Capítulo 18
- Thor -
Elisa salió corriendo en cuanto oyó la noticia. Jane comenzó a seguirla pero al llegar a la puerta se paró.
- ¿Alguno sabe donde puede estar? - preguntó sin mirarnos, con una voz que delataba su pequeño llanto.
Silencio. Si Jane no sabía donde estaba Elisa, nosotros menos. Ella prácticamente ha criado a Elisa, la conoce como nadie. Preguntar eso, la ha dolido como si la mataran.
- Ha cerrado su mente, no la localizo - dijo Visión.
- Creo que se donde puede estar - dijo Steve. Jane le miró con lágrimas en los ojos.
- Conozco a Elisa como a una hija... Pero esto jamás nos había pasado, es decir... Tantos cambios, emociones, terribles noticias... - y sin más Jane se echó a llorar desconsoladamente. Fuí corriendo a su lado. La abracé en el suelo, puesto que se había tirado en él - Steve... Sé que para Eli eres muy importante y creo que la entenderás mejor que yo en estos momentos, ¿podrías ir a buscarla?
Steve asintió antes de que Jane terminase y se fue corriendo por la puerta. Clint se agachó hasta que estuvo a nuestra altura y le puso una mano en el hombro.
- Tranquila Jane, solo es un pequeño bache. Saldreís de esto.
- Tiene razón. Cuando viaje a Asgard con Elisa, estoy seguro que tendrá una vida próspera y larga, puesto que encontraremos una cura para ella - dije mientras quitaba las lágrimas de sus mejillas - Sabes que puedes venir...
- Sabes que no puedo, no soy asgardiana - me dijo triste. Ya sabía que me diría que no, pero soy constante.
- ¿Cuándo ibas a decirnos que te ibas a llevar a una Vengadora fuera de la Tierra? - oí a Furia.
- Creo que no hacía falta decírlo, puesto que es para salvar la vida de una persona - contestó una dura Jane. Sonreí al oírla, sería una magnífica reina.
Otra vez silencio, pero esta vez lleno de tensión.
- ¿Y cuándo teneís pensado hacer el viaje? - preguntó Stark, dejando claro que nos apollaría si Furia se negaba a que Elisa se fuese. Ví de reojo como Bruce, Nat, Clint y María asentían al comentario y comprendí que nada volvió a ser lo mismo desde Sokovia. Hasta María confiaba más en mí que en su superior.
- Cuando se nos permita llevarnos a Loki a Asgard, donde será encerrado por intentar hacerse con el poder de las gemas del Infinito. En mi opinión, no ha hecho nada para estar encerrado.
- ¿Por qué no soltaís ya a Loki? - preguntó Wanda mirando fijamente a Furia, antes de que este me respondiese.
- Sé que planea algo, quiere destruir este mundo ya que no pudo deteneros en Nueva York - contestó sin más.
- Lleva más de un mes aquí, creo que está más que claro que no planea nada - opinó el arquero.
- Eso, agente Barton, es lo que quiere que pensemos. Estoy investigando como seguir el mismo rastro de las gemas del Infinito que busca Loki. Una de ellas le ha traído aquí y no quiero que vuelva a pasar.
- ¿Y qué vas a hacer cuando las tengas? - preguntó Bruce precavido.
La tensión en la habitación era palpable. Me había puesto de pie, con Jane en mis brazos. Stark y Nat tenían una postura de nerviosismo, Bruce con los brazos cruzados pero mirada desafiante, Clint y María con cara de pocos amigos y los demás bastante incómodos.
- Dárselas a Thor para que se las lleve a donde puedan controlarlas - dijo Tony.
- Ya robaron el Teseracto una vez en sus propias narices y el cetro de Loki era otra gema. ¡¿Pretendeís que de lo más valioso del universo a un Dios que fue desterrado de su propio reino por su propio padre?!
- ¡No permito que pongas en duda mi honor, ni el de mi padre! ¡Estás jugando con tu poder que no llegas ni abarcar! Mi Padre escondió aquí el Teseracto por vuestra propia seguridad, pero vosotros lo encontrasteís y disteís un mal uso. ¡No nos eches la culpa de lo que tú has echo, irremediable y lamentablemente nefasto! ¡¿Pretendes tú, que te deje hacerte con las gemas para que destruyas todo el universo?!
Me había soltado de Jane para ponerme en frente de Furia. Todos a nuestro alrededor se habían puesto en guardia. Notaba bastante miradas puestas en mí y otras tantas en Furia.
- Creo que sabré cuidarlas bastante mejor que tú... - un rayo nos interrumpió. Miré a Stark y Bruce, quienes me levantaron una ceja. Les había comentado que el rayo de esta mañana me había preocupado, puesto que yo no lo invoqué, ni estaba prevista una tormenta.
- Algo pasa en Asgard - dije y sin más me fuí.
Salí fuera del edificio. Seguía lloviendo pero no era importante.
- ¡Heimdall! - grité al cielo mojado entero.
- Mi señor, tiene que venir lo más pronto posible.
- ¿Qué pasa?
- Algunos individuos de Helheim nos están atacando. Le necesitamos ya.
- En tres minutos estoy listo.
- Mejor en menos.
Saqué de mi bolsillo el auricular que Stark me dió hace tiempo, lo conecté y acomodé a mi oreja.
- Me tengo que ir urgentemente a Asgard, ha estallado un conflicto - dije por el aparato. Stark siempre lo lleva puesto así que se lo comunicará a los demás.
- ¿Necesitas ayuda? - me preguntó este.
- No, solo mi Mjolnir - lo llamé con mi mente y en seguida estaba en mi mano. Se fue formando mi armadura alrededor de mi cuerpo. Ví como Jane corría hacía donde estaba yo bastante alterada. Estaba empapada cuando llegó a mí.
- Ten cuidado - dijo entrecortandamente mirándome a los ojos. La agarré de la cintura, acercándonos. Ella se rió como antes y sonreí con ternura. No sabía cuando la volvería a ver y quería tener este recuerdo de ella: felíz.
La besé con desesperación y ella me correspondió con el mismo sentimiento. Nos separamos mienstras la lluvia caía con más fuerza.
- Volveré a por tí en cuanto acabe lo que tengo pendiente.
- No te olvides de tu hermano y Elisa - dijo sonriendo. La besé en la mano como cuando nos conocimos.
- Thor, ¿ves a Elisa fuera? - dijo Tony por el auricular. Escruté el lugar, pero no la localicé.
- No, ¿qué ha sucedido?
- Se ha escapado - sé que Jane lo oyó por su cara.
- Vete... la encontraremos - susurró mirándome a los ojos con lágrimas.
- No, os ayudaré.
- Tienes un reino que salvar. ¡Heimdall, llévatelo!
Noté el mismo poder cuando yo llamo a Heimdall. Miré a Jane, quién articuló con sus labios "Te amo". Imité su acción y por un segundo fui feliz.
Al instante llegué a Asgard. Me encontraba en medio del puente ArcoÍris. Analicé la situación: Volstagg estaba aplastando con su cuerpo a una figura oscura, Sif peleaba cuerpo a cuerpo contra otra figura rojo fuego, Hogun lanzaba flechas para ayudar a sus compañeros y Frandal venía corriendo hacía mí. Había dos figuras luchando y otras dos esparcidas por el suelo, problablemente muertas. Y había un artefacto anclado en el suelo del puente; era estrecho y negro, pero su cumbre tenía tres puntas gruesas, imitando a un tridente, que desprendían un gran poder.
- Menos mal que has regresado.
- ¿Que ha pasado? - pregunté desesperado.
- Entraron cuatros individuos de Helheim por una de las entradas secretas. Heimdall nos aviso y les encontramos aquí, clavando eso en mitad de la nada. Intentamos reducirles, pero son bastante duros de pelar.
- Dejemoslos inconscientes - dije y nos dirigimos a nuestros compañeros.
Sif ya había reducido a su rival y se encontraban en el suelo. Ella había enredado sus piernas alrededor del cuerpo de su contrincante y con su escudo estaba aplastándole el cuello. Al poco terminó desmayado a manos de la mejor guerrera que Asgard tendrá.
- Pensé que nos vendría bien uno aún con vida. Volstagg no fue tan benevolente con los demás - dijo poniéndose en pie.
- Amigos - contesté abrazando a cada uno de ellos - ¿Cómo ha estado Asgard sin mí?
- Podía haber estado mejor - habla Frandal - Este ha sido el único incidente.
- Esperemos que el único - dijo Hogun.
- Tenemos que ver al Padre de todos, no creo que sepa de este ataque - propusó Volstagg - Pero antes, quitemos eso del suelo y encerremos al soldado.
- No - dijo la voz de Heimdall en nuestras mentes - Id a ver al Padre de todos. Es esencial.
- Pero Heimdall... - empezó a quejarse Frandal.
- Y una orden - completé.
Fuimos al palacio de Padre mientras me contaron todo lo que había pasado en mi ausencia. Padre se había tomado bastante bien mi ida a Midgar, hasta aprobó que viese a Jane. Entramos en su sala e hicimos una reverencia.
- Thor, hijo mío. Me alegra tu llegada, pero observo que no te la esperabas.
- No Padre, Heimdall me avisó que había unos intrusos aquí y me necesitaban.
- No solo eso. Tenemos que hablar - miró a mis compañeros y estos se fueron - Sé que en Midgar te necesitan, pero aquí tienes un reino, tu reino. Yo ya estoy mayor, hijo mío. Se avecina una guerra; no sé cuando, ni donde, ni siquiera sé si viviré yo pero sé quién la liderará.
- Yo siempre ayudaré a mi reino en todo, Padre. Háblame sobre la guerra.
- Son tiempos difíciles hijo. Sucesos acaecidos en el pasado que se creían extintos, regresan y no anticipan nada bueno. Vamos a la sala de los tesoros, ahí todo tendrá más sentido.
Nos encaminamos a ella. A mitad de camino pudimos ver a Volstagg acercarse rápidamente. Tenía los ojos azules eléctricos y antes de que pudiese reaccionar a lo que estaba pasando, Padre me tiró en el suelo, interponiéndose entre el rayo que había formado con sus manos, mi amigo controlado.
Mientras que estaba en el suelo, lanzé el Mjolnir a la cabeza de mi aliado y cayó al suelo de inmediato.
- ¡Padre! - grité desesperado agitándolo. Al instante aparecieron mis demás amigos (sin control) a nuestro lado. Me ayudaron a levantarlo y llevarlo corriendo a la sala de curación, junto con un débil Volstagg.
- ¿Qué le pasa? - preguntó Sif refiriéndose a nuestro amigo.
- Lo han controlado mentalmente, por suerte ha sido poco tiempo.
- Soy un idiota, no debí haber intentado coger el tridente - dijo Volstagg con las manos tapándose la cara.
- ¿Qué has hecho qué? - gritó Frandal.
- ¡Lo siento! Solo quería acabar el trabajo.
- No pasa nada amigo, nadie podía imaginarse eso. Sabemos algo; que los intrusos querían matarme, puesto que el rayo iba hacía mí, pero Padre se interpuso. ¿Sabemos que le ha hecho?
- El rayo que le alcanzó casi lo mata, pero es fuerte - dijo la enfermera que le atendía - Está sumido en su propio sueño, no sabemos cuando despertará, o si lo hará...
Noté la mirada apenada de todos mis compañeros en mi cuello.
- Thor... Eres rey - dijo Sif. Al instante, todos los que estaban en la sala se arrodillaron ante mí, cuando con su puño derecho a la altura de su corazón.
- Elisa -
Solo quería correr, correr sin un rumbo fijo. Siempre fue uno de mis sueños, irme un día lejos; sin importar el lugar ni el tiempo, con la gente que quiero y ya no me hace falta nada más.
Pero no todo sale como uno quiere. Estoy corriendo bajo la lluvia, por un parque que conecta con nuestro edificio, casi es medianoche y solo tengo conmigo mi chaqueta.
A penas veo, por las lágrimas en mis ojos, pero no me detengo hasta que veo calles iluminadas por farolas. Me detengo poco a poco y observo el lugar con detenimiento: era una zona peatonal, con varios bares, tiendas cerradas, un supermercado 24 horas, un par de hoteles y gente entrando y saliendo de los clubs.
De repente siento un sentimiento de miedo e inseguridad dentro de mí, pero que yo no lo sentía como propio. Me giro lentamente y veo a un vagabundo tiritando, con una navaja abierta en su mano izquierda en frente de mí. Me sería muy fácil de inmovilizar y noquear, pero no quería hacerle daño. Parecía más indefenso que yo.
Me concreto en lo que acabo de sentir e intento repetirlo; notó una sensación de confusión que viene del hombre que tenía en frente, mezclado con desesperación, culpabilidad y muchísima debilidad.
- No quiero hacerte daño - empecé a decir - y sé que tu tampoco quieres hacérmelo. ¿Por qué no bajas el cuchillo y cada uno sigue su camino?
El hombre tembló con más fuerza y sentí la mayor culpabilidad y miedo que alguien solo podía generar. Reaccioné al notar una presencia detrás de mí; me agaché y propine una patada a las rodillas de mi verdadero contricante. Esté soltó un gemido de dolor, pero me agarró por el pelo antes de que pudiese retroceder. Le propiné un codazo en el estómago que hizó que se doblase a la vez que sacaba un cuchillo de su chaqueta y me rodeaba el cuello con su brazo, haciendo que la hoja del cuchillo estuviese contra mi piel.
- Así que la niñata sabe defenser. ¿Tu novio no te ha dicho que andar por estas calles a estas horas es peligroso? ¿Ni si quiera tus padres? - me estaba cabreando - O... ya veo, estas sola ¿no? Nadie te soportaba y por eso andas tan... - No aguanté más y le dí tan cabezazo que se cayó al suelo y tiró el cuchillo. Agarré el cuchillo y casi se lo clavo en el pecho. Casi.
Tenía su mano izquierda apoyada en una alcantarilla, así que atravesé el cuchillo por su chaqueta y lo enganché por las rendijas de esta. Noté que me agarraba un tobillo y le clavé las uñas con fuerza.
- Encima que no te clavo el cuchillo, ¿quieres seguir? Que necio... - le empecé a oprimir el cuello hasta que se desmayo por falta de aire. Me fuí al hotel más cercano y reservé una habitación para esta noche.
- ¿Nombre? - me preguntó el recepcionista. Un chico de pelo negro, con una fina barba que le daba un aire un poco más mayor, demasiado atractivo, con ojos azules más claros que el cielo sin una sola nube y de voz grave.
- Samanta Stark - respondí sin pensar. El recepcionista me miró asombrado pero sonriente.
- Es una sorpresa para mi padre, piensa que estoy en Europa estudiando. Si alguien te pregunta pr mí, diles que no estoy por favor - dije giñándole un ojo.
- Por su puesto señorita Stark. Solo necesito su firma y el abono de la habitación por adelantado.
Busqué en mi chaqueta la cartera, puesto que la había metido en ella al coger la chaqueta de mi habitación y entregué la tarjeta que me dió Tony. Me dió la llave de mi habitación y subí a mi habitación.
- Primera planta, sección nueve, habitación dieciocho. Tenga una buena estancia aquí, señorita - recordé lo que me dijo el recepcionista.
Llegué a mi habitación y tirá la chaqueta y llaves en la cama. Me dí cuenta que no tenía otra ropa y volví a bajar. Pregunté en recepción algun sitio donde comprar ropa y el joven recepcionista me dijo que en el supermercado 24 horas vendían de todo un poco. Le agradecí la información y salí de allí.
Era verdad que vendía un poco de todo, tenían una buena variedad de ropa; pero solo compré una camiseta, un pantalón, ropa interior y una ensalada con pollo ya preparada para cenar ya que no había comido ni cenado nada. Pagué y volví al hotel. Sonreí a mi ya amigo de recepción y me devolvió un guiño.
Me duché en el baño de mi habitación, me lavé la cara y observé como ya no aparentaba 18 años, se me habían endurecido un poco las facciones. Era realmente parecida a mi padre, en estos momentos. Me pusé la camiseta nueva y cené. Me dormí sobre la una de la madrugada, sin tener muy claro lo que iba a hacer mañana por la mañana.
Soñé con el señor que me amenazó, en como seguí sus sentimientos y pude aprovecharme de la situación.
Me desperté con un fuerte golpe en la puerta de mi habitación. Como no la abrí, volvieron a picar más y más fuerte, pero yo seguí en mi cama con la esperanza de que, sea quien sea, se cansase de molestarme.
Cuando un choque enérgico rompió la puerta me incorporé al momento, preparándome para defenderme. Ví al causante de mi despertar y no me lo podía creer. Se llevo una mano a su oreja.
- La encontré. Volved a la torre, yo me encargo - dijo mientras le lanzaba una almohada a la cara.
- ¿A la torre?
- Hay cambios - contestó entrando en la habitación y tirándose en la cama boca abajo - déjame dormir un poco, es muy temprano para mí.
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