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Capítulo 42

Narra Dareck

Han pasado meses desde aquel día en que todo cambió. Mi vida, mi identidad, pero en ese mismo caos encontré algo nuevo. La relación con Adriá ha florecido de una manera que nunca imaginé posible. Después de todo lo que hemos vivido, hemos aprendido a confiar más el uno en el otro, a sanar las heridas que los secretos y las mentiras dejaron en nuestro corazón. Ella es mi ancla, mi fortaleza, y mientras más pasa el tiempo, más entiendo cuánto significa para mí.

La relación con Joa, mi padre, también ha evolucionado. Nunca pensé que llegaría el día en que pudiera llamarlo "padre" sin resentimiento. Pero lo hice. La primera vez que hablamos después de la revelación fue difícil. Nos miramos durante lo que pareció una eternidad antes de que hablara. Sus disculpas fueron sinceras, y yo, aunque estaba lleno de dolor y confusión, no podía ignorar el arrepentimiento en sus ojos. Nos pedimos perdón mutuamente. Por habernos golpeado y deseado la muerte del otro. Desde ese momento, la tensión entre nosotros empezó a disolverse. No ha sido un proceso fácil, pero paso a paso estamos construyendo una relación. No como futuro rey y ejecutor, sino como padre e hijo.

La partida de su esposa fue otra sacudida para él. Después de que todo salió a la luz, las habladurías sobre su infidelidad no tardaron en extenderse por el territorio. La esposa de Joa, incapaz de soportar las miradas y los murmullos que la señalaban como "la cornuda", tomó una decisión radical. Dejó el territorio, abandonando a sus hijos y a Joa. En su despedida, proclamó que nunca lo había amado realmente, que solo había estado interesada en el poder que él representaba como el mejor ejecutor del reino. La verdad, cruda y dolorosa, dejó a Joa devastado, pero también lo liberó de una relación que había estado construida sobre falsas pretensiones.

Creo que fue lo mejor. Ya que Tamara y Joa, se miran con sentimientos profundos, pero no han dado ningún paso que yo este consciente de ello. Mis padres merecen ser felices, ya sea juntos o separados.

A pesar de la tormenta que hemos atravesado, ahora nos encontramos en un momento de paz y estabilidad. Adriá y yo estamos a punto de ser coronados como los nuevos reyes del territorio. Es un honor que llevo con orgullo, pero también con un profundo sentido de responsabilidad. Los preparativos para la coronación están en marcha, y siento el peso del futuro sobre mis hombros. No es solo un título, es la promesa de guiar y proteger a nuestra gente, de garantizar la prosperidad de nuestras tierras.

He aceptado mi papel como alfa de la manada, algo que al principio me costó asumir. Pero con el tiempo, comprendí que es una parte esencial de quién soy. Llevar a la manada a los límites del territorio ha sido una de mis primeras decisiones como líder. Nos estamos reorganizando, fortaleciendo nuestra posición para asegurar la estabilidad del reino y mantener alejados a quienes intenten desafiarnos.

Mientras miro hacia el futuro, sé que no estaré solo. Adriá estará a mi lado, como mi reina, mi compañera y mi guía. Y aunque el pasado ha dejado cicatrices, ahora veo con claridad que todo lo que he vivido me ha preparado para este momento. La vida sigue adelante, y con ella, la oportunidad de construir algo grande, algo que honre tanto a quienes fuimos como a quienes seremos.

Salgo de mi ensoñación cuando el suave crepitar del fuego en la chimenea, me trajo de vuelta, el cual arrojaba destellos de luz cálida en la habitación mientras la noche se desplegaba fuera de las ventanas. El silencio, cómodo y lleno de significado, envolvía a mi princesa de fuego, muy pronto llamada reina de fuego y a mí. Estábamos sentados juntos, sobre la suave alfombra, con una copa de vino en nuestras manos, pero realmente no necesitábamos hablar. A veces, el simple hecho de estar en la presencia del otro lo decía todo.

La miré, y no pude evitar sentir una punzada en el corazón al contemplarla. Sus ojos brillaban a la luz del fuego, y la forma en que sus labios se curvaban en una sonrisa apenas perceptible me hacía perderme en ella una y otra vez. Adriá era más que mi esposa, más que la futura reina de nuestro territorio. Era mi refugio, mi paz en medio de toda la tempestad que habíamos atravesado. Y en ese momento, no había nada más que desear, excepto estar a su lado.

Dejé mi copa a un lado y me acerqué un poco más a ella, mi mano buscando la suya. Al sentir el roce de su piel, una suave corriente eléctrica me recorrió el cuerpo. A pesar de todo lo que habíamos compartido, cada vez que la tocaba, era como la primera vez. Con cuidado, entrelacé mis dedos con los suyos, y cuando nuestros ojos se encontraron, supe que ella sentía lo mismo.

—A veces pienso en todo lo que nos ha pasado —murmuré, mi voz apenas un susurro en la intimidad de la noche—. Y no puedo evitar sentirme agradecido, Adriá. A pesar de todo el dolor, de los secretos... de las veces que fallé, aquí estamos. Juntos. Más fuertes que nunca.

Ella me miró con esa expresión suya, mezcla de ternura y determinación. Siempre había sido la fuerza silenciosa detrás de cada uno de mis pasos, incluso cuando yo no lo sabía. Se inclinó ligeramente hacia mí, y antes de que pudiera decir algo más, sentí sus labios suaves rozar los míos. Era un beso que no tenía prisa, que no pedía nada más que la cercanía de dos almas que se entendían sin palabras.

La rodeé con mis brazos, atrayéndola más cerca, como si al tenerla así pudiera protegerla de todo lo malo que alguna vez nos amenazó. Mis manos recorrieron lentamente su espalda, y sentí cómo ella se relajaba contra mí, su respiración sincronizándose con la mía. Todo desapareció en ese instante: las preocupaciones del reino, las tensiones del pasado. Solo quedábamos nosotros dos, en ese rincón del mundo que habíamos creado juntos.

—No sé qué haría sin ti —susurré contra sus labios, con la voz rota por la sinceridad de mis palabras—. Eres mi todo, Adriá. Mi luz, mi razón de seguir adelante.

Adria sonrió, esa sonrisa que hacía que todo lo demás se desvaneciera. Apoyó su frente en la mía, cerrando los ojos por un momento, como si quisiera absorber la cercanía entre nosotros.

—No tienes que hacer nada sin mí —respondió suavemente—. Porque siempre estaré aquí, Dareck. Siempre.

Esas palabras, aunque simples, eran todo lo que necesitaba escuchar. La apreté un poco más fuerte, inclinando la cabeza para besarla nuevamente, más profundamente esta vez. En ese beso estaba la promesa de un futuro juntos, sin más dudas ni secretos, solo el amor que habíamos forjado a través del fuego de nuestras pruebas.

Y allí, bajo la luz titilante del fuego, en ese pequeño refugio que habíamos creado, me di cuenta de que, a pesar de todo lo que habíamos atravesado, la verdadera batalla ya la habíamos ganado: el derecho a estar juntos, a amarnos sin reservas, a construir un futuro donde ambos pudiéramos reinar no solo como líderes, sino como compañeros de vida.

No necesitaba nada más. Ella era todo.

Narra Adriá

Han pasado meses desde aquella noche donde todo comenzó a encontrar su lugar. El fuego de la chimenea aún ardía en mis recuerdos, pero ahora la calidez que compartíamos Dareck y yo no era solo producto de las llamas, sino de todo lo que habíamos construido juntos. Mientras observo cómo los días se deslizan con la misma suavidad que el viento entre las montañas, me doy cuenta de cuánto hemos cambiado. El peso de los secretos y las mentiras que nos arrastraron en el pasado ha comenzado a desvanecerse. Las heridas aún están ahí, claro, pero ahora las llevamos con dignidad, como cicatrices que cuentan nuestra historia.

Mi relación con Dareck ha florecido de una manera que jamás imaginé. Ha aprendido a confiar, a ser vulnerable, y yo he descubierto en él una fortaleza que nunca deja de sorprenderme. Verlo aceptar su destino como líder de la manada y futuro rey me llena de orgullo, pero también de una profunda gratitud. Saber que él ha encontrado en mí ese ancla, su refugio, me hace sentir completa de una forma que nunca creí posible.

Nuestra vida ha cambiado mucho desde que aceptamos las verdades más dolorosas. Dareck ha comenzado a construir una relación real con Joa. Me conmovió profundamente la primera vez que escuché a Dareck llamarlo "padre", algo que nunca pensé que llegaría a ver. Fue como si una pieza crucial del rompecabezas finalmente encajara en su lugar.

Joa ha perdido mucho, más de lo que merecía quizás, pero en su despojo ha encontrado una forma de redención. Su esposa, la madre de tres de sus hijos, se marchó con una despedida fría, llena de reproches y verdades que tal vez nunca debieron haberse dicho. Y, aunque su partida sacudió a todos, en el fondo sé que liberó a Joa de un yugo que lo mantenía encadenado. Ahora, lo veo diferente.

Tamara, por su parte, sigue siendo un enigma. Su relación con Joa es ambigua, y aunque no han dado un paso que yo sepa, hay algo en la forma en que se miran, en esos silencios llenos de significados no dichos, que me hace pensar que sus caminos podrían entrelazarse de nuevo.

En cuanto a Dareck y a mí, estamos en la cúspide de un nuevo comienzo. La coronación está cada vez más cerca, y aunque la emoción es palpable, no puedo evitar sentir también el peso de lo que está por venir. Seremos reyes, no solo en nombre, sino en responsabilidad. Y esa carga es algo que, aunque llevaremos juntos, nos marcará para siempre. Mi papel como su reina, como su compañera en esta travesía, es algo que llevo con orgullo, pero también con una sensación de humildad.

A veces, en medio de los preparativos y las reuniones interminables, me encuentro mirándolo desde lejos, observando cómo ha asumido su rol de alfa. Su liderazgo ha emergido con una fuerza natural, una que yo siempre supe que llevaba dentro, aunque él dudaba de sí mismo al principio. Llevar a la manada a los límites del territorio ha sido una de sus primeras grandes decisiones como líder, y aunque fue arriesgado, ha demostrado ser lo correcto. Estamos más fuertes que nunca, reorganizados, preparados para lo que el futuro nos depare.

Anoche, mientras estábamos juntos frente al fuego, como tantas veces antes, sentí una paz indescriptible. Dareck es mi hogar. Lo supe desde el primer momento en que nuestros caminos se cruzaron, aunque me resistí a esa verdad por un tiempo. Ahora, no hay más dudas. Él es mi rey, no solo en título, sino en mi corazón. Cada toque, cada mirada, cada beso es una reafirmación de lo que somos el uno para el otro.

—A veces pienso en todo lo que hemos vivido —me dijo con esa voz grave y suave que siempre logra calmar mis tormentas internas—. Y no puedo evitar sentirme agradecido, Adriá. A pesar de todo el dolor, de los secretos... de las veces que fallé, aquí estamos. Juntos. Más fuertes que nunca.

Le miré a los ojos, esos ojos que una vez estuvieron llenos de furia y confusión, pero que ahora brillaban con una certeza renovada. En ese momento, supe que él también lo sentía: la paz que solo llega después de haber luchado tantas batallas, tanto internas como externas.

—No tienes que hacer nada sin mí —le respondí, mi voz apenas un murmullo entre el crepitar del fuego—. Porque siempre estaré aquí, Dareck. Siempre.

Esas palabras eran más que una promesa. Eran nuestra verdad, el pacto silencioso que habíamos hecho al elegirnos una y otra vez, sin importar lo que el mundo nos arrojara.

Mientras nos perdíamos en ese beso, sentí como si todas las piezas finalmente hubieran caído en su lugar. El reino, la manada, nuestro amor... todo había sido probado, y todo había sobrevivido. Ahora, con el futuro frente a nosotros, sabía que lo más importante ya lo teníamos: el uno al otro.


Y así, bajo la cálida luz del fuego, supe que el mañana sería brillante, porque juntos, lo habíamos conquistado todo.

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