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Traición

Kenji, Taro y Yukami entraron al castillo por la puerta principal, llevándose por medio a varios guardias que estaban allí, los tres se aseguraban de solo dejarlos desmayados pues no querían involucrarlos en una pelea en desventaja, cruzaron la plaza central y se detuvieron al ver a Spica en la parte superior de las escaleras, sentado en el último escalón, aplaudiendo mientras los veía

—Sabía que vendrían a buscar a su compañero, ustedes son muy predecibles, pero ¿no creen que son muy pocos para enfrentarse a nosotros? — Spica los vio con una falsa preocupación.

Kenji y Yukami se pusieron en posición de ataque, sabían que Spica no estaba solo y tenían que estar en alerta de la aparición del joven de ojos morados, clasificado por ellos como el peligro más grande. Desde el balcón una guadaña fue arrojada con fuerza contra Taro que no se inmuto. A escasos centímetros de su rostro la guadaña fue detenida por una patada de Yukami. Antes de ser atacado por Mizar, Kenji lo apartó con un golpe que lo hizo atravesar rodando todo el patio.

Mizar se levantó sacudiendo el polvo de su ropa. Yukami se adelantó para atacarlo, mientras Kenji lo cubría de un ataque de la persona que habían estado esperando. El joven de ojos morados había saltado desde el balcón contra Kenji.

Taro ignoró la pelea y se concentró en Spica que lo observaba detalladamente con los ojos entrecerrados. Se mantenía tranquilo a pesar de la pelea que se estaba llevando a cabo cerca de ellos. Taro se detuvo en la base de las escaleras y se cruzó de brazos.

—Tengo unas preguntas para ti, ¿Dónde está Armay? ¿Es tan cobarde que no viene a dar la cara y manda a sus secuaces a hacer el trabajo sucio?

—Mira quien habla de esconder el rostro, ¿a qué le temes?

—Te propongo algo. Si me derrotas te mostrare mi rostro, si yo te gano me dirás todo lo que sabes de Armay y porque quiere la sangre de este chico. — Taro sonaba tranquilo, a pesar de la situación en la que estaba, Spica desenvaino su delgada espada y apuntó a Taro.

—No necesito un trato como ese. Soy tan rápido que no notarás mi presencia y podré ver tu rostro cuando seas un cadáver. —Al terminar la última frase Spica se levantó y atravesó a Taro de una estocada, no le dio tiempo ni de moverse lo que hizo que Spica sonriera ampliamente.

—Los niños como tu deben tener cuidado con las armas puntiagudas—Spica se sorprendió y volteó al escuchar la voz de Taro detrás de él, sus ojos se abrieron por completo al comprobar que no tenía ni un rasguño y que estaba sentado en la barandilla dónde él estaba un segundo atrás, lo vio molesto y subió a atacarlo —Dijiste que eras rápido, pero estoy esperando que lo demuestres— Taro esquivaba sin problema los ataques de Spica que se molestaba cada vez más, Taro tenía las manos en su espalda y caminaba por el borde del balcón mientras esquivaba los ataques.

Yukami y Kenji por su parte estaban teniendo problemas para detener al joven, a pesar de todo el daño que le habían provocado este no se detenía. Además, tenían a Mizar interfiriendo, para suerte de Yukami, Kenji era una persona que no se dejaba intimidar tan fácil y aunque no lograba derribar al joven mantenía a Mizar lejos de ellos y ayudaba a Yukami con sus ataques.

Kenji parecía sereno, ya que su rostro no mostraba ningún tipo de expresión. Ni siquiera se impresionó cuando, después de romperle los huesos de la mano al joven, este cerró el puño para golpearlo. Él estaba analizando a su enemigo con cada golpe, cada uno de sus ataques no iba cargado de ira, era como si atacara por inercia, ignorando el daño que podría hacerse, el instinto de supervivencia estaba suprimido en ese chico y eso era algo que incluso los daimones como él o los jueces no habían logrado.

El joven atravesó las defensas de Yukami con facilidad y su golpe fue detenido por Kenji que le agarró la mano apretando con tanta fuerza los huesos que ya tenía rotos que podía escucharlos crujir bajo su puño. Kenji quemó el brazo del joven que ni siquiera se inmuto e intentó destrozarlo con agua retorciéndolo como si estuviese exprimiendo tela, sin embargo, nada de lo que hacía lo detenía, el joven le agarró el brazo y Kenji se apartó de inmediato por instinto.

—No deje que lo toque maestro, eso lo usó contra Xotzal y le dreno la energía en un instante. —Yukami se colocó delante de Kenji para cubrirlo que entrecerró los ojos viendo a su enemigo.

—Si, eso parece peligroso, mantén la distancia.

Apenas Kenji terminó la frase detuvo un ataque de Mizar por la espalda. Los ataques sorpresa eran la especialidad de Kenji, nadie había logrado acertarle un golpe desde que se había convertido en líder de los exterminadores. Mizar parecía molesto, las venas de sus brazos eran cada vez más evidentes. Aunque intentaba con todas sus fuerzas romper la defensa de Kenji este no se movía ni un centímetro. La guadaña de Mizar comenzó a agrietarse con la presión de las manos de Kenji.

—Es imposible que puedas contra mí.

Mizar aumentó la fuerza, no podía creer que una persona que lucía tan delgada y pequeña pudiese contra él. Kenji levantó el brazo y golpeo la guadaña rompiéndola y arrojando a Mizar lejos de ellos. Al girarse para ayudar a Yukami vio como el joven era atravesado en el corazón por una espada de agua creada por Yukami y aun así no se detenía hasta colocar su mano en la cabeza de Yukami. En cuanto lo hizo la espada se deshizo, ambos cayeron al suelo y no volvieron a moverse.

Kenji se apresuró a revisar a Yukami, no tenía ninguna herida de gravedad, pero su mirada estaba perdida y no reaccionaba a ningún estimulo. Taro se acercó a Kenji sin apartar la vista de Spica que lucía despeinado y molesto.

—Algo le hicieron maestro.

Spica fijó su vista en el experimento que estaba en el suelo inconsciente y en Taro que no se apartaba de su lado. Con una vista rápida alcanzó a ver a Mizar levantándose del suelo, bajo hasta donde él estaba de un salto y lo alentó a salir corriendo cuando escucharon como uno de los muros del castillo era destruido. Mizar intentó alcanzar a Spica, pero cayó al suelo sujetando su cuello en busca de aire. Taro apretó el puño y el cuerpo de Mizar dejó de moverse.

—Kenji llévate a Yukami y a este experimento a la academia. Conoces el protocolo. Spica no es relevante ahora, debo intervenir.

Haiyuu y Tesile respiraron tranquilos al ver que Bianca caía derrotada en el piso en un charco de sangre, mientras Eris se acercaba a ellos limpiando el puñal que había usado. Su mirada no era la de siempre, parecía molesta, lo que hizo que ellos se pusieran en guardia, algo no parecía estar bien con ella. Eris se detuvo y observó detenidamente la situación. Sin dejarlos hablar, de la espalda de Eris salieron dos garras que los atravesaron por el abdomen. Tesile logró golpearlos con tierra antes de que los atravesara en un punto mortal y los arrojara contra el suelo.

—Ustedes no son más que un estorbo. Ya me cansé de todo esto.

Ella paso a su lado viéndolos despectivamente. Tesile trató de agarrarle la pierna al verla acercarse a Xotzal, pero no podía más que arrastrarse por el piso. Eris se agachó a un lado de su amado y le acaricio la cara. Lo cargó en brazos como si no pesara nada y de una patada rompió la pared del castillo.

—¡Espera!

Eris saltó sin escuchar a Tesile que lloraba mientras se arrastraba por el suelo tratando en vano de evitar que ella se lo llevara. Se sentía inútil, el efecto de la inyección iba pasando lentamente y el dolor se empezó a apoderar de ella. Lo había perdido, no tenía fuerzas para levantarse y seguirla, se obligaba a sí misma a seguir, pero su cuerpo ya no le respondía.

—Yo me encargo. —ella volteó y vio a Taro pasando a su lado y saliendo por el mismo agujero por el que se había ido Eris. Tesile sacó el cristal de Xotzal de su cuello y lo vio cómo iba perdiendo fuerzas, lo apretó y gritó llena de frustración con toda la fuerza que sus pulmones le permitieron.

Xotzal abrió los ojos lentamente, podía sentir a alguien a su lado acariciando su rostro, las oleadas de dolor parecían haber mermado un poco, sin embargo, se sentía cansado y casi no podía mantenerlos abiertos, todo le daba vueltas y sentía muchas nauseas. Al voltearse vio a Eris acostada a su lado recostada de su pecho. Trató de recordar que había ocurrido y los sucesos llegaron a él como una ráfaga de imágenes borrosas.

Recordaba como su cuerpo estaba siendo consumido por la falta energía que había despertado la maldición que llevaba en su sangre, también recordaba haber visto a Tesile ir por él, ¿o solo había sido un sueño? Él trató de moverse porque el peso de Eris lo incomodaba, ella al verlo despierto le sonrió y le acaricio el rostro.

—Qué bueno que despertaste, estaba preocupada por ti, estabas en una condición muy precaria. —ella apartó delicadamente los cabellos de la cara de Xotzal que se pegaban a su rostro por el sudor que tenía. —¿Todavía te duele?

Un poco desorientado negó levemente, se sujetó la cabeza y al ver las marcas en sus muñecas recordó su encuentro con Spica. Observó alrededor y se extrañó de estar en una cueva a solas con Eris. Ella se arrodilló a su lado y le sonrió amablemente. Él podía ver que tenía las mejillas sonrojadas. Quería hacerle un millón de preguntas, pero no tenía la energía para hacerlo. Como si pudiese interpretar sus pensamientos, Eris comenzó a contarle su versión de los hechos.

Las palabras de Eris sonaban sinceras, pero Xotzal no podía creerlas, ella le había comentado que sus compañeros habían perecido en su rescate y que a duras penas ella pudo escapar para ponerlo a salvo. Él observó el cuerpo de Eris y no parecía tener señales de haber tenido una pelea.

—Me sorprendió enterarme que eras el heredero del reino de Kato, ahora puedo entender porque no permitías que te tocara. Me estabas protegiendo. —Eris jugaba con sus dedos mientras hablaba tratando de disimular una sonrisa. —No quiero que existan secretos entre nosotros Xotzal, quiero que sepas todo de mí.

Eris se acercó gateando hasta donde él estaba y pegó su frente de la de él. Ella se comportaba muy amable, pero había algo alrededor de ella que no le permitía mantenerse calmado, ¿Cómo había hecho para quitarle el dolor? Y ¿Por qué estaban en una cueva? Sentía la garganta seca y no podía hablar.

—No vas a sentir dolor mientras yo este contigo, te lo aseguro. —ella depositó un beso en su nariz y se acercó hasta su oído, dudó un poco, pero pronunció las palabras que helaron la sangre de Xotzal y dispararon su ritmo cardiaco. —Yo soy un devorador.




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