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"El club de los aislados"

Viernes 11 de agosto de 2017

Ciudad de Córdoba, Colegio secundario Príncipe de Asturias

17.33h

La semana no fue nada sencilla, pues ninguno de mis compañeros quiso hablar al respecto de la expedición en el hospital abandonado, y con la lluvia de exámenes pues tuve que enfocarme en estudiar. Resultaba realmente aburrido el colegio si no tenías con quien hablar, ni siquiera salía en los recreos o recesos, ¿para qué iba salir?

En mi casa ya no vivía Melisa, y Martin no quiso explicarme nada, sólo sé que desde que ha pasado eso él ha estado muy extraño. No puede dormir en las noches, se queda en la computadora hasta altas horas de la noche, y por ahí tengo curiosidad de saber qué hace, tengo un programa en el que puedo ver toda su actividad en línea, pero prefiero respetar su privacidad.

Se supone que saldríamos más tarde, pero un profesor había faltado, por lo que todos entregamos el cuaderno de comunicados al preceptor, debíamos esperar media hora, más o menos, para poder irnos.

Cuando él se acercó para recibir mi cuaderno, yo me encontraba casi acostado en el banco, mis rizos cubrían mis ojos así que todo era oscuro para mí.

—¿Joseph? —tomó el cuaderno, y se agachó un poco para verme—. ¿Está todo en orden?

—Si —respondí de inmediato, pero no me moví de la posición en la que estaba.

La realidad es que me costaba horrores dormir, las pesadillas constantes me tenían perturbado y todo era acerca de ese monstruo, sólo que yo estaba en diferentes situaciones y con diferentes personas. Sabía que mis ojeras se estaban volviendo más oscuras, que emocionalmente estaba destruido, pero no tenía ganas de hablar con nadie sobre mis problemas, así que pese a la insistencia del preceptor no hice más que negar todas las teorías que sacaba, además me estaba haciendo quedar como víctima de mis amigos, empeoraría la situación.

Revisé mi celular hasta que se le acabó la batería, recurrí a un libro que tenía guardado hace tiempo en la mochila y que nunca pude acabar de leer, no era la gran cosa, al menos no me atrapó como lo mostraba su portada.

¡He sido timado!

Bah, que absurdo intentar ser divertido conmigo mismo.

Mantuve la vista en las palabras, pero a decir verdad estaba por dormirme, seguía con la cabeza en el banco y el libro en mi mano, intentaba seguir leyendo pero me parecía una pérdida de tiempo. Mi mente estaba pidiendo auxilio, ya que comencé a sobre-esforzarla para crear una historia diferente. Faltaba que tuviera una pesadilla y me sobresaltara en el banco, quedando como un idiota frente a mis compañeros.

Sentí que alguien se había acercado, el movimiento del banco de al lado me lo anunció. Además se había tomado la molestia en acomodarlo para quedar frente a mí. Alcé la mirada lentamente, por encima del libro, pero sólo dejé expuestos mis ojos.

—¿Es el club de lectura? —escuché la voz de una compañera de la cual recién me enteraba de su existencia.

Ni siquiera me miró, sólo abrió su libro y buscó alguna página. Suspiré, mi semblante tenía un dejo de falsa esperanza...

Oh, como mi canción favorita.

—Yo no lo llamaría así... estás leyendo la historia y yo intento no dormir —murmuré.

—¿Y con un libro en la cara? ¿En serio? —me miró—. Sabes que a los niños les leen antes de dormir, ¿no?

Parpadee un par de veces, interpretando sus palabras y tratando de llevarlas a mi realidad. Que yo recordara, en el orfanato podían tirarte un libro en la cabeza para que te durmieras, no te lo leían.

—Ah... ¿Si? —intenté que no sonara como interrogación.

—No puedo creerlo —se quedó boquiabierta—. ¿Jamás te leyeron un libro antes de dormir?

Preferí evadir la pregunta, no todos debían saber de mí, ni de lo que tuve que pasar para llegar a este país. Así que sólo me encogí de hombros y cerré mi libro, tal vez hacer otras amistades no me vendría mal, aunque por supuesto, extrañaba las locuras de mis amigos.

—Disculpa que te pregunte, es que no he llegado a conocer a todos nuestros compa...

—Me llamo Ava —me interrumpió, negando con una sonrisa, extendió una de sus manos en forma de saludo—. No te preocupes, a vos sólo te conocía por "el líder de los cinco".

¿Quién saludaba con tanta cordialidad hoy en día? Correspondí, estrechando nuestras manos y sonreí levemente, me agradaba el hecho de que fuera lectora.

—Soy Joseph, pero algunos me dicen "Joe" —solté su mano para guardar mi libro en la mochila; ella se quedó viéndome, como si me faltara decir algo más—. Puedes decirme Joe...

Entrecerró los ojos un momento, apretó sus dedos en el libro, para mi sorpresa tenía uñas muy cortas y... parecían mordidas. Quizás era por ansiedad, o un antiguo hábito.

—Prefiero: Joseph. No hay muchos que conozca que se llamen así. Es muy b... elegante. ¿Sabes qué significa? —negué con la cabeza—. "Al que los dioses engrandecen" —sonrió, sin mostrar sus dientes.

¿Lo había inventado o mintió sobre que no sabía mi nombre?

—Vaya... y yo no sé lo que significa el tuyo —me crucé de brazos, apoyándolos encima del banco.

—Significa "vida", aunque es absurdo —hizo un gesto de obviedad.

Nos quedamos en silencio unos segundos, sólo mirándonos entre nosotros, como si estuviésemos esperando que alguno dijera algo, o como si quisiéramos huir de nosotros mismos.

—Así que, "el club de lectura" —fruncí levemente el ceño—. Más bien sería "el club de los aislados", ¿qué te parece? —miré a nuestro alrededor.

Al parecer ella era la que siempre quedaba sola, tal vez me concentraba tanto en mis amigos que ni siquiera sabía quiénes eran los demás.

—Me agrada. Oficialmente, quiero un pase "vip", llevo más en esto que vos —agachó la cabeza, para poder guardar su libro en el bolso.

—Conseguiré uno —bromee y justo el timbre sonó.

Ella sólo sonrió y se levantó para salir del curso. No había pasado algo fuera de lo usual, era una compañera más del curso, pero me alegró saber que haya intentado hablar conmigo, pues... cada tanto escuchaba rumores sobre una alumna que es aislada sólo porque tiene problemas en su casa y se la agarra con todo el mundo. Supuse que se referían a ella.

Mientras regresaba a casa con Martin, porque había pasado a buscarme, rebuscaba en mis recuerdos algo más que me diera indicios de esos rumores. Tenía cicatrices, pero parecían muy viejas y casi por travesuras, como cuando de niños nos caemos o tocamos la planta de espinas de algún familiar.

Podría no estar enterado de todas las costumbres de aquí, sin embargo no era tan diferente si estabas a mi altura; con todo lo vivido... podría decir que vi más que suficiente, sin contar los sueños y las extrañas visiones.

No le diría a mi padrastro, parecía que cada día estaba peor, se dejó la barba y tomaba más café de lo usual. No quería hacer más pesada la carga, no le dejé las cosas fáciles hasta ahora.

Guardó el auto en la cochera y bajamos en total silencio, no estaba de ánimos, como siempre.

—¿Quieres hablar de algo? —preguntó, mientras abría la puerta que daba al pasillo, cerca de las escaleras—. No has dejado de mirarme en todo el camino.

Me sentí avergonzado, y no abrí mi boca hasta que llegamos a la cocina. Ahora era él quien me observaba.

—Mis amigos están enojados conmigo —solté de la nada, pues era lo que más me dolía.

Puso agua en la pava eléctrica, me senté cerca de la mesa que estaba en el centro de la cocina y apoye mis manos en la madera.

—¿Qué sucedió? ¿Te insultaron o algo? —trajo dos tazas blancas a la mesa.

—No, en realidad... creen que les jugué una broma pesada en el hospital —aferré mis dedos a la taza de porcelana.

Martin se veía más canoso de lo usual, era muy joven aún para tenerlas, a los 36 años era raro ver a un hombre con tal cantidad. Aunque no le quedaba mal, resaltaba su tez clara.

—No es por ofenderte, pero ¿tu? ¿haciendo bromas? —sonrió de lado, acercando la cajita donde estaban las diferentes infusiones.

Su comentario me provocó una leve risa, a decir verdad era muy malo para eso, así que no era de hacer muchas, o no lo hacía. A veces me malinterpretaban.

—En realidad, vi algo que ellos no pudieron. No estaba bromeando, ni jugando con su miedo. Sólo... —alcé la mirada al techo cuando escuché pasos de alguien caminando descalzo arriba.

Martin también miró en la misma dirección, frunciendo totalmente el ceño. Apagó la pava y dejó lo que traía en manos en la mesada. En una seña de manos me insinuó que me quedara quieto, que no hiciera ruido alguno. Lentamente se fue acercando a la salida de la cocina, en camino a las escaleras. No quería quedarme sin hacer nada, pero tal vez era la oportunidad de que él conociera a esa cosa que me acechaba, que ni siquiera sabía qué es lo que era.

Sentí unas garras en mi nuca, juraba que estaba por orinarme encima del pavor que me provocó eso. La ansiedad hizo su trabajo, de la mano del pánico, y me desmayé. Mi cabeza dio contra el tablón de la mesa.

En el sueño

Me levante de golpe, totalmente agitado y sudado. Al lado de mi cama había otra, en la que descansaba mi padrastro. Otra vez volví a paralizarme, no entendí por qué, sólo estaba agitado, no asustado.

Era la primera vez que él aparecía en mis pesadillas, y esto no me daba buena espina. No podía mover un dedo.

Había algo debajo de su cama, el sonido de los zapatos se hizo presente ante el desplazamiento de... esa maldita sombra. Él estaba ahí, joder. Estaba debajo de la cama de Martin.

El oxígeno estaba abandonándome, quería gritar que se despertara en este mismo instante.

Por los dioses, estaba subiendo por un extremo de la cama y él estaba boca abajo, respirando tranquilamente.

Las lágrimas comenzaron a descender de mi rostro, mientras gesticulaba palabras que no eran audibles, no sabía si esto era por el temor o porque esa cosa no me lo permitía. La desesperación me absorbió como si nada.

Fin del sueño

Lentamente fui levantando mi cabeza, la mesa estaba humedecida por un líquido espeso, parpadee varias veces... se trataba de sangre. Toqué mi rostro con cautela, buscando alguna herida, pero no tenía ni un rasguño. ¿Si no era mía, de dónde venía?

Escuché que Martin bajaba de las escaleras, no había dormido tanto pero la luz se había ido, percibí que se quejaba de los fusibles y dijo que iría a verlos. Presté atención a la entrada de la cocina, lo vi pasar hacia el tablero que estaba cerca de la puerta del patio, y cuando volví a ver la mesa... ya no había rastro de esa mancha.

Al querer levantarme de la silla, note húmedo el asiento. Cerré mis ojos totalmente avergonzado, era mi orina.




Lamento publicarlo tarde, tuve unos asuntos de salud, pero no podía estar tranquila si no dejaba el cap :'v

Gracias por la paciencia ♥

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