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12 Enredados en las Sombras de la Corrupción

—Jesús, ¿informe de la autopsia?

—Nada que no sepamos, el contable murió por culpa de unos narcóticos que le inyectaron. Tiene dos pinchazos, uno en el pie entre los dedos gordo y digitus y el otro está en la cadera. Según el forense, sabían bien la dosis de lo que le inyectaban. Las drogas elegidas son el suero de la verdad, como se le conoce coloquialmente, y la otra es una especie de estimulante, pero aún están investigando más.

El inspector mira el informe de nuevo y, unos segundos después.

—Si le estaban inyectando el suero de la verdad, es que querían algo de él. Que el contable solo sabría.

El día se hizo muy largo. En la ciudad, volvió la desconfianza a la policía por parte de los ciudadanos. De repente, la ciudad volvía a estar como hace meses atrás, era un caos. La muerte del contable sacude al inspector Rodríguez. No puede entender que el dentista lo haya matado para sonsacarles algo a las familias. Ahora, con el contable muerto, la ciudad va a ser un descontrol.

Al día siguiente, ya empezaron los primeros apuñalamientos; son rencillas entre familias. La morgue se llena de cuerpos de soldados de las familias. No suelen ser mucho más mayores que cualquier chaval que va a la discoteca los viernes. La sospecha se cierne sobre la misteriosa situación, especialmente después de las acusaciones del dentista sobre la corrupción en las altas esferas policiales. Los jefes estaban incómodos. Muerto el contable, ahora cualquier familia podría hablar de los policías corruptos e ir a por ellos, o algo mucho peor: que las familias se junten para venir a por nosotros y esto sea una guerra.

—Bonachón, no; soy justo y paciente.

—Te dejo en bandeja de plata al hombre que quería arruinar tu carrera. El comisario más corrupto que jamás haya visto la policía, y tú ahí sin inmutarse. Dile que te diga quién es el cobrador.

El dentista se acerca al comisario y quita la cinta americana de su boca.

—Pero dile que tú solo eres un pelele en todo esto, y ni siquiera sabes hacer tu trabajo -dice el dentista lleno de ira y gritando.

El inspector, enfadado, empuja al dentista, quien lo mira fijamente. El inspector le propina un puñetazo y comienza la pelea. En el suelo, el inspector le dice al dentista que pueden atrapar a todos de la lista. El dentista muestra una cara de satisfacción. Sin embargo, antes de que la farsa del inspector y el dentista sea descubierta, una explosión cercana los interrumpe. Debido a una torre de alta tensión que días atrás había caído, un eucalipto de grandes dimensiones colapsó en otras líneas hasta explotar. Con mala suerte, la explosión ocurrió demasiado cerca de la casa del guardia. El lugar se llena de caos. El inspector se apresura a liberar al comisario, aunque sus dudas persisten. Juntos, intentan escapar del lugar.

El dentista se va como alma que lleva el diablo. El comisario y el inspector logran ponerse a salvo en el cortafuegos, a varios kilómetros de la casa del guardia. Después de horas bajando del monte, llegan a la carretera principal. Llaman a la comisaría y el inspector explica a los colegas lo sucedido. Cuando llega un coche a recoger al comisario y al inspector, la situación se siente tensa. El comisario no dice nada en todo el trayecto; el inspector tampoco. Antes de llegar a la comisaría, justo después de salir del túnel de Plaza América hacia Camelias, unos encapuchados rodean el coche y comienzan a disparar. En medio de la balacera, el inspector dice:

—Creo que tus amigos te quieren liquidar; lo peor de todo es que yo estoy aquí.
El comisario no para de mirar al suelo, agachado entre el asiento del piloto y el de atrás. La balacera dura unos dos minutos, pero para el inspector y el comisario parecen horas. El sonido de las balas chocando contra el coche cesa de repente, hasta que los policías abren la puerta y sacan al comisario y al inspector.

La semana siguiente, el inspector se dirigió al despacho del comisario.

Al abrir la puerta, el comisario se levantó y le dijo al oído:

—Aquí no.

El inspector lo siguió a un lugar apartado. El comisario reveló información sorprendente: había sido chantajeado y amenazado por una figura en las sombras que controla tanto a la policía como a los criminales. El inspector, cauteloso, no creía que fuera totalmente verdad.

—Pero, ¿qué clase de chantaje?

—Cuando ingresé al cuerpo de policía, creía que me comería el mundo. En una patrulla que hicimos de madrugada en un día de semana, vimos cómo robaron en un banco. Los atrapamos a todos. Uno de los detenidos era el hijo del comisario de aquella época. Me hizo llamar y me dijo que falsificara el informe o tomaría represalias contra mí. Esta fue la primera de muchas. Por eso me destinaron a la agencia antiterrorista. En aquel entonces, ETA estaba en plena lucha. Me infiltré en uno de esos grupos pro etarras, y hasta el momento todo iba bien. Pero cuando descubrí que un alto funcionario de la policía nacional pasaba información a los grupos pro etarras, se lo conté a mi superior, y él me apartó de todo. Me destinaron a oficinas, pero ascendía rápidamente porque siempre se me dio bien estudiar, y los exámenes eran fáciles. Entonces me obligaron a firmar todos los informes que iban a ser amañados. Falsifiqué firmas de altos directivos, o de lo contrario, matarían a mi mujer e hijos. Hace diez años me destinaron aquí como comisario, y lo único que tenía que hacer es lo que me dijeran.

—Entonces encerramos a esos cabrones - dijo el inspector.

—Si caen, yo también.

—No, si alegas extorsión. Además, ellos no saben que lo sé.
El inspector se enfrenta a una nueva realidad: no solo está lidiando con corrupción interna, sino que también hay fuerzas externas poderosas manipulando cada movimiento. Con el comisario como testigo incómodo, el inspector se sumerge en una búsqueda frenética de la verdad detrás de esta figura oculta que amenaza con desestabilizarlo todo. A medida que se adentran en la oscura telaraña de intrigas, el inspector y el comisario descubren que la corrupción va mucho más allá de lo que imaginaban, y la lealtad se convierte en un bien escaso en un mundo donde todos parecen tener agendas ocultas. La ciudad está al borde del colapso, y el inspector se encuentra en una carrera contrarreloj para desentrañar la verdad antes de que sea demasiado tarde. La alianza forzada entre el inspector y el comisario se vuelve más tensa a medida que desentrañan la conspiración. La figura en las sombras sigue dejando pistas crípticas.

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