Misterio en la biblioteca
Dos meses ya habían pasado desde que Eris había llegado a la academia y había comenzado su nueva vida, había estado entrenando junto a Mizuni todos los días bajo la supervisión de Sho y aunque había visto a pequeños niños entrenar, su maestro nunca las dejo involucrarse con ellos para que no se sintieran mal, por la diferencia de aprendizaje y decayeran en su avance. Él les aseguraba que aprender a dominar la energía era muy diferente cuando eran niños. Mizuni iba con ella a diario a la biblioteca, parecía que su maestro amaba dejarle muchas actividades para mantenerlas ocupadas.
Las pastillas que Kana le había dado la ayudaban a conciliar el sueño, dormir más tranquila y por su mejoría con la energía había logrado silenciar a la niña que veía mientras entrenaba, sin embargo, seguía haciéndose presente algunas noches en sus sueños. No había recibido noticias de su caso y aunque se lo preguntaron siempre, su maestro les decía que ninguna estaba lista aún para graduarse, y a pesar de que se sentía cómoda, se frustraba de hacer lo mismo todo el tiempo.
Ese día después del entrenamiento, ambas, como siempre, se fueron a la biblioteca a terminar las tareas que su maestro les enviaba, mientras lo hacían escucharon a un grupo de niños consolando a una niña más pequeña, llenas de curiosidad trataron de agudizar su oído para descubrir que había sucedido, por lo que pudieron escuchar la niña se quería ir de la biblioteca porque había escuchado que allí había un monstruo, los niños aunque trataron de convencerla de que era solo un cuento no lograron su cometido y se marcharon junto con ella para hacerla sentir mejor.
—Pobre niña, la entiendo a mí también me da miedo estar aquí y mucho más después de la presencia que sentimos aquella vez—. Eris levantó la vista y se río un poco de Mizuni, aunque la quería mucho y le agradecía todo lo que hacía por ella, Eris sabía que Mizuni era muy miedosa.
—¿Olvidas que no fue ningún monstruo? Fue solo el maestro Sho— Eris les restó importancia a las palabras de su amiga, pero no pudo evitar reírse un poco por lo bajo.
—No me digas que no te asustaste de la presencia que sentimos antes de que llegara el maestro, incluso tú la sentiste con la poca experiencia sobre energía que tenías en ese momento, sabes muy bien que esa no era la energía del maestro Sho.
Eris levanto la vista hacia Mizuni que la veía llena de indignación, resopló e intentó calmar a su amiga. Sabía que no era la energía de su maestro, pero muchos le habían repetido constantemente que en el Tivela se sentían cosas que en el mundo secular no se podía.
— Mizuni no sabíamos usar la energía bien, confundimos la presencia del maestro con cuentos para niños, nuestra mente nos jugó una mala pasada— Mizuni la vio algo molesta porque ella seguía convencida de lo que decía.
—Te digo que es real y si no me crees ¿Por qué no vas tú misma al lugar donde vive el monstruo? Te digo que se escuchan ruidos raros— Eris cerró el libro prestando atención a lo que Mizuni le estaba contando.
—Si tanta confianza tienes de que es real, iremos a la parte profunda de la biblioteca esta noche y te demostraré que no hay nada que temer, a menos que seas una cobarde— Eris solo estaba jugando con su amiga, por primera vez se sentía en confianza de poder jugar con alguien, pero no esperó que Mizuni se lo tomara en serio.
—¡No soy cobarde! Iré contigo... pero que sea rápido ¿Sí? — Eris solo soltó una risa burlona hacia su amiga, ¿de verdad iba a ir con ella? Solo eran cuentos de niños, pero no podía negar que le daba curiosidad y le llamaba la atención hacer algo diferente a su rutina diaria que ya la estaba aburriendo.
Esa noche ambas se quedaron más tiempo en la biblioteca, Mizuni veía hacia las ventanas observando cómo el sol se escondía poco a poco bañando a la biblioteca con una luz amarillenta que indicaba que se acercaba la hora de cerrar, al encontrarse con la mirada de Eris volvía a los libros para mostrarle su valentía.
En cuanto todo obscureció y dejo a la biblioteca desprovista de luz natural ambas empezaron a guardar los libros que habían usado, prestando atención a los demás que empezaban a retirarse. Eris miraba ocasionalmente a Mizuni para que no se arrepintiera de su pequeña aventura. Al encontrarse totalmente solas emprendieron su camino hacia lo más profundo, donde había no solo más libreros sino además menos luz. Se podía notar a primera vista que casi nadie iba por esos pasillos, ya que el polvo se estaba apoderando de los libreros, los libros e incluso el piso.
Ambas iban atentas al más mínimo sonido que pudiese perturbarlas, o a alguna presencia que las estuviera acechando, increíblemente Eris se sentía más segura allí que en sus propios sueños. Una extraña sensación de calma se apodero de ella, Mizuni por el contrario iba nerviosa, no soltaba el brazo de Eris y caminaba dudosa, no quería aceptarlo, aunque se notaba que estaba aterrada.
Al llegar a la zona más profunda vieron una barandilla de madera evitando que pudiesen bajar al piso inferior que estaba completamente obscuro. Buscaron con la mirada alguna escalera, pero no había nada parecido cerca de ellas. Se asomaron por la barandilla y se percataron que abajo había más libreros, por lo que era deducible que abajo continuaba la biblioteca. Ese era el lugar donde, según los cuentos de pasillo, vivía el monstruo. Ya estaban dispuestas a irse ya que no había nada interesante allí, más que libros sucios y viejos, pero un sonido fuerte llamó la atención de Eris.
Mizuni se asustó al escuchar el sonido y al intentar jalar a Eris no pudo moverla, ella tenía la mirada fija en la obscuridad, podía sentir que alguien la estaba llamando, algo dentro de ella le repetía que bajara, una sensación como un fuego ardiente empezó a surgir en su pecho. Una punzada indolora cruzó por su cabeza y agarró con fuerza la barandilla. Al intentar subirse Mizuni la detuvo.
—¿Qué crees que estás haciendo?
—Tengo que comprobar que realmente no es verdad, que aquí no hay ningún monstruo, además algo me está llamando allá abajo Mizuni, algo que sabe quién soy.
Sin esperar respuesta de su amiga Eris se lanzó hacia el vacío sin pensarlo mucho. El golpe que se dio contra el piso la hizo arrepentirse de no pensar mejor las cosas. Se levanto, se sacudió y volteo a ver a Mizuni en la parte superior, estaba preocupada y nerviosa, antes de pedirle que se retirara, Eris se sorprendió de verla lanzarse por la barandilla y caer sobre ella.
—Lo lamento, pero no iba a dejarte bajar sola, estamos juntas en esto.
Eris estaba agradecida por la compañía de Mizuni, el lugar estaba tan obscuro que tuvieron que esperar que sus ojos se acostumbraran para poder caminar con tranquilidad, estuvieron recorriendo los pasillos que solo estaban llenos de más libros, no se podían leer los títulos por lo que no sabrían porque se encontraban en ese lugar. La voz que había llamado a Eris había cesado, ellas solo podían escuchar un pitido en sus oídos a causa del silencio.
En cuanto pusieron marcha a la salida una luz tenue llamo la atención de ambas, al fondo entre los libreros se veía un haz de luz apenas perceptible, pero entre tanta obscuridad era imposible ignorarlo. Eris, curiosa, se volteó con la intención de ir a averiguar, pero Mizuni le agarró el brazo con fuerza.
—Solo quiero saber de dónde proviene la luz, prometo que será rápido.
Mizuni quería debatir la decisión de su amiga, algo en ese lugar no le daba buena sensación en el cuerpo, pero Eris estaba tan decidida que se soltó de Mizuni y se dirigió a la luz como un insecto atraído por ella. Dispuesta a no dejarla sola, la alcanzó y le agarró el brazo para acompañarla. Caminaban en silencio, cuidando cada uno de sus pasos. Mientras más se acercaban la luz se hacía más potente.
Al girar en uno de los libreros, descubrieron el origen del resplandor. Una habitación en medio de la biblioteca se hizo presente, parecía vacía, dentro predominaba el color rojo en cada uno de los muebles, el lugar parecía limpio lo que les indicaba que alguien vivía allí. Curiosa Eris entró lentamente a la habitación, Mizuni sabía que en ese punto nada la haría retroceder por lo que desistió de evitar que entrara.
En la mesa había una taza de té caliente medio vacía, Eris paso a un lado viéndola detenidamente observando su reflejo en el líquido de la misma. Un ruido al fondo la sacó de sus pensamientos y la hizo voltear en la misma dirección. Una puerta que no había notado antes se movía lentamente como si alguien hubiese entrado recientemente, Mizuni le susurraba que no entrara, pero sus palabras eran en vano ya que la curiosidad de Eris era más grande.
Con el corazón latiendo a mil por hora Eris empujó lentamente la puerta, preparándose para cualquier cosa que estuviese dentro, a esas alturas ambas estaban más que convencidas que en ese lugar vivía alguien que no quería ser visto. Al abrir la puerta se llenaron de decepción al encontrarse con un dormitorio vacío. Nada respondía la pregunta que Eris se estaba formulando.
—Será mejor que volvamos.
Eris quería averiguar lo que estaba pasando, quería saber cómo se había encendido la luz, quien se estaba tomando el té, pero sobre todo quien la estaba llamando, sin embargo, su amiga tenía razón, ya no tenían nada que buscar, era mejor marcharse. Al girarse para salir sintieron que el corazón se les había detenido, se sintieron heladas de terror al tener frente a ellas una enorme bestia de cuatro patas, su largo pelaje blanco no evitaba que se le pudieran ver las orejas puntiagudas y dos colmillos sobresaliendo de su hocico, mientras las observaba detenidamente con unos hermosos ojos con heterocromia parcial doble que daban una encantadora combinación entre verde y azul.
Ambas estaban paralizadas del miedo, Eris sentía que la saliva no le pasaba por la garganta, pero debía recomponerse y buscar una salida, aunque era difícil ya que la bestia media al menos un metro y medio de alto, sus largas garras indicaban que estaba listo para atacar en cualquier momento, parecía que solo estaba esperando el momento justo para iniciar su ataque. Eris observó la habitación buscando algo que pudiera ayudarlas a escapar.
Tomó aire con dificultad, agarró la mano de Mizuni y se dispusó agarrar la taza de té que había en la mesa. La arrojó sobre aquella bestia que al sentir el calor de la bebida en su rostro gruñó de dolor limpiando con sus patas sus ojos, dándoles la oportunidad que necesitaban para correr y huir de allí.
Eris jaló a Mizuni buscando la salida de lo que ahora parecía un laberinto de libreros, Eris podía escuchar los pasos de la bestia corriendo detrás de ella, necesitaba perderlo, que algo les diera tiempo para escapar. Al cruzar unos libreros, a pesar de la obscuridad, pudo ver entre ellos un armario, Eris no podía asegurar si había estado siempre allí, pero agradecía encontrarlo. Para su suerte estaba abierto y lo usaron para esconderse.
—Yo sabía que no era buena idea venir— la voz temblorosa de Mizuni resonaba por el armario, Eris le cubrió la boca al escuchar a la bestia acercarse hasta donde ellas estaban, el corazón de ambas latía tan fuerte que temían que la bestia las escuchara. Por la única rendija del armario podían ver como la bestia olfateaba buscándolas. Un ruido fuerte hizo que este levantara la cabeza y saliera corriendo alejándose de ellas.
—Parece que se marchó— Eris revisaba el lugar con la poca visibilidad que tenía, no quería arriesgarse a ser encontrada, si quería que ambas salieran de allí ilesas ese era el momento de escapar, pero ahora tenían frente a ellas otra dificultad, el armario no se abría.
—Se atoró— la voz de Mizuni ya no era tan quebradiza, pero se notaba el miedo que tenía, al no poder abrir la puerta su nerviosismo solo fue en aumento, Eris la ayudó a abrir la puerta, pero era inútil, estaba totalmente sellada.
—Busquemos algo con que abrirla— Tanteando en la obscuridad Eris empezó a buscar algo que le fuese de utilidad para abrir, al rebuscar en el fondo encontró un botón camuflado entre la madera del armario, al pulsarlo una trampilla se abrió dejando ver un largo pasillo con una luz. Mizuni y Eris intercambiaron miradas, ambas tenían miedo de entrar, pero esa parecía su única salida.
—Yo iré— Mizuni tragó con fuerza tomando valor al pronunciar esas palabras, Eris la detuvo sosteniéndola de la mano.
—Yo te metí en esto, yo iré, vigila que esa bestia no entre— Aunque no estaba segura de lo que decía Eris quería tomar la responsabilidad de sus acciones, había cometido un error al arrastrar a su amiga a ese lugar que cada vez se ponía más tétrico, y ella iba a solucionarlo. Con paso dudoso empezó a transitar el pasillo ante la expectativa de lo que podría encontrarse al fondo.
Al llegar al final sintió un hedor que le revolvió el estómago de inmediato, el lugar estaba vacío, pero se notaba que alguien lo usaba, había hojas tiradas por el suelo de forma desordenada, al igual que muchos rayones en las paredes hechos con rabia por lo profundo del trazo. Lo que más sorprendió a Eris y la dejo inmóvil fue un gran tubo lleno de líquido verde en el que flotaban algunos pedazos de cuerpos. A un lado había algunos vasos de precipitado con fetos a medio formar.
—¿Qué clase de cosas hacen en este sitio?
Eris estaba totalmente congelada al punto que había olvidado para que había ido allí. El sudor empezó a correr por su espalda y su respiración empezó a acelerarse; una voz la llamaba muy a lo lejos, sintió que le agarraban el cabello y al girarse vio a la niña con una mirada de ira en su rostro. Eris dio un paso atrás y en su mente escuchó claramente como con voz muy fuerte gritaban una orden «Merak acaba con ella» al escuchar esas palabras mientras veía los ojos de la niña sintió como le ardía la sangre de todas sus venas. Un fuerte dolor en el pecho la hizo arrodillarse, no quería quitarle la mirada de encima a la niña por si decidía atacarla, pero sentía que el pecho se le abría en dos pedazos.
Su respiración se volvió errática, el calor que sentía en las venas aumentaba con cada paso de la niña y con cada repetición de la orden que podía escuchar. Sentía que en cualquier momento la cabeza y el cuerpo le explotaría, se cubrió las orejas intentando callar la voz en su mente.
—¡Basta!
Una mano fría se posó sobre su hombro, ella la apartó de inmediato evitando que la niña la atacara, todo quedo en silencio al levantar la cabeza y encontrarse con los ojos preocupados de Mizuni, Eris de inmediato la abrazó buscando la protección de su amiga, necesitaba saber que ella era real, que estaba a su lado y que estaba segura. Mizuni le acaricio la cabeza para calmarla.
—Vamos a salir de este lugar, logré destrabar la puerta
Eris asintió en silencio, se levantó limpiando las lágrimas que empezaban a correr por sus mejillas y siguió a Mizuni a la salida. Efectivamente el armario estaba abierto lo suficiente para poder asomarse y asegurarse que la bestia no estaba cerca sin que pudiesen ver desde fuera que ellas estaban allí. Después de cerciorarse que estaban solas, Mizuni sacó a Eris del lugar jalándola de la mano. Eris agradecía que en ese momento su amiga se llenara de valor para sacarla, sus piernas no le respondían y solo andaban por inercia. La imagen del lugar que había visto seguía en su mente atormentándola y estaba segura que de nuevo tendría pesadillas.
Al llegar a la entrada ambas observaron la barandilla, pensando en la mejor forma de subir sin ser descubiertas, no tenían muchas opciones y tenían que pensar rápido. —Yo puedo usar mi energía para sacarnos de aquí estoy más calmada que tu— Eris quería debatir con su amiga, pero no se sentía con ganas de ver a la niña al intentar usar su energía.
Mizuni creo una cuerda de agua por la que ambas pudieron salir. Al llegar arriba se detuvieron un momento para que Mizuni se recompusiera por el uso de su energía. Ambas se recostaron de uno de los libreros sin quitar la vista de la barandilla por si la bestia subía. Eris se abrazaba a sí misma, al verla Mizuni le puso la mano en el hombro dándole a entender que no estaba sola.
—Aquí hacen cosas horribles Mizuni, algo están escondiendo los daimones, en ese lugar había fetos y partes de una persona. —al escucharse a sí misma recordó lo que había visto y las náuseas le regresaron. Mizuni preocupada le acaricio la espalda. —¿alguna vez has visto algún daimon envejecido? — la cara de Mizuni le dio a entender que no sabía a qué se refería —quizás hacen algo aquí para evitar en envejecimiento, debemos hacer algo o las próximas podríamos ser nosotras— Eris se levantó de inmediato sorprendiendo a Mizuni por su capacidad de recomponerse tan rápido.
—¿Qué quieres hacer al respecto? —Mizuni la siguió a la salida de la biblioteca —esa bestia debe estar aquí para evitar que los demás sepan, si hacemos algo podríamos ser cazadas por esa cosa. —Mizuni corría para alcanzar a Eris que aumentaba la velocidad de sus pasos ignorando sus palabras.
—El maestro Sho, no nos va a creer, y el maestro Wataru tampoco— Eris caminó más deprisa hacia la salida haciendo que Mizuni casi corriera para estar a su lado —la maestra Kana es nuestra única opción, a pesar de todo es la más racional que he conocido, iremos con ella y le pediremos ayuda— Mizuni la veía preocupada, su cara indicaba que pensaba que Eris se había vuelto loca.
—Espera, ¿Cómo piensas contarle de todo lo que vimos? Tendrías que explicarle que estábamos en un lugar donde no debíamos estar— Mizuni fue interrumpida cuando ella y Eris chocaron contra alguien tan fuerte que las hizo caer sentadas en el piso. Ambas se congelaron al ver que frente a ellas había un daimon de uniforme rojo. Eris se emocionó por un instante al recordar los ojos verdes que la habían ayudado su primer día, y tenía la esperanza de volver a verlo, sentía que era su salvador en las peores situaciones.
Sin embargo, su ilusión fue rota de inmediato al verlo directo a los ojos, prefería encontrarse con la bestia que con el daimon que tenía frente a ella. su presencia era muy pesada, le daba un terror parecido al que le producía Wataru, pero de una forma diferente, se sentía como una presa bajo la vista de su cazador sin esperanza de sobrevivir. Unos ojos azul marino estaban fijos en ella casi escudriñando su alma. El rostro inexpresivo de aquel daimon le daba una sensación de incomodidad a Eris, a pesar de tener los ojos algo ocultos por el largo cabello negro que caía perfectamente por sus hombros Eris sentía la mirada fija en ella, más específicamente en su brazalete. Ella y Mizuni se levantaron de inmediato y los ojos de ambos quedaron a la misma altura, ella vio de reojo que en el hombro del daimon había dos líneas en dorado que de alguna forma la preocuparon. Su piel pálida contrastaba con el color rojo del uniforme dándole a Eris una sensación de peligro muy preocupante, a pesar de su contextura delgada ella estaba, por alguna razón, muy segura que no estaba a salvo si él decidía atacar. Sentía que el corazón no le latía y que sus pulmones habían dejado de funcionar. En su mente una voz le repetía que debía tener cuidado.
Mizuni tomó a Eris de la mano y la jaló de inmediato, lo que para Eris fue una eternidad para Mizuni fueron apenas segundos, Eris se giró y se fijó en los ojos azules que la veían sin parpadear, antes de perder el contacto visual en la esquina de la biblioteca vio como este desaparecía en un parpadeo. Mizuni la jalaba con fuerza aumentando la velocidad con cada paso. Al estar lo suficientemente lejos Mizuni la soltó respirando entrecortadamente por el cansancio.
—¿Estás loca? No te quedes de pie frente al líder exterminador mientras huimos del lugar donde no debemos estar, ¿Qué harás si lo mandan a silenciarte? — la preocupación en la voz de Mizuni le dio a entender a Eris que hablaba muy en serio. El miedo que había sentido tenía mucha lógica si lo pensaba de esa forma. Ese daimon era el líder de todos los exterminadores, el mejor de todos, superado solo por los jueces.
—Tienes razón, lo lamento— Eris había puesto en peligro a su amiga más de una vez ese día y en verdad se sentía muy mal por eso. —mejor volvamos a nuestras habitaciones, mañana hablare con la maestra Kana antes de que ese daimon nos mande a buscar— Eris se despidió de su amiga y se fue a su habitación cerrando la puerta con seguro, aunque sabía que eso no podría detener a un daimon al menos le daba una falsa sensación de tranquilidad.
Intentó por un largo rato conciliar el sueño, pero las imágenes de todo lo que había visto volvían a su mente espantando el poco sueño que lograba recaudar. Sacó de la mesa de noche el envase con pastillas que Kana le había dado. Al día siguiente iría por más y aprovecharía para contarle todo lo que había visto. Las pastillas no hacían efecto de inmediato, pero al pensar en el daimon que se habían encontrado recordó los hermosos ojos verdes de su salvador y una sonrisa se dibujó en su rostro, quería volver a verlo y hasta ahora no había tenido la oportunidad de encontrarlo, pero no se iba a rendir. El sueño se apoderó de ella mientras pensaba en el joven misterioso dándole pocas horas de descanso antes de que las pesadillas regresaran haciéndola revivir una y otra vez lo ocurrido en la biblioteca.
Preocupada por lo que podría ocurrir, se levantó en cuanto los primeros rayos de sol se asomaron por su ventana. Se asomó al pasillo con el temor de encontrarse al líder de los exterminadores allí, pero para su suerte todo estaba vacío. Con paso decidido salió para encontrarse con Mizuni en el comedor. Ninguna de las dos quería mencionar el tema, por lo que esa mañana la comida fue más silenciosa de lo usual. Después de entregar los platos sucios e intercambiar un par de veces la mirada, Eris se decidió a decirle a su amiga lo que haría.
—Mizuni, iré yo sola a hablar con Kana, no quiero meterte en más problemas —Eris fue interrumpida por Mizuni que le jalo la manga señalando a su maestro que se acercaba con una seriedad inusual en él. Ambas se preocuparon, existía la posibilidad de ser regañadas por Sho al estar en un lugar que no debían. En cuanto estuvo cerca ambas hicieron una reverencia para disimular lo ocurrido.
—Mizuni, Eris, vengan conmigo, hay algo importante que debemos hablar— Eris tragó con fuerza, estaban metidas en un problema muy grande y no sabía si lo mejor era contarle todo a su maestro o dar una excusa del porque estaban en el área profunda de la biblioteca. Sho no les dio tiempo de formar una excusa conjunta, ya que las llevo a través de los pasillos en silencio. Se detuvo frente a una puerta en el corredor y golpeo un poco para anunciar su presencia.
En cuanto entraron a la habitación el corazón de Eris se aceleró de inmediato. Dentro estaban dos daimones que las veían fijamente, en el hombro tenían una línea dorada lo que los identificaba como maestros. Ambas hicieron una reverencia de inmediato, Eris levantó un poco la cabeza detallando a las personas que estaban allí, o al menos sus uniformes. El joven con mirada molesta llevaba un uniforme rojo un poco desprolijo en las mangas como si recientemente hubiese quitado algo con fuerza. Por un instante Eris sintió un poco de emoción al ver sus ojos verdes, pero para nada eran iguales a los de su salvador, estos eran más obscuros y además estaban llenos de seriedad, parecía que gritaría en cualquier momento si hacían un movimiento en falso. El joven se sentó de mala gana en un mueble acomodando su rojizo cabello apartándolo de su rostro, levanto la mirada hacia su compañera que se sentó con más gracia que él. Su figura era más delicada, sus manos se veían delgadas y suaves, lo que combinaba a la perfección con su cabello amarillo pálido atado en una cola de caballo que ella apartó al sentarse. Fijó su mirada en Eris y Mizuni mientras ellas se enderezaban y Sho les señalaba otro mueble para sentarse frente a ellos.
La mirada amable de los ojos azules de la chica contrastaba con la mirada molesta del joven que parecía más inconforme con lo que estaba sucediendo que ella. Sho se detuvo en medio de la sala y con una sonrisa en el rostro se dirigió a ellas.
—Mizuni, Eris, quiero presentarles a los maestros Jyuti y Tiferet— Sho los señalo y ellos apenas movieron un poco la cabeza asintiendo —ellos se ocuparán de ustedes de ahora en adelante— Eris y Mizuni intercambiaron miradas al no entender a que se refería. —Ambas cumplieron con los requisitos básicos para graduarse de su entrenamiento en la academia.
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