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10

Madison despertó con la suave luz del amanecer filtrándose por las cortinas. Sentía el cuerpo relajado, algo poco común para ella en los últimos meses. Estaban acurrucados en el sofá, cubiertos por una manta que ni siquiera recordaba haber cogido. Anthony seguía dormido a su lado, su respiración tranquila y profunda. Por un momento simplemente lo observó, sintiendo una mezcla de gratitud y alivio. Con cuidado, se deslizó fuera del sofá para no despertarlo.

Caminó hacia la cocina, el suelo frío bajo sus pies descalzos. Recogió las cajas de hamburguesas vacías, las tiró en el bote de la basura y al llegar a la cocina sintió como el olor del café de la tarde anterior todavía estaba un poco presente en el aire, por lo que decidió encender la cafetera y preparar dos tazas nuevas. Mientras el líquido negro y caliente comenzaba a gotear en la cafetera, su mente vagaba. Aún no podía creer que todo hubiera terminado, que finalmente estaban fuera de peligro. Pero la sensación de alivio ahora estaba entrelazada con una nueva preocupación: el futuro personal de ambos.

Después de todo lo sucedido, ¿Cómo se repondrían económicamente? Sabía que Rebecca, su abogada, había sido increíblemente generosa con los plazos de pago, pero la deuda aún existía, y no era poca cosa. Madison se apoyó de la encimera, mirando el vapor del café subir lentamente. Aún tenía que hacerle una transferencia más a Rebecca, el último pago por sus servicios, por lo que caminó hacia el escritorio del living, tomó su computadora y la abrió. Empezó a teclear, pero algo la detuvo: Anthony había dejado su correo abierto.

"Se habrá olvidado de desconectarse", pensó, y justo cuando iba a cerrarlo, un mensaje reciente llamó su atención. Era un correo marcado como importante, confirmando una entrevista de trabajo. Madison se quedó congelada por un segundo, asimilando lo que veía. Su corazón dio un vuelco, una mezcla de sorpresa y emoción.

—¡Tony! —llamó, desde la cocina, mientras volvía rápidamente al sofá, para sacudirlo. —¡Tony, despierta! ¡Tienes una entrevista de trabajo!

Él gimió, estirándose antes de abrir los ojos lentamente. Aún estaba medio dormido, el rostro confundido.

—¿Qué... qué pasa? —preguntó, intentando comprender lo que estaba pasando a su alrededor. Madison se sentó junto a él, incapaz de contener la sonrisa.

—¡Tienes una entrevista la semana que viene! —le dijo, tomándolo por los hombros. —Lo vi en tu correo, te llegó anteayer. ¡Eso es increíble!

La noticia pareció despertarlo por completo. Se frotó los ojos, rebuscó sus anteojos y miró a Madison, que no podía contener su alegría.

—¿En serio? ¡Es perfecto!

—Sabía que lo lograrías, ¡Tenemos que celebrarlo! Por lo que vi, es sobre algo de logística en una empresa local. ¿Querías algo distinto a lo que habías hecho antes? Pues toma, ahí lo llevas.

Anthony se rio, feliz de verla tan emocionada.

—Sí, es una buena oportunidad. Y bueno... —bajó un poco la voz, pero su tono seguía siendo optimista. —Me alegra poder empezar a ayudar con los gastos de la casa. Ha sido difícil depender solo de ti todo este tiempo. Me sentía mal conmigo mismo, he estado demasiado tiempo sin hacer nada útil.

Madison lo miró a los ojos, tomando sus manos entre las suyas, con firmeza.

—Has hecho más de lo que crees, no estuve sola en esto. Además, las cosas ya están mejorando para los dos. No te presiones demasiado.

Él la miró, agradecido, pero no pudo evitar sonreír.

—Bueno, ¿Cuándo empezamos a celebrar, entonces? ¿Qué tal si preparo panqueques y nos olvidamos de toda esta seriedad por una mañana?

—Panqueques suenan perfectos —dijo, levantándose junto a él—. Pero si quemas la cocina otra vez, te toca limpiar.

—¿Otra vez vas a machacarme? ¡Eso pasó hace más de dos semanas, supéralo! Ese sartén ya no tenía más vida útil —bromeó Anthony.

Caminaron juntos hacia la cocina, y por primera vez en mucho, mucho tiempo, la atmosfera de la casa realmente parecía un hogar lleno de amor.



*****



Los siguientes días pasaron con una relativa calma, mientras que Anthony, por su parte, se preparaba para su entrevista. Pasaba las tardes revisando posibles preguntas, practicando frente al espejo o simplemente hablando en voz alta para sentirse más seguro. Madison lo observaba desde el marco de la puerta del baño, sonriendo. Se veía mucho más relajado, como si la incertidumbre que lo había atormentado los últimos meses finalmente hubiera desaparecido. Un par de veces, mientras él hablaba solo, ella no pudo evitar soltar una risa.

—¿Qué? —preguntaba, volviéndose hacia ella con una ceja levantada. —¿Te parece gracioso que me prepare?

—Un poco —admitió Madison, mordiéndose el labio para no reír. —Pero también me parece adorable. Vas a hacerlo genial, Tony.

—Gracias, coach —respondió, con una sonrisa traviesa, antes de añadir—: Y hablando de eso, deberías pagarme por ser tan entretenido. Soy, prácticamente, un espectáculo gratis todos los días.

Ambos rieron, y entonces ella se acercó a él por detrás. Anthony inclinó la cabeza creyendo que le iba a dar un beso, pero entonces ella le dio un leve mordisquito en el lóbulo de la oreja, mirándolo con picardía.

—No necesito pagarte, soy muy buena compensando —dijo.

Y ambos volvieron a reír, compartiendo ese humor interno que se había convertido en una exclusividad de ellos. Mientras Anthony se enfocaba en su futuro profesional, Madison intentaba volver a conectarse con su propio trabajo. Había pasado días buscando un nuevo jefe directo, alguien que pudiera asignarle nuevas reformas hospitalarias, pero la reestructuración en el sector después del escándalo había ralentizado todo. Cada correo que enviaba parecía quedar en el limbo, y cada día que pasaba sin noticias, la incertidumbre volvía a instalarse en su pecho.

Dos días antes de la entrevista laboral de Anthony, mientras revisaba su bandeja de entrada por enésima vez, recibió un correo inesperado. No era una oferta común, sino algo mucho más grande, y venía directamente de una autoridad gubernamental, reconociendo su papel en el escándalo de Ashgrove. Le ofrecían un ascenso importante: ser la directora general de las reformas hospitalarias.

El correo era claro: debido a su contribución para desmantelar la red de corrupción, querían que supervisara todas las operaciones de reformas a nivel nacional, ahora que el puesto de Trevor Miller —su antiguo jefe— estaba vacante. Ya no tendría que viajar de hospital en hospital, sino que podría designar equipos desde su casa y supervisar los casos más importantes desde una posición estratégica.

Madison se quedó sin aliento mientras leía el correo una y otra vez. Era el tipo de ascenso que nunca se habría imaginado recibir en su vida, pero también era exactamente lo que necesitaba en un momento como aquel. La posibilidad de trabajar desde casa, sin tener que viajar constantemente salvo reuniones específicas, era un alivio inmenso.

Esa misma noche, compartió la noticia con Anthony.

—¿Recuerdas que estaba buscando un nuevo jefe directo? —comenzó, fingiendo desinterés. Anthony, que estaba en la cocina picando cebollas para preparar la cena, la miró por encima del hombro.

—Sí, claro. ¿Alguien te respondió?

—Más o menos... —Madison jugueteó con sus dedos, fingiendo casualidad—. Me ofrecieron un ascenso.

Anthony dejó lo que estaba haciendo y se giró por completo, con una ceja levantada.

—¿Ascenso? —repitió. —¿Qué tipo de ascenso?

Madison no pudo contener más la sonrisa.

—Me ofrecieron ser la directora general de las reformas, el mismo puesto de Trevor. Desde casa, supervisando a los equipos, organizando todo desde aquí.

Anthony la miró boquiabierto por un momento, como si no pudiera procesar la magnitud de lo que acababa de decir.

—Eso... eso es increíble, Maddie —dijo, sonriendo. Entonces se abalanzó hacia ella, pero dio un paso atrás y le detuvo con un gesto.

—¡Eh, alto ahí campeón! Lávate las manos, o me vas a dejar la ropa llena de olor a cebolla —rio.

Anthony se frenó, se limpió las manos en el fregadero, se secó con un paño y luego abrazo a Madison, levantándola desde la cintura y dando un par de vueltas de campana.

—¡Lo hiciste! ¡Te lo ganaste a pulso! —exclamó. —¿Y ya aceptaste?

—Aún no —admitió ella, mientras él la bajaba nuevamente, aunque su sonrisa delataba su emoción. —Quería estar segura de que es lo que quiero realmente. Pero si, creo que es lo mejor para mí. Para nosotros —añadió—. No andar de aquí para allá, viajando de ciudad en ciudad, lejos de casa.

Anthony la miró con ternura, le apoyó una mano en la mejilla y entonces la besó.

—No puedo creerlo —dijo, al separarse—. Has pasado de tener que desenmascarar a un corrupto, a dirigir todas las reformas como la jefa de las jefas. Te lo mereces, muchísimo.

—Podré seguir trabajando en lo que me apasiona, sin el desgaste constante. Me parece increíble —consintió ella, asintiendo.

Anthony la besó con suavidad, esta vez en la frente, y volvió a abrazarla.

—Estoy tan orgulloso de ti, Maddie. De verdad.

Y a su vez, ella cerró los ojos, aferrándose de su espalda. La última vez que alguien le había dicho que se sentía orgulloso de ella, había sido su padre, antes de todo el desastre de aquella noche, en la casa de Alex. Y sintiendo el contraste de emociones tras tantos años, no pudo evitar emocionarse, aunque él no pudiera verla.



*****



Los rayos del sol de una mañana fresca iluminaban la habitación mientras Madison lo observaba prepararse, con una mezcla de expectación y nerviosismo. Anthony estaba de pie, junto a la cama, terminando de ajustarse la corbata. Su propia ansiedad era evidente, pero trataba de ocultarla detrás de una sonrisa confiada. Hoy era el día de su entrevista de trabajo, y aunque no lo admitía abiertamente, la presión de ser aceptado o no, era palpable.

—¿Estás bien? —preguntó ella, lanzándole una sonrisa. Si bien ya estaban despiertos hace rato, habían desayunado en la cama —tal y como atestiguaba la bandejita de plástico con las dos tazas de café vacías, encima de la mesita de noche— y todavía no se había levantado, tan solo estaba mirándolo desnuda de la cintura para arriba, con las piernas cubiertas por las mantas.

—Creo que sí —dijo él, con un toque de humor—. Creo que llevo ensayando esta entrevista en mi cabeza durante una semana sin parar. Si no estoy listo ahora, no sé cuándo lo estaré.

Madison se rio, caminó hacia él apartando las sábanas y se acercó para ajustarle la corbata con suavidad. Sus ojos se encontraron, y durante un momento, el silencio entre ellos fue reconfortante. Habían pasado tanto juntos, y ahora ambos se estaban embarcando en nuevas etapas de sus vidas, algo que le parecía increíble. Anthony, con su nerviosa energía, respiraba profundo mientras ella le daba una mirada alentadora.

—Vas a hacerlo genial —le aseguró, besándolo suavemente en la mejilla derecha—. Solo se tú mismo, eso es lo que importa.

Anthony asintió, sonriendo.

—Gracias, Maddie —hizo una pausa y agregó, de forma bromista—. Y si no me aceptan, siempre puedo convertirme en tu asistente personal. Organizaré tus correos y te llevaré el café a la mesa todos los días. Un ascenso seguro, ¿no?

Ambos rieron, pero Madison lo golpeó suavemente en un brazo.

—No bromees con eso. No me gustaría tenerte como asistente, te quejarías todo el tiempo de mis horarios.

La broma relajó la tensión en él, y después de compartir un beso suave y reconfortante, salió de la casa rumbo a su entrevista. Madison se había ofrecido a llevarlo en su coche, pero Anthony quería comenzar a ser independiente, por lo que decidió ir en el transporte público, además, tenía una sorpresa para ella, y no podría hacerla si lo acompañaba.

Casi cuarenta minutos después, Anthony llegó a la sede de la empresa de logística, la Atlas Global Solutions. Era un edificio moderno de cristal y acero, ubicado cerca de la parte norte de Charlotte. Ni bien entró, vio muchos ejecutivos saliendo, entrando, yendo y viniendo, algo que obviamente contribuyó a mantener su estado de nervios. Todo ese ambiente corporativo contrastaba enormemente con el mundo de la medicina al que estaba acostumbrado.

El ascensor lo llevó al quinto piso, donde lo recibió una secretaria. Anthony se presentó, le dijo a qué venía, y la chica le indicó con una sonrisa que esperara en el lobby de la pequeña sala de reuniones. Trató entonces de focalizarse en controlar su ansiedad, jugando con los dedos mientras miraba su reflejo en la ventana, repasando mentalmente las respuestas a las preguntas más comunes de las entrevistas.

—Solo ser yo mismo, ¿verdad? —murmuró, en voz baja, mientras recordaba las palabras de Madison.

La puerta se abrió, y un hombre de mediana edad, envuelto en un costoso traje de sastrería y zapatos lustrosos, entró en la sala. Con un apretón de manos firme y una sonrisa, el hombre se sentó frente a Anthony.

—Bienvenido, Señor Walker. Soy Nick Daniel's, jefe del departamento de recursos humanos. ¿Está listo para comenzar?

—Claro, gracias por la oportunidad, señor Daniel's —dijo Anthony, sintiendo la boca reseca.

El interrogatorio comenzó con preguntas comunes: su experiencia previa en trabajo bajo presión, su capacidad para adaptarse a situaciones imprevistas y su flexibilidad de horarios. Aunque los nervios iniciales estaban presentes, Anthony logró mantener la compostura, destacando su habilidad para trabajar en equipo y su enfoque práctico en la resolución de problemas, habilidades que había perfeccionado luego de conocer a Madison y tener que matar a un hombre por ella, enfrentarse a un fantasma vengativo y desarticular un historial horrendo de corrupción. "Como si no supiera lo que es trabajar bajo presión y adaptarme a situaciones imprevistas..." pensó con ironía. Aunque obviamente, no dijo nada de esto.

—Sabemos que viene de trabajar en un hospital como conserje de mantenimiento —dijo Daniel's, mientras pasaba las páginas de su currículo impreso—. Eso no nos es relevante, ya que tenemos muchos limpiadores en las oficinas. Pero también veo que tiene experiencia en programas informáticos como Excel, AutoCAD, Office avanzado y mantenimiento de sistemas informáticos.

—Sí, siempre me ha gustado mucho la informática, leer, aprender cosas... ya sabe. Cosas de nerds, supongo —respondió, con una sonrisa un tanto nerviosa, mientras se encogía de hombros. Para su sorpresa, vio que Daniel's también asintió.

—Eso sin duda le da una perspectiva única. Aquí buscamos alguien que pueda gestionar la logística de grandes operaciones y optimizar procesos. ¿Cómo cree que su experiencia puede beneficiar a nuestra empresa?

Anthony respiró hondo. Esa era la pregunta clave, y lo sabía.

—Bueno, si bien no soy médico, y si bien mi último trabajo consistía en mantener el hospital en condiciones, aprendí que todo se reduce al tiempo como factor crítico, y creo que esos mismos principios aplican aquí —entonces, por su mente apareció Madison, recordándola en la vorágine de sus pensamientos como un anclaje seguro, y decidió aprovechar eso a su favor—. Durante mi tiempo trabajando allí conocí a una consultora médica, eficiente en su trabajo, pragmática, muy profesional. Aprendí muchas cosas con ella, y me acostumbré a tomar decisiones rápidas y eficientes en situaciones de alta presión, y creo que esas habilidades serían muy valiosas en una empresa que se especializa en logística.

El señor Daniel's asintió, satisfecho con la respuesta. Las siguientes preguntas fueron más técnicas, relacionadas con la logística y la gestión de proyectos. Anthony, aunque inexperto en algunos detalles, mantuvo la calma, utilizando su habilidad para aprender rápidamente como una de sus fortalezas.

Finalmente, la entrevista llegó a su fin, luego de explicarle cual iba a ser su trabajo, el salario acordado y la rutina de horas semanales. Daniel's cerró la carpeta y le dedico una sonrisa a Anthony.

—Ha sido una entrevista muy interesante, señor Walker. Pase por la oficina de mi secretaria, por favor, para que pueda firmar el contrato de ingreso. Lo esperamos aquí, en el piso tres, comienza el próximo lunes.

Anthony agradeció la oportunidad, estrechó manos con Daniel's, y salió de la oficina con un sentimiento de alivio que no le cabía en el pecho, y una ancha sonrisa. 

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