Capitulo único.
—Ya déjame T, mi tiempo se acabo hace años, hoy solo estoy robándole a la muerte mis días.
Su hijo movió la cabeza de lado mientras parpadeaban las lucecitas rojas de sus ojos. En aquella mirada artificial Joe pudo percibir una profunda tristeza.
—No puedo dejarte ir, padre—le confesó, bajando el volumen de su voz—No quiero.
Joe negó con la cabeza en un gesto de hondo pesar. Bien lo sabia, él podía tener la agridulce importancia de ser el último ejemplar vivo de su extinta raza, pero para su creación, su hijo, él era lo más valioso sobre esta tierra. Lo amaba.
Pero debía marcharse, su corazón se despedía de la vida con cada débil latido que lograba en ese cuerpo de miembros reemplazados por partes cibernéticas, y recuerdos de un mundo del cual los humanos ya no formaban parte.
Lo observó por última vez, él seria su eterno legado.
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