el comienzo
La brisa fría del invierno golpeaba mi cara. La noche estaba tan oscura y tan bonita... Quién diría que en Saint School habría algo tan bello, tan pleno e inocente. Diría que es una mentira, pero nosotros no podemos mentir. ¿Cómo es que no podemos mentir? Simplemente no podemos. Nuestro mecanismo de defensa más bien de tortura está diseñado específicamente para eso. Es un chip llamado “libelula” el mismo es insertado por la médula ósea. Es un líquido color amarillo brillante y espeso que luego de llegar al torrente sanguineo se solidifica en forma de chip. Queda resguardado, cuidado.
El proceso de colocación es bastante doloroso pero soportable...como todo lo de aquí.
—¿Otra vez, Al?
Ese tono de voz lo conocía perfectamente. Ni tuve que darme la vuelta para observar.
—Otra vez, Steve.
Él pasó por mi lado y suspiró, mirando la luna.
—Sabes que si nos encuentran nos aplicarán un correctivo.
—Tal vez lo quiera.
Bufó, dándome un golpe en la cara.
—No seas idiota.
—Solo hablo con la verdad.
—Ja ja, que chistosa. Solo quieres drogarte.
—Puede ser. El veneno de avispa tiene un gran porcentaje de cosas alucinógenas.
Y si, como se escucha. De aprendizaje por nuestros errores nos inyectan veneno modificado de avispa.
Está escuela es particular, no todos vienen aquí. Más bien los especiales vienen aquí. Rango de edad de dieciséis hasta los veintiuno.
Hay un estudio hecho que en ese rango somos más salvables. Somos más comestibles antes de la pudrición según dicen las malas lenguas.
Saint school se caracterizaba por su forma de enseñanza, lunes a viernes se tenían clases normales y sábado a domingo los talleres. Los cuales constituían en una formación académica en específico para ser mejores personas.
—Deberíamos robar comida a la rectora.
—estás loca, Yo no quiero tener una nueva sesión con la vieja esa.
—bien que te gusta.—exclame
—a ti te gusta.
—no puedo decir mentiras.
Ambos reímos.
—deberías ir a dormir, Alice.
—tú también Steve, ¿qué haces aquí?
—quería estar contigo.
Quería estar contigo.
No podemos decir mentiras.
Steve era uno de mis mejores amigos. Era alto castaño, de pelo desarreglado y de ojos color marrón. Siempre estaba ahí para mí, desde el día uno que ingresé a este lugar.
Y va a estar hasta el día que me vaya.
—gracias.
—¡Gray, Johnson a la oficina de inmediato!
Antes de que pudiéramos escuchar los pasos un cuerpo apareció frente a nosotros. Era una joven mujer esbelta, rubia, con rulos y bien alta.
—señora beth.
Los ojos de Steven salieron de su órbita. Estaba claramente meado de miedo en sus calzones.
—No voy a pedir explicaciones a esta clara y exacta hora de la noche. Vengan conmigo a la dirección.
—Rectora es mi culpa, Steve no debería ir. Yo lo obligue a seguirme...
Un pinchazo en la cien
—Claramente no es así señorita Johnson.
Otro pinchazo. Pero aún más doloroso. Mordí mi lengua para no soltar un quejido.
—¿A caso olvidó nuestro lema? No debemos decir mentiras.
•
N/A Muy buenas tardes me presento, Soy CELESTE pero pueden decirme celes o como más les guste.
Este es uno de los primeros libros llamado el legado de las libélulas el cual es puramente sacado de mi cabeza.
Algunos me conocerán por mis fanfics y otros por alguna red social.
Espero que les guste, que disfruten y que se atrapen en una nueva aventura.
Nos estamos viendo! Besos
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