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Refuerzos

En las mazmorras del castillo estaba Xotzal, perdido en sus pensamientos ignorando todo el dolor que hasta ese momento le habían provocado. No sabía exactamente que querían con su sangre, pero era algo que ya no le importaba. Estaba colgado por las muñecas con una cadena de metal que se las lastimaba al estar suspendido y tener que soportar todo su peso. En la habitación no entraba la luz del día por lo que el paso del tiempo era algo que desconocía en ese momento.

Estaba rodeado de celdas llenas de personas que desde el momento que lo habían colgado allí lo veían con desprecio. Spica se había encargado de decirles lo que había hecho. Esas personas eran habitantes del reino, los que la estaban pasando mal por su ausencia. Habían aguantado sequias y largos periodos de hambruna y guerra. Al escuchar que Xotzal se había entregado voluntariamente por una mujer ellos sintieron que vendió el reino. Aunque su opinión no le importaba.

Le habían drenado la energía y sin su cristal, recuperarse se le hacía más complicado, su cuerpo empezaba a sentir los efectos secundarios y la maldición que lo acompañaba desde su nacimiento nuevamente empezaba a activarse. Podía sentir como lentamente cada uno de sus órganos empezaba a causarle dolor, uno que había aprendido a controlar con los daimones y era la razón por la que tomaba tanto té: consumía más energía que los demás.

Desear que todo terminara no iba a hacer su tortura más corta. Sin embargo, el dolor físico no era nada comparado con el dolor que sentía en su corazón, había hecho todo lo posible por salvar a Tesile y en ese punto no sabía si lo había logrado, así que ese dolor que sentía por todo su cuerpo era merecido, o eso era lo que él pensaba. Recordaba una y otra vez el momento en el que le hizo daño a Tesile al rechazarla en la misión en Koh, la flecha que había arrojado contra ella al intentar exterminarla, como rompió su corazón y finalmente su fracasado rescate.

El chirrido que hacía la puerta al abrirse marcaba el inicio de una nueva sesión de dolor. Spica se paró frente a él como siempre lo hacía intentaba provocarlo, pero Xotzal se sentía desconectado. Escuchaba las palabras que salían de la boca de Spica, pero su cerebro no era capaz de interpretarlas.

—¿Sigues molesto conmigo? Yo cumplí mi parte del trato, te devolví a la chica —Spica le levantó el mentón para que lo viera a los ojos y lo único que encontró fue la mirada perdida de una persona que había renunciado a todo, lo que causo que Spica se carcajeara.

La puerta volvió a sonar y por ella entró una persona que hasta ese momento Xotzal no había visto, un hombre de avanzada edad con el cabello despeinado y canoso se acercó hasta Spica, el joven de ojos morados y el hombre de la guadaña lo acompañaban. Este vio a Xotzal con unos cansados ojos rojos, sonrió complacido como si tuviese frente a él a un espécimen nuevo por descubrir. Su boca estaba cubierta por un poblado bigote canoso que no dejaba ver la sonrisa que probablemente tenía dibujada. Lo más extraño en ese hombre no eran los ojos rojos que parecía que todos tenían, sino un tatuaje de una serpiente enrollándose por todo su brazo.

—Te habías tardado demasiado ADN, ¿Qué te retrasó tanto? —Spica lo observaba mientras el anciano rodeaba a Xotzal hasta detenerse detrás de él y colocar la mano sobre una cicatriz de quemadura que cubría gran parte de su espalda.

—Culpa a Mizar, cada vez me lleva más tiempo reparar a mi experimento y limpiar el desastre, piensa que es un juguete.

El hombre con la cicatriz en la cabeza resopló molesto por el comentario. Se detuvo frente a Xotzal y se rio a carcajadas liberando parte de su molestia.

—De una u otra forma ibas a terminar aquí. ¿Por qué no aceptaste mi propuesta esa vez? De haberlo hecho hubiese capturado a la chica para ti y así hubieses desatado toda la lujuria contenida por tu maldición en ella.

Al terminar la última palabra Mizar sintió un fuerte golpe en la cara que lo tomó por sorpresa y lo hizo golpear con fuerza contra una de las celdas que lo rodeaban, al levantarse y sacudirse se encontró con la mirada llena de ira de Xotzal, parecía un animal preso de sus instintos a punto de atacar a su presa. Mizar se acercó con rapidez y fue detenido por Spica.

—Deja de jugar Mizar, tú tienes la culpa por provocarlo. Es exterminador, ¿pensabas que por estar colgado no iba a reaccionar?

Xotzal lo miraba analizando cada uno de sus movimientos. Su respiración se hacía más rápida y dificultosa por el uso de la energía que había aplicado en levantar su cuerpo para patearlo. ADN gritó de felicidad mientras clavaba una aguja en la columna de Xotzal que cambio su expresión apretando los dientes conteniendo un grito de dolor, ni todo su entrenamiento como daimon lo habían preparado para el dolor que estaba sintiendo.

—Gracias a la imprudencia de Mizar tenemos la respuesta Spica, observa esto. —Curioso Spica se acercó para ver lo que ADN le mostraba, en la jeringa llena de sangre había pequeñas manchas azules que no se mezclaban con el tono rojizo característico de siempre. —la presencia del agua de la cascada es notoria cuando su vida está al límite. Aplica el mismo principio que Toga.

ADN observaba la jeringa, complacido por lo que había obtenido y torpemente guardo la jeringa en una caja metálica dentro de la bata que cargaba. Le extendió la mano a su experimento que le entregó un maletín metálico. Él empezó a rebuscar entre una gran cantidad de frascos hasta conseguir lo que tanto buscaba, colocó el contenido en una jeringa y se la inyectó a Xotzal en el cuello.

—Con esto vamos a suprimir la capacidad de regeneración de energía, cuando su cuerpo llegue al límite por el dolor de la maldición podremos obtener el agua que se transmite de generación en generación en su sangre.

—¿Eso no lo va a matar? Muerto no nos va a servir para lo que queremos. —Spica observaba lo que ADN hacia con tanta emoción.

—La maldición no lo dejara morir, este chico no se ha reproducido por lo que gracias al poder de Sato lo mantendrá con vida. Sufrirá el dolor, pero no morirá. — Spica sonrió complacido y le palmeo la cara a Xotzal.

—Contenerte todos estos años con la chica que amabas nos trajó grandes frutos, muchas gracias por tu colaboración su majestad.

El desprecio en el tono de voz de Spica pudo ser percibido incluso por los prisioneros que observaban todo desde la oscuridad. Algunos con terror y otros con curiosidad. Todos salieron de la habitación dejando a los prisioneros observando como las manos y los pies de Xotzal empezaban a temblar cada vez más por el dolor que intentaba contener. Las muecas de dolor dejaban en evidencia que lo que estaba viviendo era una tortura interna. A pesar del desprecio que sentían por lo que Xotzal había hecho no deseaban que nadie pasara por aquel dolor. Conocían la maldición del reino, pero nunca la habían visto de primera mano, y era aterradora.

Tesile abrió los ojos lentamente al escuchar una discusión al fondo. ¿Quién estaba gritando y por qué? El cuerpo le dolía, se sentía desorientada y al fijar la vista, pudo ver una tienda de tela sobre ella. Giró la cabeza y la duda se le despejo de inmediato. Eris estaba gritando y tratando de atacar a Yukami que la sostenía por las manos. ¿Cómo había llegado hasta allí? Sintió que la abrazaban y al mover sus manos se dio cuenta que ya no tenía las cadenas en las muñecas.

—Tes, me alegro que despertaras. —la voz quebradiza de Haiyuu la hizo sonreír un poco. Verlo tan herido le destrozó el corazón, aunque ya tenía puesta la camisa del uniforme ella veía los vendajes debajo de ella y su rostro seguía hecho un desastre.

Haiyuu la ayudó a sentarse y ella pudo ver mejor lo que estaba ocurriendo. En la tienda no solo estaban Yukami, Eris y Haiyuu, al lado de su cama estaban Kenji y Taro de pie observando la situación sin intervenir. Tesile escuchó un golpe y volteó a la entrada donde estaba Eris en el piso agarrando la tierra con fuerza mientras Yukami la observaba con ira.

—Ignóralos, han estado discutiendo desde hace rato. —Haiyuu le sonreía realmente feliz de verla a salvo. Ella se vio las muñecas que ya tenía vendadas. —El maestro Taro te salvó. —ella negó y Haiyuu ladeo un poco la cabeza. Tesile escupió en sus manos haciendo que Haiyuu se apartara un poco, al ver lo que había escupido entristeció. Tesile agarró con fuerza el cristal lleno de saliva que tenía en sus manos.

—El maestro Taro me sacó de allí, pero no fue quien me salvo—. la voz de Tesile se quebró y empezó a llorar, al escucharla Yukami se aproximó a la cama no sin antes dedicarle una mirada de furia a Eris que seguía en el piso con una clara ira contenida.

—¿Cómo te sientes Tesile? — ella se quedó en silenció un momento, todos la estaban observando esperando que contara lo que había sucedido, ella repasaba en su mente cada instante de lo que había vivido, cada frase escuchada, cada sensación. Yukami fijó su vista en el cristal que tenía en las manos y su mirada se entristeció, Tesile al darse cuenta intentó agarrarlo del uniforme con rabia.

—¡Lo sabias! —Haiyuu la agarró evitando que atacara a Yukami que solo había dado un paso atrás y se mantenía tranquilo observándola. —¡Habla! Tu les dijiste, lo vendiste ¿a cambio de qué?

—¿De que estas hablando Tesile? ¿puedes explicar mejor tu acusación? —ella volteó a ver al maestro Taro que interrumpió la conversación con un tono sereno. Sin darle importancia a estar frente a dos maestros Tesile se arrodilló en la cama y creó una gran roca para arrojársela a Yukami, pero antes de lanzarla, Taro la deshizo con solo tocarla. Ella lo vio llena de frustración.

—Yukami lo sabías, vivía contigo, les dijiste que era el heredero de Kato que estaban buscando. Les dijiste lo ocurrido en mi exterminación. ¿Qué te ofrecieron?

—Yo no lo vendí, jamás traicionaría a un amigo —el tono y la mirada de Yukami asustó un poco a Tesile que se calmó y se sentó sin apartar la vista de él.

—Entonces, ¿Por qué no lo detuviste? — Tesile empezó a llorar ruidosamente aferrándose al cristal en sus manos. Yukami se quedó en silencio sintiendo las miradas sobre él.

—Él tomó una decisión. Quería hacer lo correcto y yo lo respete. —Yukami vio a Kenji a los ojos que hasta ahora se mantenía en silencio de brazos cruzados. —y voy a aceptar el castigo y las consecuencias junto con él.

Kenji no le contestó a Yukami, pero su mirada bastaba para que este apartara la vista de inmediato. Taro se sentó en la cama donde estaba Tesile y le acarició la mano. Ella no podía ver su rostro, ya que siempre lo llevaba cubierto, pero sentía las intenciones por consolarla.

—Explícame algo, ¿Por qué te agarraron a ti para atraerlo a él? ¿Cuál es la conexión que hay entre ambos?

Ella se limpió las lágrimas con fuerza, quería responderle, pero el dolor de perderlo no la dejaba. Taro esperó que ella se recompusiera, al no lograrlo Haiyuu la atrajo hacía si refugiándola entre sus brazos y le acarició el hombro.

—Tesile es la chica que ama. Xotzal incluso fue en contra de las ordenes de su maestro por ella. —Taro ladeo la cabeza —no tengo clara las cosas, pero hace dos años nos debían exterminar y él le permitió escapar.

—¿Ah sí? —Taro volteo a ver a Kenji en busca de respuestas, Haiyuu lo vio sin fijarse en sus ojos para no sentirse intimidado, al no poder mantener la vista en él volteó a ver a Yukami.

—Lo he visto golpear enemigos a una distancia mayor a la que estaba Tesile, si no la dejo escapar a propósito no sería un exterminador externo.

Todos se quedaron en silencio por un momento. Kenji veía fijamente a Taro que solo asintió, sacó de su uniforme una inyectadora llena de un líquido transparente, tomó el brazo de Tesile y le colocó la inyección.

—Nuestra prioridad es ir a salvarlo, sin involucrar al reino. Kenji tu eres el líder de los exterminadores, tu das las ordenes ahora. —Kenji solo suspiró.

—Me encargaré de Eris cuando acabemos la misión. —todos voltearon y se dieron cuenta que Eris ya no estaba con ellos. Yukami se dio cuenta que había cometido otro error y sus manos empezaron a temblar, se giró hacia Kenji y le hizo una reverencia. Antes de poder pronunciar cualquier palabra Kenji le puso la mano en el hombro. —Vamos por Xotzal.

—Déjeme ir con usted. —Tesile lo interrumpió de inmediato y se levantó de la cama casi rogándole con la mirada. —Asumiré el castigo maestro, déjeme ir. —Tesile apartaba a Haiyuu que intentaba detenerla. Kenji vio de reojo a Taro que estaba sentado en la cama con las piernas cruzadas casi disfrutando la situación por alguna razón.

—Vamos a llevar a los dos rastreadores, yo me las arreglare con su maestro y su líder— Taro se bajó de la cama mientras Tesile y Haiyuu lo veían estupefactos. —Seguirán mis órdenes y rescataremos a Xotzal. Bueno ustedes lo van a rescatar, son mejor rastreando. Mientras Kenji, Yukami y yo nos encargaremos de los enemigos.

—Con todo respeto maestro, deje a Tes aquí, yo rastreare a Xotzal— Haiyuu trataba de disimular la preocupación escondida en su voz —ella acaba de llegar y esta herida, no ha recuperado su energía todavía.

—Eso no es problema —Taro lo interrumpió. —Ella tiene un cristal lleno de energía en sus manos, y su legítimo dueño no tiene problemas en dejar que lo use.

Tesile vio el cristal de Xotzal, tragó con fuerza y lo colgó en su cuello sintiendo la energía del mismo recorrer todo su cuerpo. La piel se le erizó al sentir una parte del alma de Xotzal conectada con ella. era una sensación extraña, pero agradable. Sentía en carne propia la calidez que siempre veía en sus ojos y eso la llenó de nostalgia. Esa sensación le terminó de dar el impulso que le hacía falta, no importaba si al final del día volvía a ser rechazada, no iba a dejar que él se pusiera en peligro solo por salvarla a ella. si llegaba a tocar la reliquia perdería a su amigo para siempre y eso no lo iba a permitir.

Ellos escucharon el plan de Taro para salvar a Xotzal, dejando relucir porque era daimon desde hace tanto tiempo ganándose el respeto de los daimones lideres al ser un estratega nato. Haiyuu y Tesile entrarían al castillo mientras ellos se encargaban de Spica y de sus hombres. Gracias a su dominio con la energía podían detectar cuantas personas había dentro y llamar su atención hasta que encontraran a Xotzal, su habilidad de rastreo les permitiría hacerlo en menos tiempo y de forma más discreta. Tesile al ser un daimon de tierra podría abrir camino sin involucrar a los guardias del castillo. Las ordenes eran claras: no lastimar a ninguno de los que no estuviese involucrado y rescatar a Xotzal.

Tesile agradecía tener a Haiyuu a su lado, no se sentía con el valor suficiente para hacer una hazaña como esa ella sola y Haiyuu siempre había demostrado ser más valiente que ella. para no detenerse por el dolor de sus heridas Taro había puesto en ambos un medicamento que usaban los daimones médicos para suprimir el dolor y hacer los tratamientos sobre ellos mismos, a Tesile las consecuencias ya no le importaban, tenían que ayudar a su amigo.

Solo tenían que esperar el momento adecuado para colarse dentro del castillo y sacarlo de allí. No podían sentir su energía, ni siquiera su reserva y Tesile pensaba lo peor. Ella agarró con fuerza el cristal de Xotzal, Haiyuu le colocó la mano en hombro y ella asintió dispuesta a ser quien lo rescatara esta vez.



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