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CAPÍTULO 4

—¿Entonces...Estamos casados? ¿De verdad?—Era la cuarta vez que el chico rubio le hacía  la misma pregunta.

Se encontraban sentados en una de las mesitas rojas del McDonald donde Jesse  había insistido en invitar al mayor, que dinero no le sobraba, pero si el orgullo.

Y Eric no había querido seguir tirando de la cuerda. Que el muchacho ya se veía lo bastante alterado.

—Sí.—le dijo con calma el pelilargo analizando al muchacho que tenía frente a él,  seguía replanteándose si era mejor  divorciarse o suicidarlo. 

—y-y entonces, esto ¿Es legal? Tu y yo....

—Sí.—Volvió a responder Eric con paciencia llevándose el vaso de café barato a los labios.

Siendo honestos, llevaba años sin ir a un McDonald pero sospechaba que si a la noticia de la "boda" le añadía que además se había heredado media fortuna el chiquillo entraría en crisis.

Otra vez.

—Demonios —Jesse  apoyó los codos en la mesita y se sujetó la cabeza.—Mi madre va a matarme.

—¿Si eres mayor de edad cierto?

—¡Claro que sí!—Se quejó ofendido arrugando la nariz en una mueca.—No sabes como es ella. Mamá empezará a preguntar si le digo que me casé. Tu no entiendes, para ella soy como un ángel puro y casto, caído del cielo. Esto es como echarle una bomba en la cara.

—¿Entonces me casé con la virgen maría?

—No idiota. Digo. ¿Ya no cierto?

El chico se puso  rojo y se mordió los labios nervioso hasta hacérselos sangrar. —Lo hemos hecho, ¿tu y yo?

—Eso creo.

—Crees, pero no estas seguro, puede que no...

—Tuvimos sexo. ¿Es lo que quieres saber no? —le dijo con aquella voz plana que no dejaba entrever ni la mínima  emoción y el muchacho abrió los ojos como platos.

—Shhhhh.—Pidió mirando a los lados para asegurarse que nadie los escuchaba. —Esto yo... soy virgen ¿ de acuerdo?

—No lo eres.

—No. Bueno, de acuerdo. Ya no, pero lo era hasta hace un par de horas ¿si? Deja que me acostumbre a que resulta que me despierto y estoy casado.—se lamentó.

—Y follado.

—Si, eso también.—dijo con las mejillas rojas de vergüenza.

Alzó la vista de nuevo al hombre frente a él y diablos.

Que ni borracho tenía  mal gusto.

Eric McGraw ese día llevaba el cabello sujeto en una coleta, su cuello cubierto por una fina bufanda azul oscuro resaltaba aquella mirada felina  de color miel que lo caracterizaba.  sin duda no estaba mal.

Por la ropa que llevaba Jesse calculó que era un hombre sencillo, camisa de mezclilla y pantalones oscuros, nada de otro mundo. La barba un poco larga y casi pelirroja contrastaba con el cabello castaño dorado claro del hombre,  le daban ese toque desenfadado que había  conseguido tranquilizarlo de inmediato.

Le gustaba sí. 

Probablemente a Jesse le hubiera gustado conocerlo más antes de haberse acostado con él, antes de haberse casado con aquel completo extraño.

Que había pensado guardar su virginidad  para disfrutarla con alguien especial.

No era que esperara seguir puro y casto hasta el matrimonio, era que simplemente esperaba entregarse  a alguien que lo amara y fuera mutuo.

No en una noche alocada  de las vegas.

Aquello era como si le hubieran robado algo. Y de la peor forma, que ni siquiera era capaz de  recordarlo.

Se sentía él mismo de ayer y a la vez era como si algo hubiera cambiado, como si algo hubiera desaparecido y no pudiera recuperarlo.

Algo que le había pertenecido a él y solo a él por años.

Que ya no estaba y que no recuperaría.

Por un momento quiso llorar pero se contuvo.

Eres un adulto se recordó. Un adulto estúpido,  pero un adulto. 

—Entonces, esto ¿ Que haremos? Ahora... nosotros.

—Llamaré a un abogado para que prepare los papeles del divorcio. Cuando estén podrás firmarlos. 

—ohh—Dijo con algo como... ¿desilusión?

La idea de que el hombre estuviera tan seguro de divorciarse removía algo en su estómago.

¿Había sido tan malo pasar la noche con él? 

Sí. Puede que no lo recordara y que aquella no fuera la mejor manera de empezar una relación pero... 

Su cerebro  seguía en shock, pero la idea de divorcio no había pasado ni una sola vez por su cabeza  a lo largo de su vida. Se sentía mal, como un fracaso.

Estaba siendo ridículo.

Que la idea de casarse a los tumbos tampoco había pasado ni una sola vez por su cabeza y ahí estaba.

Era una solución desesperada para un problema desesperante.

Estaba casado, diablos.

Él,   que ni siquiera había tenido un novio que le durara más de un mes. Casado con aquel hombre de porte tranquilo que tenía  algo frío en la mirada, algo  por lo que su sexto sentido gritaba:

  "No te confíes de este corderito"

Jesse lo observó de nuevo, era como si existiera una pared de vidrio entre él y su nuevo esposo.

Que se veía tranquilo y relajado, pero el rictus en su boca le aseguraba que no lo estaba, la rigidez con la que  se sentaba y la manera en la que aquellos ojos lo recorrían analizando hasta  el último de sus movimientos.  No, Eric McGraw podía parecer un hombre desenfadado, pero no lo era. Definitivamente no.

El teléfono  del mayor comenzó a sonar y antes de que Jesse pudiera decir nada, lo mandó  a callar alzando una de sus manos antes de contestar.

Era el numero de Edd.

—¿Dónde estás?—La voz adormilada de Jed lo hizo sonreír inconscientemente. 

Podía imaginárselo frotando sus ojos y haciendo un puchero con sus labios.

El  mismo  que lo había visto hacer cada mañana por los 8 años que vivieron juntos.

Podía jurar  que en ese momento se encontraba  sujetando con su mano libre el  codo del brazo con el que sujetaba el teléfono.

Siempre necesitaba abrazarse a si mismo para hablar por teléfono para contrarrestar la ansiedad que le producía.

—Arreglando unos asuntos Jeddy ¿Dónde están ustedes ?—Preguntó mirando la hora, aunque ya sabía la respuesta, debían de estar esperando para embarcar en el avión privado que había alquilado para el viaje relámpago.

—Oye, ¿como supiste que era yo?—Preguntó sorprendido.

—Te conozco. Seguro que te quedaste sin batería.

—Hum...—Gruñó el hombre al otro lado de la línea.

—Deja de hacer esa mueca. —Se arriesgó.

—Ya, cuando haces eso es raro.—Dijo Jed, oyó como se movía probablemente descruzándose de brazos. Casi podía imaginárselo cambiando el peso de una pierna a la otra y mordiendo su mejilla.

—¿sabes algo de Romeo? Aun no vuelve.

Eric hizo una mueca de desagrado.

—Yo me encargo, vuelve a casa con los chicos.

—Pero...

—yo me encargo ¿Confías en mí?

—sí, pero...

—Vuelve a casa, yo iré en otro vuelo y lo llevaré conmigo. Ve a descansar. 

—Pero...¿Si le pasó algo? Le dejé 6 llamadas. No puedo irme sin él.

Eric se fastidió, que Jed estuviera todo preocupado por el italiano lo molestaba. Por lo que había visto era probable que aun estuviera en la cama del nudista. 

—Mañana es la boda, relájate Jed. —Lo calló e intentó suavizar el tono antes de hablar, hasta sonrió para que no notara lo molesto que lo ponía. —soy el padrino, ¿no?  Haré de mañana el mejor día de tu vida. Tu ve a dormir, relájate, yo me ocupo del resto.

Y no mentía, que si era necesario llevaría al italiano a punta de pistola a la boda.

Silencio.

—¿Y si se arrepintió?—Preguntó la voz insegura del rubio al otro lado y Eric quiso matar al italiano por transformar a su amigo en un amasijo de inseguridades.

—Nadie se arrepentiría de estar contigo. —Le dijo sin siquiera dudarlo.—Vete a dormir Jed. Nos vemos en casa. ¿sí?

—De  acuerdo. Cuídate. Llámame si sabes algo de él. Sí...

—¿Jed?—Jed hizo silencio esperando—Ve a dormir, Yo me encargo de que llegue al altar. ¿Sí?

—Bien. —Silencio. Jed parecía inseguro como si quisiera decirle algo. Eric esperó paciente conociéndolo.—Eres el mejor.

—tu lo eres. Ya váyanse.

—De acuerdo, de acuerdo, adiós. 

—Adiós  —Dijo y cortó sintiéndose frustrado.

Como que se llamaba Eric  Lev McGraw  que hubiera dado todos sus millones por ver desaparecido al italiano. Hasta había  pensando en hacer que sufriera un pequeño accidente, pero la idea de ver a Jed llorando por el malnacido lo destrozaba.

No, si Jed quería a Romeo, él se lo daría. 

—¿Esta todo bien?—Preguntó Jesse dudoso al ver a Eric fruncir el ceño.

—No.—le dijo en tono seco. 

—¿Quién era?

—El amor de mi vida. — Admitió, de cierto modo decírselo a alguien se sentía bien y no había nada que le obligara a negárselo  a aquel muchacho. 

Vio a Jesse hacer una mueca incómoda y no le importó.

Era lo bueno de no querer a alguien. No te veías en la obligación de hacer nada por él.

—ven, tenemos que irnos.

—¿Qué? Espera ¿Adonde?

Eric lo tomó del brazo y lo arrastró hasta un taxi con dirección al bar nudista de la noche anterior.

—¿que hacemos aquí?—Preguntó el rubio sin entender.

Eric lo ignoró.

Intentó llamar su atención por segunda vez, desde que había cortado la llamada el hombre se había mostrado distante, ni siquiera le dirigía la mirada y no tenía  idea de que había hecho mal

—oye.

—Espera aquí. —Dijo dejándolo con el taxista asiático que lo único que parecía saber decir era

"le coblo la espela"

hastiado sacó dinero de su cartera y le dejó el pago por adelantado.

Que no esperaba tardarse demasiado.

Con la luz del día , el local de las luces de neón parecía haber perdido todo el encanto que lo había hecho brillar la noche anterior. 

The vip-R room, no se veía nada V.I.P durante el día.

De mala gana entró al local y sin entablar conversación con los empleados que se encontraban barriendo se dirigió a las habitaciones de la parte trasera del lugar.

—Hey, tu.—Dijo uno de ellos, intentando detenerlo.

Eric se volteó apenas a mirarlo, el hombre aun iba con el cuerpo lleno de brillos, el pecho al aire y un sencillo par de pantalones.

Vaya, era guapo, sus ojos castaños, el cabello pelirrojo y el rostro de muñeco de torta se lo aseguraba. Probablemente, Eric hubiera pagado una noche con un hombre como ese, pero llegados al caso, no tenía tiempo.

  Sin dedicarle una segunda mirada retomó su camino.

—Oye. No puedes ir ahí. Es acceso exclusivo para clientes—El hombre intentó pararlo una segunda vez, pero apenas sus dedos tocaron el brazo del pelilargo, Eric lo empujó contra las butacas de la barra en un movimiento tan fluido y natural que apenas si se dio cuenta el pelirrojo de que yacía  en el suelo.

Su cerebro aún intentaba procesar por que de pronto el suelo se encontraba en contacto con su trasero y en eso Eric sacó un par de billetes de su cartera y se los tiró sin detenerse a ver si los cogía. 

—Ya soy cliente. No me tardo. —y sin esperar una respuesta retomó su camino hasta las habitaciones, entró en varias sin golpear recibiendo varios gritos escandalizados.

Imbéciles, pensó de mal humor hasta que por fin dio con el italiano bueno para nada que estaba buscando. Iba enredado aun en las sabanas del joven nudista.

—Lárgate.—le dijo agarrando al joven que no parecía llegar a la mayoría de edad por los hombros y lo tiró fuera de la cama.

El chico soltó un alarido de horror  mientras el italiano sin entender nada preguntaba a que se debía tanto escándalo.

Al menos se parece a Jed, pensó viendo de pies a cabeza al chico desnudo que se apresuraba por buscar su ropa esparcida en el suelo.

Y tiene buen trasero.

—¿Qué es esto? No me iré a ningún lado sin mi dinero. —Le dijo a modo de diva.

Asqueado Eric sacó su cartera por tercera vez en la mañana.

Ni siquiera él podía creer que estuviera gastando tanto en un par de zorras mugrosas

Por él, el motón de putas y el italiano podían encerrarse en el the vip-R  room y estallar que le importaba mierda.

Pero no a Jed, al estúpido  de su mejor amigo esa basura le importaba y eso por desgracia lo hacía importante para él.

Miró una segunda vez al muchacho y por pura maldad le echó el dinero al suelo cerca de sus pies.

En cuanto se agachó a juntar el dinero como lo que era, una perra  de la noche de la misma calaña que el italiano,  le pegó una puntapié en las costillas haciendo que gimoteara.

Corrección, no se parecía a Jed, era una versión barata y de mal gusto de su mejor amigo.

—Apúrate a desaparecer o te juro que te doy una paliza  .—Gruñó con la rabia en cada silbaba  que pronunciaba y lo que fuera que vio en los ojos de Eric lo hizo estremecer apresurándose de manera torpe por juntar el dinero y largarse de allí.

El pelilargo esperó  a que el chico se vaya y entonces si, encaró al italiano de cuarta que comenzaba a reaccionar.

—¿Eric?—Preguntó aturdido pero antes de que pudiera formular una pregunta se encontraba contra la pared con el antebrazo del de ojos amielados apretando su garganta.

—Te lo diré una sola vez, me importa mierda a quien te folles.—Le dijo Eric mientas el italiano se ponía rojo. Sus ojos abiertos como como platos, el cerebro despejándose de golpe por la situación.—Pero asegúrate de que Jed sea feliz ¿Entiendes eso? Dime que me entiendes o me encargaré  de que seas muy infeliz. Te joderé tanto la vida que no te das una idea. Te lo juro por la puta de mi madre, ¿De acuerdo?

A duras penas consiguió articular un si por lo que Eric apretó aun más su agarre.

—No te escucho. ¿Qué dices? 

—s.-s-sí. 

—Bien. —Lo soltó. Agarró un pantalón del suelo demasiado chico para ser de Romeo y se lo echó a la cara.

Ni siquiera espero a que se vistiera.

Lo llevó a  empujones y  patadas un par de pasos por delante de  él mientras Romeo intentaba a fuerza de voluntad embutirse en aquellos pantalones que apenas si le valían de calza.

Media hora después se encontraban los tres en el aeropuerto.

Jesse y Romeo  como dos niños penitentes  sentados en unos bancos a la vista del Eric quien no perdía la manía de tenerlo todo bajo control mientras  se encontraba en la boletería intentando conseguir tres pasajes directos a chicago.

—Ehem.—Carraspeó Jesse sintiéndose incomodo. El hombre a su lado aún  iba medio desnudo con purpurina en el pecho y se removía por los pantalones que se le ajustaban demasiado. Acabaría con un buen dolor en los bajos..—Soy Jesse, un amigo de Eric.

El italiano lo evaluó por un momento asegurándose de que le gustaba lo que tenía enfrente y luego le regaló una de sus sonrisas matadoras, que hubiera conseguido conquistar al rubio de no ser por el aspecto resacoso que le había dejado la noche anterior.

—Romeo, el novio.

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