Sentencia
Eris estaba congelada de miedo por las expresiones que tenían los jueces ante ella, Tierra solo con estar de pie se veía muy imponente y Fuego no dejaba de amenazarla con la llama de su mano. Vida levanto ambos brazos conteniéndolos.
—Tierra, Fuego, ya basta los dos—. Ambos se tranquilizaron al escuchar el regaño de Vida, Fuego deshizo la llama y se sentó de mala gana cruzando los brazos, Tierra retomó su asiento sin dejar de ver fijamente a Eris.
Ella respiraba entrecortadamente, el miedo se había apoderado de su cuerpo, no podía moverse y la frente al igual que su espalda habían empezado a sudar, sentía un nudo en la garganta tan grande que por un instante pensó que se ahogaría. Vida esperó que el ambiente se calmara nuevamente para seguir con la conversación, tratando de mantener un tono calmado, se volvió hacia Eris.
—Tal vez te parezca que no tenemos evidencia para juzgarte, y quizás te parecerá injusta cualquier decisión que tomemos, pero en el momento que te convertiste en daimon quedaste bajo nuestra jurisdicción, y si representas un peligro para los demás daimones o para el mundo secular es nuestro deber encargarnos de ti—. Eris sintió como el miedo salía de su cuerpo y era remplazado por una oleada de ira, apretó las manos con fuerza, trago saliva para pasar el nudo que se le había formado, sintiendo el corazón palpitarle tan fuerte que pensó que se quedaría sorda, alzo la voz nuevamente para defenderse.
—No quiero ofenderlos, pero me parece que solo están buscando que me declare culpable, en vez de buscar a quien realmente cometió el crimen, ¿Qué harán si se están equivocando de persona y terminan exterminando a una inocente? — El silencio que tanto odiaba Eris se apodero del lugar, con una voz calmada Vida pronunció unas palabras tan frías que a Eris se le helo la sangre.
—Es un riesgo que estamos dispuestos a tomar—. sus palabras eran frían, sin ningún resentimiento o duda lo que terminó por destruir la poca valentía que Eris había recabado, sentía el peligro, necesitaba huir, correr lo más lejos que pudiera. El sonido de la puerta la sacó de sus pensamientos, ella se giró un poco y lo que vio causo que un corrientazo le recorriera toda la espalda. Wataru estaba de pie en la puerta viéndola fijamente, los jueces se habían colocado de pie y le daban la espalda para marcharse, Vida le dio un último vistazo y con voz autoritaria le dio una orden a Wataru.
—Ya sabes que hacer—. Wataru solo dio unos pasos hacia ella y eso basto para que la sensación de peligro retornara a su cuerpo, quería huir, pero sabía que Wataru la alcanzaría, la iban a exterminar y no había nada que pudiese hacer para cambiarlo, cerró los ojos esperando el momento, pero nunca llego, solo una fuerte sensación de pesadez y luego un sueño incontrolable, sus piernas perdieron fuerza, veía el suelo aproximarse hasta ella, pero nunca supo que paso, ya que perdió la conciencia antes de poder notarlo.
A Eris no le gustaba estar sumida en sus pensamientos, las voces que escuchaba la atormentaban y sentía que la iban a volver loca, la imagen de los ojos amarillos de la enorme serpiente que la seguía a donde fuese no se borraba, sin importar cuanto corriera siempre podía alcanzarla, «Merak termina el trabajo, deshazte de ella» era una frase que escuchaba mientras la serpiente se arrastraba en su dirección, tenerla tan cerca le aceleraba el corazón, le congelaba las manos y las piernas impidiéndole defenderse. Cada vez que la serpiente trataba de morderla ella salía de su sueño. Esta vez abrió los ojos con rapidez viendo a todos lados con desesperación, tenía la respiración agitada y el corazón le latía a mil por hora, ella se puso una mano en el pecho y otra en la cabeza tratando de recordar que había pasado en su juicio. Escuchó a alguien a su lado y al voltear asustada vio a Kana sentada en una silla de hielo a su lado, como siempre anotando, al ver la habitación en donde estaba su atención se centró en los barrotes que había en uno de los lados del cuarto, ¿estaba encerrada? ¿Por qué Kana estaba con ella? Eran preguntas que se formulaba cada vez que se fijaba en un detalle nuevo, sus pensamientos fueron interrumpidos por la dulce voz de Kana.
—¿Te duele algo? ¿Sientes mareos? ¿Náuseas? — Eris no entendía que había pasado, lo último que recordaba era que iba a ser exterminada por Wataru, la imagen de los jueces dándole la espalda era lo último que recordaba antes de ver a Wataru aproximarse.
—¿Dónde estoy? ¿Qué sucedió? — lo único que conservaba era el dolor de cabeza que parecía atravesarle el cerebro y la hacía sujetarse con fuerza ambos lados de la cabeza conteniendo el dolor.
— Desorientación, desconcierto y por lo visto el dolor de cabeza constante, entiendo—. Kana volvió a anotar, Eris sintió en su brazo algo que le apretaba ligeramente la muñeca, al revisarse se encontró con una especie de brazalete plateado con un cristal verde en el medio.
—¿Qué es esto? — Eris intento retirar el brazalete, pero cada vez que lo jalaba este apretaba con más fuerza su muñeca, Kana la ignoró y revisó sus ojos, le hizo un examen físico completo y luego cerró la libreta dónde anotaba, Eris molesta la apartó para que respondiera su pregunta, Kana solo tomo aire tratando de ignorar el empujón, creó en su mano un vaso de hielo y lo lleno de agua.
—Bebe un poco de agua, debes estar cansada, tienes que hidratarte, después te traerán comida, tranquila te explicaré todo lo sucedido—. Eris un poco desconfiada tomo el agua, odiaba que no le dijeran nada de lo que pasaba, que siempre parecieran misteriosos a su alrededor.
—¿Cómo es que sigo con vida? Me iban a exterminar—. ella le devolvió el vaso a Kana y se percató que la mano le temblaba.
—¿Por dónde empiezo? Acabas de despertar de lo que llamamos los daimones una regresión, ese es un proceso que solo puede hacer uno de los jueces, al ser una sabia, puede entrar en tu mente y ver tus recuerdos, aunque estén dormidos, esto solo puede hacerlo ella, y debe hacerse con mucho cuidado ya que podría terminar dañando tu mente o la del sabio que lo hace, es algo que los sabios tienen prohibido—. Kana se sentó en la cama y le agarró la mano con consideración, Eris solo la vio con indiferencia. —Puedo imaginar que la juez Fuego se ensañó en tu juicio porque Scientia es su lugar de origen, pero te aseguro que eso no nubló su juicio y con la ayuda de su serpiente y de su gato entraron en tu mente haciéndote la regresión—. Eris levantó la mano para que Kana se detuviera, no estaba entendiendo nada de lo que decía.
—Espera no estoy entendiendo nada, ¿Serpiente? ¿Sabio? ¿Regresión? — Eris colocó una de sus manos en su cabeza tratando de asimilar todo lo que le decían, Kana suspiró un poco entendiendo la confusión de Eris y pensó en las palabras adecuadas para explicarle todo lo que estaba viviendo.
—Fuiste acusada de destruir la ciudad de Scientia un lugar prohibido. Como no tienes memoria, antes de tomar una decisión apresurada te hicieron una regresión, una técnica desarrollada por los sabios para ver los recuerdos almacenados en tu cabeza, aunque tu no puedas verlos. Para hacerlo hacen uso de su serpiente y su gato, dos pedazos de su alma que comparten mente y alma, pero no cuerpo. Los tres hacen a un solo ser y sin uno de ellos la existencia de los otros dos se ve muy reducida, causándole incluso la locura, pero eso te lo explicare mejor en otro momento, no quiero que te agobies con tanta información.
—Aun no entiendo, dijeron que me iban a exterminar.
—No han llegado a un veredicto final, has quedado bajo vigilancia, no quieren tomar una decisión basada en suposiciones, que estuvieses en Scientia es algo que no podemos explicar, pero el hecho de que tengas un cristal nos da la pista que más que un atacante eres más una víctima, si la regresión les dio información o no, es algo que no puedo saber, solo te comento lo que tengo permitido compartir, te van a vigilar, por eso el brazalete, con eso podrán hacerlo. Ya no tienes que huir, nadie te va a hacer daño sin razón,
—Nunca les he dado razones y aun así me han amenazado desde que llegue— dijo Eris cansada. Kana le sonrió y se levantó de la cama, ladeando un poco su cabeza de forma juguetona.
—Huiste de la enfermería sin razón alguna, y luego huiste de Wataru cuando te llevaba a juicio eso solo puede hacernos pensar que algo ocultas— Eris la interrumpió de inmediato con un grito.
—¡Estaba en un lugar extraño y estaba siendo llevada a la muerte! Solo buscaba protegerme —. Kana suspiró entendiendo la reacción de Eris, decidió dejar zanjado el problema y marcharse.
—Descansa, vendré más tarde a verte—. Sin darle tiempo a protestar Kana salió cerrando la celda detrás de ella, Eris se acostó y golpeó la pared llena de frustración, observaba el brazalete que le habían puesto y la celda en dónde la habían dejado, todo aquello no le gustaba, la llenaba de confusión y de ira.
—¿Porque me pasó esto a mí? ¿Qué va a pasar conmigo? He sido tratada como una criminal, he sido acusada de hacer cosas que no he hecho y siguiendo mi instinto de supervivencia queriendo huir me acusan de ocultar algo—. Las lágrimas comenzaron a salir de sus ojos, lágrimas de frustración y de tristeza, antes de darse cuenta se había quedado dormida.
Esta vez no se encontraba en el bosque sino en una ciudad, rodeada por miles de serpientes que observaban cada uno de sus movimientos, se sentía desorientada, temerosa y la sensación de peligro no dejaba de palpitarle en la nuca pensando en que alguien la iba a atacar por la espalda. Las calles de la ciudad estaban llenas de sangre lo que hacía que sintiera que el estómago se le volcaba. A la distancia veía los ojos amarillos de una enorme serpiente viéndola de frente amenazante, al intentar correr el cuerpo se le congeló mientras la serpiente se aproximaba hasta ella. Una voz retumbo por toda la ciudad haciendo que Eris se cubriera los oídos en un vano intento por no escucharla.
—Merak acaba con ella—. Eris veía a la serpiente acercarse, sintió que le agarraban el cuello y la frase se repetía cada vez más fuerte. Un dolor punzante le recorrió todo el cuerpo y empezó a toser sangre, sentía que se ahogaba, que el aire no pasaba por sus pulmones, la serpiente se acercó y abrió sus fauces mostrándole sus afilados colmillos haciendo que Eris cerrara los ojos con tanta fuerza que despertó de golpe.
Estaba empapada en sudor, el corazón le latía con tanta fuerza que podía escucharlo sin poner la mano en su pecho, la cabeza le dolía, sentía que se le iba a abrir en dos en cualquier momento. Un sabor metálico le invadió la boca y al poner su mano vio un poco de sangre entre sus dedos. Mientras dormía se había mordido con tanta fuerza el labio que terminó por rompérselo. Era lo que le faltaba, que su propio cuerpo decidiera atacarla.
—¿Problemas con los sueños? — Eris se sobresaltó al ver a Kana parada a su lado, ¿en qué momento había llegado? Era tan silenciosa que a Eris la ponía nerviosa, en sus manos tenía una hoja que por alguna razón le parecía que eran más malas noticias.
—Si traes malas noticias, no estoy de humor, mis pesadillas no se han ido y sigo aquí encerrada— Eris volteo la vista hacia la pared molesta, no podía confiar en nadie, siempre se sentía en peligro y nadie le daba respuestas, simplemente la ignoraban.
—Entiendo cómo te sientes, pero son buenas noticias para ti— Kana se acercó a ella y le reviso el labio roto. —Vengo a sacarte de aquí, te llevaré a un lugar más cómodo—. Kana le entregó la hoja, pero Eris no quiso abrirla y solo volteo los ojos, no quería hablar con ella, no quería hablar con nadie, ninguna solución parecía mejor que la anterior.
—¿Me van a cambiar de celda? — Kana suspiró tratando de empatizar con Eris y su situación
—Puedo entender tu desconfianza, no eres la primera, en todos mis años aquí en la academia he visto de todo un poco—. Kana le tomó la mano para crear algún tipo de conexión, pero Eris solo aparto la mano de mala gana, — ya hay veredicto y es algo alentador para ti— Eris solo la vio con molestia, Kana un poco indignada dejo salir un suspiro y forzó un poco de amabilidad em su voz y continuó con su charla. —Me pidieron que te llevará a una habitación de la academia, para que inicies tu entrenamiento como un daimon más— Eris por primera vez la vio directamente a los ojos, la ira que tenía en la mirada no intimido a Kana en lo absoluto, por el contrario, solo se puso triste.
— ¿Entrenamiento como daimon? Es decir que me van a entrenar para ser uno de ustedes y cuando ya no les sirva exterminarme sin más, para eso es que quieren entrenarme lo sé, quieren convertirme en uno de ustedes que siguen órdenes a ciegas de personas que no se dejan ver el rostro cuando acusan a otra, quieren volverme una marioneta sin cerebro—. Kana frunció el ceño, las palabras de Eris la estaban incomodando— ¿Qué sucede si me niego? —El tono despectivo usado por Eris enfadó a Kana que abandonó su faceta de amabilidad, enderezó la espalda y la vio con la mirada más fría que le habían dedicado hasta ese momento.
—Puedes negarte, estás en todo tu derecho, si lo haces te quedarías aquí en la academia en el área de resguardo, drenaran tu energía diariamente hasta que mueras, el cristal consume energía, aprender a controlarla es lo que nos da longevidad y fuerza, enseñarte a usarla es un beneficio, no un castigo, pero si no quieres, morirás de la forma más lenta y dolorosa posible—. Eris apretó las manos conteniendo las ganas de golpear la pared o a Kana.
—Es decir que mis opciones son convertirme en un títere como ustedes o morir por un cristal que ustedes me dieron, gracias por las opciones—. el sarcasmo de las palabras de Eris terminó por irritar a Kana, el ambiente a su alrededor empezó a sentirse pesado y por alguna extraña razón un aire frio recorrió toda la celda.
—El cristal nace de tu alma, nadie te lo dio, tu fuiste quien, en un estado de agonía, rogaste por mantenerte con vida, si quieres culpar a alguien por tu destino entonces cúlpate a ti misma. Yo vine a ayudarte, a tratar de hacerte más amena la llegada, pero ya que no quieres mi ayuda entonces te dejo a tu suerte, todos los que estamos aquí estuvimos en tu situación al enterarnos de nuestro entrenamiento y al menos a ti te dieron opciones—. Kana salió de la celda sin darle tiempo a Eris de replicar, decir alguna palabra o formular una pregunta, la celda al cerrarse sonó tan fuerte que Eris se cubrió los oídos y al verla cada uno de los barrotes estaba congelado por completo incluyendo el piso y parte del techo.
Eris se levantó de la cama y tuvo que sujetarse de inmediato al no poder caminar sobre el hielo que había en el piso, desistió de la idea de acercarse a la puerta y se recostó de la cama, sacó su propio cristal y lo observó con tristeza pensando en las razones por las que había nacido aquella piedra atada a su alma. Sus pensamientos fueron interrumpidos por la voz ronca de Wataru.
—¿No te han enseñado a no molestar a quien trata de ayudarte? — Eris levantó la cabeza, Wataru se acercaba a ella con paso decidido, Eris se fijó en sus pies para ver como hacia para caminar sobre el hielo y se sorprendió de ver que con cada paso derretía el hielo a su alrededor. —Sígueme—. Eris lo vio desconfiada, no había conocido a muchas personas allí y solo había entablado conversación con Kana y Wataru, pero definitivamente la presencia de Wataru era la que más odiaba. Eris apretó las manos sujetando el borde de la cama con fuerza, trago con fuerza llenándose de valor, vio a Wataru a los ojos y con voz dudosa habló.
—Yo no quiero ser daimon— Eris esperaba una reacción agresiva o incluso un suspiro, pero Wataru ni se inmuto con sus palabras lo que la hizo molestar al ser ignorada, antes de poder decir otra palabra Wataru le respondió.
—Se determino que más que un atacante, eres una víctima de lo ocurrido en Scientia, los jueces han decidido que debes aprender a usar tu energía por tu bien, así el cristal no te drenará la energía, si no deseas entrenar entonces iremos a la zona de resguardo de la enfermería donde el equipo médico se encargará de ti, como ya Kana te explico—. Eris sintió un nudo en la garganta, esperaba conseguir una respuesta diferente, pero parecía que todos estaban repitiendo el mismo discurso. Frustrada, respiro profundo y trató de hablar con un tono de voz moderado a pesar de querer gritar.
—No quiero ser daimon, ¿no es más sencillo destruir el cristal? — Eris veía fijamente los ojos de Wataru que no cambiaban de expresión, su rostro era inmutable con sus palabras y eso la ponía de mal humor.
—Destruir un cristal te hará morir más rápido, está atado a tu alma. Si lo que deseas es morir, entonces yo puedo hacer tu deseo realidad—. Wataru extendió la mano y Eris se llenó de temor, sabía que no estaba jugando y qué si le daba el cristal, sin dudarlo él lo rompería. El miedo se apoderó de su cuerpo solo con ver la mano de Wataru, no quería morir, ni quería poner a prueba lo que le estaban diciendo, ella soltó un suspiro y agarró con fuerza su cristal.
—Tomare el entrenamiento—. Su voz sonaba asustada, Wataru solo bajo el brazo al escucharla
—Sabia decisión—. con un movimiento de cabeza le indico a Eris que lo siguiera fuera de la celda, ella esperó que él saliera y con cuidado se aproximó a la salida esperando algún tipo de seguridad, al ver que podía salir lo siguió atravesando nuevamente muchos pasillos. La academia era como un laberinto y era fácil perderse si no sabias a donde estabas yendo, Wataru caminaba por inercia, lo que le dio a entender a Eris que quizás él conocía cada uno de los escondrijos de ese enorme lugar.
El lugar al que la estaban llevando estaba, esta vez, en los pisos superiores. Al llegar a un gran recibidor ella notó cuatro puertas enormes que dividían el lugar, marcadas con un letrero en plateado por cada elemento de los daimones, "Fuego", "Tierra", "Agua" y "Aire". Sin darle tiempo a inspeccionar el lugar detalladamente Wataru la hizo caminar por la puerta señalada con el letrero "Aire". Al pasar por la puerta ella vio un largo pasillo de tres pisos de alto con puertas a los lados y en cada una de las plantas. A ella no le dio tiempo ni de contar las puertas cuando Wataru siguió su camino a paso veloz hasta detenerse frente a una puerta que decía "Eris" lo que la hizo sorprenderse.
—En esta área reposan los discípulos con cristal de aire que están en entrenamiento, los demás están en su respectiva área y cada uno tiene una habitación propia. Aquí dormirás de ahora en adelante hasta que termine tu entrenamiento y se determine si serás un daimon de campo de los que viven en templos o un académico bajo las órdenes del líder de tu profesión—. Al ver la cara de desconcierto de Eris, Wataru solo abrió la puerta de la habitación y le hizo una seña para que entrará —esas cosas te las explicaran luego, espera mañana a la persona que vendrá por ti— y sin dar tiempo de decir alguna palabra cerró la puerta dejando a Eris tan desconcertada como cuando llego, ella se resignó, sabía que él no le daría respuestas a ninguna pregunta.
El cuarto no era muy grande, pero se veía acogedora, por un instante se sintió encerrada de nuevo, se acercó a la puerta y giró el pomo sorprendiéndose al notar que no tenía seguro puesto lo que le dio una sensación de alivio, ya que por primera vez desde que había llegado no se sentía atrapada. Se acercó a la ventana y sonrió al poder abrirla y tener una visión de un jardín que en ese momento se encontraba vació, ella se recostó el marco de la ventana jugando con el cristal de su cuello girándolo mientras pensaba en lo que le depararía su destino de ahora en adelante, un viento cálido le alboroto un poco el cabello y un pensamiento invadió su mente. De ahora en adelante sería un daimon, y el chico que había encontrado también lo era, lo que significaba que aumentaba sus posibilidades de verlo nuevamente. Pensar en eso la emocionó, sintió un calor inusual sobre sus mejillas y sonrió tontamente al pensar en esos ojos verdes que la habían cautivado.
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