V-Ideales y Misiones.
Una semana después.
Kilómetros cerca de la academia, el castillo de Verum se alzaba portentoso. Los adarves rodeaban la estructura, y de ella nacían imponentes torreones culminados en punta.
En el salón principal, las banderas de la casa Blem estaban tendidas del techo al piso, y el trono de oro decorado en rojo tenía sobre él al rey. El sol de la tarde entraba con su luz rojiza por los ventanales, y el rey recibía noticias del heraldo de la corte.
Las mismas noticias que llevaba recibiendo hace meses. Petram buscaba tomar más de lo que debía. Pero ésta vez no se quedaría quieto.
—Ya no podemos dejar que sigan así. Movilicen treinta mil soldados a la frontera con Petram —decretó el rey estirando el brazo derecho.
El heraldo temeroso respondió:
—La fuerza estimada de Petram es de sesenta mil hombres de momento.
El rey suspiró y cambió la orden.
—Cuarenta mil hombres entonces, y que vaya Angus Fletcher.
—Lo informaré al comandante del ejército —respondió el heraldo.
—Pero espera, haré algo más, que hará que esos bélicos pierdan toda la credibilidad de una vez por todas —habló el rey recolocando su corona.
—Lo escucho mi señor.
—Pronto se cumplirán veinte años de la firma del tratado de paz, y la culminación de la Guerra de Diamante. Invita a la gente de Saggita, Lingum y Costadía para celebrar en un banquete conmemorativo. Extiende la invitación a Petram. Que no vendrán, ya lo sé, pero hazlo igual.
—Entendido, mi señor.
—Y tu, Iris. Deja de estar cuchicheando, ¿te parece?
Toda la charla que el rey Irwin Blem mantenía con su heraldo, estaba siendo escuchada por Iris Blem. La hija menor del linaje portaba una curiosidad que normalmente la metería en problemas. La princesa se quedó estoica tras el pilar en el que estaba, y salió cabizbaja al llamado de su padre.
—Lo siento, Padre.
—Déjalo así. Mañana irás a la Academia Mágico-Militar a darle el aviso al Director Angus. No quiero peros —la cortó una vez esta intentó protestar— te avisaré cuando el pergamino esté listo, ahora vete.
—Si, padre —se despidió.
Abandonó la sala del trono, y se internó en la alta fachada de anillos, cúpulas y pasillos del mismo. Se detuvo cuando un escalofrío recorrió su cuerpo. Volteó hacia uno de los ventanales. Le pareció ver una sombra pasar por allí, pero lo atribuyó a la iluminación del lugar y al viento que ondeaba las cortinas.
Sin saber, que aquella sombra sigilosa se dirigía a la zona Sios, a comunicar lo mismo que ella había escuchado del rey.
Caminó más rápido para llegar a su habitación, y cuando viró a la derecha por la alfombra roja, un hombre gigante con armadura negra se posicionó frente a ella.
—Alteza —habló el guardia.
La muchacha se detuvo con un salto. No podía ver bien el rostro debido a la poca iluminación, pero parecía ser...
—Pachikov no me asustes así, por Urahvé. ¿Quieres que me de un infarto? —dijo con una mano puesta sobre el pecho una vez reconoció al guardia.
El guardia no sonrió, de hecho mantuvo su rostro inmutable como de costumbre.
—Discúlpeme por el susto, alteza —respondió con una reverencia.
Su armadura negra hizo el característico ruido de rozamiento que todo hombre de siglo odiaría, e Iris rodó los ojos antes de seguir su camino.
—¿Qué dice la aburrida agenda del día de hoy? —preguntó.
—Luego de estudiar, tiene un almuerzo con el hijo mayor de los Barna. Éste hombre podría ser un buen partido debido a la pureza de su sangre, además de poseer riquezas...
—Por dios Pachikov, no me aburras con esas cosas. Eres mi guardia favorito, no mi padre. Sabes que no hago esas cosas. ¿Qué tal si mejor hacemos "eso"? —susurró la pregunta.
—Ya se lo he dicho en repetidas ocasiones alteza, vuestro padre me asesinaría si supiese lo que hacemos.
—No seas aburrido Pachikov —dijo Iris tironeándolo. Sus ojos brillaban de emoción, la misma que tenía cuando su vena curiosa vibraba.
—Hagámoslo entonces, pero que sea por la noche —decretó el impasible soldado.
El día pasó extremadamente lento para Iris. Sus obligaciones políticas como princesa no eran más que meras formalidades que quería abandonar lo más pronto posible. Es por eso que cuando llegó la noche, estaba ansiosa por romper la rutina diaria.
—Pachikov, sácala ya no quiero esperar más.
Su cabello negro lacio parecía estático cuando ella estaba quieta, pero se llenaba de vida con cada movimiento.
—¿Está segura, alteza? No quisiera lastimarla como la primera vez que lo hicimos...
—Ésta vez estoy preparada, Pachikov. Sólo sé un poco más suave conmigo —respondió Iris.
Pachikov asintió, y desenvainó su espada con un sutil movimiento. Al mismo tiempo lo hizo la princesa, que portaba una espada corta de doble filo.
Comenzó la danza de práctica entre ambos, y en el salón alejado en que se encontraban, podían armar el barullo que quisiesen con el choque de sus armas. Pachikov mostraba gentileza ante la torpe técnica de Iris, y ésta se esforzaba al máximo para intentar asestarle un golpe.
La espada corta de la princesa trazó el aire con un ataque. A pesar de su ligereza, perdió el equilibrio y dejó todo el costado al descubierto. Pachikov atacó exagerando su lentitud y forzándola a reaccionar, ésta desvió el espadazo.
Luego se vio sobrevenida por una estocada a la altura del estómago, donde retrocedió y tropezó con sus pies hasta casi caer. Retomó la postura y embistió con la misma técnica que su rival.
—Ésta es la forma correcta —dijo dando un paso al costado— de esquivar una estocada.
Otro embate, esta vez en vertical, y el soldado dió un paso atrás. Volvió con una estocada, regulando su fuerza y velocidad, y por impulso reflejo la princesa retrocedió torpemente de nuevo.
—Ouch —dijo al sentir la punta de la espada punzar su estómago.
—Quédate allí, te explicaré algo —Lentamente, presionó un poco más su espada. La princesa retrocedió un pequeño paso. Cuando lo hizo, Pachikov presionó nuevamente.
—Creo que entiendo —dijo Iris luego de retroceder dos pasos más.
—Yo puedo avanzar lo mismo que tu retrocedas —explicó—. Ahora lo haré lento, y tu te moverás a la izquierda.
—Está bien —respondió la princesa sujetando fuerte su espada.
Cuando la estocada llegó, dio el paso. Pachikov sostuvo la postura de estocada, y luego habló.
—¿Ves el espacio que se genera aquí?
La princesa estaba parada a un lado de él, con todo el cuerpo libre para contraatacar.
—Cuando es estocada, paso al costado —murmuró.
—Sigamos practicando este movimiento por ahora.
El entrenamiento clandestino siguió durante una hora aproximadamente, y cuando concluyó, la princesa cayó sentada al piso del salón. Pachikov en cambio, no había dejado escapar ni una gota de sudor a pesar del calor que emanaba su armadura.
—Vuestra destreza en el combate físico es nula, alteza. ¿A qué se debe ésta insistencia?
—Es una pregunta que ya respondí antes, Pachikov. No quiero ser una princesa, quiero ser un soldado, y utilizaré todos los medios posibles aunque mi padre se niegue.
"Desde los catorce he estado estudiando magia, fue lo único de lo que pude convencer a mi padre. Pero llevo años sin poder avanzar.
—¿Porqué tanto ímpetu en ser soldado?
—Sabes quien era mi madre, Pachikov. Todos sabemos quien era. Yo aspiro a ser igual o más. Ella defendió el reino desde el campo de batalla, algo que mi cobarde padre nunca pudo hacer.
—Entiendo, alteza.
—Yo lucharé por heredar el trono, y acabaré con toda esa escoria que provocó la decadencia del reino. No me importa lo que digan, ni el tiempo que me tarde. Cumpliré la labor de mamá. Haré que todos en el reino porten una sonrisa eterna.
—Labor admirable, he de decir.
Luego de un largo silencio, Pachikov habló nuevamente.
—Quería informaros que partiré junto con el ejército comandado por Angus Fletcher, por lo que nuestro entrenamiento pronto se verá pausado.
—Entonces aprovechemos el tiempo que tengamos —dijo secándose el sudor a la par que se ponía de pie.
—Que sea mañana, tengo labores que atender. Añadiendo algo más a lo anterior, vuestro hermano, el príncipe Raymond, estará bajo mi tutela cuando partamos.
Pachikov sabía el efecto que tendría en ella aquella noticia. Sabía que su padre había designado a su hermano mayor con el fin de darle un golpe de realidad. Probablemente Raymond no combatiría, ni prestaría ayuda estratégica en el campo de batalla.
"Irá por tener pene, nada más". Pensó enfurecida.
—Lo que sea, no me importa —respondió con un ademán.
—Una cosa más. Pericia Coruto me pidió que le recuerde su invitación de ir más seguido al estadio.
—¿A ver a esos bárbaros combatir? —refutó Iris con un suspiro.
—Cada vez hay más combates entre magos, podría servirle para fortalecer su capacidad de análisis y estrategia —recomendó.
—Lo pensaré —respondió seria.
Quizás no era mala idea socializar un poco más seguido con su amiga de la infancia.
Además, aprender más sobre magia, podría hacer que se acerque más al objetivo que tenía.
Incluso podría acercarla más a poder legar, el Scripta Legendario de Viento que refugiaba el castillo, luego de que la portadora del mismo, su madre, haya muerto en el campo de batalla.
El proyectil enviado iba a la misma velocidad que tendría un ave surcando el cielo. Se dirigía recto hacia él, dejando una firma naranja en el aire.
Aiden tenía el dyn revoloteando en la palma de su mano izquierda. La extendió y recitó:
—¡Dominium Aqua: Expulsar!
Una esfera de agua se formó en su mano, e interceptó la trayectoria del ataque, pero no acababa allí. Reafirmando sus pies embarrados, volvió a levantar la mano. Dominó, luego expulsó, y consiguió bloquear otro ataque.
El tercero llegaba, ésta vez era más pequeño, pero mucho más veloz que los anteriores. Por lo cual dominó, y luego reforzó.
El dyn se envolvió en sus antebrazos, formando una armadura con una fina capa de agua. El hechizo impactó allí, y se desvaneció, consumido por el agua.
—¡Bien, bien hecho! —sintió una presión en la espalda.
Cayó al piso debilitado por el cansancio, y sobre él, la chica que le había saltado encima. Se empapó del barro que se había formado donde antes había pasto, debido a la cantidad de veces que habían estado practicando lo mismo.
Maggie había estado detrás de él, preparada para bloquear el ataque si es que él no podía lograrlo, y se le había tirado encima ahora que porfin, había conseguido defenderse tres veces seguidas del combo de tres ataques.
—Maggie por Urahvé, muévete —dijo Aiden avergonzado.
Cayó en el barro de boca, y sobre el estaba la chica con la que estuvo entrenando durante su estadía en la academia. Sentía su cuerpo sobre sus piernas, con sus brazos rodeándolo y el pecho presionando contra su espalda.
—¡Por fin, por fin! —habló Maggie riéndose de él, quién se retorcía para sacársela de encima.
—Tortolitos, deberían dejar de pelear en el barro así, que la gente nos mira raro —sonrió Drazen al acercarse.
Él era quien lanzaba los embates de fuego, para que Aiden pudiera entrenar con una experiencia real y cercana a lo que sería el combate.
Detrás de el apareció Kai, quien aplaudía levemente, felicitándolo por el logro.
Luego de encontronazo que tuvo con Parzo en el baño, Aiden los había reunido a todos en la sala de entrenamiento de Kai para conversar. Cuando les contó lo que ocurrió, el primero en pronunciarse fue Kai:
—¿No crees que sería mejor buscar una alternativa diferente? —dijo—. Bien sabemos que podrías pasar el examen de ingreso si lo hicieses, con todo lo que lees —dijo con una sonrisa torcida al final.
Todos lo miraron consternados. Él sonrió antes de hablar, aunque su sonrisa era más melancólica que alegre.
—No creo que sea posible hecharse atrás ahora, y tampoco quiero hacerlo —dijo Aiden decidido—, no cuando el puesto del director de la academia podría verse afectado por mi culpa.
—Es un asco que los Coruto sean tan poderosos económicamente, es debido a eso que tienen tanta influencia política —habló Drazen con rabia. Siempre lo hacía cuando se trataba de la familia Coruto.
—Aún así, todo se definirá en un combate, y no estoy dispuesto a perder —dijo.
—Incluso antes... —dijo Kai bajito, para luego callarse.
Aiden lo escuchó a pesar de su tono, y con la mirada, lo instó a seguir hablando.
—Incluso antes de lo de tu tío, ya estabas dispuesto a hacer lo que sea necesario por ganar —dijo el chico de lentes.
Las miradas volvieron a posarse en él. Kai tenía razón, ya que el tenía sus propias motivaciones, sus propios objetivos. Unos que no le permitirían rendirse así como así.
Le había prometido a sus progenitores lo mismo;
"No te preocupes papá, yo descubriré que tiene mamá".
"No te preocupes mamá, yo encontraré la cura para tu enfermedad".
—Bueno —dijo mientras rememoraba en su cabeza las conversaciones que había tenido con sus padres a corta edad—, hice una promesa a dos personas muy importantes, por lo cual, tengo que hacer lo que esté a mi alcance e incluso más —Sonrió nostálgico.
—Hoy mismo subimos la intensidad de entrenamiento. Practicaremos hechizos básicos directamente en combates reales, y te prepararé algún que otro truco para que tengas bajo la manga.
Al parecer la chica entendió la profundidad de sus palabras.
Aiden le devolvió la mirada a aquellos ojos azules tan punzantes y tranquilos que Maggie tenía. A pesar de tenerla tan cerca, era incapaz de ver alguna imperfección. Es tan bella como le pareció la primera vez que la vio.
—Que así sea. Cuando gane y me establezca definitivamente en la academia, voy a enfocarme en mis objetivos —dijo Aiden. Los demás asintieron.
"Para descubrir la verdad".
—¿Y nos darás más detalles? —preguntó Maggie curiosa y pícara.
—Lo haré.
—¡Brindo por eso! —dijo Drazen levantando una cantimplora que Aiden desconocía completamente su procedencia.
Se la pasó a los demás para que todos le den un trago, y las expresiones fueron del asco hasta la sorpresa. Con las mejillas sonrosadas, comenzaron a hablar sobre temas banales y también poco relevantes.
El resultado de aquella charla, fue el avance apabullante que tuvo realizando magia. A pasos agigantados, su crecimiento se hizo notar cuando comenzó a realizar hechizos que incluso algunos compañeros con la misma afinidad no habían dominado en el cuádruple de tiempo que él.
Se levantó como pudo del barro, sacándose a Maggie de encima. Con un torpe resbalón volvió a caer, provocando las risas de sus compañeros.
—Ahora verán —dijo levantándose de un salto y con los brazos abiertos, dirigido hacia los dos chicos.
Cazó a Drazen por el cuello y a Kai por el pecho, tirando a ambos al barro.
—¡Vamos, madura!
—¡Quítate!
—¡Yo también, yo también! —gritó Maggie saltando sobre los tres.
—Se me van a romper los lentes, quítense ya —habló Kai desde abajo de todo.
Cuando se levantaron a duras penas, el muchacho de pelo negro tenía el rostro lleno de barro. Al sacarse los lentes, dejó ver unos círculos sin suciedad alrededor de los ojos. La presión que se había ejercido por sus lentes había dejado una marca roja.
Los tres estallaron en risas ante la vista de Kai.
—Vamos —habló Drazen entre risas—, ¿qué eres, un Trapache de Volcán?
—Ajá sí, muy gracioso —respondió para luego terminar riendo con los demás.
Una vez descansados, Aiden y Maggie se esforzaron en reunir la mayor cantidad de agua limpia posible, y la dejaron caer sobre los cuatro. Una vez se retiraron el barro como pudieron, se alejaron unos cuantos metros, donde no había demasiada humedad, y Drazen podría invocar un Aro de fuego en el que se secarían un poco antes de entrar a la academia.
La mayoría de los alumnos ya lo había hecho, aprovechando el tiempo libre que tenían para descansar, o incluso divertirse en la ciudad. Éste también era el plan de sus amigos, al fin y al cabo, era un fin de semana agradable para salir a pasear y cenar algo de comida de restaurante.
Aiden declinó la oferta de sus amigos cuando se lo ofrecieron. Tenía algo importante que hacer.
Decidió hace una semana que debía hablar con su tío de lo que leyó en la carta, más no lo había encontrado desocupado aún. La duda lo carcomía, con una lentitud desbordante, y las ansias de querer conocer la verdad tras aquella carta lo tenía impasible.
Una vez estuvieron relativamente secos, todos entraron a la academia. Maggie se enfiló hacia las habitaciones de las mujeres, despidiéndose con un ademán. Que por poco le arrebata un suspiro a Aiden.
Una vez entraron gracias a que Drazen activó la runa, el rubio se desvistió sin pudor alguno mientras caminaba directo al baño. Aiden en cambio fue al pequeño mueble de madera que tenía al lado de su cama, y se cambió el uniforme blanco manchado, por una remera suelta negra. Se puso otra copia de los pantalones de vestir negros del uniforme que tenía.
Rebuscó entre sus cambios de ropa, e hizo una inspiración larga cuando sacó el sobre amarillento que estaba buscando. Tomó su llave y se dirigió camino a la oficina del director.
Se cruzó con algunos compañeros de clase, y saludó a los que no evitaron su mirada como si le temieran. Aiden desconocía que clase de cosas estaría diciendo Parzo sobre él, pero daba por hecho que estaba influyendo fuertemente en su popularidad.
Tocó tres veces la puerta del despacho, cuya madera maciza de tablones de color marrón rojizo exhibían diseños de rombo. Más no fue su tío el que lo recibió.
Una cabellera negra lisa, que descendía hasta los hombros de una muchacha, de un rostro con facciones finas y una suavidad casi notoria a la vista, cuyo largo vestido turquesa imponía casi tanto respeto como el soldado de casi dos metros que estaba detrás de ella.
En los vistazos fugaces que pudo dar, notó una tiara de plata, adornada con un rubí en el centro.
Una tiara solo podía significar que la joven mujer frente a él era parte de la realeza. Entre los miembros estaban el Rey Irwin Blem, y los príncipes Raymond e Iris Blem.
En su estupor y sorpresa, consiguió agachar la cabeza antes de hablar.
—Una disculpa, no sabía que estaba ocupado. Mis cordiales saludos a su alteza...
—Tu rodilla en el suelo, estudiante —habló la profunda voz del soldado.
—Me disculpo nuevamente —dijo hincando la rodilla derecha.
—Deja eso Pachikov, sabes que lo detesto —habló Iris— puedes levantarte estudiante, ya estábamos de salida.
Aiden levantó la vista, para luego levantarse el mismo. Podia sentir la mirada de Pachikov escrutándolo a través del yelmo cerrado.
—Disculpa al grandullón, es muy serio. ¿Cuál es tu nombre?
Aiden decidió seguir la conversación con toda la naturalidad posible, correspondiendo así a la princesa.
—Aiden Fletcher —respondió el chico— Puedo esperar fuera si así lo desea —agregó.
El encuentro en la puerta se estaba tornando demasiado incómodo para él, por suerte la muchacha llevó nuevamente la conversación.
—¡No sabía que él director Angus tenía un hijo! —habló con fuerza mirando hacia atrás, donde probablemente Angus estaba sentado.
—No es hijo mío, si no de mi hermano —indicó director que había permanecido en silencio.
—Increíble, creía que la estirpe Fletcher terminaría con el afamado soltero que está sentado allí atrás —bromeó un poco— Así que ¿Siguiendo los pasos del director, para ser el futuro bastión del reino eh?
Aquello le llegó de imprevisto. No lo había pensado nunca desde ese punto de vista, pero no era un pensamiento irracional si se veía desde otra perspectiva.
—Ni mucho menos, Alteza. Las hazañas de mi Tío datan desde incluso cuando el tenía mi edad —habló con una sonrisa—, estoy siguiendo un camino propio con lo que mis posibilidades y habilidades pueden coincidir.
—¿A caso no te gustaría ser el futuro héroe de este reino? —inquirió Iris.
La pregunta llegó carente del carisma anterior. Una mota de disgustó cruzó el rostro de la princesa, a la cual evitó mirar nuevamente al rostro.
—No quisiera cargar con el peso de dicha responsabilidad —respondió como pudo.
—¿Qué dicha más grande hay, que enorgullecer a tus antepasados siguiendo el camino que ellos marcaron para tí? —preguntó la princesa, su voz rozando la agresividad— Es imposible que exista algo más importante que eso dentro de tu vida.
La situación escaló demasiado rápido, Aiden no pudo contener las palabras que escaparon de su boca.
—Con todo el respeto que su alteza merece, usted conoce poco sobre la vida de este humilde estudiante.
Una vez terminó, el filo de una espada se posaba sobre su cuello. El fierro había abandonado la vaina de Pachikov a una velocidad desbordante. Si quiera el ruido del roce pudo alertarlo antes de que el frío metal se posara en el.
—Acepta las palabras de tu alteza como la más absoluta verdad, estudiante —rugió el soldado con fiereza.
Aiden cruzó miradas con su tío, quien portaba una expresión de curiosidad. Nada más. No parecía dispuesto a intervenir por él, o incluso alertado por la amenaza impuesta sobre su sobrino.
Aiden estaba asustado. "Piensa un poco, solo piensa un poco". Se dijo a sí mismo, cuidando sus palabras, antes de volver a hablar sin tener en cuenta las represalias.
Una vez se hubo mentalizado, y sabiendo que lo que diría podría no ser lo mejor para mantener su cabeza pegada al cuerpo, habló.
—Si he de ser el héroe de este reino, aceptaré dicha labor con honor. De ser necesaria mi presencia en los posibles frentes de batalla que surjan una vez culmine mi formación, allí estaré presente —comenzó, y sintió el filo alejarse momentáneamente de su cuello—, más tengo asuntos de suma importancia que resolver, los cuáles no puedo ni deseo abandonar, al menos no aún. A menos, claro está, que el reino caiga y deba ser un estudiante con unas semanas de formación quien deba entregar su cuerpo a la crueldad del enemigo.
El filo volvió a presionar su cuello con fuerza. Y esta vez se preparó para lo que podía ocurrir. Por mucho que lo lamentase, no podía comprometerse frente a la realeza con una labor que no podía cumplir. Aún tenía cuentas pendientes con sus progenitores.
Combatió contra sus más primarios instintos, que le rogaban a gritos que dominara dyn para protegerse. Más el mismo sabía que cualquier leve atisbo de intención mágica sería su perdición.
Aún así, le costaba a sí mismo convencerse de que su vida, había dejado de estar en sus manos desde que soltó su imprudente discurso.
Cuando parecía imposible que la tensión siga escalando, y el filo del metal comenzaba a hacer brotar un hilo de sangre en su cuello, lo impensable ocurrió.
Aiden vio el cuerpo de Iris sacudirse en pequeños espasmos. Con toda su valentía, miró nuevamente hacia ella y se sorprendió de ver que aquellos espasmos provenían de una ligera risa.
Tapaba con ligereza su boca mientras se reía, antes de romper en una sonora carcajada.
Aiden estaba tan desorientado por su reacción, y sintió una especie de Deja Vu que no supo relacionar.
—No olvidaré tus palabras, Aiden Fletcher. Y espero que, de encontrarnos en un futuro, pueda ver con mis propios ojos aquello tan importante por lo que arriesgas tu vida así.
No se atrevió a responder nada más. "Ojalá no encontrarme tan seguido con alguien con tanto poder e ideales tan diferentes, estoy sudando más que en el entrenamiento". Pensó.
El frío y filoso metal abandonó su cuello y volvió a la vaina del soldado.
—Tenga cuidado en su camino al castillo, y venga más seguido a entrenar por aquí —se despidió el director con una sonrisa.
La princesa hizo un gesto de respeto con la cabeza, y sondeó todo el cuerpo de Aiden con sus ojos finos.
—Si, definitivamente vendré más seguido —dijo con una sonrisa antes de abandonar por fin el despacho.
Aiden la siguió con la vista hasta que desapareció virando por una esquina. Y sólo ahí, pudo soltar el aire que ni se había percatado que contenía en sus pulmones.
El director recostó la frente sobre sus manos y lanzó un largo suspiro. Aiden entró en despacho casi temblando y se dejó caer en una de las sillas frente al escritorio.
—¿Eso estuvo intenso no? —sonrió.
—Más de lo que me gustaría. Me sentí completamente acorralado —dijo Aiden desplomándose en la silla de cedro.
—Lo resolviste bien, si quiera tuve que interferir.
—No parecías muy interesado en la idea —recriminó Aiden a tono de broma.
—Es lo que tiene saber controlarse, y tu lo hiciste bien al mantenerte sereno. Cualquier otro habría o mojado sus pantalones, o prometido dar su vida por el reino en ese mismo instante.
—Ahora pensaran que el sobrino del director Fletcher es una posible figura de rebelión, carente de amor al reino...
—Nah —rió Angus— te aseguro que a Iris le caíste bien.
—No sé, lo de volver a vernos sonó casi una amenaza. "Demuéstrame que estoy equivocada, si puedes" o algo así —suspiró presionando un poco su cabeza. Sus dedos largos se entrelazaban en su cabellera castaña.
—No le des muchas vueltas, ella es una persona bastante centrada en sus propios asuntos, como te habrás dado cuenta —dijo alzando las cejas—. Además que probablemente sea la heredera ideal para el scripta que antes portó su madre.
Aiden entendió a lo que se refería su tío, y con eso varias cosas cuadraron aún más en su charla anterior con la princesa. "Seguir el legado que le habían dejado..."
—Vaya...
—Dejemos eso... —dijo acomodando un poco su escritorio, y cuando vio que Aiden seguía quieto en la silla, volvió a hablar—. Por cierto, ¿Qué te trae por aquí? —preguntó en tono cariñoso.
Con todo el revuelo de la princesa, había olvidado por completo el porqué estaba allí.
Reordenó sus pensamientos, y tomó una larga respiración antes de hablar. Lentamente comenzó a relatar lo que ocurrió cuando leyó la carta, y el mensaje que descifró, además de sus intentos en vano por activar algún mecanismo con su dyn.
—¿Tienes la carta contigo? —preguntó el director una vez terminó de hablar.
—Aquí está —Aiden la sacó del bolsillo trasero y se la pasó al director.
—¿Entonces, aplicaste tu dyn aquí? ¿Puedo intentarlo?
Aiden asintió a las dos preguntas.
Angus se concentró y cerró los ojos, aplicando su dyn en la carta.
Luego, Aiden sintió como una onda expansiva lo mandaba a volar de su silla.
Chocó de espaldas con la pared detrás de él, y cuando se levantó a duras penas, vio que el director hacia lo mismo.
—Definitivamente no pasó eso cuando yo lo hice —habló Aiden intimidado por una posible reprimenda.
Angus estaba serio, pero no parecía molesto. Más bien triste, pensativo.
—No pude ver lo que contenía, pero debido al esmero que le puso tu padre, puedo suponerlo —suspiró—, sólo quiero que tengas en cuenta que una vez que sepas lo que hay aquí dentro, cargarás con una responsabilidad la cual no imaginas.
—Si ya supones lo que hay allí, ¿por qué no me lo cuentas?
—Ya sabes el porqué —dijo negando la cabeza—, aún no estás listo.
—Lo suponía —dijo dejándose caer en el piso—¿Está todo bien? —Preguntó al ver el rostro pensativo de su tío.
—Claro —El director se irguió rápidamente para responder.
—¿Seguro? —presionó.
Luego de unos cuantos segundos, el director respondió.
—No sé si estaré presente el día de tu combate —comentó cabizbajo—, ya que fui llamado a formar parte de la comitiva que partirá hacia la frontera con Petram, para detener el avance de sus tropas en nuestras tierras.
—¿Cómo? ¿Cuándo? —preguntó el chico desconcertado.
—En tres días. La razón de la visita de Iris era para entregarme el decreto real —respondió—. Pero no te preocupes, debido a que no podré estar presente, entrenarás conmigo durante estos tres días que me quedan en la academia
—No me preocupa el combate, me preocupa que irás literalmente a combatir contra nuestros últimos rivales de guerra —La noticia lo tomó desprevenido.
—Pues yo estoy más preocupado por tu combate, y puedo hacer algo para ayudarte con eso —dijo sonriendo mientras se acercaba a él—. En cambio tu, como dejaste en claro, no tienes ganas de entregar tu vida por el reino, así que no tiene sentido que te preocupes.
—Fue una manera sutil de llamarme cobarde e inútil...
Angus se carcajeó fuerte, y tendió la mano a su sobrino para levantarse.
—Empezaremos mañana, espero estés preparado, porque no soy nada condescendiente, y mucho menos con los talentosos.
Clases con el Mago Más Fuerte... sonaba tentador, emocionante, fantasioso. Aiden asintió, evitando demostrarle a su tío que su ausencia le afectaría más adelante.
—Aprovechemos esos tres días —respondió.
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