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La cueva

Hace algunos años mi madre, la sacerdotisa Mana se hizo cargo de Egipto como faraón, mientras que yo continuaba con mi actitud arrogante y despreocupada.
Le resongaba siempre que intentaba darme un consejo acerca de mis estudios, es más, incluso llegaba a gritarle cuando mencionaba a mi padre. Todos lo extrañabamos, pero en aquel entonces solo veía mi dolor.
Cuando tenía dieciséis años, hice llorar a mi madre, y la verdad es que jamás podre perdonarme por haberla lastimado.

...RECUERDO...

Me encontraba entrenando con la espada con el maestro Seth en el jardín del palacio. Era hábil, pero a causa de mí dolor siempre desbordaba irá hacia todos.
Peleaba ágilmente, sin embargo, el maestro Seth me desarmó en muy poco tiempo. Estaba indignado, que sin pensar en las consecuencias hice una rabieta.

-¡¡El futuro faraón no puede perder!! -exclamé molesto.

-Con esa actitud dudo que llegue a ser faraón -respondió Seth mientras lanzaba la espada que me quito en el suelo.

Estaba molesto, y más aún cuando dijo que no llegaría a ser faraón. Me abalance contra el para lanzarle unos buenos golpes, los cuales acepto sin defenderse. Mi madre al ver mi comportamiento corrió a separarme del sacerdote Seth, quien por respeto a mis padres no hizo nada en contra mía.

-En verdad lamento mucho el comportamiento de Abidos, ¿se encuentra bien? -pregunto Mana mientras me sostenía de los brazos con fuerza, ya que de no haber hecho eso le hubiera dado un buen puñetazo en la cara a Seth.

-Si faraón, no se preocupe por mi, mejor encarguese de su hijo -respondió mientras le ofrecía una respetuosa reverencia a mi madre, quien por el momento era la regente de Egipto.

-En verdad lo lamento, ahora por favor retirase, debo hablar a solas con mi hijo.

-Como lo ordene su majestad -dijó respetuosamente, para después de ello quedarme a solas con la faraón Mana, quien estaba molesta por mi actitud.

En verdad me merecía el regaño, pero a pesar de ser conciente de mi error no lo aceptaba a causa de mi orgullo.

-¡¡Abidos!! Exijo que me digas porque agrediste al sacerdote Seth -dijó mi madre autoritariamente.

-Porque soy el príncipe de Egipto, y por ende nadie debería derrotarme -respondí arrogante al cruzar mis brazos.

-Te equivocas hijo, el que seas príncipe no te da el poder y la autoridad para agredir a los demás, y mucho menos te hace invensible.

-¡¡Yo seré la estrella de la mañana y de la noche, y si yo digo que nadie podrá vencerme así se hará!!

-Si continúas en tu arrogancia no subiras al tronó. Serás mi hijo pero prefiero que Anuket sea coronada faraón si no cambias tu actitud.

-¡¡Y qué derecho crees tener para impedir que sea faraón!!

-Tengo el derecho que me otorgó tu padre, soy faraón de Egipto.

Era obvio que mi madre estaba comenzando a desesperarse de mí orgullo y arrogancia, pero a pesar de ello continuaba respondiendome con razón y tranquilidad. Ella me ama con todo su ser, pero era obvio que no permitiría que me autodestruyera.

-Si mi padre estuviera aquí...

-Si tú padre estuviera aquí y viera tu terrible actitud te reprendería con mucha más severidad -interrumpió firme sin dejar de mirarme a los ojos.

-Tienes razón, pero el si era un gran faraón, no como tu que eres un patético intento de faraón y hechicera.

Estaba furioso, sin embargo, no era mi intención herir a mi mamá de esa manera. Ella es una gran gobernante y hechicera, pero el dolor de perder a un padre me ha segado por completo.
Después de aquellas palabras vi como mi madre dio media vuelta para alejarse de mí, ya que a pesar de ser una mujer fuerte tenía sentimientos.

-¿Qué fue lo que hice? En verdad que soy un estúpido -dije para mí cuando razone el dolor que le cause a la persona que me dio la vida.

Fui a buscar a mi madre a su habitación para implorarle su perdón, pero no estaba allí. Corro por el palacio buscando su paradero sin éxito alguno.
Me siento terrible, dije que cosas horribles que en verdad no siento. La verdad es que admiro a mi mamá, ya que a pesar de perder al amor de su vida se ha mantenido fuerte y valiente para protegernos. Busco a mi hermana para preguntarle si ha visto a mamá, sin embargo, no desea hablar conmigo ya que supongo que vio llorar a nuestra madre.

-Anuket, en verdad necesito saber donde esta mamá -digo insistentemente mientras ella me mirá molesta.

-¿Y para que la quieres? Para hacerla llorar nuevamente. En verdad no se que pasá contigo Abidos, pero desde que murió Papá te has vuelto un grandisimo patán -me sentía avergonzado, pero tenía razón, me he convertido en todo lo que mi papá no quería que fuera.

-Se que soy un grandisimo tonto, pero por favor ayúdame a encontrarla.

-Fue al escondite secreto, así que si quieres disculparte tendrás que esperar a que vuelva.

-No, no puedo esperar a su regreso -respondí alterado para después de ello abandonar el palacio.

Me alejé del palacio cautelosamente para dirigirme a la cueva que mi padres frecuentaban de jóvenes. Es un lugar hermoso, cuando tenía ocho años fuimos a dicho lugar como familia, en donde Anuket y yo hicimos uso de nuestra magia para tener acceso a la cueva a futuro. 
Después de un tiempo caminando llegue al escondite secreto, el cual se mantenía oculta al norte del Nilo. Conjure el hechizo en voz baja para ingresar al lugar, cosa que tal vez no debí haber hecho ya que me sentí como el más grande cretino de la historia. Mi madre lloraba y hablaba a solas como si alguien la escuchara; abrazaba una pequeña muñeca con tanto amor y ternura, lo que me hace
pensar que fue un obsequio de alguien especial para ella... mi padre.

-Atem, nuestro hijo esta lleno de dolor y rencor desde tu partida de este mundo. Se ha vuelto engreído, altanero, desconsiderado y malagradecido, en pocas palabras se ha vuelto todo lo opuesto a lo que le hemos enseñado en estos quince años.
El día de hoy desconoci a Abadios; agredió al sacerdote Seth, y a mí... Bueno, en realidad pienso que lo que ha dicho no fue intencional. Mi amor, estoy preocupada por él, la verdad es que me recuerda a cuando gobernabas Egipto sin alma.

-¿En verdad piensas eso de mi mamá? -Interrumpí triste ya que no podía creer que me estuviera convirtiendo en una copia barata del faraón oscuro, es decir mi padre sin alma y conciencia.

-Abidos, ¿Qué haces aquí? -pregunto mí madre mientras se limpiaba sus lágrimas.

-He venido a suplicarte perdón. Lo que te dije fue falso, cruel y despiadado y en verdad lo lamento mucho.

-Me alegra que hayas recapacitado, pero aunque no me hayas pedido perdón yo lo hubiera hecho. -dijó tiernamente mientras me ofrecía su mano para que me sentará a su lado. -Hijo, es cierto que lo me dijiste fue horrible pero esa no fue la razón de mis lágrimas.

-¿No? ¿Entonces que fue? -pregunté desconcertado.

-Tu comportamiento. La verdad es que no comprendo porque actúas de esa manera. Antes de la muerte de tu padre eras un muchacho con el carácter de un gran líder, pero ahora demuestras ser un grandisimo patán, ¿por qué? -Me acarició el rostro gentilmente, sin embargo, no sabia que decir al respecto. Comencè llorar a causa del dolor que guardaba en mi interior. Mi madre me abrazo con tanta ternura que no dude en acurrucarme en sus brazos.

-Es por mi padre. El era una persona admirable, la cual no merecía el cruel destino que vivió, y la verdad es que siento tanta irá a causa de ello.

-Hijo mío, las decisiones que ha tomado tu padre han sido difíciles para todos, pero las ha hecho por amor. El pensó que podría gobernar mientras mantenía a Zorc encerrado en el rompecabezas milenario, pero no fue así.

-Lo se, se dio cuenta que un cuerpo sin alma es peligroso gracias a la ausencia de luz -respondí mientras recordaba el día en que el faraón oscuro intento golpear a mi madre sin causa alguna.

Ese día el faraón oscuro estaba en el tronó llevando acabo una audiencia con algunos mercaderes del pueblo, sin embargo, èl se negaba a sus peticiones a causa de la soberbia que yacía en el. Mana al ver que el faraón actuaba injustamente convocó a los mercaderes en otra sala para darle solución a sus problemas. Mi madre mostraba un gran liderazgo, pero el faraón al saber que su autoridad había sido desplazada se enojo e intento golpearla. Yo, un niño de trece años al ver a mi madre en peligro la defendí con ayuda de mi magia, la cual obligó a mi supuesto padre a parar al extremo de la sala.

-Madre, ¿en verdad crees que sere como el faraón oscuro -pregunté mientras la miraba con tristeza en mi semblante.

-No, pero debes aprender a controlar el horrible carácter que desbordas a causa del dolor.

-De acuerdo, me esforzare por ser el príncipe que Egipto necesita. Y de nuevo te ruego me perdones.

-Te perdono mi pequeño Abidos -respondió gentilmente mientras me acariciaba el cabello.

...FIN DEL RECUERDO...

Amo a mi madre, y la verdad es que sin ella en mi vida jamás hubiera podido controlar el dolor de perder a mi valiente padre, sin embargo, mi madre y yo acordamos que ella sería guardián de la sortija milenaria hasta el fin de sus días.

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Holaaa a todos, primero que nada les agradezco por sus votos y sus comentarios, me hacen super feliz.
En especial les agradezco a
MonseSotoRuiz y maribellizeth por su hermosos comentarios, hasta la próxima 😊

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