Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAPÍTULO 13 the truth of elowin

Radiz, lleno de entusiasmo y cuidado, enseñaba a Amelia técnicas para controlar la inmensa energía que crecía con cada entrenamiento. La energía, al ser activada, buscaba desesperadamente salir, causando efectos secundarios físicos. Los más leves eran hematomas, pero en ocasiones perdía el conocimiento durante varias horas.

Una noche, como cualquier otra, Amelia ojeaba el enigmático libro que había traído de la biblioteca. El contenido la intrigaba profundamente; parecían relatos, misteriosos e irresistibles para su curiosidad.

-Radiz, ¿qué es esto de los dedos? -preguntó, señalando una imagen en el libro.

Radiz se inclinó para mirar. La ilustración mostraba manos manchadas de negro hasta las muñecas. Al verla, su expresión se tornó preocupada, mientras que Amelia, en contraste, se mostraba cada vez más fascinada por el contenido del libro.


-Esas... esas marcas -comenzó Radiz, midiendo sus palabras- son de aquellos que han hecho un trato con el libro. Son maldiciones. La maldición del saber lleva a la locura. Debes ser muy fuerte de espíritu para no quebrarte... el poder es seductor, pero peligroso.

La curiosidad de Amelia se encendió aún más. Radiz lo notó, y su preocupación creció. Sabía que esa curiosidad no sería amiga del crecimiento de Amelia. Recordaba bien a Kęlte, quien lo había intentado y se perdió en el proceso, y a Hanuk, consumido hasta la locura por su propia mente.

-Entiende bien que, si pones en práctica esas enseñanzas, deberás dar algo de igual valor a cambio -advirtió Radiz, su voz cargada de gravedad.

Amelia, sin apartar la vista del libro, encontró otra imagen.

-¿Y Phäll? ¿Él lo logró?

Radiz suspiró antes de responder.

-Sacrificó a su familia por el conocimiento. Se aisló, dando todo de sí mismo. Cuando por fin lo dominó, regresó, pero ya no reconocía a nadie. Ni a su esposa, ni a sus hijos. Los olvidó para siempre.

Aunque Radiz parecía cada vez más preocupado, Amelia se llenaba de una luz inquietante con cada nuevo fragmento de saber que obtenía del libro.

Pasaron varios días, y Amelia apenas lograba controlar la poderosa energía que emanaba de ella. Las enseñanzas de Radiz eran impecables, y aunque no lo pareciera a primera vista, él era un maestro habilidoso.

-¿Cuánto tiempo llevas en esto? -preguntó Amelia, visiblemente más delgada, producto de su obsesión con el conocimiento y el descuido de su propio bienestar.

Radiz, jugueteando con los animales cerca de la casa, sonrió y respondió con ligereza:

-Ja, ja, ja... No sé, unos 200, quizás 300 años. Ya perdí la cuenta.

Amelia quedó sorprendida. Esperaba escuchar algo cercano a los 50 años, como Ivar. Sin embargo, la destreza con la que Radiz enseñaba dejaba claro que llevaba siglos perfeccionando su arte. Mientras hablaban, Radiz formó de la nada una bola de energía natural pura. Se podía sentir el peso que tenía, y comenzó a jugar lanzándola y atajándola con facilidad.

-Solo tienes que dejar que fluya, no contenerla. Si no, los hematomas no dejarán de aparecer -le explicó.

Al día siguiente el ambiente era cálido, y Amelia vestía ligera, dejando al descubierto sus brazos, cubiertos casi por completo de hematomas. La energía mágica que manejaba era excesiva, abusiva, y exigía mucho más de lo que su cuerpo podía soportar. Sin querer hablar del daño físico que estaba sufriendo, intentó formar una pequeña bola de energía, imitando a Radiz.

Logró crearla, pero a diferencia de la de Radiz, la suya era oscura, tan oscura que parecía absorber el color a su alrededor. La esfera creció rápido casi incontrolable, cuando de pronto explotó, lanzando a Amelia varios metros hacia atrás.

Por suerte, Radiz estaba atento y logró sostenerla antes de que cayera.

-Era inevitable e inestable -dijo-. Al menos saliste ilesa... solo te reventó un dedo. Le decía a una Amelia inconsciente.

La levantó como si fuera un saco vacío y la llevó de vuelta a la casa, repitiendo en tono burlón:

-Ambiciosa y terca.


------------------------------------------------------------------------

Días antes... el día en que Amelia había entrado a la biblioteca, Elowin estaba en su habitación, recostada, escuchando atentamente los sonidos de su hogar. El silencio absoluto le permitía seguir mentalmente los pasos de cualquiera, hasta que los de Amelia se desvanecieron.

Elowin se levantó de inmediato, su corazón acelerado, y gritó a varios guardias cercanos:

-¡Busquen a Amelia!

Al no encontrarla en la casa, desplegó unidades de búsqueda. El sonido abrumador de su desesperación despertó a Atop.

-¿Madre? ¿Qué sucede? -preguntó él, aún somnoliento.

La preocupación y el desespero en la voz de Elowin eran palpables.

-¡Amelia ha desaparecido!

Atop, sorprendido por la gravedad del asunto, intentó calmarla.

-Debe estar en el claro, más abajo. Déjame ir a buscarla.

-¡Te he dicho que ha desaparecido! -Elowin lo cortó con firmeza, su rostro mostrando una furia controlada-. ¡Si estuviera ahí, no estaría así! Vete a tu cuarto... ¡ahora!

Atop, desconcertado por la intensidad de su madre, no pudo evitar notar desde su balcón cómo la guardia élite se movilizaba con un único objetivo: encontrar a Amelia.

En la sala principal, Elowin caminaba de un lado a otro, esperando noticias. Dos elfas jóvenes llegaron apresuradas.

-Mi señora, debemos avisar al rey Mauricio para aumentar el radio de búsqueda.

Elowin las miró con dureza.

-Si ellos la encuentran, le extraerán todo de inmediato. Amelia apenas ha comenzado... necesitamos cultivar ese poder -dijo con voz fría y calculadora. Luego, añadió con firmeza-: Debemos realizar la transmutación nosotros. No puede tener Amelia.

Las elfas intercambiaron miradas preocupadas, y una de ellas recordó un suceso de hacía 35 años.

-Mi señora, pero la vez que intentamos eso... con el señor rojo... fue un desastre. Murieron muchos.

Elowin, con una determinación sombría, respondió:

-Eso fue porque no sabíamos cuántas almas se necesitaban para que funcionara. Ahora, casi lo tenemos.

Elowin caminaba de un lado a otro en la gran sala, su rostro afilado por la ansiedad, sus ojos moviéndose frenéticamente, como si buscara respuestas en las sombras. Letis y Ariana observaban en silencio, conscientes de que cualquier palabra mal colocada podría desatar la ira de su señora. La inquietud llenaba el ambiente, pero no era la preocupación por Amelia lo que realmente perturbaba a Elowin, sino la posibilidad de perder el control sobre el poder que había alimentado durante siglos.

Finalmente, Elowin se detuvo frente a la gran mesa de madera oscura y miró a las dos elfas con frialdad.

-Amelia no entiende el don que tiene. Su poder es vasto, y si la dejamos actuar sin guía, podría desperdiciarlo. Nosotras no podemos permitir eso, y mucho menos que los humanos o cualquiera más lo descubran.

Letis, temblorosa, pero con una valentía nacida del temor, se atrevió a hablar.

-Mi señora... los sacrificios de los elfos carmesí en el pasado... usted los ejecutó, pero no trajeron más que muerte. ¿Qué nos asegura que no será igual esta vez?

Elowin giró lentamente, sus ojos clavados en Lethys como dagas de hielo. Había una crueldad latente en su mirada, un destello de furia que amenazaba con estallar.

-¿Muerte? -repitió en tono bajo pero cortante-. ¡Fueron necesarios! Cada uno de esos elfos sabía lo que enfrentaba. Eran débiles, y su debilidad fue su condena. Pero nosotras tomamos su fuerza, la acumulamos. Cada sacrificio me ha hecho más poderosa, más preparada para lo que vendrá.

El silencio que siguió a sus palabras pesaba en el aire. Ariana, apretando las manos con nerviosismo, se atrevió a hablar.

-Pero mi señora, esos sacrificios... usted los ocultó de los humanos por miedo a que se enteraran. ¿No es peligroso seguir con esto? ¿Y si Amelia no lo resiste?

Elowin rió, una risa seca y carente de compasión.

-¿Miedo? ¡No, Ariana! No es miedo lo que me mueve, sino la certeza de que el poder es para las que lo saben manejar. Los humanos... no tienen la visión, no entienden que este poder no es para compartir, es solo para nosotras. Amelia lo tiene, pero no sabrá controlarlo sin mí. Por eso seré quien la guíe... No, yo seré quien lo tenga.

Letis respiró hondo, el pánico apoderándose de sus palabras.

-Pero, mi señora... la última vez que intentó usar a los elfos carmesí en el ritual, no solo murieron... ¡sus cuerpos quedaron vacíos, sin vida! La energía que tomó de ellos fue inestable, y sus cuerpos transmutaron horriblemente. No sobrevivieron a lo que usted les hizo.

Elowin entrecerró los ojos, su mirada carente de remordimiento.

-Ellos fueron débiles. El ritual falló porque su esencia era demasiado frágil. La transmutación requiere fuerza. Y eso es lo que Amelia tiene. No como esos despojos de elfos carmesí. Ellos solo sirvieron para perfeccionar mi conocimiento... y para darme el poder que ahora manejo.

Ariana, temblando, levantó la voz, sabiendo que cada palabra podía ser su última.

-Pero, mi señora, la transmutación nunca fue diseñada para... para mantener vidas. No podemos seguir tomando almas sin consecuencias. La vez que sacrificó al señor rojo, casi destruimos todo lo que quedaba de su estirpe. Murieron muchos, y nada fue lo mismo después de eso...

Elowin la interrumpió con una mirada despectiva.

-¿Y qué me importa lo que sucedió con el señor rojo? ¡Su vida fue solo un medio para un fin! Sí, murieron muchos, pero esos sacrificios me dieron una parte de lo que necesitaba. -Caminó hacia Ariana, inclinándose sobre ella con una frialdad aterradora-. Ahora sabemos cuántas almas son necesarias para que el ritual funcione correctamente.

Ariana se encogió bajo su mirada, pero se atrevió a murmurar:

-¿Y cuántas más, mi señora?.

Elowin se irguió, despistada por completo en su crueldad, pensando solo en el poder que ansiaba.

-Las suficientes. Amelia será la clave, su energía será absorbida como lo fue la de los carmesí, y nosotras tomaremos su poder. No me importa lo que pase con su cuerpo... o con su alma.

Letis tragó saliva, atemorizada por la indiferencia brutal de su señora. Sabía que los elfos carmesí no habían sido más que peones para Elowin, sacrificados sin remordimientos para que ella pudiera acumular poder. Y ahora, Amelia corría el mismo destino, pero Elowin no lo veía como una tragedia, sino como una oportunidad.

Elowin miró a ambas elfas, sus labios esbozando una sonrisa cruel.

-Prepárense. Para capturar a Amelia de ser necesario -

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro