Epílogo
Narra Adriá
Las noches eran cada vez más tranquilas, como si la tormenta que habíamos enfrentado estuviera cediendo lentamente. Sin embargo, a veces veía en los ojos de Dareck un brillo de inquietud, algo que aún no lograba soltar. Sabía lo que lo atormentaba, lo que a veces le robaba el sueño: su hermano, Enger.
Aunque habíamos avanzado tanto, Dareck no podía dejar de pensar en su hermano perdido. Había habido momentos en que todo parecía estar en su lugar, pero la ausencia de Enger era una herida abierta en su corazón. Una noche, lo encontré de pie frente a la ventana, observando el cielo estrellado con una expresión que conocía bien: una mezcla de nostalgia y dolor.
—¿Estás bien? —pregunté en voz baja, acercándome a él, mis manos suaves sobre sus hombros.
—Lo extraño, Adriá —murmuró—. A Enger. Pienso en él más de lo que debería.
—Es tu hermano —respondí, acariciando su brazo, tratando de ofrecerle consuelo—. Es normal que lo extrañes.
Esa noche, cuando por fin nos acostamos, Dareck cayó en un sueño profundo, pero no fue un sueño común. Cuando despertó a la mañana siguiente, su rostro estaba pálido, pero había una resolución en sus ojos.
—Soñé con él —dijo, mientras el sol matutino se filtraba por la ventana—. Soñé con Enger.
Me incorporé rápidamente, mi corazón acelerado ante la intensidad en su voz.
—Cuéntamelo.
Dareck tomó un respiro, como si tratara de poner en orden sus pensamientos.
—Estábamos en un bosque, oscuro y denso, pero no sentí miedo. Allí, en medio de la niebla, apareció Enger. Se veía igual que la última vez que lo vi, pero más... más sereno. Me miró y sonrió, esa sonrisa suya que siempre me hacía sentir que todo estaba bien. Y entonces habló.
—¿Qué te dijo? —pregunté, mi voz apenas un susurro.
—Me dijo que siempre había estado orgulloso de mí —Dareck hizo una pausa, su mirada perdida en algún lugar del pasado—. Que me siempre me había visto como su héroe y que, a pesar de cómo había terminado todo, había estado conmigo en cada paso del camino. Pero... también me dijo que no descanse hasta encontrarlo. Su alma aún no ha encontrado reposo.
Sentí un nudo en la garganta al escuchar esas palabras. Sabía cuánto significaba para Dareck su hermano, pero la idea de que Enger aún estuviera atrapado en algún lugar, esperando ser encontrado, me llenaba de una tristeza profunda.
—Dareck... —comencé, pero él negó con la cabeza.
—Eso no es todo —continuó, con los ojos brillantes de determinación—. En el sueño, apareció un demonio. Este tenía un aura diferente, como si su poder fuera más antiguo, más oscuro. Me dijo que tenía el poder de revelar secretos, de desenterrar verdades. Y me contó que el alma de Enger no podrá descansar hasta que encontremos su cuerpo y lo llevemos de vuelta con la familia. Está perdido, Adriá. Perdido entre este mundo y el otro.
El peso de sus palabras cayó sobre mí como una losa. El cuerpo de Enger... no lo habíamos encontrado. Era cierto que, a pesar de todo lo que habíamos superado, esa parte de la historia seguía sin resolver. Dareck se veía más decidido que nunca, como si hubiera encontrado una nueva misión, una que no podría ignorar.
—No descansaré hasta encontrarlo —dijo, su voz firme y llena de propósito—. Enger no se merece vagar sin paz. Lo traeré de vuelta, como me pidió.
Acaricié su rostro, sintiendo la tensión en su mandíbula, la mezcla de dolor y amor por su hermano que aún lo consumía.
—Y yo estaré contigo en cada paso —le prometí, sabiendo que, aunque sería una tarea difícil, no había forma de detenerlo. Ni a él, ni a mí.
Narra Dareck
Días más tarde
Nos encontrábamos todos reunidos. Por primera vez, estábamos todos en el mismo lugar, sin el peso de los secretos ni las mentiras. Adriá, Tamara, Penny, Leah, quien estaba alegre en los brazos de su abuelo Joa, y mis hermanos. Era extraño, pero también reconfortante. La familia, por disfuncional que pudiera parecer, estaba allí, unida.
El rey, se había sentado junto a su hijo y su esposa. Era una figura imponente, aún con la edad marcando su rostro, pero había una calma en sus ojos que no había visto antes. Tal vez había encontrado su propia forma de reconciliación, o tal vez, después de todo lo que había sucedido, entendía que algunas batallas ya no valían la pena luchar.
Tamara y Joa intercambiaban miradas, esas miradas que contenían más de lo que las palabras podían decir. Y aunque nada estaba dicho en voz alta, había una esperanza en el aire, una promesa de que las cosas podrían ser diferentes. Mejor.
La familia estaba rota en muchas partes, pero también estaba en proceso de reconstrucción. El rey, su hijo, su esposa y Adriá, la futura reina, estaban presentes, no como líderes, sino como una familia que intentaba encontrar su camino después de la tormenta.
Mi princesa de fuego me tomó la mano bajo la mesa. Sus ojos, siempre tan profundos, me miraron con esa promesa que habíamos compartido tantas veces. Aunque quedaban desafíos por delante, especialmente con la búsqueda de Enger, sabía que no estaríamos solos. Estábamos rodeados de los nuestros, y juntos, seríamos más fuertes.
—Lo encontraremos —me susurró, apretando mi mano—. Y cuando lo hagamos, estará en paz.
Asentí, sabiendo que ese sería nuestro próximo viaje. Pero por ahora, estábamos aquí.
Juntos, en familia.
La cena continuaba, llena de conversaciones y sonrisas tímidas, mientras todos intentábamos acostumbrarnos a esta nueva dinámica. Sin embargo, había algo que aún no había compartido, algo que llevaba guardando en mi pecho durante días, esperando el momento adecuado. Ahora, con Dareck sentado a mi lado, rodeados de familia, supe que era el momento.
Aprovechando un instante en que las conversaciones parecían relajarse, toqué suavemente el brazo de Dareck y susurré:
—Ven conmigo, necesito hablar contigo a solas.
Él me miró con curiosidad, pero también con una pizca de preocupación. Asintió sin hacer preguntas y se levantó junto a mí. Nadie en la mesa pareció notar nuestra partida, lo que agradecí. Caminamos juntos hacia el exterior, donde el aire fresco de la noche nos envolvía. Las estrellas brillaban con intensidad, iluminando el cielo como una promesa, y el silencio entre nosotros se sentía lleno de expectación.
Cuando estuvimos lejos de los demás, bajo un viejo roble, me detuve. Dareck me observó, con esa mirada intensa que siempre me hacía sentir vista, comprendida. Sabía que él podía notar que algo importante estaba por venir.
—Adriá —dijo con suavidad, acercándose un paso más—, ¿qué sucede? Pareces nerviosa.
Tomé aire, sintiendo el peso de mis palabras antes de liberarlas. Mis manos temblaban ligeramente, así que las entrelacé con las suyas, buscando la fuerza que siempre encontraba en su toque.
—Dareck... —mi voz tembló un poco, pero reuní todo mi coraje—. Hay algo que tengo que decirte. Algo que he estado esperando el momento adecuado para compartir.
Él frunció el ceño, claramente preocupado, pero no dijo nada, permitiéndome continuar.
—Estoy embarazada.
El silencio que siguió fue profundo, tan pesado como el aire alrededor. Los ojos de Dareck se abrieron un poco más de lo normal, y por un instante, pareció que el mundo a su alrededor se había detenido.
—¿Embarazada? —susurró, como si la palabra fuera un eco que necesitaba repetirse para comprenderlo del todo.
Asentí, sin apartar la vista de sus ojos.
—Sí, vamos a tener un hijo.
La sorpresa en su rostro fue reemplazada lentamente por una sonrisa, una que comenzó como una pequeña curva en sus labios y luego se expandió, iluminando todo su ser. Su mirada brillaba, y de pronto, sus manos tomaron las mías con más fuerza.
—Adriá... —dijo con la voz entrecortada, sus ojos llenándose de emoción—. No sé qué decir. Esto es... es lo más increíble que podía haber imaginado.
Antes de que pudiera decir algo más, Dareck me envolvió en sus brazos, su cuerpo temblando ligeramente mientras me sostenía con una mezcla de ternura y emoción. Sentí el latido acelerado de su corazón contra el mío, y por un momento, todo lo demás se desvaneció. Solo existíamos nosotros dos, y esa nueva vida que ahora compartíamos.
—Vamos a ser padres —susurré contra su pecho, mis manos descansando sobre su espalda.
Él se separó ligeramente, solo lo suficiente para mirarme a los ojos, y en su rostro vi reflejado todo lo que sentía: felicidad, asombro y una devoción profunda.
—Seremos padres —repitió, como si no pudiera creerlo del todo—. Y tú... tú vas a ser la madre más increíble que este mundo haya visto.
Reí suavemente, aunque mis ojos también se llenaron de lágrimas.
—Dareck, sé que esto es un cambio más en nuestras vidas, pero... no podría estar más segura de que todo saldrá bien. Juntos hemos superado tantas pruebas, y esta... esta es una bendición.
Él asintió, su mirada perdiéndose por un instante en mis ojos antes de bajar la vista hacia mi vientre. Colocó suavemente una mano allí, con una reverencia que me conmovió profundamente.
—Nuestro hijo... o hija —dijo con una sonrisa que irradiaba orgullo—. Le enseñaré todo lo que sé, le daré todo el amor que siempre deseé recibir. Seremos una familia, Adriá. Una verdadera familia.
Lo tomé de la mano, entrelazando nuestros dedos, y ambos nos quedamos en silencio bajo el cielo estrellado. No necesitábamos palabras en ese momento, porque lo que sentíamos era más grande que cualquier frase que pudiéramos pronunciar.
Sabía que el camino que nos esperaba no sería fácil. Con la búsqueda de Enger aún en marcha y nuestras responsabilidades como futuros reyes del territorio, el desafío de ser padres se sumaba a todo lo demás. Pero también sabía, en lo más profundo de mi ser, que estábamos listos. Estábamos listos para enfrentar cualquier cosa, juntos.
Finalmente, Dareck rompió el silencio.
—Vamos a decírselo a los demás —dijo con una sonrisa traviesa—. Quiero ver la cara de Joa cuando se entere de que va a ser abuelo otra vez, y del rey que lo será por primera vez.
Reí, imaginándome la expresión de todos. Sí, el futuro se veía incierto en algunos aspectos, pero en ese momento, bajo las estrellas y rodeados de amor, todo parecía posible.
—Nuestros padres estarán extasiados por esta noticia.
Y mientras caminábamos de regreso, de la mano, supe que nuestro legado no solo estaría en el reino que construiríamos, sino en la familia que formaríamos, una familia que, a pesar de las cicatrices del pasado, estaría más unida que nunca.
Mis padres, hermano, Dareck y su familia al junto de mi bebe conforman mi vida.
Ahora comprendo que ellos representan mi auténtico legado.
Y un día este bebe gobernará este territorio.
Mientras caminábamos hacia el futuro, con nuestros corazones entrelazados y un nuevo comienzo latiendo en mi vientre, supe que, pase lo que pase, el amor que habíamos forjado a través del fuego sería la fuerza que nos guiaría siempre.
FIN
NOTA FINAL DE LA AUTORA
"Queridos lectores, amigos de la lectura:
Sé que han estado esperando con las maletas listas para sumergirse en este nuevo mundo que he creado. ¡Y por fin llegó el día! Gracias por su infinita presencia.
Agradezco infinitamente su paciencia mientras trabajaba en este proyecto. Sus ánimos han sido mi faro en los momentos más oscuros. Ha sido un largo camino hasta este momento, y no podría haberlo recorrido sin su apoyo incondicional. Su paciencia ha sido mi mayor recompensa, y sus palabras de aliento, un bálsamo para mi alma.
Ahora que por fin puedo compartir este trabajo con ustedes, me doy cuenta de que aún no los he nombrado. ¿Qué les parece si juntos encontramos el nombre perfecto para esta comunidad tan especial? He estado pensando en ¿Cielito? Dije no, muy común, ¿Celes , Cefe, Celestinas,? Pero me di cuenta que no soy nada creativa con eso.
¡Gracias por ser parte de esta aventura!
¡Ustedes son los verdaderos protagonistas de esta historia!
Con todo mi cariño, Celeste Fer
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