ella, aunque quisiera que todo el mundo supiera de su relación y así evitara el riesgo de que alguien pensara si quiera en acercarse a Hermione sabía muy bien que aquello no podía ser, se arriesgaba demasiado a que su padre se enterara, y si eso llegaba a pasar él estaría muerto para antes de si quiera poder opinar algo.
Recordaba lo ocurrido en el campeonato de quidditch con la familia muggle y estaba muy seguro de que Hermione pudo tener esa suerte si el no la hubiera cuidado.
-Tengo algo para ti. – Le dijo antes de irse a su sala común. Sacó de su túnica el pequeño gorrión atado a la cadenita.
- ¡Lo encontraste! –La castaña saltó y lo abrazó. – Gracias.
- Es lo menos que podía hacer. – Contestó el rubio.
A Hermione le emocionaba la idea del torneo, pues tendrían la oportunidad de convivir con magos y brujas de otros países, Hans y Ron estaban eufóricos, una de las escuelas participantes sería Durmstrang en donde estudiaba el famoso jugador Viktor Krum al que ambos admiraban, a Harry sólo le podía parecer un poco interesante, pues tenía los ojos puestos todo el tiempo sobre Astoria, quien hablaba animada con Elsa -motivo por el cual el rubio y el pelirrojo se burlaban de él.
— Ambos dejen de burlarse —el pelinegro se cruzo de brazos ofendido — Hans tu caso es peor que el mío, a ti Elsa te tiene bien controlado.
—Quisieras, Potter —bromeó el pelirrojo — Elsa no me dice lo que debo hacer. Yo soy quien lleva los pantalones en la relación.
La platinada quien habia escuchado lo que su novio dijo lo sujetó con una ráfaga de hielo.
—¿Es en serio, Westergaard ? así que eres tú quien manda en nuestra relación —la platinada le pregunto dejando escapar una ráfaga de hielo.
—Este ...Yo .. Bueno, sabes que estoy breando ¿verdad? —el pelirrojo tartamudeaba sintiendo como una corriente fría recorría su cuerpo —Solo bromeó con los chicos no era en serio.
—Mas te vale, Westergaard —Elsa lo tomo de su corbata y lo halo plantándole un beso en los labios —La próxima vez terminaras congelado.
Hans asintió, tragando saliva, su Elsa era de temer pero le encantaba su carácter de los mil demonios.
—¡Qué diablos, Hans! esto es anti natural, cuando se ha visto a un león y a una serpiente juntos —dijo Ron escandalizado — por lo menos tomaremos Herbolaría con los de Hufflepuff así no tendré que ver como se demuestran cariño y ¡Ay no! Cuidado de Criaturas Mágicas... ¡Maldita sea!, seguimos teniéndola con los de Slytherin...
- Cállate Weasley, deberías conseguirte una cita. Parkinson esta libre podrías invitarla a salir . – Comentó Elsa mirándolo de reojo—No estas tan feo, tienes posibilidades de salir con Pansy.
Hans quiso reírse de su amigo pero se contuvo, Weasley estaba escandalizado, estaba rojo quizá por la vergüenza. Miró de reojo a Harry quien estaba también conteniendo la risa.
—¿Parkinson? No digas tonterías, nunca saldría con ella —el chico dijo escandalizado —Hans dile a tu novia que deje de decir tonterías .
—No seas tímido, Ronald —Astoria se puso de lado de Elsa —Te conseguiremos una cita con Pansy, déjalo todo en nuestras manos.
—Aprovecha la oportunidad Weasley, es lo mejor que conseguirás, te mandaremos una lechuza del lugar para la cita—secundó Elsa.
Ambas chicas se alejaron rumbo a sus clases, cuando se quedaron solos tanto Hans como Harry se echaron a reír.
—Ustedes dos, cállense —se defendió el pelirrojo echando humo de coraje — ¡una cita con Parkinson! que asco.
— No te enojes Ron, solo es una cita. Bueno, esta tarde tenemos dos horas de Adivinación — Harry rio , observando el horario. Adivinación era su materia menos apreciada, aparte de Pociones. La profesora Trelawney siempre estaba prediciendo la muerte de Harry y Hans, cosa que a ellos no les hacía ni pizca de gracia.
—Tendrían que haber abandonado esa asignatura como hice yo —dijo Hermione con énfasis, untando mantequilla en la tostada—. De esa manera estudiarían algo sensato como Aritmancia.
—¡Weasley! ¡Eh, Weasley! – Harry, Ron, Draco y Hermione se volvieron. Adrián Pucey, y sus secuaces entraban al gran comedor, muy contentos por algún motivo.
—¿Qué? —contestó Ron lacónicamente.
—¡Tu padre ha salido en el periódico, Weasley! —anunció el Castaño, blandiendo un ejemplar de El Profeta y hablando muy alto, para que todos en el comedor pudieran oírlo—. ¡Escucha esto!
MÁS ERRORES EN EL MINISTERIO DE MAGIA
Parece que los problemas del Ministerio de Magia no se acaban, escribe Rita Skeeter, nuestra enviada especial. Muy cuestionados últimamente por la falta de seguridad evidenciada en los Mundiales de quidditch, y aún incapaces de explicar la desaparición de una de sus brujas, los funcionarios del Ministerio se vieron inmersos ayer en otra situación embarazosa a causa de la actuación de Arnold Weasley, del Departamento Contra el Uso Incorrecto de los Objetos Muggles. Zabini levantó la vista.
—Ni siquiera aciertan con su nombre, Weasley, pero no es de extrañar tratándose de un don nadie, ¿verdad? —dijo el Slytherin .
Todo el mundo escuchaba. Con un floreo de la mano, Pucey volvió a alzar el periódico.
—¡Y viene una foto, Weasley! —añadió, dándole la vuelta al periódico y levantándolo—. Una foto de tus padres a la puerta de su casa...¡bueno, si esto se puede llamar casa! Tu madre tendría que perder un poco de peso, ¿no crees?
Ron temblaba de furia. Todo el mundo lo miraba.
—Métetelo por donde te quepa, Pucey—dijo Hans —. Vamos, Ron...
—¡Ah, Potter! Tú has pasado el verano con ellos, ¿verdad? —dijo Pucey con aire despectivo—. Dime, ¿su madre tiene al natural ese aspecto de cerdito, o es sólo la foto?
—¿Y te has fijado en tu madre? —preguntó Harry. Tanto él como Hans sujetaban a Ron por la túnica para impedir que se lanzara contra él. — Esa expresión que tiene, como si estuviera oliendo mierda, ¿la tiene siempre, o sólo cuando estás tú cerca?
El rostro de Pucey se puso rojo a causa del enojo.
—No te atrevas a insultar a mi madre, Potter.
—Pues mantén cerrada tu grasienta boca —le contestó Hans, dándose la vuelta.
¡BUM!
Hubo gritos. Harry y Hans vieron la cara de asombro de sus amigos, notaron que algo candente le arañaba un lado de la cara, y metieron las manos en sus túnicas para coger sus varita. Pero, antes de que hubiera llegado a tocarla, oyó un segundo ¡BUM! y un grito que retumbó en todo el vestíbulo.
—¡AH, NO, TÚ NO, MUCHACHO!
Hans se volvió completamente. El profesor Moody entraba cojeando al gran comedor. Había sacado la varita y apuntaba con ella a un perro pug que tiritaba sobre el suelo de losas de piedra, en el mismo lugar en que había estado pucey.
Un aterrorizado silencio se apoderó del vestíbulo. Salvo Moody, nadie movía un músculo. Moody se volvió para mirar a Harry. O, al menos, lo miraba con su ojo normal. El otro estaba en blanco, como dirigido hacia el interior de su cabeza.
—¿Les ha dado? —gruñó Moody. Tenía una voz baja y grave.
—No —respondieron ambos chicos a mismo tiempo—, sólo nos ha rozado.
—¡DÉJALO! —gritó Moody.
—¿Que deje... qué? —preguntó Hans, desconcertado.
—No te lo digo a ti... ¡se lo digo a él! —gruñó Moody, señalando con el pulgar, por encima del hombro, a Oliver Tate, que se había quedado paralizado a punto de tomar al perrito. Moody se acercó al perrito que dio un chillido de terror y salió corriendo hacia las mazmorras.
—¡Me parece que no vas a ir a ningún lado! —le gritó, volviendo a apuntar al animalito con la varita. Este se elevó tres metros en el aire, cayó al suelo dando un golpe y rebotó.
—No me gusta la gente que ataca por la espalda —gruñó Moody, mientras el perrito botaba cada vez más alto, chillando de dolor—. Es algo innoble, cobarde, inmundo... – Draco no podía parar de reír, ante la humillación de su compañero de casa .
0~0~0~0~0~0~0~0~0~0~0
Llegó el día tan esperado, las dos escuelas invitadas llegarían para participar en el torneo de los tres magos.
Todos los alumnos bajaron en fila por la escalinata de la entrada y se alinearon delante del castillo. Era una noche fría y clara. Oscurecía, y una luna pálida brillaba ya sobre el bosque prohibido. Hermione, estaba de pie , Ron, Hans y Harry en la cuarta fila, vio a Dennis Creevey temblando de emoción entre otros alumnos de primer curso.
—Son casi las seis —anunció Ron, consultando el reloj y mirando el camino que iba a la verja de entrada—. ¿Cómo creen que llegarán? ¿En el tren?
—No creo —contestó Hermione.
—¿Entonces cómo? ¿En escoba? —dijo Harry, levantando la vista al cielo estrellado.
—No creo tampoco... no desde tan lejos... – Comentó Hans .
—¿En traslador? —sugirió Ron—. ¿Pueden aparecerse? A lo mejor en sus países está permitido aparecerse antes de los diecisiete años.
—Nadie puede aparecerse dentro de los terrenos de Hogwarts. ¿Cuántas veces te lo tengo que decir? —exclamó Hermione perdiendo la paciencia.
Escudriñaron nerviosos los terrenos del colegio, que se oscurecían cada vez más. No se movía nada por allí. Todo estaba en calma, silencioso y exactamente igual que siempre. Hans empezaba a tener un poco de frío, y confió en que se dieran prisa. Quizá los extranjeros preparaban una llegada espectacular.
Y entonces, desde la última fila, en la que estaban todos los profesores, Dumbledore gritó:
—¡Ajá! ¡Si no me equivoco, se acercan los representantes de Beauxbatons! – El carruaje volador tirado por caballos alados apareció a lo lejos en el cielo y conforme avanzaba se podía ver mas y mas su esplendor.
- Vaya, es muy bonito. – mencionó Hermione a Hans .
Las tres filas delanteras de alumnos se echaron para atrás cuando el carruaje descendió precipitadamente y aterrizó a tremenda velocidad.
Entonces golpearon el suelo los cascos de los caballos, que eran más grandes que platos, metiendo tal ruido que Neville dio un salto y pisó a una Ravenclaw rubia de tercer año y esta a su vez trastabilló cayendo encima de Theodore Nott. Un segundo más tarde el carruaje se posó en tierra, rebotando sobre las enormes ruedas, mientras los caballos sacudían su enorme cabeza y movían unos grandes ojos rojos.
Antes de que la puerta del carruaje se abriera, Draco vio que llevaba un escudo: dos varitas mágicas doradas cruzadas, con tres estrellas que surgían de cada una.
Un muchacho vestido con túnica de color azul pálido saltó del carruaje al suelo, hizo una inclinación, buscó con las manos durante un momento algo en el suelo del carruaje y desplegó una escalerilla dorada. Respetuosamente, retrocedió un paso. Entonces se vio un zapato negro brillante, con tacón alto, que salía del interior del carruaje.
Era un zapato del mismo tamaño que un trineo infantil. Al zapato le siguió, casi inmediatamente, la mujer más grande que Draco había visto nunca. Las dimensiones del carruaje y de los caballos quedaron inmediatamente explicadas. Algunos ahogaron un grito.
En toda su vida, Hans sólo había visto una persona tan gigantesca como aquella mujer, y ése era Hagrid.
Le parecía que eran exactamente igual de altos, pero aun así (y tal vez porque estaba habituado a Hagrid) aquella mujer —que ahora observaba desde el pie de la escalerilla a la multitud, que a su vez la miraba atónita a ella— parecía aún más grande. Al dar unos pasos entró de lleno en la zona iluminada por la luz del vestíbulo, y ésta reveló un hermoso rostro de piel morena, unos ojos cristalinos grandes y negros, y una nariz afilada.
Llevaba el pelo recogido por detrás, en la base del cuello, en un moño reluciente. Sus ropas eran de satén negro, y una multitud de cuentas de ópalo brillaban alrededor de la garganta y en sus gruesos dedos.
Dumbledore comenzó a aplaudir. Los estudiantes, imitando a su director, aplaudieron también, muchos de ellos de puntillas para ver mejor a la mujer. Sonriendo graciosamente, ella avanzó hacia Dumbledore y extendió una mano reluciente. Aunque Dumbledore era alto, apenas tuvo que inclinarse para besársela.
—Mi querida Madame Maxime —dijo—, bienvenida a Hogwarts.
—«Dumbledog» —repuso Madame Maxime, con una voz profunda— «espego» que esté bien.
—En excelente forma, gracias —respondió Dumbledore.
—Mis alumnos —dijo Madame Maxime, señalando tras ella con gesto lánguido.
Draco, que no se había fijado en otra cosa que en Madame Maxime, notó que unos doce alumnos, chicos y chicas, todos los cuales parecían hallarse cerca de los veinte años, habían salido del carruaje y se encontraban detrás de ella. Estaban tiritando, lo que no era nada extraño dado que las túnicas que llevaban parecían de seda fina, y ninguno de ellos tenía capa. Algunos se habían puesto bufandas o chales por la cabeza. Por lo que se alcanzaba a distinguir (ya que los tapaba la enorme sombra proyectada por Madame Maxime), todos miraban el castillo de Hogwarts con aprensión.
—¿Qué tamaño calculan que tendrán los caballos de Durmstrang? —dijo Seamus Finnigan, inclinándose para dirigirse a Harry y Hans entre Lavender y Parvati.
—Si son más grandes que éstos, ni siquiera Hagrid podrá manejarlos — contestó Harry—. Y eso si no lo han atacado los escregutos. Me pregunto qué le habrá ocurrido.
—A lo mejor han escapado —dijo Hans , esperanzado.
—¡Ah, no digas eso! —repuso Hermione, con un escalofrío—. Me imagino a todos esos sueltos por ahí...
Para entonces ya tiritaban de frío esperando la llegada de la representación de Durmstrang. La mayoría miraba al cielo esperando ver algo. Durante unos minutos, el silencio sólo fue roto por los bufidos y el piafar de los enormes caballos de Madame Maxime. Pero entonces...
—¿No oyen algo? —preguntó Ron repentinamente dirigiéndose a sus amigos.
Harry escuchó. Un ruido misterioso, fuerte y extraño llegaba a ellos desde las tinieblas. Era un rumor amortiguado y un sonido de succión, como si una inmensa aspiradora pasara por el lecho de un río...
—¡El lago! —gritó Lee Jordan, señalando hacia él—. ¡Miren el lago!
Desde su posición en lo alto de la ladera, desde la que se divisaban los terrenos del colegio, tenían una buena perspectiva de la lisa superficie negra del agua. Y en aquellos momentos esta superficie no era lisa en absoluto. Algo se agitaba bajo el centro del lago. Aparecieron grandes burbujas, y luego se formaron unas olas que iban a morir a las embarradas orillas. Por último surgió en medio del lago un remolino, como si al fondo le hubieran quitado un tapón gigante.
Del centro del remolino comenzó a salir muy despacio lo que parecía un asta negra, y luego Hans vio las jarcias...
—¡Es un mástil! —exclamó.
Lenta, majestuosamente, el barco fue surgiendo del agua, brillando a la luz de la luna. Producía una extraña impresión de cadáver, como si fuera un barco hundido y resucitado, y las pálidas luces que relucían en las portillas daban la impresión de ojos fantasmales.
Finalmente, con un sonoro chapoteo, el barco emergió en su totalidad, balanceándose en las aguas turbulentas, y comenzó a surcar el lago hacia tierra.
Un momento después oyeron la caída de un ancla arrojada al bajío y el sordo ruido de una tabla tendida hasta la orilla.
A la luz de las portillas del barco, vieron las siluetas de la gente que desembarcaba. Todos ellos, según le pareció a Hans tenían la constitución de Crabbe y Goyle pero luego, cuando se aproximaron más, subiendo por la explanada hacia la luz que provenía del vestíbulo, vio que su corpulencia se debía en realidad a que todos llevaban puestas unas capas de algún tipo de piel muy tupida. El que iba delante llevaba una piel de distinto tipo: lisa y plateada como su cabello.
—¡Dumbledore! —gritó efusivamente mientras subía la ladera —. ¿Cómo estás, mi viejo compañero, cómo estás?
—¡Estupendamente, gracias, profesor Karkarov! —respondió Dumbledore. Karkarov tenía una voz pastosa y afectada.
Cuando llegó a una zona bien iluminada, vieron que era alto y delgado como Dumbledore, pero llevaba corto el blanco cabello, y la perilla (que terminaba en un pequeño rizo) no ocultaba del todo el mentón poco pronunciado. Al llegar ante Dumbledore, le estrechó la mano.
—El viejo Hogwarts —dijo, levantando la vista hacia el castillo y sonriendo. Tenía los dientes bastante amarillos, y la sonrisa no incluía los ojos, que mantenían su expresión de astucia y frialdad. Draco lo reconoció de inmediato, alguien como él era conocido para su familia, un antiguo mortífago. —. Es estupendo estar aquí, es estupendo... Viktor, ve para allá, al calor... ¿No te importa, Dumbledore? Es que Viktor tiene un leve resfriado.- Karkarov indicó por señas a uno de sus estudiantes que se adelantara.
Cuando el muchacho pasó, Ron le dio un codazo en el brazo a Hans y le murmuró al odio:
—¡Hans! ¡Es Krum!
Hermione rodó los ojos.
—Cierto, llegó su novio—bromeó y sus amigos le dieron una mirada asesina.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro