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CAPÍTULO 9
El pene de Eric vibró de felicidad al sentir aquel trasero rosando con su piel. Tan sumiso y dispuesto. Diablos. Tener al buen poli tan sometido a él despertaba todas sus fantasías más morbosas Estaba tan molesto y caliente en ese momento que no pudo evitar morder la espalda del chico hasta hacerlo chillar.
Sí, que gimiera por él. Necesitaba joderse la ley. Diablos, lo necesitaba, nunca creyó que follarse a un oficial de la DEA pudiera causarle tanto placer. Pero lo hacía, necesitaba joderlo, lo necesitaba mucho. Diablos, hubiera pagado por follarselo con la placa colgada de su cuello.
Enredó sus manos en aquellos risos dorados y tiró de ellos hacía atrás acercando sus labios a la mandíbula del menor.—Quiero hacerte daño ¿puedo hacerte daño?
Jesse gimió sorprendido de que aquellas palabras lo prendiera, e intentó besarlo consiguiendo que Eric tirara un poco más de su cabello para alejarlo de sus labios.
—Te hice una pregunta.
Jesse se negó a responder y la mano que Eric tenía en el abdomen del menor fue bajando arañando todo el camino hasta su entrepierna y comenzó a masturbarlo con movimientos rápidos y firmes para tentarlo.
—Por favor Jesse pídeme que te joda.—Rogó Eric antes de perfilar con sus labios el mentón del menor.
Su lengua marcando patrones sobre aquella piel dorada que olía a sales de baño, chupó y mordió a su paso de forma lenta dejando su marca de forma inconsciente sobre su esposo mientras lo oía gruñir.
Jesse no respondería, no podía ni aunque quisiera. Lanzó una mirada hacia atrás, la mano de Eric moviéndose sobre su pene lo tenía en el quinto infierno.
Se aferró aun más fuerte a la moqueta. A el no le gustaba el dolor ¿no? ¿Por qué los dedos del mayor clavándose en su piel y sometiéndolo a él le estaba gustando tanto?
Todo aquel cliché erótico de la mierda sado no era apara él. Se había burlado de los que les iba aquellos juegos.
No le iba, no. Mordió con fuerza sus labios hasta que el sabor metálico de su propia sangre inundó su boca.
A él le iba el sexo tradicional ¿no?
Su cuerpo calentándose con los movimientos de Eric parecía decir otra cosa. Sintió un tirón doloroso en su parte baja que lo hizo gemir de forma involuntaria. Eric apretando sus huevos con una mano lo hicieron estremecerse.
—¿Quieres que pare? Pídeme que no te haga daño. Pídeme no te lastime.—volvió a decirle al oído y Jesse negó mientras sus dedos se clavaban en el cuero cabelludo del menor —¿Te gusta el dolor?
Jesse no respondió ganándose una fuerte nalgada que lo hizo saltar en su sitio.
Eso no se lo esperaba, diablos pero como si adquirieran vida propio sus piernas se movieron buscando otra vez aquel contacto.
Eric sonrió al ver la sombra roja de su mano haciendo acto de aparición en aquella bonita piel blanca y firme del chico.
—Será como quieras entonces. —Gruñó empujándolo un poco hacia delante cuando lo soltó y las caderas del menor golpearon contra el filo del jacuzzi. Le quedaría un morado después de eso, pensó con su cabeza rebotando en el aire por inercia , tuvo suerte de que sus brazos tuvieran la fuerza suficiente para amortiguar el empujón o hubiera acabado con el rostro estampado en la moqueta.
Y antes de que un segúndo pensamiento se colara en su mente sintió a Eric alineando su pene en su entrada y lo embistió.
Jesse soltó un grito de la sorpresa antes de llevarse el puño a la boca y morder.
Diablos.
Dolía , eso dolía y mucho.
Más de lo que había imaginado.
Las lagrimas traicioneras mancharon sus mejillas mientras su cuerpo se sacudía, sus rodillas juntándose en un intento por permanecer firme ante las envestidas violentas del mayor.
Gimoteó y se aferro a la moqueta con sus brazos hasta que débiles perdieron la batalla dejando caer su pecho en el suelo cuya aspereza arañó su piel con cada sacudida del pelilargo.
Lo único de lo que era conciente en ese momento era de los gruñidos del mayor, del golpe de sus cuerpos chocando piel contra piel, el agua removida y los músculos de todo su cuerpo tensandose por aquel dolor que iba subiendo, mezclándose con el calor que amenazaba con explotar en cualquier momento en su bajo vientre.
entonces sin darse cuenta se corrió, aturdido y sin poder creérselo.
Los músculos de su ano contrayéndose de forma involuntaria antes de relajarse consiguiendo que Eric soltara un gruñido y dos estocadas después se dejó ir sobre el cuerpo de aquel chico.
Que diablos...
Ahora si se sentía lo suficientemente relajado para negociar.
A todo esto... ¿Qué era lo que tenía que negociar?
Estaba intentando recordarlo cuando su teléfono olvidado a un par de metros comenzó a sonar. Y demonios, tuvo que salirse consiguiendo un "pop" y una quejido de aquel cuerpo cálido que lo tuvo deseando mas. Por un momento pensó en olvidarse de la llamada y quedare con el buen poli, pero la insistencia lo obligó a levantarse y salir a atender la llamada.
para cuando volvió de contestar el chico seguía en la misma posición donde lo había dejado, su cuerpo enrojecido aun con las marcas de sus dientes y manos eran una obra de arte perversa, de hecho habían raspones que sangraban.
Diablos. No se había detenido a mirarlo antes ¿Qué demonios le había hecho? ¿y por que el chico no lo había parado?
—¿estas bien?
—sí, solo dame unos minutos.—Murmuró Jesse mientras intentaba reponerse física y psicológicamente de lo que había pasado, que no tenía idea de como sentirse después de eso ¿lo había disfrutado? No tenía idea, había sido demasiado para su cuerpo, pero se había corrido y aquello era demasiado para procesar de un segundo a otro. Cerró los ojos con fuerza y en cuanto intentó moverse la mueca de dolor en su rostro lo delató.
Diablos. Lo había lastimado. En fervor del momento creyó que ambos estaban disfrutando. Jesse parecía haberlo disfrutado.
Carajo.
—Ven aquí.—Le dijo Eric acercándose para ayudarlo.
—Yo puedo.—Intentó rechazarlo para conservar algo de su dignidad a lo que Eric bufó.
—No seas infantil, ni siquiera puedes moverte. Venga.—le dijo alzándolo como a una princesa y lo llevó hasta su cuarto.
Lo sentó en la cama y tras ayudarlo a limpiarse le dejó unos boxers y una camiseta suya de dormir.
Solo será un día se dijo a si mismo, la culpa haciendo efecto en su sistema mientras veía al chico acurrucándose en su cama.
—¿Quieres algo de comer?—Dijo sin estar muy seguro si debía ofrecerle un taxi para que se marchara o un analgésico para el dolor.
—¿pizza?
—De acuerdo.—aceptó Eric.
Sólo por hoy se recordó, una vez más mientras sus nervios se ponían de punta al imaginar al chico comiendo sobre su cama. Regándolo todo de miguitas, manchando con salsa las sabanas, sus manos grasientas en el control del televisor.
Le daría una crisis nerviosa de solo pensarlo. Para evitar esto último, le pasó el control remoto antes de que la piza llegara.
sí. Un riesgo fuera.
¿Y si mejor le llevaba una almohada a la cocina?
¡No puedes pretender que se siente a la mesa luego de lo que le hiciste! habló su conciencia defendiendo al chico.
Eric suspiró y al final se decidió a marcar a D'Angelos para que le mandaran una pizza.
Si, que Romeo le cayera mal no implicaba que no le gustara como cocinaban en su restaurante. Para desgracia del pelilargo, la comida del italiano era su favorita.
Media hora después y con un tic amenazando con hacer acto de aparición al darse cuenta que el chico había desordenado la alacena por la mañana, puso la pizza en una bandeja, no sin antes reordenar lo que Jesse había desordenado, y cargó en ella dos platos, dos botellas de cerveza, cubiertos y servilletas.
Luego de cenar, Eric se encargó de sacudir la cama y llevar los restos a la cocina, tras eso se quedaron recostados Jesse viendo la televisión y Eric observaba al muchacho discretamente mientras se reía con una absurda comedia para niños.
¿De verdad hacía solo unas horas se había follado como bestia a ese niño?
Eres un insensible, se dijo.
Por algo follaba con prostitutos la mayor parte del tiempo. Le gustaba el sexo duro y violento, pero la culpa de lastimar a sus parejas no le gustaba, para nada. Menos al poli que parecía poco más que un crío. Lo hacia sentir enfermo. ¿Por qué demonios se le ocurrió follarse al niño inexperto.
—¿Por qué no me detuviste?—Preguntó captando la atención de aquellos ojos verdes vibrantes.—Te hice daño, no digas que no.
Jesse chupó su labio inferior en un gesto pensativo y luego se encogió de hombros. —dijiste que no ibas a detenerte.
Eric rodó los ojos.
—No soy un violador serial. De verdad no sabes nada del sexo. —Le reprocho.
—Lo siento. —dijo Jesse acurrucándose a su lado.
Eric se tensó pero no lo apartó. A la mañana siguiente le encargaría a Rebeca que alistara uno de los cuartos para el chico.
—Lo que diga mientras follamos vale mierda, ¿De acuerdo?—Le aclaró, a lo que el pequeño apolo se volvió a encoger a su costado.
Mañana afuera, se dijo Eric. Pero lo cierto fue, que llegado el viernes, el chico seguía durmiendo en su costilla.
Para el sábado la mano de Eric ya descansaba en la cadera del menor haciendo que el corazon de Jesse bailoteara en su pecho y al miércoles siguiente se había deslizado hasta el bajo vientre del chico, a quien había comenzado a abrazar por las noches.
¿No has podido sacar al gatito a la calle, eh? Se burló su conciencia, mientras se lavaba los dientes.
Cada vez que intentaba correrlo el chico hacía esa mueca de cordero degollado o lo seducía para que se lo follara y acababan enredados en sus sabanas.
Como la noche en la que salió de bañarse y aun chorreando agua se metió en su cama. Eric tuvo que follarselo, era eso o asesinarlo por dejar ríos agua que dejarían manchas en el parqué que tan esmeradamente Rebeca se encargaba de pulir todos los días.
O la vez que fue a buscar una camisa y descubrió que el chico había metido su ropa en el placar por la fuerza arrugándole media docena de trajes de diseño.
Eric ese día tuvo que empotrarlo al placar y follarselo, no le quedaba mas remedio.
Eric se había encarado de ser mas suave con el chico, lo que no quitaba que no le dejara alguna que otra marca de recuerdo cuando lo seducía tan descaradamente con aquellas miraditas desafiantes y pucheros a los que comenzaba a acostumbrarse.
Si el chico no tuviera ese culo tan jodidamente adictivo lo hubiera corrido al segundo día en el que encontró bucles rubios en su cepillo.
Es por los polvos mañaneros, se dijo. Si, solo por eso.
La pasta de dietes seca en el tubo sin tapar era otra más de las victimas del desorden del chico rubio.
Asqueado el pelilargo la botó para abrir una nueva. Pero en cuanto quiso afeitarse, porque esa noche tenía una cena importante, descubrió pequeños rulitos rubios en su maquinita de afeitar.
Jesse se había afeitado el pecho con su rasuradora.
¿Qué? ¿Acaso se podía ser mas guarro?
Furioso salió del baño empuñando la maquinilla de afeitar y lo que encontró en su cuarto consiguió hacer estallar sus nervios.
El delincuente estaba sentado viendo su puto reality show con una bolsa de papas en su manos.
Como si nada.
Como si Eric no le hubiera recomendado cientos de veces que no hiciera aquello.
Como si no estuviera llenando de putas migas sus sabanas!
Como si no hubiera hecho un lio de su vida en esas pocas semanas.
— ¡¿Qué tu madre no te enseño nada?! Una convención de ratas tendré como sigas en mi casa. ¡ya veo los carteles! Vengan todas las ratas de chicago a la elección de la reina rata!—le Gritó con sarcasmo. Estaba al borde de perder los nervios. —No puedo creer que seas tan mugriento, hombre.—Dijo entrando al cuarto y empezando a hacer volar almohadones entre su ira y sus intentos por limpiar.
Jesse se limitó a mirarlo con sus ojos verdes grandes como platos y cuando al fin Eric se detuvo de insultar frente a la cama le tendió la bolsa de papas con aquella inocencia que a Eric lo ponía loco en todos los sentidos.
A la mierda.
Eric arrojó lo que tenía en las manos, Se tumbó en la cama de forma caprichosa y aferrando a su esposo por la cintura lo atrajo hasta él para usarlo de almohada.
—Eres un asco. —Le gruñó Eric de mal humor.
A lo que jesse se limitó a revolverle el cabello y dejarle una papa en la boca antes de volver sus ojos al televisor.
A ojos de Jesse su esposo era un maniático del orden.
¿Qué él no había hecho nada tan grave no?
jijijijiij jesse y Eric no parecen muy compatibles eh?
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