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🪄Al filo de la revelación


Natasha despertó con un sobresalto, el sudor frío recorriendo su frente. Las palabras de su bisabuela, Aderyn, aún resonaban en su mente. Mientras se levantaba, se percató del símbolo en su cuello, brillante como una joya oculta bajo su piel. Se miró en el espejo, tratando de convencerse de que todo había sido un sueño, pero las marcas eran prueba de lo contrario.

La casa estaba inusualmente silenciosa esa mañana. Sus padres no se apresuraban como de costumbre para ir al trabajo, y una atmósfera cargada parecía envolver cada rincón. Natasha bajó las escaleras con cautela, esperando ver a Sheryl y Duvan en la cocina.

—¡Buenos días, hija! —saludó su madre desde el salón, con un tono más grave de lo habitual.

Natasha cruzó la sala con pasos indecisos y se detuvo al ver a sus padres vestidos con ropas más formales, algo que no era común para un día normal en sus oficinas.

—¿Qué está pasando? —preguntó Natasha, mirándolos a ambos con ojos entrecerrados.

Duvan, que estaba junto a una ventana, se giró lentamente. Había algo en su expresión que Natasha no lograba descifrar.

—Tenemos una reunión importante... —dijo él finalmente, con una voz seria—. En la oficina necesita respuestas.
—¿En la oficina? —repitió Natasha, sintiendo un nudo en el estómago—. ¿Es por... por mí, verdad?
Sheryl se acercó a ella y tomó su rostro entre sus manos, su mirada llena de ternura y preocupación.
—No te preocupes, cariño. Todo está bajo control. Sólo necesitamos esclarecer algunas cosas, y luego regresaremos. Tú ve a la universidad como siempre, ¿de acuerdo?

Natasha quiso protestar, pero las palabras murieron en su garganta. Algo le decía que la verdad era mucho más complicada de lo que sus padres estaban dispuestos a admitir.

—Está bien... —murmuró finalmente, sintiendo que su voz temblaba.

Sheryl le dio un beso en la frente antes de dirigirse hacia la puerta.

—Confía en nosotros, Natasha. ¡Te amamos!

La joven se quedó de pie en la sala, observando cómo sus padres tomaban sus cosas y salian de casa sin antes lansarle besos,  dejando atrás el silencio y una sensación de vacío.

Horas más tarde en la universidad

Natasha intentó concentrarse en las clases, pero su mente estaba lejos de los textos y explicaciones de sus profesores. Cada vez que cerraba los ojos, veía a Aderyn, sentía el ardor en su cuello y recordaba la extraña sensación de poder que había experimentado en la biblioteca el día anterior.

—Natasha, ¿todo bien? —preguntó Clara, su compañera de clases, interrumpiendo sus pensamientos.
—Sí, sólo... un poco cansada. —respondió, forzando una sonrisa.

Clara pareció aceptarlo y volvió a sus apuntes, pero Natasha no podía ignorar la inquietud que crecía en su interior.

Al finalizar las clases, mientras guardaba sus cosas, sintió una presencia a su lado. Al girarse, se encontró con Riven.

—¿Te llevo a la biblioteca? —preguntó él, con esa sonrisa encantadora que siempre lograba calmarla.
—Claro... Eh... Gracias. —respondió Natasha, aunque algo en su tono la hizo vacilar.

Mientras caminaban juntos hacia la salida, Natasha notó que Riven estaba más relajado de lo habitual. Solía ser distante y enigmático, o en su caso muy filosofico como en sus clases, pero hoy parecía más... cercano.

—¿Sabes? Siempre te he visto como una hermana pequeña. Bueno eres mucho ,as especial que una hermana. —dijo de repente, rompiendo el silencio.

Natasha lo miró sorprendida.

—¿En serio? Nunca lo dijiste antes. —intento sonreir.
—Supongo que no era necesario. —Riven se encogió de hombros—. Te he visto crecer, Natasha. Has pasado por tantas cosas, y ahora que estás descubriendo más sobre ti misma, quiero que sepas que siempre estaré aquí para ti. Soy como de la familia. Te considero ñarte de la mia, y te protegere. —le pica el ojo.
La sinceridad en sus palabras era desconcertante. Natasha sintió una extraña calidez, pero también una punzada de incertidumbre.
—Gracias, Riven. Eso significa mucho para mí. —le sonrió.

Él le sonrió, pero Natasha no pudo evitar notar algo en sus ojos. Una chispa de algo más profundo, una emoción que no podía identificar.

—Tu eres aqui la que significa mucho para mí. —le sonríe.

En Orenthal: el salón del Consejo

El salón del Consejo de Orenthal era una cámara imponente, con techos altos adornados con intrincados vitrales que proyectaban luces de colores sobre las paredes de piedra. Sheryl y Duvan se encontraban de pie junto a una mesa larga, donde varios miembros del Consejo discutían en voz baja.

De pronto, una figura alta y esbelta cruzó el umbral del salón. Su porte era regio, y su armadura oscura parecía absorber la luz que lo rodeaba.

—¡Kael, príncipe del Inframundo, bienvenido al fin! ¡Querida Cleotth! Por fin lo animaste a venir. —anunció uno de los consejeros con un tono de deferencia
—¡Saludos consejo! —Salido Cleotth.

Kael avanzó con paso firme, su expresión imperturbable. Detrás de él, una mujer igualmente imponente lo seguía. Cleotth, su hermana, líder de las tropas del Inframundo, llevaba una mirada severa y evaluadora que parecía atravesar a todos los presentes.

—¿Por qué estoy aquí? —preguntó Kael, con una voz profunda y arrogante, al tiempo que tomaba asiento sin esperar invitación.
—Porque fuiste invitado, como siempre, pero no nunca vienes. —respondió Cleotth, cruzando los brazos con impaciencia halandolo del brazo como niño pequeño.

Kael dejó escapar una risa seca.

—Qué considerados. Supongo que esto tiene que ver con la Dawnsong. —se sienta en su lugar.
Sheryl se tensó al escuchar las palabras, pero mantuvo la calma.
—Nuestra hija no es asunto tuyo, Kael.

El príncipe inclinó la cabeza, estudiándola con una sonrisa fría.

—Oh, pero lo será. Su poder trasciende las fronteras de tu pequeño reino. Ademas. ya todos los reinos saben de su existencia y que posiblemente sea la elegida. Y sabes cual es el deber de los guerreros del maldito inframundo.
—¡Basta! —intervino Cleotth, golpeando la mesa con una mano enguantada—. No estamos aquí para discutir el destino de una chica. Estamos aquí porque las fuerzas del Inframundo detectaron un movimiento inusual en las fronteras.

Duvan alzó una ceja.

—¿Movimiento? ¿Te refieres a... ?

El silencio se hizo más denso. Kael entrecerró los ojos, claramente interesado en la dirección que tomaba la conversación.

—No sabemos, pero quien sea esta  jugando con fuego. —dijo Cleotth finalmente—. Sus ambiciones van más allá de lo que cualquiera de nosotros puede imaginar. ¿Y Riven?

Sheryl y Duvan intercambiaron miradas.

—Está en su trabajo, como siempre... —murmuró Duvan, aunque su voz traicionaba su preocupación.

Kael se levantó de su asiento, su presencia llenando la sala con un aura de poder.

—Entonces, es mejor que estemos atentos. Algo no cuadra. —suspiro Kael.
—Es verdad... Algo no esta bien. Incluso algo raro pasa en Shaofther, tenemos que hacer una reunion con Riven. —agrego Lysander cruzando los brazos—. No se reporta en meses, no es escusa de que este del otro lado trabajando, lo conocemos desde joven algo le pasa.
—¿Se la pasa mucho con su hija? —pregunto Cleotth cruzando los brazos.
—Es maestro de ella, vive cerca, asi que si. —contesto Sheryl.
—Tenemos que mantener entre ojo y ojo a Riven, algo esta mal.

Con esas palabras, el príncipe se retiró, seguido de Cleotth, dejando tras de sí un silencio pesado y muchas preguntas sin responder.


Natasha caminaba al lado de Riven hacia la biblioteca, los ecos de sus pasos resonando en el pavimento húmedo. La conversación anterior todavía revoloteaba en su mente, como una polilla atraída por la llama.

"¿Por qué Riven actuaría tan... sentimental de repente?" pensó.

Aunque sus palabras parecían sinceras, algo en su tono la inquietaba.

—Parece que tienes muchas cosas en la cabeza. —comentó Riven, rompiendo el silencio.
Natasha lo miró de reojo, tratando de descifrarlo.
—Un poco, supongo. —respondió ella con cautela—. Estos últimos días han sido... raros.

Riven asintió, pero no agregó nada. Al llegar a la biblioteca, abrió la puerta y le hizo un gesto para que pasara primero. Natasha agradeció el gesto y entró, inhalando el familiar aroma de papel viejo y madera barnizada. La tranquilidad del lugar le dio una sensación momentánea de calma.

Mientras ella se dirigía hacia su escritorio habitual, Riven tomó asiento frente a ella, algo poco común en él. Su mirada intensa estaba fija en Natasha, como si quisiera decir algo pero no encontrara las palabras.

—Riven, ¿pasa algo? —preguntó Natasha finalmente, incapaz de soportar el peso de su silencio.
—Quizás... pero no es algo de lo que pueda hablar ahora. —respondió él, esquivando la pregunta con una leve sonrisa. Luego cambió abruptamente de tema—. Cuéntame, Natasha. ¿Has sentido algo extraño últimamente?

Natasha parpadeó, desconcertada.

—¿Extraño? Bueno, tuve un sueño raro... o al menos creo que fue un sueño. Era sobre mi bisabuela, Aderyn. Ella me dijo algo sobre "el legado de las lenguas" y...

Antes de que pudiera continuar, Riven se inclinó hacia adelante, su expresión se tornó más seria.

—¿El legado de las lenguas? —repitió en voz baja, como si probara las palabras en su lengua—. ¿Te mencionó algo más? ¿Algún detalle específico?

Natasha lo miró, alarmada por su reacción.

—No, sólo que... que había algo que debía descubrir por mí misma. ¿Por qué te interesa tanto?
Riven exhaló con fuerza, como si la respuesta lo frustrara.
—Porque si Aderyn está apareciendo en tus sueños, significa que el tiempo se está acabando —murmuró, casi para sí mismo.

Natasha se sintió helada.

—¿El tiempo para qué?

Riven evitó su mirada.

—Natasha, sólo prométeme que serás cuidadosa. Hay cosas en este mundo, y en otros, que no entenderías todavía.


En el salón del Consejo de Orenthal


El aire en la cámara era denso, cargado con la tensión de lo no dicho. Los consejeros intercambiaban miradas mientras Sheryl y Duvan permanecían de pie al final de la mesa, sus expresiones estoicas.
Kael y su hermana volvierom a la sala, su presencia imponente absorbiendo la atención de todos.

—Shaofther no es lo que parece ser. —dijo finalmente Kael, rompiendo el silencio. Su voz resonó con un tono grave que nadie osó interrumpir—. Riven ha estado demasiado tiempo al margen. Si sigue así, me veré obligado a... actuar.

Cleotth alzó una ceja, claramente irritada por la amenaza implícita.

—Actuar, Kael, puede significar muchas cosas. —dijo ella con desdén—. No olvides que no tienes autoridad aquí.

Kael sonrió, pero no de manera amable.

—Ah, pero no la necesito. Cuando el equilibrio entre mundos está en peligro, mis responsabilidades superan cualquier consejo o tratado.

Lysander  se inclinó hacia adelante.

—Kael, estás insinuando que Riven podría estar involucrado en algo... pero no tienes pruebas concretas.
Kael lo miró fijamente, con la calma de un depredador acechando.
—No necesito pruebas para sentirlo. La energía que emana de él no es la misma. Está ocultando algo, y todos ustedes lo saben.
Sheryl, incapaz de permanecer en silencio, dio un paso al frente.
—Riven ha sido un aliado leal para nuestra familia durante generaciones. No permitiré que lo acusen sin fundamentos sólidos.

Kael se puso de pie, su sombra alargándose en las paredes gracias a la luz de los vitrales.

—¿Y qué pasará cuando descubras que estabas equivocada? Cuando sea demasiado tarde y el traidor esté dentro de tus propias filas.

Cleotth se levantó de golpe, golpeando la mesa con ambas manos.

—¡Ya basta! No estamos aquí para juzgar ni para lanzar acusaciones vacías. Estamos aquí para proteger Orenthal, Shaofther y todos los reinos.

Kael la miró con una mezcla de respeto y frustración, pero no dijo nada más. En cambio, se giró hacia Duvan.

—Dime, ¿Natasha sabe quién es realmente?

El rostro de Duvan se endureció.

—Eso no te incumbe.

Kael rió entre dientes, un sonido bajo y peligroso.

—Tal vez no ahora. Pero créeme, cuando lo descubra, ni siquiera tus más profundos secretos podrán salvarla del destino que le espera.

Kael suspiro y se cruzo de brazos. Sheryl se levanto y le coloco su mano en el hombro.

—Nos encanta que te preocupe todo con respecto a los reinos Kael, por eso siempre confiamos en ti, aun que tengas un poco de descontrol en tu temperamento.
—¡Lo lamento! —bajo la mirada.
—Te entendemos Kael. —sonrie Lysander—. Y en algo tiene razon, algo esta pasando, y si es como sospecho, el desendiente de Lysara y Vaelor ya sabe de la existencia de la profecía, y sabe que esta en su familia. —los mira—. Natasha debe conocer todo el mundo paralelo, debe aprender a conocer su poder, ya no hay tiempo...

Sheryl y Duvan se observaron y asintieron.

—¿Que aconsejan señores? traer a mi hija hará que  ese blackthorn la tome, y no—pregunta Duvan cruzando los brazos mostrando su preocupación.

Uno de los ancianos observo a todos y se levanto.

—La unica opcion es tener vigilada siempre a la joven... 
—¿Como un guarda espaldas? —cuestiono Sheryl—. Mi hija detesta estar custodiada.
—No, no es tanto como un guardaespalda, mas bien como un amigo cercano, que gane su confianza. Eso luego lo veremos, pero tienen que afrontar la realidad, ella sera la patriarca de este reino. —dijo otro hombre.

Duvan y Sheryl se miraron y asistieron, era real, era la heredera de lo inevitable.

De vuelta en la biblioteca

Natasha intentó enfocarse en los libros frente a ella, pero las palabras de Riven seguían retumbando en su mente.

—Natasha... —dijo Riven de repente, su voz suave pero cargada de emoción—. Cuando llegue el momento, recuerda que todo lo que hago es por ti.

Natasha lo miró, desconcertada.

—¿De qué estás hablando?

Riven no respondió. En cambio, se levantó lentamente, dejando su mano sobre el respaldo de la silla.
Mientras lo veía salir, Natasha no pudo evitar sentir que algo estaba cambiando, y que ese cambio no necesariamente era para bien.

—Te veo mañana, Natasha. Descansa.





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