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Cap. 20- Te he echado de menos

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―¡Pero qué pasa con vosotros! ―Seda se llevó las manos a las caderas―. Lo teníamos todo bajo control. Ahora sabrán que los hemos engañado.

Los jedi intercambiaron una mirada de desconcierto. Desde luego, no era así como esperaban reencontrarse con la chica.

―También nos alegramos de volver a verte. ―Obi-Wan enarcó una ceja a la par que enfundaba su espada.

El tiempo transcurrido desde que se habían despedido le pareció en ese momento más real que nunca. Siete meses podían no ser nada para un hombre de su edad, pero para una joven como ella, sí marcaban la diferencia. Seda estaba más alta que la última vez; en su rostro ya casi no se adivinaban rasgos infantiles, y su mirada era más enérgica y resuelta. Ya no parecía una niña.

A su lado, Anakin frunció el ceño en una expresión de confusión. Luego sacudió la cabeza y se encogió de hombros.

―La armadura te sienta bien ―reconoció, sonriendo―, ¿pero por qué estás vestida de mandaloriana? ¿Y quién es ese? ―señaló al cazarecompensas que la acompañaba.

Ella le hizo un gesto al chico para que se acercara, y este obedeció, quitándose el casco, igual que había hecho ella segundos antes.

―Anakin, Obi-Wan. Os presento a Taron Blue. ―Seda señaló al muchacho. Era joven, unos dos o tres años mayor que Anakin, de complexión fuerte y casi tan alto como el jedi. Ninguno tuvo problemas para identificarlo como el hermano menor de Vespe; el parecido era innegable, ambos compartían el cabello platinado, la piel pálida, los ojos azules y los rasgos aristocráticos perfectamente cincelados. Sin embargo, mientras que Vespe era todo optimismo y entusiasmo, Taron parecía más bien de esa clase de personas que no sonreían ni bajo amenaza de muerte―. Ellos son los jedi de los que te hablé ―añadió la chica.

El joven inclinó la cabeza cortésmente. Luego volvió a centrarse en Seda.

―Deberíamos ir a por el general Koon y salir de aquí, Alteza.

Ella asintió. Antes de que pudiera añadir más, Obi-Wan le posó una mano en el hombro.

―¿Podéis explicarnos qué está pasando aquí?

Contra todo pronóstico, Seda sonrió. Su expresión se relajó y por fin se permitió alegrarse por la aparición de los jedi.

―Perdonad que os haya hablado así, la tensión del momento. ―Agitó una mano disculpándose y los abrazó a los dos fugazmente. Los había echado de menos, más de lo que le gustaría reconocer, verlos de nuevo en persona era como recuperar una parte de sí misma.

Consultó el temporizador de su armadura y alzó de nuevo el rostro; todavía tenían unos minutos de margen, tiempo de sobra para ponerlos al tanto de la situación.

Les explicó que los cazarecompensas con los que se acababan de enfrentar no eran mandalorianos, sino cambiantes. En realidad, la mayoría ni siquiera eran cazarrecompensas, solo una banda de ladrones muy buenos en su oficio (lo suficiente como para haber podido robar todas esas armaduras mandalorianas). Dos días atrás, uno de ellos había tomado su apariencia para infiltrarse en Palacio y hacerse con los diseños. El maestro Plo Koon, Taron y ella lo habían rastreado hasta su guarida en Carlac, pero llegaron tarde, el cambiante ya había entregado el archivo a sus superiores, y estos lo habían ocultado a buen recaudo.

Para recuperarlo, Seda se había infiltrado en la banda de ladrones haciéndose pasar por el que había tomado su aspecto, luego había conseguido una armadura para Taron, y ambos habían simulado capturar al maestro Plo para que lo interrogaran. El jedi estaba seguro de que, si conseguía unos minutos a solas con alguno de los líderes, podría sacarle la ubicación de los diseños.

―¿Qué pasó con las comunicaciones? ―inquirió Anakin―. Hemos visto la antena, está destrozada.

―Fue idea mía ―admitió Seda, encogiéndose de hombros―. El maestro Plo y yo la destruimos para evitar que los ladrones contactaran a los separatistas. Tenían planeado venderles nuestros diseños. Sabía que nosotros también quedaríamos incomunicados, pero el riesgo valía la pena.

Obi-Wan la miró con un gesto de admiración. Seda ya pensaba como una auténtica jedi, buscando el éxito de la misión por encima de sus propios intereses.

―¿A dónde se han llevado al maestro Koon? ―quiso saber.

―A los túneles inferiores. ―Taron señaló el suelo con la mirada.

―Nosotros teníamos que ganar tiempo mientras él les sacaba la información ―explicó Seda―. Íbamos a ir a por él cuando llegasteis.

―Era un trabajo limpio, de encubierto ―agregó Taron Blue, impasible―. Ahora tendremos que encarar un frente abierto.

―Los frentes abiertos son los más divertidos. ―Anakin se cruzó de brazos y esbozó una sonrisa torcida.

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Los disparos volvían a caer incansablemente sobre el pequeño grupo. El maestro Plo Koon ya estaba con ellos, luchando en la sala principal de la instalación subterránea. Los ladrones no eran grandes guerreros, pero habían pagado a unos cuantos cazarrecompensas para que se unieran a sus filas, por no hablar de los cuatro o cinco escuadrones de droides que, sin duda, habían robado al ejército separatista.

Plo Koon y Seda eran los que estaban más cerca del fuego enemigo, semi resguardados de los disparos tras un contenedor de carga. El jedi le hizo una seña con la cabeza y ella asintió. Acto seguido, ambos se asomaron desde su refugio y usaron la fuerza para apartar a los droides que bloqueaban una de las salidas, estrellándolos contra las paredes opuestas.

―Muy bien, pequeña Seda. ―El jedi la miró complacido. La joven se había convertido en su aprendiz extraoficial desde el día que la había acompañado a su planeta natal. El Consejo Jedi no había querido retrasar más el entrenamiento de Seda, por eso le habían encomendado su instrucción mientras estuviese en Eriadu.

Aprovechando ese breve instante de paz, ambos corrieron a ocultarse con los demás tras una improvisada barricada a base de escombros. Plo Koon se volvió hacia Obi-Wan y Anakin, que no cesaban de rechazar disparos con sus sables láser. Junto a estos, Taron Blue hacía alarde de su excelente puntería con el blaster.

»El paso al almacén oeste está libre ―informó el jedi. Su plan había dado resultado, el cabecilla que lo había interrogado había caído ante sus trucos mentales, dándole la ubicación del archivo.

Anakin asintió, agachándose un momento junto a los demás.

―Seda y yo iremos a por los diseños. ―Intercambió una mirada con la chica. Ella era la que mejor conocía los túneles.

―Alguien debería traer una nave para salir de aquí cuanto antes ―sugirió Seda.

―Yo iré ―aceptó Taron.

―Bien, nosotros los mantendremos ocupados. ―Obi-Wan estuvo de acuerdo. Asomó la vista por encima de la barricada y luego volvió a mirar a los dos jóvenes―. Esperad a mi señal. ―Dicho esto, salió a fuego abierto con su sable en alto. Detrás, el maestro Plo Koon lo cubría―. ¡Ahora! ―ordenó.

Seda y Anakin desaparecieron por la salida oeste mientras los jedi contenían a los cazarrecompensas. Sus pies casi no rozaron la superficie asfaltada de los túneles hasta que alcanzaron la puerta del almacén. Anakin fue el primero en cruzar el umbral, activando inconscientemente una trampa anti robos.

―¡Cuidado! ―Seda se abalanzó sobre él, empujándolo al suelo justo a tiempo para eludir las descargas eléctricas que surgieron de las cuatro paredes, formando una intrincada red mortal por encima de ellos.

Anakin tragó en seco, presa de la sorpresa. Abrazó a la joven por la espalda, manteniéndola alejada de la red eléctrica que, por escasos centímetros, no llegaba a chamuscarle la melena.

―No te incorpores todavía ―le susurró, debajo de ella―. El voltaje es demasiado alto, no tardará en apagarse.

Seda asintió, solo tenían que esperar.

―Gracias ―añadió él―. Acabas de salvarme la vida.

La chica arqueó las cejas. Sin duda Anakin había madurado; unos meses atrás no habría sido capaz de reconocer que ella lo había auxiliado a él. Probablemente se habría inventado alguna historia para darle la vuelta a la situación, colocándose a sí mismo como el héroe. Pero ya no, la crudeza de la guerra, la experiencia, las pérdidas vividas, las tropas a su cargo y la enorme responsabilidad sobre sus hombros habían hecho mella en su personalidad. El nuevo Anakin era igual de temerario e intrépido, pero también sabio, reflexivo, consciente y consecuente con su deber.

Sus rostros estaban muy próximos, Seda casi podía notar la respiración del jedi acariciando sus mejillas.

―Hola. ―Anakin rompió el silencio con una sonrisa; su voz sonó como un sutil ronroneo. No estaban tan cerca y a solas desde aquella lejana tarde en el crucero de vuelta a Coruscant.

―Hola. ―Seda le devolvió la sonrisa.

―Te he echado de menos ―añadió Anakin, a media voz. Ya fuera por la cercanía, o por la amenaza mortal sobre sus cabezas, la situación lo invitaba a hablar en susurros.

―Anakin, no creo que sea el mejor momento... ―Ella meneó la cabeza, todavía con una sonrisa pintada en los labios.

―Yo creo que es el momento perfecto. ―Él subió una mano desde la espalda de Seda hasta su nuca.

Ambos sabían lo que iba a pasar.

Sus labios se juntaron, primero despacio, con cierta timidez, apenas un suave roce, no por ello menos eléctrico; luego, con el ansia de quien no ha bebido en mucho tiempo. Los meses transcurridos desde la última vez que se habían visto parecieron esfumarse, al igual que la trampa por encima de ellos, o la algarabía de los disparos en los pisos superiores.

Se separaron después de unos segundos, pero sus ojos siguieron conectados un poco más.

Anakin acarició la mejilla de Seda y ella apoyó la cabeza en su pecho.

Lo que hacían estaba mal, estaba prohibido y ambos lo sabían. Él ya era un jedi, ella no tardaría en convertirse en una. Estaban rompiendo las reglas de la Orden: nada de relaciones sentimentales, nada de apego. Y, si podían llegar a comprender algo de lo que sentían, desde luego eso era el apego.

No podían evitarlo, algo siempre los acababa llevando el uno al otro. Anakin estaba seguro de que su destino estaba ligado al de Seda; y ella sabía que, aunque quisiera, no podría alejarse de él.

Para ambos era confuso, pero para ella quizá más. Ni siquiera en todos esos meses había sido capaz de llegar a una conclusión aceptable sobre lo que había pasado aquella tarde en el crucero. En aquel momento se había dejado llevar, había correspondido el beso de Anakin, y luego se había despedido de él sin saber muy bien qué pensar, o qué sentir.

Pese a la confusión, ninguno de los dos fue capaz de darse un tiempo. Enseguida comenzaron las comunicaciones, las charlas nocturnas a distancia, las holoconferencias y los mensajes; a lo largo de esos siete meses, no había transcurrido un solo día sin que hablaran. Se necesitaban el uno al otro, no podían no estar en contacto. Sin embargo, habían evitado el tema de su relación, pues Anakin no quería presionarla más de lo necesario.

Y Seda lo agradecía interiormente, porque, si él llegara a hacerle la pregunta, no sabría qué contestar. Anakin la llenaba de vida, la hacía feliz... Pero, también tenía miedo, y se sentía atrapada. El simple hecho de besarlo despertaba en ella sentimientos contradictorios. Esa cercanía le devolvía recuerdos de Rastan, recuerdos que había tratado de enterrar en lo más profundo de su memoria.

Era todo demasiado complejo.

La red eléctrica se agotó segundos más tarde. Solo entonces ambos regresaron a la realidad. Él se puso en pie y tomó la mano de Seda. Cogieron el archivo con los diseños, escondido en un arcón blindado que Anakin abrió con su sable láser, y salieron de ahí a toda velocidad.

El aire polar del exterior les puso la piel de gallina. La lanzadera manejada por el maestro Plo Koon planeaba a escasa distancia. Taron disparaba desde el interior, con las compuertas abiertas y Obi-Wan, aún en la nieve, rechazaba sin dificultad a los últimos droides.

―¿Tenéis los diseños? ―quiso saber el jedi en cuanto los dos jóvenes llegaron a su altura.

Tras la respuesta afirmativa de Anakin, los tres saltaron a la rampa de acceso a la lanzadera. Taron se aseguró de ayudar a Seda a subir y luego cerró las compuertas.

―¿Por qué habéis tardado tanto? ―preguntó Obi-Wan una vez que la nave estuvo en órbita.

Los aludidos cruzaron una mirada de culpabilidad.

―Complicaciones ―se limitó a responder Anakin encogiéndose de hombros.

Su antiguo maestro no verbalizó réplica, pero la expresión suspicaz que asomó a su rostro ilustró perfectamente sus reticencias.



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Hy there, my loves ^_^

Well, aquí están algunas de las respuestas que quedaron sin resolver en el episodio anterior xD. Espero que hayan satisfecho vuestra curiosidad y que os haya gustado el capítulo.

Como veis, los personajes han ido evolucionando bastante. Anakin va madurando, Seda ya casi ha superado sus traumas del pasado y vuelve a ser la chiquilla optimista, divertida e impulsiva que era antes del prólogo... (admito que tenía ganas de avanzar con esta nueva Seda más alegre jaja). También se ha introducido a Taron, ¿qué pensáis de él, por cierto? Digo lo de introducido, porque para conocerlo de verdad todavía falta mucho.

He vuelto a cambiar la portada ¿os gusta? La autora de esta obra maestra es __Smiling__ si necesitáis una portada pasaros por su bookcovers, es fantástico. ^_^

La que he puesto está un poco modificada por mí. La original (la de Smiling) es esta, mucho mejor editada:


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