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Capítulo 5: "Bajo el Peso de la Sombra: Reissende y el Juicio de Bredraguer"

Se suponía que todo debía haber sido olvidado cuando Solveig sacrificó su vida por la salvación de Yggdrasil. Pero los hijos de los primeros saqueadores, aquellos que habían sido concebidos bajo la influencia del poder corrompido de los dioses, no nacían como seres humanos comunes. Sus habilidades eran excepcionales, casi sobrehumanas, lo que los convertía en una amenaza inminente.

Aunque no eran dioses ni mestizos, sí se acercaban peligrosamente a los Arv en términos de poder. Por esta razón, los Arv se encargaron de rastrear a todos estos descendientes para detenerlos antes de que sus habilidades se descontrolaran. Sin embargo, la aparición de estos ilegítimos reavivó las sombras del pasado, obligando a los Arv a rastrear a las familias hasta dar con los fragmentos robados del árbol sagrado. Solo fue cuestión de tiempo para que se unieran las piezas. Desde que Reissende leyó la bitácora de Den, solo un nombre se le venía a la cabeza: Bredraguer.

Bredraguer era el descendiente más antiguo del que los Arv tenían registro. Sabía dónde encontrarlo, se escondía en Flekkefjord, un nido de contrabandistas y el corazón de los "Hijos del Poder". En ese lugar se había hallado una de las primeras piezas arrancadas de Yggdrasil: la Xenotima. Una piedra parda amarillenta, que bajo ciertas luces se tornaba de un rojo profundo, casi pulsante, como si ocultara una energía latente, y lo hacía. Según el color y el brillo que portara era su poder.

Su superficie era translúcida, de lustre vítreo, y su estructura, irregular y quebradiza, resultaba difícil de manejar. Al menos, eso decían los informes. Porque cuando los Arv llegaron al pueblo, la roca había desaparecido sin dejar rastro alguno.

Sin embargo, Reissende estaba convencido de que Bredraguer aún conservaba una parte. Si sus suposiciones eran correctas, ese anciano jamás permitiría que un poder así se le escapara de las manos. No, seguramente lo tendría oculto, incluso aunque no pudiera usarlo. Conseguirlo no sería fácil. Pero maldita sea, evadir las fuerzas armadas sería lo más complicado. Aunque la suerte estaba echada, Reissende sabía  que no había vuelta atrás.

Mientras se encaminaba a Flekkefjord, el aire comenzaba a oler a sal y madera podrida. La bruma de la mañana lo ayudaba a mezclarse mejor con el entorno, sin embargo, mientras se adentraba y pasaba las callejuelas podía sentir los ojos curiosos de los contrabandistas siguiéndolo, evaluando si aquel forastero era enemigo o aliado. Pero no quedaba otra opción, si quería la Xenotima tendría que entrar.

Las notas de Den resonaban en su memoria. "La Xenotima no solo tiene un poder que otorgar" recordó. "Tiene voluntad propia, siempre busca un anfitrión". Reissende no sabía que tanto era cierto, pero conocía que en las manos equivocadas no servía de mucho, mucho menos para alguien como Bredraguer. Debía moverse rápido y localizar a Bredraguer antes de que él lo encontrara a él.

"Recuerda tu prioridad", se dijo así mismo. Encuentra a Bredraguer, obtén la Xenotima y sal de este maldito lugar antes de que las fuerzas armadas, o algo peor, cierren todas las salidas.

De repente, una enorme figura se cruzó en su camino. En ese instante el aire se volvió más denso y frío. El cazador acababa de ser cazado. A fin de cuentas, en un lugar en el que todos se conocen un extraño no pasa desapercibido.

Reissende se detuvo en seco, su mano se deslizó instintivamente a la empuñadura oculta en su manto oscuro. Frente a él, la figura de aquel hombre se levantaba imponente, con hombros anchos y una mirada que gritaba peligro.

Aunque nadie dijo nada al principio, el silencio cortante entre los dos se vio roto por una voz profunda y grave.

-Has venido muy lejos por algo que no te pertenece, extranjero- la figura dio un paso adelante

Reissende con voz calmada y serena respondió mientras su mano se aferraba con más fuerza a la empuñadura:

-No estoy aquí en busca de problemas, solo de respuestas.

El hombre dejó escapar una risa áspera que contrastaba fuertemente con el silencio de aquel lugar.

— Las respuestas que buscas terminarán llevándote a la tumba extranjero. Bredraguer ya sabe que estás aquí.

Reissende frunció el ceño. "Esto no va bien" pensaba. Pero ya no tenía tiempo para sutilezas. Dio un paso adelante desafiando al desconocido.

-Si sabe que estoy aquí dile que venga. Tenemos un par de cosas pendientes de las que hablar-

El hombre inclinó la cabeza, evaluando la audacia de Reissende. Sin embargo una sonrisa casi imperceptible se dibujó en su rostro.

-¿Acaso eres valiente o insensato? No estoy seguro de saber cuál eres. Pero Bredraguer te aseguro que si.

El hombre desapareció entre los callejones dejando atrás tan solo el eco de su voz. Ajustando el manto sobre sus hombros Reissende se abrió paso rápidamente hasta el centro de Flekkefjord. Sabia que, a partir de ese momento, cada minuto contaba.

Mientras avanzaba por las calles, las luces parpadeaban sobre su cabeza mientras el aire impregnado de sal, y el sonido de las olas golpeando contra el puerto, solo lo hacían permanecer alerta. No dejaba de sentir que algo lo acechaba desde las sombras.

Los contrabandistas, que se movían en silencio a su alrededor, de vez en cuando le lanzaban miradas furtivas encima. Sabía que cometer cualquier error, le costaría la vida.

Al llegar finalmente al pueblo, la humedad del aire era palpable. Allí encontró a otra figura encapuchada esperandolo cerca de un poste. "No puede ser Bredraguer" pensó. El vejestorio no se presentaría así de fácil.

La nueva figura levantó la cabeza, y lentamente, una sonrisa torcida apareció en su rostro.

-Te está esperando- dijo con voz ronca. - Sabemos quién eres Sannhetens Reissende.

Un escalofrío recorrio por completo toda su espalda. Escuchar su nombre completo solo confirmaba una vez más el peligro que corría. Pocos lo conocían; "Viajero de la verdad" era como lo habían bautizado los Arv, y hacia mucho tiempo atrás nadie lo llamaba así.

-¿Qué es lo que saben? - respondió fingiendo una calma que no sentía, poniendo a prueba las intenciones de aquella figura.

La sonrisa del desconocido solo creció, mostrando consigo unos dientes amarillentos y desgastados.

-Sabemos lo que buscas- dijo saboreando cada una de sus palabras- y también sabemos que no saldrás sin pagar el precio.

-Entonces será mejor que me lleves con él.

La figura se giró despacio y comenzó a caminar. El sonido de sus pasos contra la calle fría , la brisa marina y la niebla solo parecía conspirar para ocultar lo que sucedía a sus espaldas. Reissende no era tonto. Lo seguía manteniendo una mano cerca de la empuñadura en caso de que sucediera algo, y cual fue su sorpresa al descubrir que el extraño detrás de la capucha ya se había detenido.

-Aquí termina el camino- dijo el hombre en lo que parecía ser un susurro.

Reissende se quedó mirando la puerta unos largos segundos. Con un suspiro, apretó los dientes y empujó la puerta con firmeza. La madera crujió bajo su peso, y mientras la oscuridad al otro lado lo envolvía, supo que había llegado a un punto del trayecto del que tal vez no volvería.

Al otro lado de la puerta se encontraba Bredraguer, quien lo esperaba en silencio. Su figura parecía estar envuelta en sombras y el poder que emanaba era inminente. Sus ojos, fríos e implacables, se clavaron en Reissende, quien sintió el peso de su presencia como una daga al corazón. Pero, a pesar del miedo que crecía en su interior, apretó los puños, listo para enfrentar el destino que se yacía ante él.

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