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Cap. V. Perdida

A medida que avanzaba, Alex sentía la intensidad de la energía cuántica crecer a su alrededor. Los obstáculos y peligros se multiplicaban, pero su determinación no vacilaba. Saltó trampas mortales, esquivó ráfagas de energía lanzadas por los Uminari, que para su sorpresa no volvían a crecer en tamaño. Esto le resultaba extraño, ya que, al principio, cuando llegaron al planeta, estos seres eran enormes, luego redujeron su tamaño y ahora se habían igualado a él en estatura sin aumentarla.

Finalmente, llegó al lugar donde reposaba el núcleo. La radiante esfera de poder emitía un brillo deslumbrante, pero Alex sabía que detrás de su aparente belleza se escondía una amenaza para todo el universo. Cuando estaba a punto de sostener la esfera una voz lo detuvo.

—Detente, Alex, no sabes lo que estás a punto de desatar —advirtió una voz misteriosa, resonando en el lugar.

Alex se detuvo en seco, sorprendido por la intervención. Giró hacia la dirección de la voz y vio a un anciano encapuchado, con ojos brillantes llenos de sabiduría.

—¿Quién eres? ¿Qué sabes del núcleo? —preguntó Alex, cauteloso pero intrigado.

El anciano sonrió enigmáticamente y se acercó lentamente.

—Soy un guardián de los secretos ancestrales, un protector de la armonía universal. Este núcleo contiene un poder que puede traer equilibrio o destrucción, dependiendo de cómo se utilice. No debes tocarlo sin comprender su verdadero propósito —explicó el anciano con solemnidad.

Alex frunció el ceño, asimilando las palabras del anciano. Comprendió que debía escuchar y aprender antes de tomar cualquier decisión precipitada.

—Enséñame entonces, guíame por el camino correcto. No quiero ser responsable de la destrucción de todo lo que conocemos —suplicó Alex, con humildad en su voz.

El anciano asintió con aprobación y comenzó a revelar los secretos ocultos detrás del núcleo. Explicó sobre su verdadero propósito, cómo canalizar su energía de manera positiva y cómo evitar que caiga en manos equivocadas.

—No lo hagas —la voz de Lyra lo saco de la ilusión que tenía con el anciano.

Vio a Lyra, parada frente a él, con una expresión de angustia en su rostro. A lo lejos estaba Malakir junto a los demás Uminari.

—No entiendes, Alex. El núcleo es nuestra única esperanza de salvar a nuestro pueblo —dijo Lyra, luchando por contener sus emociones. Porque lo único que ella quería era acabar con todos.

Alex frunció el ceño, dudando de las palabras de Lyra. Sus instintos le decían que debía destruir el núcleo. Pero tambien estaba todo lo que el anciano le había informado. Aunque había aprendido a no subestimar la complejidad de la situación.

—No puedo confiar en ti, Lyra. Tus acciones y las de Malakir han demostrado que solo buscan poder y control. No puedo permitir que eso prevalezca —respondió Alex con firmeza.

Lyra se acercó lentamente, con lágrimas en sus ojos. Pero eran lágrimas de rabia y miedo, miedo a que Alex destruya el núcleo.

—Por favor, Alex, escucha. El núcleo tiene el potencial de ser una fuente de vida y energía para todos. Si lo destruyes, perdemos esa oportunidad. Permítenos usarlo de manera responsable y en beneficio de todos los seres, tanto humanos como Uminari —imploró Lyra, extendiendo una mano hacia él.

Ella actuaba muy bien, obviamente que sus intenciones no eran esas. Alex luchaba en su interior. ¿Debería confiar en las palabras de Lyra y darles una oportunidad? ¿O debía seguir su instinto y destruir el núcleo para evitar mayores consecuencias? O llevarse del consejo de un anciano que no existe.

En ese momento, las dudas se disiparon cuando recordó que los Uminari habían matado a varios de los humanos. Sabía que no podía arriesgarse a que el poder del núcleo cayera en manos equivocadas. Y se olvidó por completo del consejo del anciano.

—Lo siento, Lyra, pero no puedo tomar ese riesgo. El peligro que representa el núcleo es demasiado grande. Es hora de ponerle fin —afirmó Alex, y con determinación, desató una descarga de energía cuántica hacia el núcleo.

La explosión fue fulminante, liberando una onda de energía que envolvió a todos en el área. El impacto fue devastador, desencadenando una reacción en cadena que consumió el núcleo en un torrente de energía destructiva. Alex fue empujado hacia atrás por la fuerza del impacto, pero supo que había tomado la decisión correcta.

Mientras la energía se disipaba, Alex se puso de pie, mirando el lugar donde antes se encontraba el núcleo. Se sintió lleno de una mezcla de alivio, tristeza y sentía paz en su interior. Sabiendo que había hecho lo que creía necesario para proteger el universo.

Lyra se quedó en silencio, contemplando el resultado de los acontecimientos. Sabía que sus planes habían sido frustrados, pero también podía vislumbrar la posibilidad de una nueva dirección.

Con paso tambaleante, dejando atrás a los Uminari, y a una Lyra llena de ira, Alex decidió regresar junto a los demás. Pero la ráfaga de energía lanzada por Lyra se dirigió velozmente hacia Alex, amenazando con acabar con su vida. Sin embargo, en un acto instintivo de supervivencia, Alex canalizó su poder cuántico y creó un escudo protector a su alrededor.

La explosión de energía impactó contra el escudo, generando una onda de choque que sacudió el lugar. Los Uminari quedaron sorprendidos por la fuerza y el control que Alex había adquirido. Mientras el humo se dispersaba, Alex emergió ileso del ataque. Miró fijamente a Lyra, sintiendo una mezcla de compasión y determinación en su interior.

—Lyra, esto no tiene por qué terminar en más violencia. Hay una oportunidad para cambiar el rumbo y encontrar un nuevo camino hacia la paz y la armonía —dijo Alex con una voz cargada de convicción.

Lyra, aún llena de ira y frustración, miró a Alex con incredulidad. Sin embargo, la semilla de duda había sido plantada en su mente. Permaneció en silencio, su mirada oscilando entre la rabia y la reflexión. Lentamente, bajó sus brazos, dejando caer la guardia.

Malakir, al percatarse de que Lyra se debilitaba, no dudó ni un instante en lanzarse contra ella con una de sus mortales armas, acusándola de traición. Alex, impactado por lo ocurrido, contemplaba el cuerpo casi sin vida de Lyra, mientras una voraz ira se apoderaba de él. Sin titubear, se abalanzó sobre Malakir con la determinación de acabar con su siniestra existencia.

Ambos se enfrascaron en una lucha despiadada, enfrentándose cuerpo a cuerpo. La ventaja estaba claramente del lado de Alex, pues Malakir había perdido todos sus poderes tras la destrucción de su núcleo. Aunque exhausto, Alex aún conservaba su formidable habilidad. Con cada golpe y cada movimiento, dejaba en claro que era el único dueño del campo de batalla.

En un momento de agotamiento supremo, Alex liberó una explosión de poder que envolvió a Malakir en un resplandor mortífero, poniendo fin a su vida de una vez por todas. El silencio descendió sobre el lugar, solo interrumpido por la pesada respiración de Alex, quien se arrastró hacia Lyra, herido y debilitado por la feroz contienda.

—Vas a estar bien —susurró Alex mientras la sostenía entre sus brazos, su voz cargada de determinación.

—Sabemos que no, ya no poseo ningún poder. Ha sido un placer volver a verte, mi Bac —murmuró Lyra con voz entrecortada, sus palabras cargadas de resignación.

—Sí, mi Lyra, soy tu Bac. Te prometo que nuestro legado seguirá reinando y renacerás —respondió Bac con fervor, sus ojos llenos de determinación mientras observaban cómo Lyra se debilitaba, su aliento escapándose lentamente.

Lyra, con una sonrisa resignada en los labios, asintió débilmente. Sus palabras fueron apenas un susurro cargado de significado.

—Sabía que regresarías, aunque en otro cuerpo, y yo haré lo mismo. Hasta nunca...

—Y te voy a esperar mi querida Lyra—

El último aliento de Lyra se desvaneció en el aire, dejando a Alex con el corazón roto pero confundido. No podía comprender por qué Lyra había pronunciado esas palabras, afirmándole que él era Bac. Sin embargo, un destello fugaz de comprensión iluminó su mente. Comprendió que, de alguna manera, Bac había reencarnado en él, explicando la inexplicable atracción que siempre había sentido hacia Lyra y que aún persistía en su interior.

Con el cuerpo inerte de Lyra entre sus brazos, Alex fue testigo de cómo los Uminari, sorprendidos por lo que presenciaban, comenzaron a reverenciarlo. Su figura se elevaba en una atmósfera sublime, dejando a todos los presentes asombrados y maravillados. Era un reconocimiento divino a la conexión profunda que existía entre Alex y Lyra, y el legado de Bac que habitaba en él.

Los humanos, exhaustos pero llenos de determinación, abordaron su nave espacial con la intención de regresar a su hogar, dejando atrás el mundo de Epsandoria. Aunque agotados por la batalla y la pérdida, su espíritu conquistador no se vio apagado por los desafíos enfrentados.

Con la experiencia adquirida en su lucha en Epsandoria, los humanos se fijaron un nuevo objetivo: explorar y conquistar otros planetas menos complejos. La guerra que habían librado no sería un obstáculo para sus ansias de expandirse y colonizar nuevos territorios.

Impulsados por una sed insaciable de descubrimiento y un afán de superación, se embarcaron en un viaje intergaláctico en busca de un nuevo destino. Armados con el conocimiento obtenido en Epsandoria y con la determinación de evitar los errores del pasado, se dispusieron a conquistar nuevos horizontes en el vasto universo.

Cada planeta que encontraran sería una oportunidad para establecerse, crecer y dejar su huella. La valentía y la perseverancia que los caracterizaba serían las herramientas para abrirse paso en lo desconocido, mientras aprendían de las culturas y las formas de vida que encontraran en su camino.

Y así, los humanos, con la mirada puesta en los astros y los corazones llenos de ambición, se adentraron en la vastedad del espacio, listos para enfrentar cualquier obstáculo y forjar su propio destino en su búsqueda incansable por colonizar y conquistar nuevos planetas.

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