II-Conflicto y Revolución.
Si Aiden había creído que la situación escaló demasiado rápido cuando estaban en la biblioteca, lo que vino fuera de la misma terminó por dejarlo atónito.
Estaba sentado en el despacho del director, a su derecha el pálido y pelirrojo abusón llamado Parzo. A su izquierda, el chico que huele a alcohol y está medio dormido llamado Drazen, y al lado de este último, el joven más golpeado de la sala, Kai.
Detrás de ellos, se encontraba de pie la chica que había detenido el combate, y también un hombre de traje bordó de una edad que parecía similar a su tío. No era tan jovial, y cargaba un mostacho del mismo color del cabello sobre su cabeza: Pelirrojo.
El padre de Parzo, el señor Percival Coruto (cómo se había presentado), era con diferencia quien tomaba el asunto con más seriedad.
Luego de que Maggie comentara lo sucedido, habían llamado a los tutores legales de cada uno de los estudiantes. Quien fuera llamado en el caso de Drazen, no llegó, y en el caso de Aiden, estaba sentado con la mandíbula tensa frente a los estudiantes, aunque de momento nadie sabía que él era su tutor legal.
Aiden sabía que su preocupación no venía sólo por el conflicto reciente. Si no porque Percival Coruto, entre los títulos suyos que nombró, incluyó el de representante del concejo Académico-Mágico-Militar.
Se reexplicó la situación desde el punto de vista de Maggie, y luego tocaron las versiones de los demás estudiantes:
—Éstos dos, y este chico que nunca había visto—habló Parzo refiriéndose en lo último a Aiden— ¡Intentaron atacarme sin motivo alguno! Cuándo intenté defenderme, la señorita Maggie dió fin a la contienda y me salvó —intentó mentir descaradamente.
Aiden apretó los puños y soltó un bufido de sorpresa. No esperaba que fuera a mentir de una manera tan poco creíble.
—¡Eso no fue así, explícalo tú! —bramó Drazen señalando a Kai, antes de que Aiden pudiera hablar.
El chico de gafas no había emitido palabra alguna desde hacía rato. Cabizbajo y temeroso, intentaba no formar parte de la conversación. Parecía incluso temblar de miedo. Aiden enfureció al verlo así.
—Director, éste chico y su pandilla lo estaban golpeando, al verlo intervine para ayudar y las cosas se salieron de control. Intentó usar un hechizo de fuego en la academia y los demás intentamos detenerlo —habló Aiden.
—¿Algo que decir, Kai Sarandeglieri? —preguntó el director.
—Oh, pero si es Sarandeglieri, Kai Sarandeglieri. Me ha costado reconocerte hijo —interrumpió Percival posicionándose detrás de él, con una mano en el hombro—, eres tan parecido a tu padre, aunque él trabaja tranquilamente para mí sin meterse en muchos problemas. Dime, ¿Es cierto que mi hijo estaba siendo tan cruel contigo así como narra este chico?
Kai no emitió sonido alguno, y tampoco levantó la cabeza. Aiden recordó a medias la conversación que estaban teniendo los bravucones antes que el interfiriera.
"Tus padres trabajan para mi familia, te dan el dinero que reciben de mi padre. ¿Qué tiene de malo que ese dinero vuelva a mi familia?". Había dicho el pelirrojo con su voz chillona.
Es obvio que...
—Dado que todos los miembros que están aquí ejercieron violencia contra sus compañeros, espero se considere un castigo leve para todos, ya lo sabes Angus, los niños siempre se meten en peleas.
—Lo hacen, pero no arriesgan una biblioteca con de contenido invaluable por una riña, es por éso que merecen un castigo acorde. Le informaré mi decisión por carta, señor Coruto, más debería esperar menor preponderancia ante su hijo y Drazen Barna.
—¿Barna dijiste? —preguntó el jefe de concejo, casi sonriendo.
Aiden vio al chico rubio ponerse tenso ante la mención de su apellido. Luego creyó escuchar un susurro, que fue algo como:
"Mierda, ya va a empezar el viejo".
—¿Qué estás pensando, Señor Coruto? —habló Drazen esta vez en voz alta.
—Sé que la relación entre nuestras familias no ha sido buena, pero aun puede mejorar...
Drazen solo rió audiblemente. Tanto que parecía algo desquiciado a la vista de Aiden. Luego de eso respondió mordaz:
—Yo no soy un perro cobarde, y ya he decepcionado lo suficiente a la casa Barna. Sus amenazas y política barata no servirá conmigo —Cuando se puso de pie, la silla se deslizó tras él.
Aiden quedó sorprendido ante la descarga de informacion, por parte del chico. Viró a mirar al padre de Parzo, más el señor Coruto sonrió levemente, con las esquinas de su mostacho elevándose.
—No entiendo a que te refieres, joven Barna —respondió encogiéndose de hombros.
Él sólo suspiró audiblemente, dando una mirada cargada de furia hacia Kai, y luego de pena hacia Aiden.
—Aceptaré el castigo que decida e imponga, director. Con su permiso, voy a retirarme —dijo saliendo del despacho.
Una vez hubo cerrado la puerta, todas las miradas acudieron al director.
—Bueno, supongo que no hay mucho más que hacer, puden retirarse —dijo Angus con una sonrisa cálida.
Kai salió lo más rápido que pudo, encorvado y temeroso.
Aiden se levantó, pero sintió la mirada de Percival Coruto en su nuca. Lo sabía, lo intuía perfectamente. Era su turno de recibir la "Política barata", como Drazen la había nombrado.
—¿Porqué no se presentó el padre o tutor de este chico? —indagó.
Y su pregunta fue clave para la situación. Aiden desconocía cómo reaccionarían todos de saber su identidad.
—Sí se presentó —dijo Angus cruzando ambas manos—, yo soy el tutor del estudiante Aiden Fletcher.
—Ohh oohh, ¿éste joven es pariente tuyo?
—Mi sobrino —declaró.
Aiden vio perfectamente la sonrisa que se formó bajo el mostacho pelirrojo, y cuando siguió hablando, Aiden palideció:
—Exijo ver en que puesto quedó en el examen de ingreso —dijo Coruto con una sonrisa repugnante, incluso su hijo esbozaba la misma sonrisa.
—No puedo compartir información privada de un estudiante —dijo el director rápidamente.
—Creo que no comprendiste lo que dije, señor director. Lo estoy exigiendo como jefe del concejo, no como un padre —dijo sentándose en el lugar vacío que Drazen dejó. Aiden sintió náuseas al tenerlo tan cerca, y sabiendo lo que estaba intentando.
—No hay motivos suficientes para solicitar dicho informe —respondió.
—¿Ah no? Un alumno que parece ser recién llegado, que ya está creando problemas con sus compañeros, además de tener un fuerte contacto que presumiblemente le adjudicó un lugar en la academia de manera injusta —contó Percival con sus dedos cada que completaba un motivo.
"Y puedes negarte lo que quieras Angus, pero sabes que el concejo no estará contento con esto. De hecho estaría más contento si soy yo quien dirije la academia.
Una amenaza más. ¿Acaso tanto poder tenía, que podía respaldarse en él en una situación como ésta?
El director no guardó silencio, en su rostro jovial a pesar de la edad se lo veía enojado. La mandíbula tensa al igual que el cuello.
—Percival Coruto, ¿Acaso olvidas que yo no llegué a ser director por mis dotes políticos?
Seguido a esto, un aura de energía envolvió la habitación, dejando caer su peso sobre los alumnos. El director se puso en pie y la presión aumentó, generando malestar en todos los estudiantes.
Aiden sentía como si sobre su espalda estuviera cargando más peso del que podía soportar, e incluso sentado sentía que sus tobillos cedían a ese peso. No pudo mirar atrás para ver la reacción de la chica llamada Maggie y de Percival Coruto, más vio la misma reacción en Parzo, que estaba a su costado.
"¿Qué es esto?".
—¿Qué... propones entonces? —habló Percival Coruto arrastrando la voz. Aiden no podría hablar aunque quisiera, de hecho sentía que sus fuerzas lo abandonaban por momentos.
Cuando aquella imbatible presión se detuvo, Aiden sintió que podía respirar tranquilo nuevamente. Miró al director, y éste portaba una sonrisa ladeada, además de una mano en el mentón, como un niño intentando presumir. O quizás de uno que es consciente de haber realizado una travesura. "¿Fue él quién lo hizo?". Cuando Aiden razonó aquel pensamiento, entendió el mensaje que el director estaba mandando: Dejen de hacerme enojar.
—Te dejaré aportar en el exámen diagnóstico que tendrá el estudiante Aiden Fletcher, que será dentro de un mes —sentenció—. Por lo que ahora, espero des una idea inteligente, al menos tan inteligente como crees serlo.
—Considero aceptable éste trato, Director Angus —escupió el hombre del mostacho viéndose claramente abatido—, yo pensaré en como hacer éste examen...
Cuando la conversación parecía darse por zanjada, una figura que ya se encontraba ebulliendo su rabia. Parzo Coruto, pronunció unas palabras que dejaron de piedra a los que estaban dentro de aquella oficina.
—Que sea en un combate, dentro de un mes, así como usted había dicho, señor director.
Su padre pudo haber empezado a dar saltos de felicidad ante el aporte de su querido hijo. Luego de unos momentos, incluso el director sonrió notablemente.
Incluso Aiden pensó, "Podría hacerlo".
—¿Contra quien sería este combate? —preguntó Aiden.
—Mi hijo lo hará, ayudar en ésta responsabilidad supondrá también un castigo para este jovencito que se mete en peleas —dijo Percival levantándose y colocándose detrás de su hijo.
En todo caso, Aiden se sintió acorralado. Con un mes de desventaja tendría que demostrar que era digno de seguir en la Academia Mágico-Militar. Parecía que a pesar de todo, el poder y la astucia de los Coruto habrían ganado ésta vez. Más hubo algo que cambió las tornas:
—Entonces si mi sobrino perdiera, ¿no sería digno de seguir en la academia?
—Es tal como usted dice, Director.
—Entonces, si tu hijo perdiese, también debería irse de ésta academia.
De nuevo los rostros de sorpresa de los Coruto, e incluso satisfacción en el rostro de Aiden, quien pronunció:
—Acepto las condiciones, el que pierde se va.
—Maggie es una capacitada maga de agua. Propongo que ella sea la tutora de Aiden, y que lo ayude a prepararse durante el combate. ¿Alguna objeción?
—Ninguna señor —negó Maggie con la cabeza, quien se había mantenido en silencio durante la discusión. Los Coruto aún aturdidos, no pudieron responder.
Una vez los detalles fueron aclarados, todos abandonaron el despacho del director. Al salir, la chica rubia llamada Maggie le pidió con una voz seria que lo siguiera. Fijaron un rumbo diferente del que provenían, donde un amplio ventanal del pasillo por el que cruzaban dejaba entrar el sol de la tarde.
Mientras caminaban por los pasillos de la academia en un silencio algo incómodo, Maggie se detuvo y volteó, mirando con sus ojos azules a los oscuros de Aiden.
—¿Porqué lo hiciste? —preguntó.
—¿Qué cosa?
—¿Porqué meterse en una pelea, contra el alumno más fuerte de primer año, siendo que acabas de llegar?
No detuvieron su caminata, y mientras giraban a la derecha, Aiden respondió:
—El chico... Kai, necesitaba alguien que lo ayude, y yo estaba cerca —dijo sin más. Al fin y al cabo buscar excusas no serviría para cambiar lo que pasó.
—¿Porqué te interesaría lo que le pase a un desconocido? —preguntó, su rostro tan blanco emitía un ceño fruncido que reflejaba duda.
"¿No me cree?". Pensó Aiden, y luego respondió:
—¿Perdón? —respondió entre confuso y ofendido.
—Acepté entrenarte, más puedo remitir del cargo si realmente no considero que merezcas mi ayuda. Así que piensa bien antes de responder —dijo ella.
Su mirada era decidida. Su rostro serio demostraba que estaba esperando una respuesta que valga la pena. En la caminata recta, Aiden vio al final del pasillo una puerta alta de madera maciza.
—No sé que tanto sepas de la situación del chico que intenté ayudar, y entiendo que pueda resultarte prepotente lo que digo...—dijo tocándose la nuca, sabiendo que quizás la chica no se tome bien lo que iba a decir—, y es que nadie merece ser tratado así, y de ser necesario lo haría de nuevo.
"Quizás no del mismo modo". Pensó, más no lo añadió a su frase.
La chica se vio pensativa. Considerando quizás su respuesta. Luego de unos segundos caminando en silencio, habló:
—En los exámenes de ingreso hacen una entrevista. Allí preguntan muchas cosas irrelevantes, pero también cosas necesarias —dijo centrándose en él— una de las preguntas necesarias es ¿Porqué decidiste ingresar a la academia?
Aiden posó su mirada en ella, sorprendido en parte por la pregunta. Ya no tenía el mismo tono serio, casi agresivo que había utilizado anteriormente. Aún así, la pregunta era algo que no quiso contestar.
No temía que el motivo por el que ingresó sea menospreciado, más no quería compartirlo abiertamente. No era algo que quisiera ir promulgando a todos lados.
—Es algo personal, por lo que no creo que esté obligado a compartirlo contigo —dijo una vez llegaron al patio trasero, dónde el sol tostaba la tierra e iluminaba sus rostros adolescentes.
Vio en el rostro de la chica, un atisbo de sonrisa, que interpretó incluso como burla.
—¿Porqué? —preguntó ella moviendo un mechón de cabello rubio, para luego ubicarlo tras su oreja.
—Ya te lo dije, es algo personal. Si no consideras que merezca tu apoyo, buscaré otra persona.
Cuando se encontraba caminando en dirección contraria a la chica, escuchó unas pequeñas risitas por parte de ella. "¿Está jugando conmigo?". Pensó volteando otra vez hacia ella.
—No encontrarás alguien mejor que yo —dijo.
"¿Como puede ser tan arrogante?"
—Algo encontraré —respondió, sosteniendo su mirada y volviendo a entrar a la fachada de la academia.
—Si no quieres decirme la razón por la que estás aquí, ¿puedes decirme que tan importante es para tí continuar en la academia?
Aiden estaba algo hastiado de sus preguntas. Aún así respondió con sinceridad:
—Entrenaré día y noche, con o sin tutor —empezó y se acercó a ella—. Si no consigo aprender incluso un hechizo el día del combate, me presentaré a pelear aunque sea a puñetazos —dijo sabiendo que estaba diciendo la verdad, esperando que ésto se refleje en sus ojos— Y aún así daría todo de mí para ganar. No porque me importe que ese chico se vaya de la academia, si no porque tengo cosas que hacer, que importan más que cualquier otra cosa.
La muchacha sonrió.
—Me gustan los chicos decididos, he de decir —dijo como si nada, lo cual puso nerviso a Aiden, no en el mismo sentido que anteriormente—¿Qué tan macabros son tus objetivos, nuevo estudiante?
—¿Qué? Mira, no te estoy entendiendo, pero no me gusta que te estés burlando... y no estoy pensando en hacer nada malo.
—No me estoy burlando —dijo caminando hacia él, sin borrar su sonrisa.
Pasó detrás suyo y le puso las manos en la espalda, para así empujarlo.
—¿Que estás haciendo?
—Llevándote afuera, chico enojón, ¿quieres entrenar o no? —dijo— tengo toda la tarde libre.
"No entiendo nada", pensó él, dejándose llevar por los empujones de la muchacha.
—¿Ya sabes más o menos como va no?
Habló la chica rubia frente a él, una vez que estuvieron en fuera, al aire libre.
—¿Que cosa?
Maggie suspiró, como si de solo pensar en lo que hubiese pensado le causase aburrimiento.
—Hay siete elementos utilizados por los magos. Tierra, Aire, Fuego, Agua, Natura, Luz y Oscuridad —mencionó la chica—. Sólo los primeros cuatro pueden utilizarlos los humanos y los Enanos. Natura y Luz son para los Elfos de Arbores y Stella respectivamente, y la oscuridad... bueno, ya sabes quién falta de las razas pensantes.
—Si, lo sé —dijo tronando un poco su cuello. No era mucha la información que podía obtener sobre la magia fuera de las academias, ya que estaba firmemente prohibida su divulgación irresponsable.
—Un humano puede manejar en parte los demás elementos si en su descendencia existe sangre de las demás razas, o si procrean dos razas diferentes, lo cual es bastante común.
"Además de eso, dependiendo de la habilidad y entendimiento de los magos, pueden dominar hechizos de elementos a los que no sean afines.
—¿Quiere decir que también podré usar hechizos de fuego? —preguntó Aiden algo emocionado, arrepintiéndose al instante por la mirada juguetona que recibió de Maggie.
—Ugh... que básico —Se burló un poco—, pero sí. Es por éso que me viste utilizar un hechizo Ventus, a pesar de que sea una maga de Agua. El problema es que será más complicado mientras más alejado esté del elemento del elemento de tu afinidad, ya sabes, la rueda elemental.
No comprendía ni asociaba a nada el último concepto, pero lo dejó pasar de momento. Ya buscaría libros sobre eso más tarde.
—Continúa —dijo intentando ocultar su sonrisa emocionada por su primera clase de magia. No era su principal objetivo... pero era un adolescente el cual había crecido con historias de héroes toda su vida, lo cual indudablemente lo ponía en una situación de relato fantástico.
—En el pecho, cerca del corazón, bajo las costillas, tenemos algo llamado núcleo de dyn. Es un cúmulo cristalino de dyn, el cual se ramifica por todo el cuerpo, para así poder Dominar.
—Leí sobre el núcleo y las venas de dyn en un libro de Medicina no mágica, eso lo sé —respondió—. También se que hay dyn en todas partes, y los magos lo que hacen es usarlo para poder hacer sus hechizos.
—Exacto —respondió Maggie alzando su palma derecha.
Una esfera pequeña de agua se manifestó allí.
—El hechizo más básico de todos es: Dominium. Ni siquiera sirve por si solo, pero es el primer paso. De allí, decides si Refuerzas —la esfera se volvió un guantelete que rodeo su puño— Expulsas —El guantelete se volvió una esfera nuevamente, y Maggie la mandó a volar lejos—, o Deshaces —Antes de que Aiden perdiera de vista la esfera de agua, se fragmentó en miles de millones de particulas invisibles—. Empezaremos por allí.
Dominium... Maggie lo hizo parecer tan fácil, incluso omitió la pronunciación del hechizo, el cual tenía completamente dominado.
—¿Entonces, que debo hacer para comenzar? —preguntó Aiden.
—Aaahm, ¿hay agua en el aire sabes? —comenzó algo trastabillada—También hay fuego y todo eso, pero eso no importa ahora...
—¿Qué?
—Sólo tienes que sentir un fiush, y luego zas, agarras y dominas el dyn, y ya lo tienes. De ahí practicas y luego lo mejoras. Fácil.
—Esto debe ser una broma... ¿esa es tu mejor explicación?
—¿Tiene algo de malo? —dijo Maggie tomándose del mentón, con los ojos entrecerrados y en duda.
—No hay algo más teórico que quieras... —dijo Aiden sintiéndose nuevamente burlado por la chica.
—Nope, nadita —negó con los brazos en X—. Ya sabes mi secreto —susurró la rubia tapando su boca con una mano.
—Hay agua en el aire... fiush y luego...
—¡Zas!
—Zas...
"Vaya primera clase".
—¿Qué mentiras le dices al nuevo, Maggie?
Habló el mismo chico rubio de voz rasposa, que antes había estado en la oficina del director, Drazen Barna.
—¡No son mentiras borrachín!
—¡Obvio que lo son!
Claro que debían serlo. ¿Sería ésta la oportunidad de Aiden de recibir una explicación real?
—Argumentos, Drazen —respondió Maggie cruzándose de brazos.
—Es más como shieshhh... ¡y luego plass!
"Por Urahvé". Aiden pudo golpearse el rostro con la palma, pero se aguantó el gesto como pudo.
—¿Ves que estás perdido? Aizen es un mago de agua, a-g-u-a —dijo la rubia dando toquesitos en la cabeza de Drazen.
—Es Aiden.
—Si, como sea. Si fueras un mago de fuego tendría sentido lo que dice él, pero como no lo es... —volteó Maggie para sacarle la lengua a Drazen.
—Tiene sentido —respondió Drazen resignado, dejando caer la mirada.
"¿Lo tiene? ¿En serio?" Suspiró.
—¿Por qué intentas ayudar de todos modos? No es tu estilo que digamos...
—¿Se conocen? —preguntó Aiden algo picado por la curiosidad.
—Ése ebrio irresponsable fue mi compañero el año pasado, y ahora será el tuyo.
—Tch —escupió al piso—, no entiendo que tanto hay que leer para salir a quemar enemigos. De tods modos... —dijo enfocándose en Aiden— Tengo asuntos con la familia Coruto.
Aiden lo miró algo desconcertado, y por más que a priori comprendió a lo que se refería Drazen, decidió preguntar:
—¿Lo cual significa que...?
—Quiero ayudarte, por beneficio y satisfacción propia —dijo encogiéndose de hombros.
Un mago de fuego, cuya habilidad podría rivalizar con la de su futuro enemigo de combate, era una oportunidad que no podría desaprovechar.
—Si prometes ser serio con esto...
—¡Eeeesooooo! —celebró Drazen destapando una cantimplora.
—Espero eso tenga agua —habló Maggie con una sonrisa.
—Me da a mi que seguirás esperando —respondió el otro con una sonrisa bulona.
—Sigamos practicando antes de que anochezca —dijo Maggie dirigiéndose a Aiden.
Él solo asintió.
La sesión primeriza de entrenamiento había sido infructuosa, cuanto menos. Dejando a un Aiden lleno de dudas y preguntas las cuales respondería como pueda con sus estudios teóricos. Al menos eso era lo que creía.
Mientras caminaba seguido de Drazen, estalló en risas al ver que el compañero desordenado que tenía de cuarto, no era otro que el mismo.
Drazen estalló en carcajadas y mostró el llavero de cuero con la runa de activación de cerradura, con el dorso mostrando el número de habitación. Aiden hizo lo mismo.
—Vaya coincidencia —sonrió el recién llegado y luego volteó los ojos.
—Y no termina, mira quién está en la de al lado —apuntó Drazen con la cabeza.
Allí fue que pudo ver a Kai. El chico que antes estaba siendo molestado por Parzo, se dedicaba a sacar una llave con el decorado colgante de cuero, frente a la puerta de madera de la habitación seguida a la de ellos.
—¡Hey ¿Kai no?! —gritó Aiden al chico con gafas cuando lo vio pasar.
Recibió una mirada de enojo del chico de ojos verdes, miró hacía la izquierda y derecha repetidas veces con algo de paranoia.
Luego se acercó.
—Voy a hablarte claro —comenzó una vez estuvo cerca—, no por lo que hiciste por mí, somos amigos. No me hables tan casualmente y menos si estás con este —dijo señalando a su "mentor" —Y mucho menos si estás con la otra.
—¿Perdona? —dijo Aiden sorprendido por su rudeza.
—¿Tienes algún problema con nosotros? —bramó Drazen.
—El sobrino del director, uno de los hijos de la casa Barna y la maga más fuerte del segundo año —dijo señalándolos, y haciendo un ademán cuando se refería a Maggie—, llaman demasiado la atención. Estoy intentando pasar desapercibido y sobrevivir tranquilo en la academia. Así que deja de hablarme donde me veas.
Aiden sólo sonrió. Era quizás un año mayor que Kai, pero ya había pasado por la misma situación.
—Te dejaré en paz si me enseñas como hacer magia —dijo Aiden.
—Genial, ¿ahora vas a burlarte por eso? ¿No oíste bien lo que dijeron esos idiotas? No puedo hacer magia aún —respondió con la cara roja y apretando la mandíbula.
—Claro que escuché eso. ¿Pero acaso ya te rendiste con tus intentos? —preguntó, y sin darle tiempo a responder agregó— Enséñame tu método de aprendizaje, algo de teoría, y entrenemos juntos.
—¿Por qué haría eso?
—¿No estás ni un poquitito agradecido conmigo?
—Nunca te pedí ayuda, yo estaba perfectamente bien antes de que te metieras —dijo dándose la vuelta.
"Cuanto orgullo". Pensó antes de jugar su última carta:
—Sí me ayudas a practicar magia, puedo mostrarte como defenderte —dijo—. Si ese cobarde pelirrojo no hubiera utilizado un hechizo, les hubiera dado su merecido a todos.
Cuándo Kai volteó, tenía los ojos verdes encendidos y animosos. Eso es lo que necesita la gente en esta situación. Una manera de defenderse. Puede ser la astucia, la magia, el poder económico, la influencia familiar, e incluso los puños.
—¿En serio puedes enseñarme a hacer eso que hiciste allí?
—Podría... —respondió Aiden recordando la pelea.
—Demuéstralo.
—Veámonos mañana, luego de clases, y podemos...
—¡Oh, no puede ser! —una voz chillona y desagradable irrumpió la escena— Ver tanto perdedor junto es doloroso para mi...
Un coro de risas simias, pertenecientes al séquito, siguieron al agresor verbal.
Aiden vio como Kai se paralizó del miedo con inmediatez, y como las venas del cuello de Drazen se hinchaban y marcaban. Seguido a eso, dedicó una mirada tranquila al pelirrojo. Portaba una sonrisa lobuna al no recibir respuesta a su pulla.
—¿Qué pasa, niño acomodado? —preguntó Parzo mirándolo directo a los ojos.
No hubo si quiera un atisbo de cambio en la expresión facial de Aiden, aunque si había sido sorprendido por la denominación que recibió.
—¿Buscas algo? —preguntó Aiden al ver que no se marchaba, y que sus dos "amigos" parecían ser una estatua y un horno a punto de explotar.
—Yo no, pero mi gente buscará información sobre ti, ¿sabes? —dijo orgulloso, alzando el mentón. Su séquito asentía mecanizado.
Aiden dejó salir un largo suspiro antes de hablar.
—No tengo nada personal en contra tuyo, y prefiero mantener esto en el marco de la deportividad —comenzó a hablar, con toda la paciencia que podía recolectar.
Lastimosamente no pudo seguir su discurso, ya que el chico que asemejaba a una rata pelirroja, habló otra vez.
—¡Lo averiguarán todo! —apuntó— Desde quienes son los fracasados de tus padres, hasta los amigos que tuviste de pequeño —increpó— y créeme tendrás tu merecido por meterte conmigo.
Concluyendo su amenaza, se retiró del pasillo seguido de sus colegas. Aiden lo observó alejarse por unos segundos, y cuando giró, notó por las caras de ambos que el ambiente aún seguía denso.
Palmeó la espalda de Drazen con soltura, y se acercó a recoger la llave de Kai, que en algún momento se había deslizado entre sus dedos y caído al suelo. Luego se la tendió con calma.
—Mañana luego de clases, encontrémonos aquí.
Kai asintió levemente, y se dio media vuelta para ir a su habitación. Aiden hizo lo mismo.
En su pecho, las ansias de quedarse en la Académico-Mágico-Militar, y aprender en pos de conseguir su objetivo, eran un inhibidor del sueño potente.
La noche caía lentamente sobre el reino. La luz naranja del atardecer dió paso a la opacidad de la luna. En el lado bueno de la ciudad, donde estaba la academia, el gremio y el castillo, los estudiantes como Aiden se preparaban para dormir. Los maestros repasaban sus últimos apuntes para la clase del día siguiente. Los nobles bebían las últimas copas de refinado vino de la noche antes de acostarse a descansar.
La utopía de la zona Lios, pensaban los que estaban en la otra mitad de la ciudad.
Allí, en la otra cara de la moneda, las actividades recién estaban comenzando.
La zona Sios, era totalmente lo contrario a la zona Lios, ya que la segunda, contaba con todo el apoyo monetario del gobierno, las posibilidades regaladas para todos, y la educación de calidad que todos desearían.
En cambio, la zona Sios, era una región afectada por la crueldad de la guerra y la pobreza. Claramente separada de la facción que prosperó en su economía. Allí proliferaban vagabundos, soldados retirados o inválidos, prostitutas, estafadores y todo tipo de calaña.
Pero no sólo eso. Allí también había familias que sólo tuvieron la mala suerte de nacer allí. Niños puros, jóvenes soñadores y madres
amorosas.
Todos ellos aguantaron mucho. Quizás demasiado. Cuándo los nobles se bañan en oro, los pobres sufren los impuestos elevados para reponer al reino de las guerras anteriores.
Disputas que se dieron por territorios, riquezas y/o problemas demasiado poco relevantes como para entrar en conflicto por ello. La última guerra había acabado hace veinte años, y ellos aún no se reponían. Aunque los ricos nunca necesitaron reponerse. El pueblo decía basta, era momento de cambiarlo todo.
Entre esas calles derruidas, sucias y malolientes, una figura encapuchada estaba buscando llevar la noticia que daría pie al cambio. Le daba asco pisar las calles de ese lugar, le producía repulsión incluso entrar en contacto con esa gente. Ya que a pesar de pertenecer a ese lugar. Venía desde "el lado bueno". Y era muy fácil acostumbrarse a lo bueno.
Luego de varios minutos de sigiloso camino, llegó a la residencia del ex-militar Gunnar Cisub.
En ese lugar, las reuniones habían aumentado su frecuencia recientemente. No eran reuniones que podían ser escuchadas por cualquiera. Ahí iban a oír aquellos que estaban dispuestos a protagonizar un cambio en la sociedad.
"Ellos no pueden seguir bañándose en oro mientras los demás mueren de hambre" Pensó con rabia mientras entraba con sigilo.
Allí lo vio, al líder de aquella rebelión tan esperada. De porte altivo y musculado, posó sus afilados ojos azules en su informante de confianza.
No le dirigió la palabra, si no a todos los que allí se amontonaban para oírlo. Su barba rubia se movía al son que su boca pronunciaba lo que todos esperaban oír.
—¡Petram está a nada de invadirnos, suben los impuestos, y seremos los primeros en ser arrojados al campo de batalla! —gritó Gunnar Cisub subido a una mesa.
"¡¿Estamos dispuestos a dejarnos pisotear una vez mas!? ¡Tenemos el poder necesario para acabar con esto, tenemos aliados en ciudades importantes, que están esperando a dar el golpe cuando nosotros lo hagamos! ¡Tenemos el apoyo de los honestos ganaderos, que van a proveernos lo necesario con el fin de que los libremos del abuso!
"¡No volveremos a bajar la cabeza ante nadie! —gritó para concluir su discurso.
Como siempre, recibió los vítores de toda la sala, dando así la aprobación necesaria para sus maquinaciones. Jóvenes de distintas edades, tamaños y habilidades estaban siendo entrenados para protagonizar el cambio. Llevaban años sedientos de las oportunidades que les habían arrebatado.
Gunnar Cisub había sacrificado mucho para llegar a tener la influencia sobre el pueblo que hoy lo caracterizaba.
Cuando la reunión acabó, y todos se retiraron extasiados por las ganas de protagonizar el cambio, aquella figura encapuchada que había arribado informó;
—Tengo información que podría ser muy relevante —dijo acercándose a Cisub.
—No estarías aquí de no ser así. Habla.
Aquel informante no titubeó con sus palabras a pesar de la intimidante apariencia de Gunnar.
—Como bien sabemos, uno de los principales problemas de llevar a cabo el golpe es el mago más fuerte, Angus Fletcher. Hoy, un familiar suyo acaba de llegar a la academia. Razono que puede ser una carta a nuestro favor para acabar con él, o al menos debilitarlo.
Los ojos de Cisub brillaron ante la noticia. Al parecer era una buena idea.
—Voy a informárselo a Lainarí —respondió.
Apenas oír ese nombre, sintió escalofríos. Esa mujer le daba miedo, mucho miedo.
Recordó cuando la vio por primera vez, con esa sonrisa desbocada, mientras torturaba públicamente a un soldado que merodeaba la zona Sios.
Emitía un aura de poder que no podía olvidar, como si estuviera cargando el peso de diez personas sobre sus hombros. Como si la gravedad se alterara con su presencia.
Verla y sentir su poder, le recordó a su primer día en la academia, cuando Angus Fletcher hizo una demostración de poder para los alumnos de nuevo ingreso.
No, era incluso peor que eso. Ésa mujer también tenía cualidades políticas, era inteligente y astuta. Ya que de no ser por ella, Gunnar Cisub no habría podido guiar al pueblo ni convencerlo. Ésa mujer le entregó libros donde la magia se explicaba paso a paso, armas, oro y mil cosas más para utilizar en pro de su cruzada contra la injusticia, la pobreza y el dolor.
Lo que más le daba miedo, es que una persona así, estaría acompañada de gente igual. Gente poderosa, influyente e incluso despiadada.
Sintió pena por lo que le esperaba al chico. Estar incluido en los planes y objetivos de ésa mujer era una sentencia en sí.
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