Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

34

29 de ramzo a 7 de brial, año 5778.

Reino de Ocuraella, Bangau, Mansión Menawan.

—Señor Menawan, los guardias han avistado a un oucraello a unos cinco árboles de distancia —oí que decía el jefe de la guardia del otro lado de la puerta del despacho de mi padre. Frené mi mano a medio camino y me apoyé con cuidado contra la madera. No era ningún peligro aquello, y todos lo sabíamos.

Mi padre debió de hacer algún gesto o algo, pues el guardia continuó hablando. Estaba por decir algo más cuando empecé a escuchar algo a lo lejos. Apartándome de inmediato para correr al balcón más cercano. Lo primero que noté fueron los ciudadanos que corrían como hormigas, probablemente gritando; lo siguiente, fueron las criaturas que caían sobre la muralla. No podía creer lo que veían mis ojos.

Quedé paralizada, retrocediendo lentamente, como si no pudiera terminar de comprender lo inmensa que era la bestia que se encontraba atacando al anánimo. Su piel era escamosa, de un marrón verdoso, sus fauces se cerraban en el aire con un chasquido cada vez que quería darle un mordisco a su víctima. Rugía y la ciudad entera parecía temblar. O el bosque mismo. Dos alas membranosas, como de murciélago, se extendían sobre su espalda, las garras de sus pies hacían crujir al muro que nos separaba del resto del mundo. Por debajo de él, las plumas marrones del anánimo estaban salpicadas de sangre. No podía saberlo con seguridad, pero me parecía que uno de los ojos estaba cegado.

De repente, como si no estuviéramos ya en medio de una desgracia, el viento empezó a soplar con fuerza. Los árboles crujieron, y una figura pareció alzarse en el aire. Sin alas.

—Foal ha vuelto entre nosotros —oí que alguien jadeaba a mis espaldas. No dejé de ver al frente, temiendo que si parpadeaba, me perdería lo más importante. Ví como el inmenso reptil de cuello sinuoso era echado hacia atrás, junto con el oucraello. Luego de eso, me pareció distinguir que la figura se alejaba hasta el muro y luego se quedaba allí, quieta como una estatua. Hubo un destello dorado, al tiempo que escuchaba a mi padre gritar que trajeran al héroe a la casa.

No sé cómo ni cuándo salí del estupor, pero me encontré corriendo hacia la entrada, decidida a ver por mí misma a quien nos había salvado. De ser un hombre, lo reclamaría antes de que mi hermana tuviera la oportunidad.

Llegué patinando a la entrada, a tiempo para encontrarme con unos hombres que llevaban una camilla con el héroe del día. Avancé con pasos apresurados hasta quedar cerca de mi padre y apenas pude contener la sopresa al ver quién estaba en la camilla. Reconocí su cabello enrulado, mucho más salvaje en ese momento, la piel ligeramente bronceada y los rasgos que seguían endureciéndose. Una niña rubia correteaba a su alrededor, diciendo que tenían que llevarlo a un lugar tranquilo, mientras una luz parecía envolverlo, dándole a Darau el aspecto divino.

Mi padre de inmediato le dio una habitación donde quedarse.

—Ese es mío —le dije a mi hermana por lo bajo, quién se encogió de hombros antes de decir que no estaba interesada en tener a un muchacho en su nido—. No es un muchacho.

—Si tú no te has dado cuenta, entonces es que no eres tan madura como pensaba, hermanita —replicó, marchándose con aires de grandeza. Apreté los dientes, enderecé la espalda y fui hacia los aposentos.

Entré sin hacer ruido y no tardé en reconocer a la insolente que había estado viniendo a mi casa desde hacía un par de días. Tenía el cabello atado en una apretada trenza, con los brazos y hombros descubiertos, dándome la espalda. Del otro lado de la cama simple, estaba la niña de antes, sus manos extendidas hacia Darau, como si estuviera enviándole algo a través de ellas. Apenas había dado un paso cuando un muro viviente se interpuso en mi camino.

—Le pediría que, de momento, no venga a la habitación —me dijo el hombre que recordaba de la biblioteca, el que estaba buscando algo junto con Darau y la otra. Puse la mejor sonrisa que pude, pero él me cortó—. Ilunei y la curandera necesitan tranquilidad. Venga luego.

Solté un bufido al ver que no iba a tener suerte con él tampoco. Lo habría mirado con todo el malestar que tenía, pero no ayudaba que me sacara unas cuantas cabezas de altura. Así que me marché.

Los siguientes días intenté ir a visitarlo, pero siempre estaba la niña o la jovencita que me miraba con el mismo rechazo que yo sentía hacia ella. Intenté que mis momentos con Eko me ayudaran a sacar las ideas de mi cabeza, que el placer me tomara por completo, dejándome en nada. Lo conseguía por un buen rato, hasta que todo acababa y mi cabeza regresaba a la habitación con dos custodios.

Así estuve por una semana y dos días, siempre encontrándome con una de ellas que me echaba a patadas. Pasaba cerca de la puerta, dispuesta a dejarle un poco de comida a Darau, pero la joven, Sinta, como me enteré que se llamaba, me solía frenar, tomaba la comida y la llevaba dentro. Envié a Eko un par de veces, especialmente cuando me enteré de que la insoportable era su hermana, pero no hubo mejor suerte. Cómo un hombre tan dócil tenía una hermana que no parecía conocer de reglas sociales, escapaba de mi conocimiento. Al parecer, a ellos no los había criado la madre, porque sino, habrían sido los dos iguales en educación.

No fue hasta el octavo día que logré entrar en la habitación una vez Eko me dijo que su hermana se había marchado. Avancé a grandes pasos hacia allí, deteniéndome lo necesario para acomodar mi apariencia, respirar hondo, y entrar.

—Me gustaría poder hablar solo con Darau —dije, poniendo mi mejor sonrisa. Los tres intercambiaron una mirada antes de que el hombre soltara un suspiro y se llevara a la niña, quién me dedicó una mirada molesta al pasar. No le di importancia, menos cuando por fin pude verlo con mis propios ojos.

Estaba algo desmejorado, con ropas simples y ojeras marcadas. Ocupé el costado de la cama, apartándolo un poco para que al menos cabiera de costado. Su mano pronto estuvo rozando mi pierna y me consideré parcialmente victoriosa. Hablé de cualquier banalidad, acaricié sus cabellos con cuidado, murmurando palabras dulces que lo hicieron suspirar.

—Prepararé tu habitación —le dije al final. Él me miró confundido, sí, le había dicho que podía quedarse, pero como se había marchado a la biblioteca, en lugar de ir a buscarme, consideré que quizás se había satisfecho con aquella noche. No que hubiera sido mi mejor desempeño, ni por asomo, mas había una ligera diferencia entre tener a un ave enjaulada por la fuerza y otra que se dejaba enjaular.

—Pensé que ya estaba —dijo, conel ceño fruncido. Yo sonreí y dejé un beso en sus labios antes de abandonar la cama.

—Oh, sí, pero como creí que no te interesaba estar aquí...

—¿Por qué lo dices?

Alcé mis cejas a más no poder.

—Porque te marchaste, volviste a donde estabas antes —señalé, con la mayor de las obviedades.

—Tenía que buscar algunas cosas con Ilunei y el señor Gynvan —dijo, con una nota aguda por detrás de sus palabras. Solté un suspiro, caminando hasta quedar a unos pocos centímetros de él, lo suficientes como para que mi aliento lo rozara, haciendo que sus ojos se cerraran momentáneamente.

—Pídeme lo que quieras, y te lo daré —susurré contra sus labios—. Todo lo que buscas, puedo dártelo —añadí con un roce. Él se inclinó hacia mí, no le permití que fuera un beso como probablemente quería, pero le dejé tener algo más tierno—. Piénsalo, ¿sí?

Con eso, me marché, dejándolo descansar. Salí e inmediatamente empecé a preparar todo lo que hacía falta. Le dediqué una sonrisa más a la niña cuando pasé junto a ella, decidida a no dejar escapar a este muchacho.

Solo tenía que esperar a que él mismo cerrara la puerta de la jaula.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro