Capítulo 6: La enfermedad de Shinryu
Las palabras de Zimmer confirmaban parte de lo que Shinryu había dicho, pero no lograban tranquilizar a Kyogan. El chico era un volcán de tensión a punto de erupcionar, con las venas marcadas en sus brazos. Sentado en su rincón, oculto en las sombras, su inestabilidad lo consumía lentamente.
—¡¿Entonces Shinryu es un humano común y corriente?! —gritó un alumno.
Zimmer replicó, cargado de severidad:
—No me gusta que lo titulen de ese modo. ¿Humano común y corriente, dices? ¿Entonces qué somos nosotros, otra especie, tal vez humanos de otra categoría?
El silencio se apoderó de la clase. Zimmer continuó desplazándose frente a sus alumnos.
—La condición que enfrenta Shinryu no lo hace menos humano que cualquiera de ustedes. Es absurdo categorizar a una persona en función a sus problemas de salud.
—Pero... ¿sí está enfermo?, por algo dice «problema de salud», ¿no? —La voz nerviosa de una alumna se elevó—. ¿Cómo es posible que aceptaran a alguien así en Argus?
Zimmer se contrajo gracias a una culpa mezclada preocupación. Acorralando su espalda contra la pizarra, contestó con un suspiro que se percibió doloroso:
—Por el momento deducimos que sí se trata de una enfermedad. Y en cuanto a la aceptación de Shinryu, se debe a métodos extraordinarios.
Algunos alumnos palidecieron, compartiendo consternación, mientras otros susurraban entre un zumbido de incertidumbre y unos pocos sonreían con la certeza de que lo que oían era una broma de lo más ridícula. Sin embargo, la seriedad en el rostro de Zimmer les dejó claro que no era así.
Fue así que el aula se inundó de preguntas y comentarios, como si se hubiera abierto una represa contenida por años.
—¡De ser cierto, Argus bajará de categoría! ¡Por los dioses! ¡Jamás se había aceptado a una persona así! —exclamó un chico con la voz impregnada de alarmismo.
—¿Qué tipo de enfermedad es esa? ¡Estos es de locos! —gritó otro alumno que se había puesto de pie para moverse de lado a lado—. ¿Existen casos así?
—¡A lo mejor la señora Trinity se apiadó, pero al extremo! ¡A lo mejor quiere estudiar un caso extraordinario que se escapa de lo normal! —comentó una alumna, creyendo que un mal psicológico asechaba a una persona muy querida, a Trinity, esposa de Dyan y la mejor curandera de Argus.
—Pero Shinryu tiene quince años, ¿no? ¿Con esa edad y sin algo tan vital?
—Esto es una broma, ¿no? ¡Es una jodida broma!
—No, no es ninguna broma —determinó Zimmer, aunque su expresión apabullada le restó autoridad.
—Profesor, pero Shinryu sí tiene quince años, ¿o no? —insistió una chica.
—¡Que sí, Naigat! —Suspiró Zimmer.
—¡¿Entonces Shinryu es un nugot con esa edad?! —curioseó un alumno de rizos amarillos, reprimiendo una carcajada bajo sus mejillas hinchadas.
La indignación se apoderó del profesor enseguida, ya que nugot era un insulto grave cuyo verdadero y profundo origen era desconocido para muchos. A simple vista quería decir: «carga inútil que hay que arrastrar», pero en realidad tenía relación con algo sexual.
—¡No quiero catálogos incorrectos y mucho menos uno como ese!
A pesar de su reprimenda, el chico mantuvo la expresión de burla, lo que provocó que una cólera enrojeciera el rostro del profesor.
—Que te quede claro, Regan: si vuelves a decir esa palabra te haré asistente de la profesora Midna. Estarás limpiando estiércol de raksas por el resto del año —amenazó con una sombra cruzando por sus ojos.
El chico cerró la boca de golpe.
—¡Esto no se trata de ningún juego! —exclamó el profesor, resonando con un tono de enfado que logró imponer silencio absoluto en el aula—. ¿Acaso creen que los profesores jugaríamos con algo así?
»¡Sí, líderes y profesores hemos estado de acuerdo con la aceptación de un alumno que aún no tiene maná! Pero, como dije antes, ha sido por métodos extraordinarios. Desde los siete años Shinryu ha insistido para entrar en Argus; envió más cartas de las que puedo revelar y sus méritos fueron más que suficientes para que lo aceptáramos apenas cumpliera los nueve años, edad en la que un alumno ingresa a esta escuela. Sin embargo, justo en el momento de su aceptación, no pudo ingresar por problemas internos que no puedo expresar en este momento ni ustedes tienen el derecho de conocer.
La sentencia del profesor aplastó a los alumnos, algo que les recordó que no eran más que estudiantes sin autoridad.
Kyogan, por su parte, continuaba preguntándoselo: ¿En serio Shinryu no tenía maná, un componente vital en todos los seres humanos que le otorgaba capacidades y resistencias contra las variaciones climáticas? En la tierra existían climas particulares y en algunos lugares no se podía sobrevivir sin maná.
El profesor prosiguió con su explicación:
—A medida que pasaron los años, Shinryu continuó demostrando sus capacidades, su talento y hambre de conocimiento. Tiene una calificación casi perfecta en astronomía, tanto que podría ser aceptado como asistente del profesor Rodan. También tiene un excelente rendimiento en ciencia natural y en matemática general. Posee bases extraordinarias para poder crecer rápidamente en los restantes conocimientos. Nosotros lo sabemos, porque evaluamos su coeficiente y capacidad de aprendizaje.
«¿Casi perfecto rendimiento en astronomía? ¿Coeficiente alto? ¿Es un tipo muy inteligente acaso?
»Quizás así pudo engañarte, Kyogan, por ser demasiado inteligente».
Zimmer suspiró delante de la pizarra, recobrando la calma.
—Sé que el maná es fundamental para estudiar en Argus, pero les recuerdo que ya no es un requisito de ingreso, solo exigimos que los estudiantes lo despierten durante su primer año.
Caminó un par de pasos frente al salón, con las manos detrás de su espalda.
—Por supuesto, sé muy bien que, en quienes recae esta exigencia, es en alumnos de nueve años, y para ellos es normal no tener maná a esa edad. También es común que lo despierten rápidamente con el entrenamiento indicado, a más tardar en un año. Por otro lado, es muy sabido que todas las personas, así no reciban entrenamiento, terminan activando el maná entre los once y doce años. Por eso, sí, sí, comprendo que encuentren muy... poco común que un chico con la edad de Shinryu aún no tenga maná.
Inspiró con inquietud antes de continuar, llevando una carga inmensa sobre sus hombros. En sus ojos se reflectaban fragmentos rotos de un alma desgastada gracias a los crudos golpes de la vida, por la indolencia del mundo.
—Durante mucho tiempo, Argus se enfocó en exigir un alto rendimiento físico a sus postulantes por encima de cualquier otra aptitud. Por fortuna, eso ha ido cambiando: nuestros líderes anteriores reconsideraron la idea, entendiendo que las aptitudes psicológicas eran muy importantes e incluso tanto como las físicas. Así, surgieron las pruebas de «soporte de presión» y «capacidad de aprendizaje».
»Sabemos que los estudios en Argus pueden generar una gran presión —dijo con la mirada perdida en alguna parte, nostálgica—. Es... necesario, debido a la alta demanda en la que nos vemos rodeados. Pues bien, Shinryu no solo demostró una alta capacidad de aprendizaje, sino un alto soporte de presión. Está por encima del promedio en ambas pruebas.
Algo en Zimmer deseaba estar en cualquier lugar menos en ese salón de clases.
—¿Por qué rechazaríamos a un alumno que ha superado tan ampliamente dichas pruebas? Su enfermedad ha sido su única limitante y la razón por la que empezamos a rechazarlo. Pero hubo un cambio rotundo: esperamos que este año, Trinity, bien conocida como una de las mejores curanderas del imperio, pueda tratarlo personalmente.
»Por supuesto, no podemos asegurar que lo cure de inmediato, pero ustedes saben que las capacidades de Trinity son excepcionales. Si hay alguien que puede tratar a Shinryu adecuadamente, es ella.
Un silencio sepulcral se adueñó del salón, evidencia de que nadie sabía qué decir.
Kyogan, aún asimilando todo, analizaba el insólito esfuerzo de Shinryu por ingresar en Argus, quien envió cientos de cartas e hizo exámenes a base de estudio independiente. Era evidente que buscaba algo más de Argus: ser sanado. ¿Por qué Trinity, con lo bondadosa que era, tardó tanto en atender su solicitud? No había duda de que era una de las mejores curanderas del mundo, incluso la emperatriz de Sydon la solicitaba con frecuencia, por lo que era normal que tuviese una agenda muy ocupada, pero resultaba difícil creer que hubiera rechazado un caso tan peculiar durante años.
Todo empezaba a sonar cada vez más inverosímil para Kyogan. ¡Porque el maná era la energía espiritual que entregaba fuerza o defensas extras al cuerpo humano, necesarias para sobrevivir en medios más hostiles! No se podía vivir sin maná en Argus; pretenderlo sería como enlistarse para entrar en una maratón sin tener piernas.
Ahora entendía por qué fue tan fácil romperle el brazo a Shinryu, por qué no manifestó ningún tipo de protección. Apenas aplicó algo de fuerza para torcerlo.
—Debemos tener el mayor cuidado posible con Shinryu —continuó Zimmer—. Recibirá enseñanzas especiales y clases adicionales para ponerse al día en todo lo que esté atrasado. No podrán entrenar con él, lo tendrán estrictamente prohibido. Así será hasta que la señora Trinity lo evalúe.
Regan, aquel alumno que se había burlado, no dejaba de sonreír ansiosamente. Otros se le unían mientras se preguntaban cómo se desenvolverían al lado de Shinryu.
—¿Y qué tan rara es esta enfermedad? —preguntó una chica con el cuello encogido, evidenciando su temor natural—. Profesor, es que nunca escuché algo así antes. Dígame usted, por favor.
—Sí —intervino otra alumna con un tono más firme—. Lo normal es despertar el maná hasta los doce años. ¿Existe algo más allá de eso?
—El hecho de que algo sea escaso no significa que no exista—aclaró Zimmer—. Creemos que el desarrollo del maná de Shinryu se detuvo en alguna fase del desarrollo. Suponemos que tiene algún problema en el proceso de metabolización del etherio.
Kyogan no lo soportó más: fuera de la razón y autocontrol, se puso de pie para retirarse del salón apresuradamente.
—¡¿Kyogan?! —cuestionó Zimmer mientras los demás se mostraban sorprendidos—. ¡¿Kyogan?! ¡Joven Kuhira! ¿Adónde va? ¡Joven Kuhira!
Aunque sabía que enfrentaría algún castigo, quizás severo, se escapó antes de que Zimmer pudiese detenerlo del brazo.
Una vez en el pasillo que conducía a una rotonda de salones de clases, miró hacia ambos lados con el rostro empapado en sudor, hasta que se echó a correr hacia la derecha, ignorando los gritos de un conserje que intentó recordarle que debería estar en clases.
«¡¿En dónde carajos estás metido?!», se preguntó, sintiendo unos deseos inusitados de exigirle a Shinryu que se largara de Argus o que se encerrara para siempre en algún lado, sin importar dónde. Sin embargo, se había esfumado por completo y nada se sentía de él, ni siquiera a través de la percepción de los magos. ¿Acaso Shinryu tenía una capacidad sorprendente para no hacer notar su presencia, para desaparecer ante un mismísimo mago?, pues por algo había logrado descubrirlo en primer lugar. No le quedaba de otra que guiarse por algún instinto.
Finalmente lo vio en una sala de espera que conducía a las oficinas principales de los profesores. Allí Kyogan avanzó con todo, hasta que chocó contra una escena que lo dejó inmóvil.
Shinryu estaba sentado, inmerso en el pequeño placer de saborear unas galletas demasiado comunes, con un halo de felicidad rodeándolo, como si aquel acto albergara una alegría pura que debía agradecer. Detrás de él, a través de los ventanales, fluía una luz reconfortante que bañaba el salón: el sol rociando un brillo limpio, casi celestial, que jugaba sobre la superficie, adornando un escenario tan lejano de los temores alborotados de Kyogan, que parecía no encajar con la realidad.
Al levantar la mirada y encontrarse con los ojos del mago, Shinryu mostró una serenidad y comprensión profundas, como si leyera todos los pensamientos que empujaron a Kyogan a ese lugar. Al mismo tiempo expresaba una solicitud con la suavidad del rocío, como si un ángel pequeño, de aquellos que habían abandonado a la humanidad, descendiera con su calma y buscara hacerle entender que debía confiar y que todo saldría bien, por muy arduas que fuesen las pruebas.
Kyogan solo se quedó... observando, sin saber si concentraba su atención en analizar ese momento o esos ojos que solo se hallaban en raksas mansos.
Al reaccionar y bajar la mirada, se encontró atrapado entre la perturbación y una sensación de ridiculísimo, pero sobre todo entre un dolor sordo que revolvía el centro de su ser. Era otro tipo de dolor y desarme, el desprendimiento de una costra que había recubierto su corazón durante años, una costra que había esperado miles de pruebas y tratos imposibles para ser removida; no una sencilla mirada.
Le costaba tanto entenderlo: para él la normalidad diaria estaba titulada de mentiras y traiciones. ¿Qué nombre debía darle a esto? Shinryu ni siquiera estaba demostrando espanto hacia él, hacia una persona que solo generaba desprecio en el mundo entero.
Ya no sabía qué esperar de él, de un fenómeno caído de la nada. Pero, aun con las mil dudas, no podía negar que esa mirada le hizo sentir... tranquilo.
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