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8

El tercero

Sábado 12 de agosto de 2017

Ciudad de Córdoba, Fructuoso Rivera

16.06h

En éste momento, mi cabeza no coordinaba los hechos. Simplemente estaba perdido, no sabía qué decirle al respecto a Benjamín. Estaba aturdido, y de pronto apareció en mi esa sensación de tristeza, esa depresión que buscaba hundirme una vez más, a la que había estado huyendo todos estos años.

Mi amigo vio mi estado, fue de inmediato a la mesa donde tenía un botiquín, sacó algunas gasas y desinfectante, se sentó frente a mí para curarme y cubrir la herida.

—Hay que deshacernos de las piedras. Enterrarlas, quemarlas, lo que sea necesario —murmuré en lo que observaba a Benjamín—. Si esto avanza vamos a tener serios problemas.

—Dejame entender, antes de que hagamos eso. Vos no agarraste la piedra, en el accidente. ¿O si? —puso la cinta sobre la gasa y agarró la venda para cubrirla.

—No la tomé, sólo la... vi —hice una mueca cuando la venda ya estuvo puesta—. Tal vez otras personas lo vieron, recuerdo que el charco de sangre era enorme, el tipo estaba con los órganos y huesos faciales expuestos, extendiendo su mano con el collar en el centro de su palma.

—Podría hablar con mis viejos sobre esto, ellos tienen conocimiento en rituales, magia negra, brujería y cómo contrarrestar eso. Me voy a llevar los dos collares y los voy a mantener unidos, algo hay que hacer para cuidarte en tus pesadillas...

—Pues, si ya apareció en la tuya, por supuesto que debemos protegernos. Pero ¿cómo? Ya viste que si puede agredirnos en la vida real. Esto es una puta locura. Si se lo decimos a alguien van a tomarnos como locos y probablemente acabemos en un "neuro" —negué con la cabeza, levantándome del suelo para empezar a caminar—. Si vamos a combatir esto... debe ser en silencio. Nadie más que nosotros podría comprenderlo. Aunque ni nosotros sabemos bien a lo que nos enfrentamos.

—Es un demonio, claro está. Pero no se parece a alguno de los que haya visto en mis clases —dijo y lo miré confundido—. Ah, es que en mi religión nos enseñan demonología...

—Pues, esa es una buena fuente de información. Podríamos contactarnos con tu profesor o profesora, preguntarle acerca del tema antes de caer en la trampa de internet, o peor aún... que tus padres se enteren de esto y quieran crucificarme —me acerqué al celular para fijarme la hora—. Dormimos demasiado...

Martin nunca nos interrumpía, cada que venían mis amigos él se ocupaba de otras cosas, ni siquiera nos llamaba para almorzar porque sabía que en algún momento comeríamos; confiaba en que yo les invitaría algo cuando estuviese desocupado. Benjamín aún contaba con tiempo para quedarse, así que escribió a los chicos para que vinieran a mi casa, que debíamos hablar de un tema serio.

Bajamos a la cocina, parecía que mi padrastro había salido, pues no estaban las llaves de su auto ni su saco largo en la entrada.

—¿Crees que sea necesario quedarnos toda la noche? Los chicos están preguntando si de paso podemos hacer la maqueta de tecnología que nos quedó pendiente —habló mi amigo.

—Sería lo ideal, lo había olvidado. Podríamos aprovechar el tiempo —comenté, en lo que me acercaba a la heladera para sacar el recipiente donde estaba guardada la comida—. ¿Quieres una hamburguesa de zanahoria o de lentejas? —saqué dos platos de la alacena, dejándolos sobre la mesada para servir el arroz.

—De lentejas —se acomodó en una de las sillas altas de la mesa que estaba en el centro de la cocina, mientras revisaba su celular—. ¿Realmente se volvieron al veganismo?

—No, la verdad es que a Martin le gusta la comida elaborada, y sabe cocinar bastante bien —reí un poco, sirviendo la comida a ambos platos para llevarlos al microondas—. No como Melisa. Una vez nos quemó una olla porque el agua se evaporó.

Benjamín soltó una gran carcajada, que se escuchó en cada parte de la casa vacía. Él podía cambiar tu humor en cualquier momento, tenía esa "habilidad", si se puede decir, de hacerte sentir bien después de alguna tragedia.

Estar despierto, sin lugar a dudas, era un alivio para nosotros. La realidad dejaba de pesar como antes, dormir sería un martirio. Aunque si estábamos unidos eso sería de ayuda, la carga sería menos insoportable.

Esperamos alrededor de una hora y media, mientras comíamos en silencio, viendo las noticias locales en el canal donde siempre pasaban de todo. Lo más extraño es que nadie hablaba del ciclista desfigurado, no tenía familia o alguien que se acordara de él. Tal vez no lo pasaron por el noticiero por no tener a nadie quien fuera a reconocer el cuerpo, a lo mejor si era un vagabundo... lo cual era deprimente en cierta manera, morir sin que nadie te recuerde, pasar desapercibido a pesar de un terrible accidente. ¿Existía la posibilidad de buscarlo aún sin conocer su nombre? Sería complicado, aunque sólo le daríamos al cuerpo inerte la sensación de sentirse acompañado. Nada más allá de eso, o buscar más información sobre esa persona.

Que increíble podía ser el juego entre la vida y la muerte. Que desdicha para esas almas.

Nunca fui de creer en lo paranormal, y supongo que mis sueños me han golpeado duro para que amplíe mis conocimientos sobre los seres que moran en esta tierra. Quería deshacerme de ese demonio, pero no sabía cómo. Mi ignorancia en este aspecto era mayor, jamás me vi en una situación así. No creí que me pasaría, tomaba como mentira el testimonio de muchas personas que vivieron cosas similares.

Los chicos llegaron justo cuando íbamos a salir a comprar los materiales que Benjamín no trajo, porque no planeábamos hacer el proyecto hoy.

—¿Ya se va? ¿No se va quedar? —preguntó Lucas al ver a mi amigo.

—En realidad, íbamos a la ferretería. Pero pueden pasar, no tardaremos mucho —nos hicimos a un lado para que pudieran entrar.

—Yo traje algunos materiales extra, no se preocupen. Ya estoy preparado para que alguien se olvide el material —dijo Leandro.

Benjamín me miró apenado, aunque ya sabíamos las circunstancias.

Entramos todos a la sala de estar, les dije que se acomodaran ahí y que armaríamos todo en la mesita del centro de los sillones bordo. Fui a buscar a mi habitación los materiales que Martin me compró en caso de que decidiéramos cambiar de opinión con respecto al proyecto. Pues, debíamos hacer un semáforo o una ciudad pequeña e iluminada. Con mis compañeros aun no lo habíamos decidido, nos quedó eso pendiente luego de nuestra pelea. Me dejó desconcertado que a pesar de lo que había pasado entre nosotros aún estaban dispuestos a trabajar juntos.

—Ah, por cierto. Invité a la chica con la que te hablabas, estaba sola y nadie quería trabajar con ella, tomamos la decisión porque vimos que te caía bien. Y para que vos te lleves bien con alguien... —bufó exageradamente, Lucas.

—¿No vino con ustedes? —dije mientras bajaba las escaleras, sosteniendo las láminas largas de cartón gris.

—No. No quería, se ve que es muy aislada. Dijo que sabía ubicarse y que trataría de ser puntual. Tenemos que establecer horarios para que después no andemos juntándonos a última hora —habló Leandro, acomodando las radiografías que había logrado conseguir.

—¿De dónde sacaste tantas? De pedo conseguí las de mi abuelo —miró horrorizado, Benjamín.

Víctor se mantuvo en silencio, revisando su celular como un desesperado, o eso presentía; cada tanto pasaba sus dedos por su pantalón, por la humedad de la transpiración, suponía.

—Si vas a un hospital o a un geriátrico, podés pedirles a los recepcionistas si tienen radiografías viejas, ellos te las dan. No es necesario hurgar entre los problemas médicos de tu familia —se rió, Leandro.

Dejé las láminas en el suelo, los demás buscaban en sus mochilas los otros materiales para dejarlos en la mesa. No podía evitar ver de reojo a Víctor, esperaba que no tuviera algún problema en su casa, entendía lo mucho que le costaba acomodarse a los horarios así que hoy no desperdiciaríamos el tiempo. Benjamín y Leandro se sentaron a mis costados, sólo Lucas se quedó con mi otro amigo.

—¿Quieren mate? —hablé para romper el silencio y la tensión, al parecer no fui el único preocupado.

Asintieron, me levanté a poner la pava y buscar el azúcar, la yerba y el poro con la bombilla. Con Martin no tomábamos mucho, porque a él le gustaba más el café.

Me quedé observando las llamas de la cocina, la eléctrica estaba descompuesta así que tenía que usar la que era a gas. A pesar de que una parte de mi cabeza pensara en lo que teníamos que entregar en la materia más complicada del colegio, también recordaba el sueño, los collares...

¿Existía una lógica explicación sobre este fenómeno? Debía empezar la investigación cuanto antes, no quería enterarme de que esa cosa regrese a la vida real como una vez pasó. Aunque... debía verificar su existencia también, si alguien más lo veía sabría que no sería solo un producto de mis alucinaciones; y si las tenía debía hacerme revisar la cabeza.

—Lapislazuli —escuché la voz de Víctor.

Casi que pegué un salto al estar hundido en mis pensamientos. La curiosidad por la palabra y por saber qué le estaba pasando me carcomía.

—¿Qué? —fruncí el ceño, en lo que me giraba a verle.

—El material de una de las puntas de la estrella —sacó de su bolsillo un dije... igual al que con Benjamín habíamos encontrado.

—¿Dónde lo encontraste? —pregunté rápidamente.

—Creí que era una broma por parte de ustedes —me observó, confundido—. Pero no tenía sentido, ustedes nunca fueron a mi casa... lo encontré entre mi ropa, en el armario de mi habitación —guardamos silencio unos segundos—. ¿Qué significa, Joseph?

Decirle toda la verdad, de lo que habíamos comprendido con Benjamín, sería una total locura para él; pero no me quedaba otra alternativa, ya fue bastante raro que se encontrara con otra pieza: Tres en total.

—Podría decirte todo, pero no quiero que nadie más que tú y Benjamín sepan de esto hasta que estemos seguros a lo que nos enfrentamos. ¿De acuerdo? —agarré el dije—. Si, Benjamín también la ha encontrado. Te lo explicaré cuando los demás se hayan ido, por ahora trata de actuar normal, te prometo que encontraré la información necesaria para explicártelo, porque por ahora sólo tenemos teorías.

No muy convencido, dejó que sostuviera el dije. Lo noté un poco más relajado cuando volvió a la sala con los chicos, ellos empezaron a hablar bastante, sus voces retumbaban en la casa. Ava llegó.

Acabe de organizar la bandeja para llevarla a donde estaban los demás, el que la agarró para cebar el mate fue Lucas. Se sentó en el suelo para no ocupar espacio en la mesa, apoyó las cosas sobre la alfombra y empezó a prepararlo.

—Bonita casa, Joseph —comentó divertida, Ava—. Como no me invitabas, uno de tus amigos tuvo que hacerlo. ¿Este es el pase "V.I.P"? —se sentó al lado de Víctor.

Volví a mi lugar, asintiendo a la pregunta de ella, en medio de mis amigos, mientras guardaba el dije y observaba la mesa. Habían traído bastante material.

—Bienvenida al club —habló Leandro—. Es raro que aceptemos mujeres, en realidad es raro que aceptemos a alguien más. Te soy sincero y directo, tenes muy buenas notas en las materias, salvo en esta. ¿Es por falta de grupo?

Lo miré un poco incómodo, sus intereses estaban por encima de nuestra amistad, pues el que siempre andaba flojo en todo era Lucas, pero nunca lo dejamos de lado por ello.

—Ahm... ¿gracias? —sacó de su bolso oscuro varios recipientes pequeños de pegamento y una cartuchera transparente que contenía varios pinceles—. Y si, tuve problemas en esta materia porque nadie quería hacer grupo conmigo. Tampoco es que les preguntara a ustedes... suelo faltar a esas clases, llego tarde.

—Con razón no te me hacías conocida —habló Lucas, tomando el primer mate—. ¿Cómo arreglaste con las demás materias? Se supone que éste año nos hacen trabajar a todos en grupos.

Ava suspiró, observándonos a todos.

Leandro estaba atento a ella, pero también sacó la carpeta de los proyectos que armamos sobre la materia, para anotar los procedimientos y los materiales que utilizamos, incluyendo el presupuesto.

—Bueno, hablé con los profesores para que me dejen trabajar sola o para que entregue informes. Claro que no todos aceptaron. Por eso tengo un promedio bajo en tecnología.

—Entregar informes en cada materia... —silbó a modo exagerado, Lucas—. Que actitud, niña —cebó otro mate para pasárselo a Víctor—. Bueno, para darte la bienvenida... ¿Querés elegir el proyecto? Estamos entre un semáforo o una pequeña ciudad.

Los demás lo miraron en señal de reproche, no acostumbrábamos a recibir personas en nuestro grupo, por lo que tampoco les entregaríamos las decisiones más importantes en las materias.

—Creo que... con todos los materiales que veo, y la cantidad de manos, podemos hacer una ciudad. ¿Creen que sería conveniente? No tengo dudas de que vamos a terminar rápido. Además, si conocen bien a nuestros compañeros... la mayoría entregará el semáforo porque es "sencillo" de hacer —hizo las comillas con sus dedos.

Leandro hizo un gesto de que le daba igual, tenía razón. Los materiales nos servirían incluso para hacer un semáforo aparte de la maqueta; pero, como siempre, estábamos acostumbrados a que él diera el "Si" para empezar a trabajar, ya que tenía en cuenta otros factores que pasábamos por alto. Es demasiado atento. Bajó la carpeta roja a sus piernas, revisando en los bolsillos de su pantalón militar si tenía algún lápiz.

—Entonces será una ciudad —murmuró—. Lucas, no quiero ver que solo estés preparando el mate, vas a pintar los edificios, vamos a ver si tus dedos flacos pueden con ello —Lucas asintió, orgulloso—. Víctor, vas a hacer conmigo el plano de la ciudad, la distribución de calles y plazas. Ava, te vas a encargar de fabricar los parques, cada árbol o planta que vaya a tu conveniencia. Joseph, circuito eléctrico junto a Benjamín. ¿Estamos de acuerdo? Si al final terminamos con nuestras tareas podemos ayudar a Lucas a pintar —habló, anotando en detalle cada tarea que haríamos, pues estando a su lado podía leerlo.

Pasamos el resto de la tarde armando la maqueta, hablábamos cada tanto para conocer a la nueva integrante. Para nuestra suerte, no rechazó nuestra costumbre de tomar mate, de trabajar en silencio para poder acabar pronto con esto y relajarnos al final.

Ava fue muy cuidadosa al armar los árboles, les dio un toque realista con el algodón y en un momento salió a la calle a buscar algunas ramas.

Con Benjamín fue un verdadero reto crear un circuito eléctrico, pero Leandro nos confió eso porque teníamos más conocimiento del tema que los demás, o eso creíamos. La chica resultó ser una gran ayuda para distribuir las luces led a lo largo de la ciudad. Casi que era del tamaño de la mesita central del living.

Me alegraba que ninguno fuera descuidado, pues empapelamos el suelo con diario y cartón para que después no nos quedara tanto que limpiar. Arrojamos todo en una bolsa de consorcio oscura, dejamos secar el pegamento aplicado en cada edificio fabricado.

Martin llegó a eso de las ocho de la noche, trajo una caja de seis donas para que pudiera compartir con mis amigos; se sorprendió al ver que una chica compartía nuestro grupo de estudio. Y presentarla fue muy vergonzoso, Lucas adulaba que era mi novia, luego que en realidad era la pareja de Leandro. Aunque me alegró que solo fuera un intercambio de risas, pues pensábamos que ella sería más tímida, o callada.

Comimos las donas con una taza de café turco de la reserva de Martin, se quedó hablando con nosotros mientras esperábamos que pasaran a buscar a Lucas y a Leandro; les contó algunas anécdotas que yo ya conocía sobre cuando él iba al secundario, y realmente era todo un reto para su madre. Al parecer fue uno de esos chicos rebeldes, pues se escapaba cuando quería salir con sus amigos, hacían grandes hazañas para faltar al colegio, como la amenaza de un ataque terrorista falso.

Cuando los chicos se fueron, dijeron que acercarían a Ava de paso, arreglaron a último momento eso.

Los padres de Benjamín aún estaban en su iglesia, la reunión acababa tarde así que pasarían luego por él, y también llevarían a Víctor; eran muy serviciales, debía agradecerles por permitir que mi amigo pudiera quedarse hoy a hacer el trabajo, fue indispensable su ayuda.

Mi padrastro fue a preparar la comida, en lo que nosotros fuimos a mi habitación para hablar con respecto a los dijes. Ahora la tensión regresaba a nosotros, junto con la desesperación. El no comprender algo que estaba por encima de nuestro razonamiento nos hacía dudar acerca de todo lo que habíamos aprendido. Religión, ateísmo, meditación... los tres puntos se unían para tratar de encontrar una respuesta a tal suceso.

—Descubrimos que podemos conectar nuestros sueños con la unión de las piedras del collar, es como un rompecabezas —escupí apenas llegamos, ellos sólo se quedaron cerca de la cama—. Aún no sabemos cómo funciona esto, pero es lo que se puede deducir en base a la experiencia.

Benjamín no dijo nada, pues estaba "curado de espanto" con lo que pasamos con esa bestia en la pesadilla, pero Víctor... el sí parecía muy asustado, no nos entendía. Era obvio. Pero ¿cómo explicar a alguien que un "demonio" puede matarnos en un sueño? Esperaba que no lo tomara como una jodida broma, porque no era para restarle importancia al asunto.

—Nadie más que nosotros puede saberlo, si los otros se enteran van a decir que nos fumamos una de la buena —se sentó en el colchón, Benjamín—. Y saben lo dramáticos que se van a poner mis viejos... van a prohibirme todo.

Víctor asintió lento, procesando las palabras y el secreto que debíamos resguardar para nosotros. Ahora su semblante reflejaba inseguridad.

Me acerque a la mesa de metal, donde anteriormente realice la "autopsia" al peluche, tome los otros collares que apenas los levanté se desunieron las piezas. Me agache hasta quedar de rodillas en el suelo, uní cada dije de la mejor manera que pude, y esta vez... esta vez un leve dejo de humo negro salió de los extremos.

—Ni se les ocurra preguntar algo estúpido —hable rápidamente—. Cuando paso la primera vez nos quedamos dormidos por muchas horas y...

Víctor señaló la esquina de mi habitación, sus ojos revelaban pavor ante lo que estaba observando. Giramos la cabeza lento, nuestras respiraciones se agitaban, el olor en el ambiente era horriblemente asqueroso.

En aquel rincón, se hallaba aquel "demonio" oscuro, acechando ansiosamente nuestras almas a través de sus ojos carmesí.

Benjamín se desplomó.

Víctor tembló hasta caer.

Y yo... me negaba a cerrar los ojos con esa bestia en mi habitación.

En el sueño

Estuve a punto de gritarle a esa cosa que nos dejara en paz, pues mi ansiedad ganaba el control en situaciones extremas, pero cuando parpadee: Ya estaba una vez más en mi pesadilla.

Me encontraba debajo de la cama del refugio donde se habían escondido todos los jóvenes que sobrevivieron al monstruo de afuera. ¿Por qué estaba aquí de nuevo?

Miré a mí alrededor antes de salir, arrastré con cuidado mi cuerpo. Si pasaría lo que sucedió en el otro sueño... no teníamos mucho tiempo que perder.

—Benjamín —susurré, tratando de localizarlo entre los chicos que escondían sus rostros con mantas.

Algunos me pidieron que me callara, pues los delataría con el más mínimo ruido. Y pese a que les dije lo que pasaría si se quedaban aquí, se negaron a escuchar. Lo único que hacían es pedir silencio.

Pasé con cuidado por cada escondite que pudiera haber en esta habitación, los que estaban aquí no mostraban su rostro. Benjamín ya hubiera gritado algo, conociéndole...

Abrí la puerta sin más, quitando con rudeza cada seguro. Me desesperaba no saber de mis amigos, y yo era el culpable de traerlos aquí, debía cuidarlos de todo lo que mi retorcida mente pudiera formar.

Corrí por el pasillo que me llevaba a la salida, revisé cada aula del edificio mientras llamaba a alguno de los dos.

¿O tal vez mi teoría fallaba?

—¡Joseph!

El grito de Benjamín me devolvió el aliento, estaba corriendo hacia mi, bastante agitado y asustado.

—¡¿Y Víctor?! ¡¿No se supone que esta mierda funcione así?! —llegué a su encuentro, dándome cuenta que nadie venía tras él.

—No está, lo busqué apenas llegué —su voz temblaba por la situación—. Creo... creo que algo hicimos mal —acercó sus temerosas manos a su corto cabello oscuro, mientras sus lágrimas descendían rápidamente por sus mejillas.

Joder.

Fin del sueño.







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