Capítulo 37
Narra Dareck
Mi mano se tensó automáticamente alrededor del cuello de Dillon, antes de que pudiera siquiera procesar sus palabras. El aire a mi alrededor pareció hacerse más denso, el fuego en el salón chisporroteaba de manera distante, como si el tiempo se hubiese ralentizado en ese instante.
—¿Qué estás diciendo? —le pregunté con la voz baja, controlada, pero con la furia creciendo en mi interior.
Dillon no se resistió, no intentó apartarse. Mantuvo la calma, sus ojos fijos en los míos, como si estuviera preparado para la reacción. Aún así, mis dedos temblaban por la ira.
—Escucha —respondió con voz grave, firme—. No tienes ni idea de lo que se está gestando a tu alrededor. Brister ha estado moviendo piezas en las sombras por más tiempo de lo que cualquiera de nosotros sospechaba. Manipuló a Don, con ideas que lo pusieron a ejecutar lo que desde siempre ha querido hacer, y está detrás del plan que te llevó a casarte con la princesa.
Solté mi agarre de su cuello, dando un paso atrás, tratando de asimilar sus palabras. El peso de lo que acababa de decirme me golpeó con fuerza. Mi matrimonio con la princesa había sido una unión estratégica, un movimiento que consolidaba las alianzas, pero nunca había considerado que alguien más, especialmente Brister, estuviera detrás de todo eso.
—¿Cómo... cómo lo sabes? —mi voz apenas era un murmullo.
Dillon se frotó el cuello, respirando profundamente mientras recuperaba la compostura. El rey, que había estado observando en silencio hasta ahora, avanzó un paso, con el ceño fruncido, su mirada fija en Dillon, esperando una explicación.
—Hace tiempo —continuó Dillon—, cuando Don empezó a mostrar signos de debilidad, alguien comenzó a filtrar información. Brister ha estado usando a los más cercanos a él, para sembrar discordia y duda. Se ha aprovechado de cada oportunidad, y ahora controla más de lo que imaginamos.
El rey respiró hondo, su rostro endureciéndose con cada palabra. Era evidente que esto lo afectaba tanto como a mí. Brister, un eslabón que no sabíamos de su presencia e importancia crucial para bien o para mal.
—Brister siempre ha sido leal a... —murmure, pero Dillon me interrumpió con un gesto de la mano.
—Eso es lo que quería que pensáramos. Ha estado jugando a ese bando desde el principio. Se presentó como el consejero fiel, pero todo este tiempo ha estado moviendo los hilos para orquestar una revuelta. Su meta es deshacerse de Don, y al final, liberarnos. Además de poder salir del clan para buscar a sus hermanos, quienes él piensa que no están muertos. Ese fue el detonante para que él quisiera liberarnos. No desea ser líder o gobernarnos, solo quiere encontrar su familia y mientras Don exista no podrá lograrlo.
—El matrimonio de Dareck con la princesa fue parte de su plan para fortalecer la revuelta, ya que sopeso que necesitaríamos ayuda de la familia real.
Sentí un nudo en el estómago. Cada decisión que había tomado, cada alianza que había hecho parecía ahora una simple pieza en el juego de alguien más. Brister nos había manipulado desde dentro, y lo peor era que lo había hecho sin que yo sospechara. A pesar de que lo está haciendo por todos, odio la sensación que deja el ser manipulado no solo por Don y sus títeres, también por él.
—Maldito Brister —susurré, mis manos apretándose en puños a mis costados—. ¿Y ahora qué? Si ha llegado tan lejos, ¿cómo lo ayudamos? —Creo en el propósito de él, porque los prototipos no nos mentimos entre sí. A excepción de aquellos que son leales a Don. Siempre hubo una espinita que no encajaba con la lealtad de Brister, luego que Don haya desaparecido a sus hermanos para doblegarlo.
Él supo jugar con Don como nadie lo ha hecho.
Dillon me miró fijamente, su expresión grave.
—Para eso hay que llamar la atención de Don y sacarlo del territorio —dijo—Necesitamos que Leonel y Matías se queden solos en el clan, el primero es impulsivo y el segundo es torpe; necesitamos romper su influencia de sus hermanos de raíz. Y para hacerlo, debemos destruir lo que más valora: su control sobre la ellos, sobre el clan.
—¿Cómo lograremos eso? —preguntó interesado, al ver que es un plan detalladamente elaborado de parte de Brister.
—Si logramos mencionarle que Leonel estuvo detrás del atentado al club y secuestro se enojará y los dejara en el territorio por temor a que lo traicionen. De modo, que su leal prototipo quedará a cargo, ya que detendrá a sus hermanos. Porque así funciona la mente de Don.
Asiento, porque Don es así de previsible. Después de tantos años conocemos su talón de Aquiles. También querrá ser el héroe de la historia al hacerse con el territorio de los demonios
El rey, que había estado callado todo este tiempo, asintió lentamente. Podía ver la lucha interna en su rostro.
—Debemos ser cautelosos —dijo el rey, su voz firme, aunque cargada de una amargura que no podía esconder—. Un movimiento en falso y todo caerá. Pero si Dillon tiene razón... si Brister realmente ha estado moviendo los hilos de esta manera, no podemos dejarlo solo. Debemos mostrarle apoyo.
Mi mente estaba a toda velocidad. La ira, el desconcierto y la traición se mezclaban, pero en el fondo, una idea comenzaba a formarse.
—Entonces debemos actuar antes de que él lo haga —dije finalmente, con una determinación que no había sentido antes—. Puedo sembrarle la duda de Leonel, cuando se comunique conmigo. Usemos su propia red en su contra. Si logramos que llegue al territorio, lo dejaremos pensar que ha vencido.
Dillon asintió, viendo cómo la estrategia comenzaba a tomar forma. El rey me miró con una mezcla de preocupación y esperanza.
—¿De qué forma?
—Esto no será fácil, Rey —digo—. Pero si fallamos... será el fin de todo. Pero debemos crear una escena donde hagamos creer que yo lo maté a usted. Si conozco a Don, el no querrá ensuciarse las manos. Mandara a alguien, podemos insinuar o hacer que Brister lo manipule para que quiera envenenarlo.
—No será contraproducente—pregunta el rey—No es mejor enfrentarnos a él, directamente cuando llegue.
Nos quedamos en silencio, asimilando las palabras del rey. Don había jugado con nosotros durante años, había manipulado nuestras vidas, nuestras decisiones, y ahora, estábamos al borde de perderlo todo. Pero si algo había aprendido de esta vida, era que no podíamos mostrar debilidad. Usaríamos su propia arrogancia en su contra. Lo haríamos caer. Y cuando lo hiciéramos, sería él quien no vería venir el golpe.
—No, porque si lo matamos antes de tiempo, entonces no vamos a descubrir quienes están en su contra. —menciono.
—Dareck, tiene razón. —dice, Dillon—. Podemos conseguir un antídoto que pueda revertir cualquier veneno.
El silencio se instaló en la sala, mientras el eco de mis palabras se desvanecía en el aire. La idea de fingir el asesinato del rey era peligrosa, una apuesta audaz que nos llevaría al borde del abismo. Pero si conocía a Don, y lo conocía bien, esto lo sacaría de su escondite. Él no arriesgaría su propio pellejo cuando pudiera manipular a alguien más para hacerlo por él. Y ahí es donde entraría Brister.
El rey entrecerró los ojos, reflexionando sobre la propuesta. Dillon, por su parte, se mantenía en silencio, evaluando la situación con esa frialdad meticulosa que siempre le caracterizaba.
—Es un plan arriesgado, pero podría funcionar —dijo finalmente Dillon, rompiendo el silencio—. Si Brister puede convencer a Don de que la mejor manera de consolidar su poder es actuando ya contra el rey, podríamos orquestar la traición desde dentro. Sin embargo, fingir la muerte de Su Majestad no es un truco que podamos deshacer fácilmente si algo sale mal.
—Lo sé —respondí, mi mente trabajando rápido para anticipar cada posible error—. Pero no se trata solo de fingir la muerte del rey. Se trata de sembrar el caos, de hacer que Don confíe en que está un paso adelante. Él debe creer que tiene el control, que su plan está funcionando a la perfección. Y cuando esté más confiado, será entonces cuando podamos atacar.
El rey, con su mirada fija en mí, finalmente habló, su voz grave y solemne.
—Estás jugando con fuego, joven. Si fallamos, no solo caerá este reino, sino todo lo que hemos luchado por proteger.
Lo miré a los ojos, sintiendo el peso de su advertencia. Pero el fuego que ardía dentro de mí, la determinación de detener a Don y liberar al reino de su control, era más fuerte que cualquier miedo.
—No fallaremos —afirmé con una certeza que sorprendió incluso a mí mismo—. Brister está con nosotros. Y si Dillon tiene razón, si logramos desestabilizar a Leonel y Matías, la red de poder de Don se derrumbará desde dentro. Él estará desesperado, y será entonces cuando cometerá un error.
Dillon dio un paso adelante, sus ojos brillando con la chispa de una nueva idea.
—Podemos hacer que Brister insinúe que Leonel fue quien intentó secuestrar a Adriá en el club, como tú mencionaste. Eso despertará la paranoia en Don. Si algo sabemos de él es que no tolera la traición, ni siquiera de aquellos en los que más confía. Eso lo sacará de su escondite.
El rey dejó escapar un largo suspiro, como si el peso del mundo estuviera sobre sus hombros.
—Muy bien. Si vamos a hacer esto, debemos ser precisos. No habrá margen de error.
El fuego continuaba crepitando en el centro de la sala, como un recordatorio del peligro que acechaba. Pero ahora, la chispa de la estrategia estaba encendida en mi interior. Y no había vuelta atrás.
—A veces, los riesgos son necesarios para proteger lo que amamos. Preparémonos para lanzar esa trampa. Cualquier error y lo pagaremos con nuestras vidas. Pero si lo hacemos bien, él no verá venir el golpe hasta que sea demasiado tarde. —Concluyó el rey.
Sentí un estremecimiento recorrer mi cuerpo. Estábamos a punto de entrar en un juego de sombras, en el que cada movimiento debía ser impecable. Sabíamos lo que estaba en juego. No era solo la corona. Era la paz de todo el reino, la seguridad de nuestras familias, y la continuidad de una dinastía.
—Lo atraparemos —dije, levantándome de mi asiento y mirando al rey a los ojos—. Y cuando lo hagamos, el reino será más fuerte que nunca.
El rey asintió, y Dillon se puso de pie junto a mí. Estábamos listos. El plan estaba en marcha.
Asentí, sintiendo la adrenalina correr por mis venas. La apuesta era alta, pero el tiempo para actuar había llegado. Miré a Dillon, quien me devolvió una mirada cómplice. Él entendía lo que estaba en juego. Sabíamos que Brister estaba jugando un peligroso doble juego, pero si lo apoyábamos y lo movíamos con precisión, Don caerá en la trampa.
—Debemos coordinar con Brister cuanto antes —dije—. Él es la clave. Si logra convencer a Don de que hay una traición entre sus filas, y si nosotros le seguimos el juego... el fin de Don estará más cerca de lo que jamás imaginó.
El rey asintió, y por primera vez en mucho tiempo, vi un destello de esperanza en sus ojos. Sabíamos que el camino que nos esperaba estaba lleno de peligros, pero también sabíamos que no podíamos detenernos ahora. El destino del reino dependía de nosotros, y estábamos dispuestos a hacer lo que fuera necesario para salvarlo.
Era hora de actuar.
Cuando terminé de relatar la historia, el silencio en la sala era absoluto. Todos, desde los ancianos de la corte hasta los miembros de la familia real, estaban estupefactos. La gravedad de las palabras parecía haber impactado a cada uno de ellos, sumiéndolos en una profunda reflexión.
Los rostros, que hasta hacía poco mostraban ansiedad y desconfianza, ahora reflejaban sorpresa y confusión. Algunos intercambiaron miradas de incredulidad, tratando de asimilar la complejidad de los eventos que habían sido descritos. La historia de traición, sacrificio y engaño se extendía ante ellos como un lienzo oscuro, revelando verdades que nadie había querido enfrentar.
El rey, observando la reacción de su audiencia, parecía estar evaluando el peso de la revelación. La expresión de Adriá era seria, pero había una chispa de comprensión en sus ojos, como si finalmente pudiera ver el panorama completo de lo que había sucedido. Tamara, a mi lado, mantenía una expresión tensa, mezclada con un alivio sutil por haber compartido finalmente la verdad.
Después de unos momentos de silencio, el rey se levantó, su porte majestuoso aún presente a pesar de la pesadez del momento. Miró a todos los presentes, su mirada intensa y calculadora.
—Lo que hemos escuchado es la verdad —dijo con voz firme—. No ha sido un camino fácil para ninguno de nosotros, y las decisiones que tomamos tuvieron consecuencias severas. Pero ahora que la verdad ha salido a la luz, debemos enfrentar las repercusiones y trabajar juntos para sanar.
Los murmullos comenzaron a llenar la sala, la gente empezaba a procesar la magnitud de lo que se había revelado. El rey continuó hablando, dando instrucciones sobre cómo proceder y asegurando que se tomarían las medidas necesarias para restablecer el orden. Pero el impacto de la historia seguía resonando en el aire, y sabíamos que las cicatrices de lo ocurrido no desaparecerían fácilmente.
Con cada palabra del rey, el ambiente comenzó a transformarse lentamente. El estupefacto asombro daba paso a una mezcla de comprensión y esperanza. A pesar del dolor y las pérdidas, había un sentido de resolución en la sala, un reconocimiento de que, al enfrentar la verdad, podían comenzar a reconstruir lo que se había perdido.
Yo esperaba no haber perdido completamente a Adriá.
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