Capítulo 8: Pistas Grabadas
Hamish entró en la que antaño fuera la habitación de sus padres, posando su vista en todos aquellos objetos, prendas y fotografías que se habían mantenido intactas, como si todo aquello hubiera sido petrificado en el tiempo aquel mismo día en el cual su madre desapareció. Parecía una habitación fantasma, y el muchacho estaba por jurar que en cualquier momento aparecería su madre, pero claro estaba, aquel no era el caso.
Ambos niños comenzaron a investigar la habitación, abriendo los armarios, los cajones... Buscando cualquier tipo de pista sobre el paradero de la misteriosa Cora Holmes. En un momento dado, Rosie encontró una vieja caja con multitud de objetos que, seguramente, pertenecían a la madre de su amigo. Entre aquellas baratijas de hacía años, encontró unas cintas VHS, además de algunos pasaportes caducados, así como algunas fotografías de la pelirroja en su época universitaria.
—Hamish —llamó a su compañero, quien estaba investigando los armarios—, he encontrado algo.
El muchacho de cabello castaño y ojos azules-verdosos ni siquiera tuvo que preguntar qué había encontrado la rubia, al acercarse a ella, contemplando la caja y su contenido. Por suerte para ellos, la habitación contaba con un pequeño televisor y un reproductor de cintas, por lo que, sin dudar un segundo, introdujeron una de ellas en el aparato. El vídeo comenzó a reproducirse a los pocos segundos, aunque el tiempo que se entreveía en la pantalla era claramente 01:22:30, lo que indicaba que alguien había visualizado el vídeo antes que ellos.
—¡Feliz Cumpleaños, Cora! —se escuchó decir a una mujer, mientras la cámara caminaba por el pasillo, siendo transportada por ella—. ¡Aquí tienes tu regalo! —exclamó con evidente felicidad aquella voz.
La cámara se enfocó entonces en una pequeña pelirroja de unos 12 años, la cual estaba recibiendo un regalo por parte de un hombre en silla de ruedas.
—¡Gracias, Mamá! ¡Gracias, Papá! —exclamó la pequeña Cora, abriendo con cierta ansia su regalo de cumpleaños, el cual resultó ser un diario nuevo con cubierta de cuero—. ¡Es estupendo! ¡Mi propio diario!
Tras un leve corte en la grabación, la cámara ahora se encontraba enfocada en una ahora universitaria Cora, quien se encontraba acompañada por tres personas más: una joven de cabello azul y ojos aguamarina, un muchacho de cabello rubio y ojos azules, y otro chico de cabello y ojos negros. Los cuatro sonreían a la cámara.
—¿Ya está? —preguntó la muchacha peliazul—. Espera... ¡Nos estás sacando un vídeo! ¡Mamá, para ya! —protestó con evidente molestia, intentando agarrar la cámara de vídeo, provocando una carcajada general.
—Anda, no seas aguafiestas, Hanon —indicó el de pelo moreno—. Ten en cuenta que es nuestra última reunión antes de ir a nuestras respectivas universidades —le recordó, revolviendo su pelo al haberse acercado ella a él—. Quién sabe cuándo podremos volver a vernos...
—Michael tiene razón, hermanita —indicó el joven rubio—. Disfrutemos del día de hoy lo máximo que podamos.
—¡James, Michael y tú sois unos pesimistas de tomo y lomo! —exclamó la de cabello azul con un tono irónico, antes de abrazarse a la pelirroja—. ¿Algo que decir a vuestro futuro yo, cuando vea esto?
—Oh, venga ya, ¡no empieces con eso! —se molestó Michael.
—¿Qué ocurre? —preguntó la joven pelirroja y de ojos marrones—. ¿Tienes miedo de que tu futura novia y/o esposa vea esto y se avergüence de ti?
—¡Cora! —Michael pareció ruborizarse.
—¿En serio? —se sorprendió la de ojos aguamarina—. Espero estar ahí para verlo, jajaja.
—Créeme, Hanon —el de cabello negro sujetó entonces a la aludida por la cintura—: lo estarás.
La hermana de James no tardó en sonrojarse violentamente, dejando claro que, de ese grupo de amigos, aquellos dos estaban definitivamente enamorados el uno de la otra.
—Ejem —carraspeó James, captando la atención de sus amigos y hermana—. Quiero decirte, futuro yo, si estás viendo esto, espero que hayas conseguido todos tus propósitos en la vida; entre ellos trabajar de abogado, o incluso fiscal... Y que te hayas conseguido casar con el amor de tu vida —añadió, antes de dar una significativa mirada a Cora, quien perceptiblemente decidió ignorar aquel último comentario—. Oh, y no lo olvides: pase lo que pase con tus circunstancias especiales, acéptalas, porque son parte de ti.
—Que profundo...
—¡No te burles, hermanita! —le indicó James, estirando su mejilla izquierda—. A ver si tú lo haces mejor.
Hanon entonces se libró del agarre de su hermano con una sonrisa, antes de dirigirse a la cámara.
—¡Hola futuro yo! —exclamó antes de dar una carcajada—. Espero que trabajes en lo que te gusta (preferiblemente de restauradora de obras de arte y diseño gráfico) —comenzó a enumerar—, tengas una casa enorme —exageró, alargando la "o" en la palabra "enorme"—, un marido encantador que te cuide con tus virtudes y defectos (sobre todo los defectos, que ya sabes cuales son), ¡y que nunca pierdas tu amistad con esta cuadrilla de raritos!
—Perdona, ¿qué? —cuestionó Cora—. ¿Raritos?
—¡Eso lo serás tú, azulona! —le espetó James en un tono bromista.
—¿¡Cómo que «azulona»!?
Por su parte, Michael no hacía más que carcajearse con las palabras de sus amigos y el puchero que la de pelo azul acababa de poner.
—Bueno, mientras estas tres cabras locas discuten entre ellas...
—¿¡Cabras locas!? —lo interrumpieron sus amigos, indignados.
—... Como decía —continuó, haciendo caso omiso a la interrupción—, sé que la vida no será fácil para ti, pero espero que logres encontrar un buen sitio al que llamar hogar, donde puedas sentirte seguro y estés rodeado de las personas que te quieren, y aquellas que tú quieres. Ah, y por supuesto, no te olvides de tu sueño de ser médico.
Tras unos segundos de calma, Cora suspiró antes de mirar a la cámara, comenzando a hablar.
—Bueno, lo primero de todo, te deseo la mejor de las felicidades —comenzó con una sonrisa tímida—. Espero que todo te vaya bien. Mi único anhelo para ti es, que nunca estés sola.
La cámara volvió a hacer un breve corte, antes de reproducirse nuevamente. En aquella ocasión, parecía que la pelirroja se encontraba en una fiesta de graduación, saludando a sus padres.
—Gracias por venir, Mamá —saludó a su madre, sin percatarse de la cámara de vídeo que su padre sujetaba—. ¿Pero qué...? ¡Papá! —pareció percatarse, alejándose de pronto unos pasos—. Ah —suspiró—, está bien. Por esta vez no me importa, ¡pero ya sabes lo tímida que soy! —le recordó.
—Hija, ¿no estabas aquí con alguien? —cuestionó su madre—. ¡Ah, sí! ¡Con ese chico con el que has bailado antes! —recordó, provocando que la pelirroja se sonroje—. ¿Cómo se llamaba...? —intentó rememorar.
—Mamá, no. No, por favor —intentó detenerla.
Hamish suspiró con algo de pesadez.
—Esto es aburrido —indicó—. De acuerdo: me gusta ver el pasado de mi madre, pero aquí no hay ninguna pista que nos vaya a ayudar a seguir su rastro —murmuró, dando la espalda al televisor.
Sin embargo, Rosie pudo detectar que realmente ver aquellas escenas le producía pesar. Pesar por no haber podido crecer teniéndola a su lado, por no haber podido compartir los momentos importantes de su vida con ella... Puede que diera la impresión de estar molesto y aburrido, pero en realidad estaba nostálgico.
—¡Ya recuerdo! —dijo la madre de la pelirroja, y a todos rasgos, la abuela de Hamish—. ¡Sherlock! ¡Sherlock! —comenzó a gritar.
La cámara se enfocó entonces en un muchacho de cabello rizado de color castaño, ojos azules-verdosos y vestido con un esmoquin.
En cuanto escuchó ese nombre, Hamish giró su rostro, enfocando de nuevo su vista en la pantalla.
—¡Mamá! ¡Calla!
Cora parecía querer que la tierra la tragase en ese momento. Por su parte, Sherlock se encontraba charlando con otro joven más mayor que él, al igual que con una pareja. Al escuchar su nombre, el joven posó sus ojos en la pelirroja, una sonrisa adornando su rostro, acercándose a ella y su familia con rápidas zancadas.
—Hola Sra. Izumi —saludó a la madre de Cora, la cual lanzaba ahora miradas asesinas a su madre.
—Oh, llámame Isabella, por favor —corrigió la mujer con un tono dulce—. ¿Esos son tus padres? —cuestionó, haciendo un breve gesto con la cabeza hacia el matrimonio que se había quedado junto al joven.
Hamish entonces sonrió, recordando que el segundo nombre de su hermana pequeña era Isabella, por lo que dedujo que era debido a su abuela. Era un tributo.
—Así es. Son mis padres —afirmó el castaño—. Y mi hermano, Mycroft... Mis padres han tenido que traerlo de vuelta casi a rastras —comentó con un tono divertido—. Podría decirse que no le agradan este tipo de fiestas.
—Pero ¿cómo no le van a gustar? ¡Si es vuestra graduación! —se escandalizó y extrañó la mujer.
—Es un hermano mayor pésimo —comentó entre dientes el sociópata.
—Bueno, dejando a la familia de lado —continuó Isabella, sin percatarse del comentario de Holmes—, dime Sherlock —apeló a él, provocando que la mirase—: ¿qué opinas del vestido de Cora?
—¡Mamá! ¡Chist! —intentó hacerla callar la pelirroja.
—Oh, vamos querida, seguro que tu novio tiene una opinión al respecto —indicó con una sonrisa.
—Tierra trágame —se escuchó murmurar a la joven, quien enterró su rostro en sus manos—. Oh, quiero morirme...
—Bu-bueno... —Sherlock parecía tímido de pronto—. Está arrebatadora. Eso no lo niego.
La joven que años más tarde fuera la mujer del detective, alzó su rostro al escucharlo decir esas palabras, sonriéndole de una forma tan dulce que logró hacer sonrojar al castaño.
De nuevo se sucedió un corte en la grabación, antes de que esta se volviese a reproducir. En aquella ocasión se veía claramente un vídeo nupcial, o al menos, estaba claro que se trataba de una boda por la temática de éste. La cámara giró entonces, viéndose a la peliazul de dos vídeos atrás: Hanon.
—Bueno, ¡hoy es tu gran día, Cora! —saludó a la cámara—. ¡Por fin vas a dejar de ser una solterona aburrida y te vas a casar con el amor de tu vida! —se alegró—. Bueno, James ha tenido la brillante (y genial) idea de dejarme grabar a mi tu vídeo de bodas casero, así que ahora que ha acabado la ceremonia y estamos todos de celebración, vayamos a verte, ¡señora Holmes! —se carcajeó, antes de comenzar a caminar hacia el lugar de la recepción, en la cual se podía vislumbrar a mucha gente—. A decir verdad, nunca pensé que acabaríamos casándonos... Ya sabes, tras todo eso de Bas-
La grabación sufrió unas leves interferencias en ese instante, como si alguien la hubiera manipulado para ocultar cierto tipo de información, antes de reanudarse a los pocos segundos.
—...nos merecíamos momentos de paz como este —concluyó la frase, antes de sorprenderse—. ¡Ah, mira! ¡Ahí está tu cuñado! —comentó, acercándose rápidamente a Mycroft—. ¡Hola cuñado!
—¿Cuñado? —se sorprendió momentáneamente, dándose la vuelta, pues estaba claro que se esperaba que fuera Cora quien lo hubiese llamado así, y no una extraña—. Disculpa, pero no creo que nos conozcamos —indicó, frunciendo el ceño al ver la cámara.
—Claro que sí —afirmó la de ojos aguamarina—. Soy la mejor amiga de Cora —se presentó con una sonrisa—. Me llamo Hanon, y estoy a cargo del vídeo de bodas —indicó, enfocando más la cámara al rostro del Gobierno Británico—. ¿Algo que decir a la feliz pareja?
—Por el bien de mi cordura y de nuestra estabilidad emocional —comenzó a decir—, no hagas abuela a nuestra madre demasiado pronto, querido hermano —concluyó, antes de hacer mutis por el foro hacia una mujer de cabello negro y ojos castaños.
—Esa es la tía Anthea —murmuró Hamish con una leve sonrisa en los labios—. La madre de Connor —aclaró—. Qué jóvenes están todos... Y qué felices.
—Menudo muermo de tío —murmuró Hanon a la cámara—. Te compadezco, Cora. Vaya cuñado que te ha tocado —comentó con una sonrisa pícara—. ¡Oh, oh! ¡Oye, padrino! —exclamó, comenzando a correr hacia una de las personas allí presentes—. ¡Al fin te alcanzo, John! —suspiró—. No me hagas perseguirte, que correr con tacones es una tortura —indicó, provocando que el doctor se carcajease.
—¡Mary! ¡Mary, ven! —le dijo a alguien fuera de plano.
A los pocos segundos una mujer de cabello rubio y ojos azules apareció en el encuadre de la cámara. Estaba evidentemente embarazada.
—¿Qué ocurre, cielo? —cuestionó la mujer rubia con una sonrisa—. ¡Oh, hola Hanon! —saludó a la peliazul—. ¿Haciendo el vídeo de bodas? —cuestiono antes de añadir con una voz llena de extrañeza—. ¿Pero no se estaba encargando James de eso...?
—Ya, pero como mi hermano no tiene la carrera de bellas artes ni tiene idea de como encuadrar una imagen, me ha dejado a mi a cargo de todo —replicó la de ojos aguamarina con un tono orgulloso—. Entre vosotros y yo: creo que ha ido a darse el lote con Amanda Staple-
La grabación volvió a cortarse de pronto en ese punto.
—...No creo que vuelva en unos minutos —indicó antes de sonreír—. ¿Cómo está la pequeña Watson?
En ese preciso momento, tras haber escuchado aquella pregunta, Hamish giró su rostro hacia su amiga. Rosie estaba llorando. No de pena, sino de emoción. Una genuina emoción por haber podido al fin ver a su madre y contemplarla en todo su esplendor. El detective en ciernes posó su mano derecha sobre la izquierda de la rubia, apretándola con algo de firmeza, como si quisiera asegurarle que estaba allí, con ella.
—Es bastante nerviosa —admitió Mary—. Pero no tengo dudas de que terminará por hacerse compañera de juegos de un pequeño Holmes, si es que Cora y Sherlock deciden tener uno —comentó antes de guiñar a cámara—. Aquí van mis palabras para la parejita —anunció—: que tengáis una luna de miel estupenda, y espero con mis mejores deseos, que sigáis siendo tan maravillosos-
—Y locos —interrumpió John.
—...Y locos como siempre lo habéis sido —finalizó Mary, incluyendo las palabras de su marido.
—¿John, algo que decir? —cuestiono Hanon, enfocando la cámara en el padrino, ya que Mary caminó entonces hacia los padres de Sherlock, quienes se habían acercado, para charlar con ellos.
—Eh... —no parecía poder encontrar las palabras—. Solo un par de cosas —indicó tras reflexionar unos instantes—: Sherlock, más te vale hacer feliz a Cora. Ya sabes que es como mi hermana, y si la haces llorar, te romperé todos los huesos del cuerpo —amenazó con un tono de gravedad inequívoco, dejando claro que cumpliría su palabra—; y Cora... Cuida mucho de él. No dejes que pierda jamás su camino.
—Gracias John —dijo Hanon antes de despedirse de los Watson, acercándose a la pelirroja—. ¡Hola, señora Holmes! —la saludó, percatándose de que estaba charlando con una mujer de rasgos asiáticos y una muchacha de cabello rubio.
Cora se apresuró entonces a despedirse de ambas mujeres, antes de encarar a la cámara. Hamish detuvo entonces el vídeo, retrasando unos segundos la grabación para poder observar mejor la imagen inmóvil en la pantalla.
—Rosie —apeló a su amiga—. ¿Ves lo mismo que yo?
—Sí —afirmó—. Akako está en la boda de tus padres —indicó—. ¿Crees que...?
—En efecto —replicó el castaño, interrumpiéndola a mitad de frase—: está claro que mi madre y Akako se conocían de mucho antes. De lo contrario, no habría asistido a su boda con mi padre —reflexionó—. Y algo me dice que mi madre tiene una relación muy estrecha (que aún no podemos determinar) con Japón, Akako, y esa joven de cabello rubio... Esa joven que también aparecía en la fotografía que hemos encontrado en la parte trasera de ese carné.
—Ese rosto... Yo conozco ese rostro de alguna parte —murmuró la ayudante del muchacho para sí antes de alzar la voz—. Y no solo eso, Hamish —intercedió la hija del Dr. Watson—. Por lo que hemos podido ver, la grabación se ha ido cortando y/o dañando en determinados momentos, y eso no puede ser casualidad —reflexionó—. Alguien ha debido manipular la grabación con el propósito de ocultar pistas y datos importantes. Relevantes para encontrar a tu madre... O al menos eso es lo que creo —la rubia entonces posó su vista azul en la caja de la cual habían extraído la cinta VHS, abriéndose sus ojos con pasmo—. ¡Mira! —exclamó, sorprendiéndose—. ¡Es el diario!
—No puede ser, Rosamund —negó el joven de cabello castaño—. No puede estar tan a la vista —supuso—. Mi padre no lo habría pasado por alto —indicó, por una vez, su voz llenándose de orgullo al mencionar a su progenitor.
—No seas cazurro, Hamish —lo regañó la rubia—. Mira bien —le indicó—: ¡no es el diario lo que se ve en la caja, sino el reflejo de éste! —comentó, levantándose del suelo en el cual se había sentado para ver la grabación, acercándose a un cajón superior de la habitación—. Si algo he aprendido al leer el blog de mi padre cuando aún no lo habían cambiado del todo, es que tu madre adoraba los puzles y los misterios —le informó, tanteando la parte baja del cajón, encontrando un doble fondo con un agujero en la parte posterior, el cual dejaba ver en el espejo el reflejo del diario—. ¡Ajá! —exclamó triunfante, habiendo apartado el doble fondo, haciéndose con el diario de la pelirroja.
—¡Bien hecho! —la alabó Holmes, acercándose a ella para ver el diario y poder así leer su contenido.
—¿Estás seguro de querer hacer esto? —preguntó la rubia de ojos azules, intercambiando una mirada con su amigo de la infancia, a quien más apreciaba.
—Completamente —asintió el detective en ciernes de ojos azules-verdosos, posando una mano en la cubierta del diario—: solo hay una forma de encontrar a mi madre, y es ésta —aseguró—. Descubriendo sus secretos, y desentrañando cuál es su conexión con Akako.
Ambos abrieron el diario en ese preciso instante, encontrando multitud de frases que parecían no tener sentido, así como letras, números y fechas inexactas e inexistentes. La pareja de investigadores se quedó perpleja al contemplar los datos del diario: estaban endiabladamente bien encriptados. No era de extrañar que, si en algún momento Sherlock había encontrado e intentado descifrarlo, se hubiera dado contra un muro de hormigón, pues era muy enrevesado. Pasaron unos minutos, tratando de descifrar parte de su contenido, sin apenas éxito. Para cuando decidieron rendirse, ya eran las 23:55 de la noche. Debían volver a casa, o de lo contrario se enfrentarían a una ira desmedida por parte de sus respectivos padres.
Los muchachos bajaron las escaleras del 221-B de Baker Street. Apenas acababan de cerrar la puerta tras ellos, cuando dos fuertes brazos los rodearon en un estrujante abrazo. El detective en ciernes de ojos azules-verdosos y cabello castaño no podía creer lo que contemplaban sus ojos: ¡era su padre! ¿Pero qué hacía allí?
—¡Hamish!
La voz de Sherlock parecía desesperada, casi rota por la emoción. El niño no recordaba haber visto así a su padre en todos sus años de vida. Realmente parecía que su máscara de imperturbabilidad se había resquebrajado y roto por completo.
—¿Pa-papá? —lo llamó con su apodo cariñoso, desconcertado por su presencia allí, así como por sus emociones y su tono de voz.
—¿¡Te encuentras bien!? —comenzó a cuestionar—. ¿¡Te han hecho daño!? ¿¡Por qué has venido aquí!? ¡Deberías estar en casa! —parecía no poder contener su ansiedad, formulando una frase tras otra, como si fuera una ametralladora—. ¡Tendrías que haber vuelto a casa después de lo ocurrido esta mañana! ¡No tendrías que haber venido aquí, para empezar! —lo reprendió—. ¿Sabes algo de tu hermana? ¿La has visto? —cuestionó de pronto, la ira dando paso al terror.
—¿A Shirley? —cuestionó el castaño, extrañado y ciertamente nervioso por sus preguntas: ¿acaso los habían descubierto?—. N-no... No la he visto, Papá —negó con rapidez—. ¿Por qué me lo preguntas? —cuestionó, sus ojos desviándose hacia su tío John, quien abrazaba a Rosie con fuerza—. ¿Qué ha pasado?
Ahora parecía ser él quien no podía controlar sus emociones. Cuando se trataba de su hermana pequeña no podía gobernarlas en absoluto. Sherlock se arrodilló frente a él entonces, sujetando sus hombros con firmeza. Cuando habló, pareció como si el mundo se congelase por completo.
—Shirley ha desaparecido. La han secuestrado.
Hamish se quedó sin voz en ese momento. Ni aunque quisiera podría haber emitido ni un solo sonido de angustia. Parecía como si al haber desaparecido su hermana, sus emociones se hubieran marchado con ella. Apenas sintió cómo su padre lo tomaba en brazos, llevándolo en taxi hasta su casa; ni siquiera se percató de cómo Rosie y John se despedían de ellos. Cuando al fin recuperó la mente, dejando de estar inmóvil como una estatua, lo primero que hizo fue coger su teléfono móvil, entrando al grupo de chat con el resto de los chicos con los que había decidido hacer aquella estúpida apuesta.
02:30 - Connor_BritishGovernmentAintMyBoss: Aiden? Shirley? Dónde estáis? Qué ha pasado?
02:30 - Hamish_Holmes: Connor! Acabo de enterarme! Shirley ha desaparecido!? En qué estaba pensando Aiden!?
02:31 – Alma_ImGoodBeingBad: Cuidado con lo que dices, señor Estirado! Aiden también está desaparecido! ☹
02:31 – Hamish_Holmes: En serio te parece el momento más oportuno para mandar un Emoji!?
02:32 – Alma_ImGoodBeingBad: Yo también estoy preocupada por ellos, Holmes.
02:32 – Connor_BritishGovernmentAintMyBoss: Como está el tío Sherlock?
02:32 – Hamish_Holmes: No puede dormir. Lógico. Está paseando de un lado a otro de la sala de estar.
02:33 – Connor_BritishGovernmentAintMyBoss: No te preocupes. Seguro que ambos están juntos... Aiden prometió cuidar de ella, al fin y al cabo.
02:33 – Alma_ImGoodBeingBad: Exacto. Y mi hermano siempre cumple sus promesas.
02:34 – Connor_BritishGovernmentAintMyBoss: De todas maneras, descansa, primo. Mañana Alma y yo continuaremos con nuestro caso. Intentaremos recabar mas información si nos es posible.
El hijo del detective asesor suspiró y bloqueó la pantalla de su teléfono móvil: ¿cómo iba a poder dormir, cuando posiblemente su hermana estuviera en peligro? ¿Y si la había capturado la Yakuza? ¿Y si esa ramificación había descubierto que su madre se relacionaba con Akako y habían rastreado sus conexiones hasta llegar a su familia? Mientras el cansancio lo vencía, Hamish solo pensaba en una cosa: no quería perder a su hermana. No podría vivir con el peso de su muerte sobre su cabeza.
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