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Capítulo siete| Un clásico Mustang rojo y 3 cajas de tampones
Mane
—Madame —volteo a mirar a Noah desde detrás del mostrador y me rio cuando le veo haciendo el tonto limpiando las mesas como si fuera la Cenicienta.
Hoy me toca turno doble en Bob's junto a mi mejor y alocado amigo. La cafetería estaba medio vacía así que aprovechamos para limpiar un poco las mesas que iban quedando vacías de los que se marchaban, y hablábamos de la universidad o de las siguientes fiestas. Allí solo había dos mesas que seguían ocupadas, las demás estaban libres ya. Clavo la vista en la puerta de cristal como si quisiera que entrara alguien en ese momento y mi cerebro en ese segundo me traiciona y en él se me aparece la cara de un idiota desagradable que para colmo tocaba en mi banda favorita. Agradezco de pronto a la mujer que antes se encontraba sentada en una de las mesas cuando la veo al otro lado del mostrador y me habla, sacándome de aquel inexplicable pensamiento.
—Quiero pagar ya y si es posible, me gustaría llevarme uno de esos buñuelos de Nutella —asiento y cuando estoy toqueteando en la pantallita, tengo que volver a levantar la vista y con una tímida sonrisa preguntarle por lo que había pedido antes —: Había pedido un Frappuccino de fresa
Vuelvo a asentir bajando la cabeza de nuevo a la pantalla. Pulso la pantalla táctil en los productos y cuando por fin tengo el precio total, se lo digo. La mujer rebusca en su pequeño monedero mientras que yo trato de aguantar la risa porque Noah, no dejaba de seguir haciendo el tonto esta vez con el trapo en la cabeza mientras me mira. Retorno la vista a ella que me da un billete grande y tengo que devolverle.
—Tome, su vuelta —sonrío como Bob nos decía que teníamos que hacer y le suelto la frase de: "Que pase un lindo día y no dude en volver".
Cinco minutos después de que esta desapareciera por la puerta, Noah se me acerca con el trapo estirado en un hombro. Apoya las manos en el mostrador, me mira y suspira dramatizando el gesto que no dudo en reírme de él. Preparo dos batidos de chocolate para ambos mientras mi amigo se sigue quejando del tío con el que se enrollo anoche y del que apenas recuerda su nombre. Le planto su vaso delante y lo coge para darle el primer trago. Su batido llevaba leche condensada pues le pirraba, mientras que el mío era de lo más normal pues solo era chocolate, sirope de chocolate y nata por encima.
Noah se sienta en el taburete de enfrente para estar más cómodo. La verdad es que como había pocos clientes y Bob hoy tampoco había venido, no teníamos mucho trabajo.
—Podíamos aprovechar que no está para poner nuestra música —gruñe Noah al ver que la cafetería parecía más un tanatorio que lo que era en realidad. Bob casi nunca nos dejaba escoger la música para el local, pues decía que solo pondríamos canciones de "mierda" que escuchan los adolescentes y eso es mentira; al menos con Noah y conmigo —¡A la mierda! Bob no está y yo necesito ritmo en las venas.
Me río.
Observo como Noah saca su teléfono móvil, conecta el bluetooth con los altavoces de la cafetería y de ellos un segundo después, empieza a salir la voz de Camila Cabello en la canción de Havana. En serio, pero si esta música era una mierda, yo ya no sabía lo que era la música de verdad. Noah comienza a cantar al mismo tiempo que la cantante.
—Esto es otra cosa —dice este más alto de lo que pretendía hacerlo. Vuelve a dar otro sorbo a su batido de la pajita.
La campanilla de la puerta suena avisando que alguien había entrado o salido. Muevo la cabeza hacia la derecha para poder mirar detrás de mi amigo (ya que me tapaba las vistas) y sonrío cuando mi mirada se encuentra con el chico morenito que se acerca. Jaxon me ve y sonríe. Venía con algunos del equipo de la universidad. Cuando se acercan, saluda a Noah y después a mí.
—¿Qué tal, Wilde? —pregunta utilizando mi apellido de una forma que sonara burlona.
—Mejor que tu seguro, Jaxon Meyer —le respondo ralentizando cuando digo su nombre completo. Este se ríe echando la cabeza hacia atrás y vuelve a mirarme —¿Qué os sirvo?
—Pues no te diría que no, Wilde. Hemos tenido un partido de mierda esta semana. —contesta sin apartar la mirada ni un solo momento. Empiezo a apuntar los pedidos pulsando en la pantallita lo que me van diciendo; para dos de ellos, dos batidos de mango y piña. Jaxon y otros dos han pedido coca cola normal.
Con una sola mirada que le hago a Noah, este pasa al otro lado del mostrador donde yo estaba y me ayuda a preparar los batidos. Él uno y yo el otro. Siento unos ojos puestos en mí y cuando giro la cabeza, me encuentro con que Jaxon me está mirando. Dejo de distraerme y sigo con el batido para ponerle los detalles finales que era un trozo de mango cortado y una pajita en color verde antes de poner todas las bebidas en una bandeja que yacía sobre la barra. Es Noah quien la lleva a la mesa que hace unos segundos estaba libre y que ahora la ocupaban cuatro tíos con las chaquetas del logo de nuestra universidad; cuatro, porque Jaxon seguía en la barra.
—Bonita música —murmura de repente. Había cambiado la canción hace bastante rato y ahora sonaba Stronger de Kelly Clarkson; "ay, Noah, que estilo me llevas" —Muy de tu estilo, Wilde.
—Jaja, Meyer. —le saco la lengua a la vez que aprovecho para pasar el trapo que antes tenía Noah por encima de la barra pidiéndole a Jaxon que levante los brazos un momento —La música es de Noah, pero he de reconocer que también me gusta.
—Estoy de acuerdo contigo, Wilde. Kelly Clarkson en su canción de Stronger te anima aun habiendo perdido un partido.
—¿Habéis perdido? —este asiente en respuesta. Yo por molestarle, empiezo a meterme con él —Vaya si eres malísimo, Jaxon Meyer.
Este me revuelve el pelo juguetonamente para chincharme. Le atizo un manotazo. Acto seguido, me peino con los dedos porque el maldito Jaxon me había despeinado y puedo escuchar su risa, así que le saco el dedo en señal de respuesta a su risa. Poco después, comenzamos a hablar esta vez en serio. Me cuenta que han perdido por pocos puntos de diferencia con el otro equipo, pero que para el próximo sería mejor y ganarían. Yo le apoyo. Jaxon era muy competitivo cuando se trataba de su equipo y de los partidos. Le cuento cosas de mi carrera y de los exámenes que estaba empezando a estudiar para no suspenderlos y él me cuenta lo mismo. Jaxon aparte de jugar en el equipo, tenía que centrarse además en no bajar las notas y yo muchas veces me pregunto cómo es que puede centrarse en todo a la vez.
Era el capitán de su equipo, iba a los entrenamientos cuando tenía, jugaba partidos (que no eran nada fáciles) y, además, sacaba las mejores notas. A, y no olvidemos que iba tres días a la semana al gimnasio.
Empezamos a tontear de cachondeo y de vez en cuando, puedo ver de reojo a Noah haciendo gestos para mayores de dieciocho o cosas que solo Noah Greene se le ocurría hacer; y tengo que evitar reírme porque Jaxon me miraba. La voz de uno de los compañeros del susodicho nos corta la conversación.
Jaxon rueda los ojos cuando su cocapitán, creo que ha dicho que se llama Mark y el cual solo he visto en el campus y algunas veces por la universidad, le empieza a llamar para que vaya a sentarse. Este me mira, yo sin parar de sonreír con malicia, y dice:
—Creo que voy a tener que marcharme con ellos —me rio por la forma en que lo dice. Coge su refresco y antes de darse media vuelta para ir hacia la mesa, me dice —: ¿Quieres ir el sábado al cine?
—Bueno... tendré que pensármelo.
—¿Me harás el feo, Wilde? —pregunta haciéndose el ofendido. —Esperare tu mensaje si accedes.
Asiento; le veo caminar hasta la mesa donde estaban sus compañeros no sin antes decirle a Noah que en ese momento venia hacia aquí, lo mismo que a mí: Bonita música.
No puedo aguantar la risa cuando Noah le contesta.
Ni Jaxon tampoco la puede aguantar:
—Muchas gracias, guapetón.
El olor a comida me hace la boca agua cuando entro en casa. Dejo las llaves en el recibidor y cojo la carta que había llegado y que iba para Mario (el dueño del piso). La dejo sobre la mesa baja de cristal que había en el centro del salón y me dirijo hacia la cocina. Veo a Rosa haciendo la comida y se lo agradezco pues acababa de llegar ahora de trabajar y me moría de hambre. Esta me sonríe cuando me ve. Apoyada sobre el quicio de la puerta, analizo cada movimiento que hace delante de los fogones. Al final, decido entrar por completo en la cocina y me acerco a ella. La abrazo por detrás, pero no tardó mucho en separarme para no molestarla mientras cocina.
—¿Te ayudo? —me ofrezco a sabiendas que no me dejaría, pero no perdía nada por intentar preguntarla
Rosa niega como suponía que haría. Luego, me dice que ya estaba terminando y que fuera poniendo la mesa, así que obedezco sin rechistar y mientras abro el cajón de los cubiertos, el instinto por mirar arriba me puede, y permanezco parada durante un buen rato hasta que siento los brazos de Rosa en mis hombros y planta un beso en lo alto de mi cabeza. Frota mis brazos con sus manos dándome calor y cuando consigo tranquilizarme, sigo cogiendo los cubiertos para poco después llevarlos a la mesa de comedor. Coloco los vasos también. Cuando la mesa ya está puesta, Rosa viene con la comida. Le cojo uno de los platos para que no se le caigan, pues iba con los dos a la vez, y lo dejo en la mesa.
Nos sentamos cuando ya está todo. Bebo agua en cuanto me la sirvo en el vaso y agradezco cuando esta me pasa por la garganta, pues la siento seca.
Mientras me meto la cuchara con la sopa calentita, mis ojos están fijos en el sitio vacío y por instinto, vuelvo a mirar hacia arriba, a la puerta de mi Eliot. Rosa parece darse cuenta cuando me coloca la mano sobre la mía dándome un apretón suave que me hace mirarla.
—¿Siempre es así? —pregunta, aunque estoy segura de que ya sabía la respuesta. Yo asiento y vuelvo a meterme la cuchara en la boca para no tentar las lágrimas que querían salir.
—Es que...
Apenas puedo hablar por culpa del nudo en la garganta que tengo en ese momento. Yo solo quería volver a comer con Eliot. Quería tener a mi hermano mayor conmigo sin preocuparme si estaba muerto en su habitación (porque, aunque sonara brusco, muchas veces lo pensaba) y me odio por ello.
Una mano sobre mi barbilla me hace levantar la mirada sin darme cuenta de que la había bajado. Rosa me limpia con el pulgar una lágrima que había decidido salir y que ni siquiera había sentido caer por mi mejilla. Esta me sonríe con dulzura. Yo trato de imitarla, aunque más bien mi sonrisa parece la del Joker: falsa y pintada.
—Luego intentamos que quiera comer —intenta decir, pero cuando me ve negar con la cabeza, añade —: Tendrá que comer, Mane.
—Siempre que dejo comida en su puerta, está intacta cuando voy a mirar. Rosa, tengo miedo. Y-yo... yo solo quiero que vuelva a ser el mismo.
Se levanta de su silla y viene a mi lado para abrazarme. No sabía que necesitaba el abrazo hasta que he sentido sus brazos rodeándome el cuerpo. Con pequeños susurros, me habla al oído para calmarme, diciéndome que pronto volveremos a tener a ese Eliot. Sin embargo, cada día que pasaba, una parte de esa esperanza que tenía se iba apagando.
Al cabo de un minuto, las dos creemos que lo mejor en ese momento es seguir comiendo y cambiar de tema. Le doy la razón, pues estoy segura de que, si seguía pensando en mi hermano, acabaría llorando de nuevo y se me quitaría el apetito. Nada más terminar de comer, ayudo a Rosa a llevar los platos a la cocina y me ofrezco a ayudarla a meter las cosas en el lavavajillas, pero esta niega y me dice que ya puede ella y que yo me vaya a mi cuarto a hacer lo que tenga que hacer. Así que para no discutir con ella (de broma), subo a mi cuarto y saco los libros de Psicología Social para ponerme a estudiar.
Saco los cascos del cajón, los enchufo a mi móvil y le doy play a la primera canción que me sale en Spotify de NeverLand. Me gustaba estudiar mientras los escuchaba, pero esta vez me costó concentrarme cuando llegando a la parte del estribillo, en mi cabeza aparece la cara del ser más insufrible e irrespetuoso de la tierra.
Riley Steele, ¿Por qué no dejaba de pensar en él?
🎧🎧🎧
La voz de Ian suena a través de mis auriculares, acompañándome mientras corro. Ha pasado una semana y ya casi nos estamos acercando a octubre. El frío que hace en las calles te lo podía confirmar. Atravieso el bosque de Central Park metiéndome entre sus árboles. Empiezo a sentir las piernas cansadas, pero aun por esas no me detengo. Apretó la coleta que me había hecho esa mañana para correr justo cuando voy deteniendo mi carrera. Inclino mi cuerpo hacia delante con ambas manos en las piernas para coger aire. Toso y respiro. Me abanico con las manos cuando me vuelvo a echar para atrás, porque a pesar del frío, ahora mismo yo tenía un montón de calor. Saco el móvil de los leggins y compruebo que no tengo ninguna llamada importante ni ningún mensaje de Soph o de Noah.
Nada. No tengo nada salvo millones de notificaciones de Instagram y Twitter que eran las apps que más utilizaba. De repente, como si me hubieran leído la mente, Soph me llama en este momento y en lo único que pienso es en lo que me puede decir. Respiro de nuevo porque aún seguía con la respiración acelerada y cuando ya estoy mejor, al segundo tono respondo antes de que cuelgue.
Oigo la voz alegre de mi mejor amiga sonar tan fuerte que por poco no me deja sorda y tengo que separar el aparato de la oreja antes de que lo consiga:
—¡Perra! —grita alargando la a —¿Dónde estás? Necesito urgentemente tu ayuda.
—Vale, lo primero tranquilízate —voy caminando por medio de aquel bosque de Central Park mientras sigo charlando con Sophia —Y lo segundo, ¿se puede saber porque necesitas mi ayuda? ¿Y para qué?
—Tía, alarma roja. ¡Alarma roja! Estoy en la Uni —vale, sí que era urgente si estaba usando nuestra clave. Sophia y yo pusimos una "especie" de clave si algo muy malo o importante le pasaba a la otra, usábamos esa palabra. —Para concretarlo más, en el servicio y no puedo salir...
Estaba perdida.
—¿Qué?
—He recibido la visita del amigo Andrés —abro los ojos como los dibujos animados. ¡Mierda! Esto sí que era una verdadera alarma roja, pero de las grandes. De nuevo escucho la voz de Soph, pero esta vez no va para mí porque la oigo gritarle a alguien —¡Que miras! ¿No sabes lo que es Andrés? ¡El que me viene cada mes!
Me doy una colleja mental aguantando las ganas que tengo de reír por la poca vergüenza que tiene mi amiga. Regaño a Soph por a ver atacado a esa pobre persona que ahora mismo estará traumatizado o traumatizada.
—Nah, solo era Jacob un compañero de clase que acaba de pasar por delante del baño. Nada importante.
—Estoy entre los árboles de Central Park, así que no sé lo que tardaré, pero...
—¡Bicho!
Ese apodo. Ese maldito apodo. Dejo de hablar con Soph cuando me volteo pensando y suplicando que solo fueran imaginaciones mías que él estuviera aquí. Pero no. No lo eran y mis ojos no estaban mintiendo cuando me lo encuentro delante con esa sonrisa de insuficiencia en la cara. Venia caminando hacía aquí como si fuera lo más natural del mundo entero. Riley Steele estaba en el mismo sitio que yo. Vestía una camiseta blanca, unos jeans oscuros que le quedaban para que mentirnos, muy sexis y... ¡Por dios Mane, deja de pensar en eso! Me regaño mentalmente cuando me doy cuenta del repaso que le estaba haciendo mientras se acerca del todo a mí.
Cuando está a mi lado, sigue sonriendo. Ni siquiera me acordaba de la llamada que estaba manteniendo cuando este comienza a molestarme:
—Qué casualidad, ¿verdad? —uy si, muchísima casualidad.
Ruedo los ojos en señal de respuesta y de nuevo, escucho su risa cuando lo hago. Comienzo por caminar para alejarme de él, pero este me sigue muy de cerca.
—Y yo que hace mucho que no te veo —sigue hablando y yo ignorándole mientras sigo caminando —Creo que tu llamada te estará esperando.
Me detengo para mirarle cuando dice aquello sin entender a qué se refiere. Al ver mi cara de confusión, se ríe a la vez que señala el teléfono que tenía en la mano cerca de la oreja, (sin llegar a estar en ella) y me doy cuenta de que estaba hablando con Sophia y que encima la había dejado cuando la estaba contando donde me encontraba y lo que tardaría. Llevo el aparato a la oreja y sigo explicándole a mi mejor amiga las cosas sin importarme que a pocos centímetros de mí se encontrara el insoportable de Riley Steele.
—Soph, tranquila. Ahora voy para allá, pero no sé cuánto tardaré porque me pilla muy lejos de la Uni. —momento de silencio. Siento la mirada de Riley sobre mí y eso me pone un poco nerviosa —Vale —comienzo a caminar —Nos vemos en un rato. Te quiero, guapa.
Cuelgo y guardo con rapidez el teléfono de nuevo en los leggins para sin más tardar poner rumbo a salir de Central Park. Alguien corriendo viene detrás de mí hasta alcanzarme el paso y no me hace falta girarme para saber que se trata del pesado de Riley. Ando cada más rápido, sin detenerme. No obstante, lo siguiente que grita él, me congela en el sitio y me tengo que girar para mirarlo.
—¡Si quieres te puedo llevar donde sea, bicho! —enarco una ceja, extrañada. Este se ríe poniéndome histérica —Vamos, tu misma has dicho que estas muy lejos de donde quieres llegar y por suerte yo tengo el coche aquí.
—¿perdona? No me voy a subir al coche de un desconocido.
—No somos desconocidos. ¿Acaso no nos hemos conocido ya? Y bastante bien, chica macarrón —suelto un gruñido que no parece pasarle desapercibido pues se vuelve a reír.
—¡Que no me llames así! —exclamo demasiado alto de lo que pretendía hacer y me siento colorada cuando siento varias miradas de algunas personas que, a decir verdad, ni había visto llegar por ningún lado.
Me aparto los mechones que se me habían caído al gritar y retomo el camino, aunque esta vez no llego demasiado lejos cuando siento un brazo alrededor de mi muñeca haciéndome parar de golpe. No sé porque, pero una sensación extraña me recorrió aquella parte donde me tenía agarrada. Giro de golpe mi cabeza para mirarle con seriedad.
Este aun sonriente, abre la boca para decir lo siguiente:
—Venga, no me seas testaruda, bichito —me estaba inflando los ovarios de tanto mote ridículo —Además, se nota que apenas puedes con tu alma —Riley me pone una mano en el corazón sin ningún atisbo de vergüenza, dejándome sorprendida por su inesperado movimiento; pero ni siquiera me puedo mover para apartarle. Estábamos demasiado cerca el uno del otro —¿Ves? Tus latidos siguen demasiado acelerados de correr.
Echo un poco la cabeza hacia atrás enarcando una ceja y este vuelve a reírse antes de añadir:
—Vas con ropa de deporte. Creo que es obvio que has salido a correr —me sonrojo y no se el porqué.
Al fin se separa y yo puedo respirar tranquila. La verdad es que todavía estaba un poco cansada y las piernas las seguía teniendo un poco doloridas aún como para ir andando hacia la universidad que, encima, estaba bastante lejos de Central Park. Además, debía pasar por una farmacia; solo esperaba que no fueran tan caras las cajas de tampones, porque apenas tenía mucho dinero.
Acabo asintiendo a su proposición, lo que este me sonríe de nuevo y sin ninguna vergüenza, pasa su brazo por mis hombros como si fuéramos amigos de toda la vida. Le aparto la mano de mí y antes de seguir caminando, le dejo clara unas cosas:
—No me vas a caer bien porque te ofrezcas a llevarme. Fuiste muy grosero la otra vez —cada vez que recuerdo el "accidente" en la cafetería y encima delante de él, sigue poniéndome colorada. Este sonríe de manera idiota al recordarlo —Y primero tenemos que pasar por una farmacia si no te molesta hacerlo.
—Claro que no, princesa.
—¿Pero a ti que te pasa con los apodos? —inquiero saber mientras le seguía por detrás. Justo antes de salir de detrás de los árboles grandes, le veo ponerse una gorra y unas gafas de sol estilo aviador que, aunque no le tapaban mucho, la verdad es que si no te fijabas demasiado sí que podía pasar desapercibido. Comienzo por descojonarme y este me mira a través de sus gafas —: Pareces el personaje del coche fantástico con esas gafas.
—¿Michael Knight?
Maldigo el hecho de que lo diga con una sonrisa de suficiencia, porque eso significa que no le ha molestado mi comparación.
—¿Podemos irnos? Mi amiga me espera —digo, molesta y se da cuenta porque mientras caminábamos hasta su "supuesto" coche, se iba carcajeando todo el camino.
Un clásico Mustang color rojo se cernía delante de mis narices. En la parte delantera justo al lado de la matricula, llevaba una pegatina de... ¿Mickey Mouse? Echo un vistazo al coche y después a Riley, boquiabierta. Eliot tenía uno igual cuando se sacó el carnet de conducir y de pequeña, me daba vueltas con él. Una lágrima me recorre la mejilla y tengo que darme la vuelta para quitarla con el dedo sin que este me vea. Creo que no sería muy bonito llorar delante de un desconocido.
Nos subimos los dos al coche al mismo tiempo. Por dentro era también rojo. El asiento era bastante cómodo y no recordaba lo que era estar en el interior de ese coche desde que mi hermano lo vendió sin ningún motivo ni una explicación siquiera.
—¿Qué te parece? —indaga este cuando ya tiene el cinturón puesto y yo le imito —Te presento a la niña de mis ojos, bicho. Lleva muchos años conmigo... bueno vale, desde los quince y tengo veintiuno así que haz los cálculos.
—¿Seis años? —me atrevo a decir, aunque más bien parece que estoy preguntando. Le veo asentir estirando el brazo hasta la radio antigua que el coche tenía y poner una emisora y la primera canción que suena es una de los Black eyes peas que amo —¿Podemos irnos? Sophia me está esperando.
Este asiente poniendo el coche en marcha, mientras la letra de I gotta Feeling de la canción sigue sonando. La ventanilla se abre sin que yo se lo hubiera pedido y agradezco el aire que entra por la ventana cuando lo hace. Apoyo la cabeza en el asiento entretanto voy observando las calles pasar a una velocidad descomunal.
En el coche reina un silencio descomunal. Lo único que se podía apreciar eran nuestras respiraciones y la música que iba cambiando cada que terminaba la anterior. Un clásico de los noventa comenzó a sonar ahora. Live Forever de Oasis era la canción en concreto. Oteo las calles por si veo una farmacia abierta. Saco el móvil del pantalón, me recoloco un poco el top de deporte y abro la carcasa del aparato para ver cuanto tenía. Cinco dólares. No estaba muy segura de sí me iba a llegar, pero había que intentarlo.
Unos diez minutos después, conseguimos divisar una farmacia. Nada más bajar del coche, voy casi corriendo hacia ella dejando espacio para la persona que estaba saliendo en aquel momento. Entro después, seguida de este que parecía una lapa en mi espalda.
Me vuelvo para enfrentarlo y con toda la tranquilidad posible, le digo:
—No hace falta que entres.
Riley se ríe, pero en lugar de hacerme caso, empieza a caminar por uno de esos pasillos, aunque a los pocos segundos vuelve con cara de haber visto algo indecente, colorado.
Ruedo los ojos y camino hacia el pasillo de la higiene femenina. Busco la caja de tampones más barata que pudiera haber, pero maldigo cuando las más barata que veo cuesta diez dólares. Resoplo, desesperada. De repente, siento un cuerpo extraño muy pegado a mi espalda que me hace pegar un brinco. Cuando se ríe, sé que se trata del idiota.
—¿Vas a coger alguno o no? —pregunta muy cerca de mi oreja.
—Creo que es mejor que nos vayamos. Sophia me perdonara o quizá encontremos un supermercado más barato.
Me da vergüenza decir que no me llega el dinero, así que, en lugar de esperarle, me aparto, pero no llego muy lejos cuando este me vuelve a rodear la muñeca como en Central Park y me hace de nuevo, detenerme. La notificación de un mensaje me llega en ese momento. Lo abro para ver que se trata de Soph.
Soph: ¿Vienes? La necesito ya
Siento la mirada de Riley mientras escribo una respuesta a mi mejor amiga sintiéndome la peor amiga por no poder hacerle un favor, pero antes de que me dé tiempo a enviar el mensaje, me es arrebatado el aparato y cuando levanto la mirada, observo a este escribiendo. ¿Pero qué? No tiene ningún derecho a escribir con MI móvil. Intento arrebatárselo, pero este me detiene y cuando lo envía, me lo devuelve.
En este, había escrito:
Yo: si, ahora voy. He tenido que recorrer varios lugares en busca de una farmacia abierta
¡Dios! Esto no se lo iba a creer ni de coña. Además, Soph ya sabía cómo era mi manera de escribir y me tenía pillada. Es más, una vez, Noah y yo quisimos hacerle una broma y este se hizo pasar por mí con mi teléfono. Spoiler: no acabo nada bien.
—¡¿Estás loco?! No tengo dinero —hala, ya estaba dicho. Solo esperaba que no me preguntara nada o se riera de mí.
—Hazle ese favor a tu amiga, bichito. Coge lo que tengas que coger.
Vuelvo a rodar los ojos porque ya empezaba a tocarme las narices. ¿No entendía que no podía comprar nada?
—¿Sabes? Paso. Te espero en el coche, ya le explicare la situación a Soph.
Sin esperar a que diga nada y antes de que pueda volver a detenerme, salgo deprisa de la farmacia. Sin embargo, recuerdo que no podía meterme en el coche porque estaba cerrado. Odiaba no tener suficiente dinero como para poder ayudar a mi amiga. Odiaba que Bob apenas me pagara un pelín más. Dos minutos después, levanto la vista del suelo cuando oigo la puerta cerrarse y de esta sale Riley. Lleva algo en la mano, pero no es hasta que se acerca que veo de que se trata: una bolsa.
Una sonrisa sarcástica le surca todo el rostro. Rodea el coche a la vez que abría las puertas para que pudiera montarme y cuando estamos dentro, me deja sobre el regazo, la bolsa. Miro extrañada dentro de esta y abro los ojos cuando compruebo que son varias cajas diferentes de ¿tampones? Ay, mi madre, que vergüenza.
Su risa inunda el silencioso coche consiguiendo que le mire entre cabreada y avergonzada.
—De nada, bichito —murmura como si nada.
—¿Qué no entiendes de que no tengo suficiente dinero? Ahora tendré que pagártelo a ti y...
Este comienza a reírse al mismo tiempo que arranca el coche. Me abrocho el cinturón cuando me doy cuenta de que no lo había hecho antes.
—No tienes que devolvérmelo —le miro inquisitivamente. No aparta la mirada de la carretera en ningún momento, pero sé que es consciente que le estoy observando por la sonrisa —No tenía ni puta idea cual comprar, así que he cogido esas tres.
—Tu no aceptas un no por respuesta, ¿verdad?
—Te veía muy desesperada ahí dentro y quise ayudarte, bichito —gruño en bajo. Miro el contenido de la bolsa y acierto a distinguir la caja que Soph siempre compraba. Por lo menos ha acertado con una —No, en serio, si tanto quieres devolvérmelo, hacemos un trato.
Levanto la cabeza y la giro para mirarle. Seguía sin apartar la mirada del frente, pero se nota que estaba atento a las dos cosas.
—¿Qué clase de trato? —inquiero saber.
—Quiero tu número.
Casi me atraganto con mi saliva cuando pronuncia aquellas palabras. Las mismas que me soltó en la cafetería cuando estaba hablando con Sophia y vino con su banda. Mi banda favorita.
—¡¿Tú te has fumado algo?! Apenas nos conocemos, no te voy a dar mi número —miro al frente. La notificación de un mensaje me llega en ese momento. Es Soph y ¿se había tragado el mensaje del muy idiota? —Ja, se ha creído que era yo la del mensaje.
—De nada, bicho.
Le miro, furiosa.
—Bueno, ¿aceptas mi trato? —volvemos al mismo tema.
—Pero ¡¿Por qué narices quieres mi número?! Además, si, amo tu banda, pero como ya sabrás, mi favorito es tu compañero —enuncio, recordándole la vez que se coló en la parte trasera de la cafetería y vio la foto de su banda
Si no llegara a ser tan borde el primer día cuando me "ayudó", ahora mismo estaría la mar de feliz por ir en el mismo coche que un integrante de mi banda favorita, pero desde aquel día, a Riley Steele le hice la cruz.
"Ya, ya, eso te crees tú, bonita"
Mira conciencia, o te callas o te callo.
—Si, pero puedo hacer que eso cambie, bichito —esta vez si que me mira, pero tan solo unos segundos para luego volver al frente —Ya ves lo fácil que me resultó averiguar tu nombre, será lo mismo con tu número, preciosa. Sin embargo, no quiero presionarte así que te cambio el trato, ¿te parece?
—Mi favorito nunca va a cambiar. A ver, ¿Qué quieres entonces?
—Un beso.
—¿¡Pero!? ¿¡Que!? —salto a voz en grito cuando recuerdo que tengo la ventanilla bajada y los del coche de al lado se habían quedado mirándome.
—Oh venga, aunque sea en la mejilla.
—A ti se te va la pinza, ¿verdad? No, espera —levanto un dedo para rebobinar mis palabras y añado —: Estas majareta. Loco.
—¿Pero te cuento un secreto? Las mejores personas lo están —susurra dejándome extrañada. ¿Qué?
—¡A que viene eso ahora!
—Alicia en el país de las maravillas. No me digas que no la has visto —me mira incrédulo un par de segundos y veo que detiene el coche en doble fila —Estas bromeando, ¿no? Es la mejor película.
—Si, la he visto —acabo diciendo —Pero solo he dicho que ha que había venido eso ahora. ¿Podemos volver? Soph me va a matar.
Este niega con una sonrisa de idiota en el rostro y vuelve a arrancar para salir de nuevo a la carretera. Entonces, Riley habla poniéndome roja porque tenía muchísima razón:
—Por cierto, ¿vas a decirme ya la dirección o prefieres que sigamos dando vueltas? A mi no me importa, bicho.
¡Mierda! Me doy una colleja mental porque él tenía razón. Desde que salimos de la farmacia no le había dado la dirección de mi universidad y habíamos estado dando vueltas sin rumbo. Acabo dándosela y ya durante el camino al destino, no hablamos ni una vez. Solo escuchamos la radio.
Bueno, excepto cuando suelto lo siguiente por fastidiarle:
—Que sepas que esa no es la mejor película.
🎧🎧🎧
—A ver si lo he entendido —me separo de la pared cuando veo a Soph salir del cubículo del baño. Le había traído hace bastante la caja de tampones —Estabas corriendo cuando te he llamado y el baterista que te vio haciendo el ridículo en la cafetería, se ofreció llevarte ¿es así?
Asiento.
Nada más llegar a la Uni y entregarle las cosas a Soph, le conté todo lo que había pasado media hora atrás. Desde su ofrecimiento hasta el bochorno del dinero en la farmacia. Lo bueno es que seguro se pensó que me había dejado el dinero en casa. La verdad es que me avergonzaría si llegara a saber un extraño, que apenas tenía mucho dinero; porque Bob no es que pagara muy bien, la verdad.
—Vale, vale —sigue hablando, aproximándose al lavabo para lavarse las manos y acto seguido llevárselas a la coleta que se había hecho hoy para clases, y apretársela más pues estaba suelta. Me mira a través del espejo que allí había. Tuve suerte de que hoy yo no tuviera clases, aunque me dio pena por ella —¿y fue él quien compró los támpax?
Asiento de nuevo, esta vez avergonzada.
De repente, escucho que se ríe. Alzo la mirada para ver que evidentemente se estaba riendo como una posesa. Frunzo el ceño, le pregunto porque se ríe ahora y esta después de hacer como si se limpiara las "lagrimas" por la risa, sigue diciendo:
—Tía, ese tío si que se ha tenido que interesar mucho en ti —ruedo los ojos por la tontería que acaba de soltar.
—Y encima, como yo quiero devolverle el dinero, este me hizo un trato que básicamente era darle mi número; obvio que me negué. A ver si, su banda es mi favorita y cualquier fan soñaría con tener el numero de cualquiera de ellos, pero después de lo idiota que fue aquel día... ni muerta.
Sophia se me queda mirando como si hubiera visto algo indecente y se quedara en shock. Ojos abiertos, cara neutra. Pestañea varias veces antes de volver a la realidad y hablarme de nuevo.
—Amiga, eres lo más raro que existe. —¿a que viene eso? Frunzo el ceño de nuevo —Y claro, el beso que te pidió tampoco se lo has dado, ¿no?
—¡No! No nos conocemos, Soph. No voy a darle un beso porque me haya hecho un favor.
—Son tu banda favorita, pero si no es Ian, no quieres nada.
—Ian es el más guapo obviamente y ni Riley va a conseguir que cambie de favorito —enuncio segura de mis palabras.
Esta se vuelve a reír, pero esta vez en modo de burlarse de mí como si no se creyera mis palabras.
—Vale, vale, lo que tu digas —sabía que se lo estaba tomando a cachondeo. —De todos modos, gracias por el favor, amiga —hago un gesto sin importancia. Sabía que podía contar conmigo para lo que fuese como yo con ella y Noah —Ahora tengo clases, ¿vas a hacer algo ahora?
Me encojo de hombros. La verdad es que no tenía ni idea que hacer ahora, salvo ir a casa a ducharme, pues se notaba que había salido a correr y no solo por la ropa de deporte. Se lo digo y después de quedar en vernos luego en mi casa (que vendría ella a casa), me despido de Soph para verla correr con la bolsa de la farmacia hacía donde fuera que fuese su clase.
Camino hasta salir de la universidad. Saco el móvil del pantalón y lo desbloqueo encontrándome varias notificaciones de Instagram y sobre todo mensajes: dos de Rosa y uno de Mario, mi casero.
Abro el suyo primero en el que me responde al mensaje que yo le había mandado antes:
Mario: Ya pasaré mañana a por la carta de la que hablas 😊
Le contesto con un simple Ok y paso a leer a Rosa.
Rosa: Mane, cielo, estoy en el super, ¿necesitas algo?
Rosa: Nada, déjalo. Compraré varias cosas para tener en el nevera. Besos.
Es verdad que la nevera estaba vacía, pero es que no había podido comprar nada estos días y me sentía mal que Rosa tuviera que gastarse su dinero por mí todos los días. Sigo caminando hacia la boca de metro más cercana para llegar a casa pronto.
🎧🎧🎧
Salgo del baño envuelta en una toalla cuando escucho que llaman al timbre. ¿En serio? ¿Tenían que llamar ahora? Bajo las escaleras con cuidado de no escurrirme y cuando llego a la puerta, lo primero que hago es mirar por la mirilla. Respiro cuando veo que solo eran Noah y Sophia, así que les abro sin ninguna vergüenza. Soph suelta un silbido nada más entrar dentro mientras deja la chaqueta en el recibidor. Noah, sonríe de manera que ya se lo que esta tramando su pervertida cabecita.
—Si no me fueran los penes, te quitaría esa toalla y te follaba en la mesa —ruedo los ojos. Los tres subimos a mi habitación donde termino de secarme y vestirme.
Después de llegar de llevarle eso a Soph, como dije, me metí directa a la ducha. Bueno, directa quizá no, pero porque justo unos minutos antes Noah me mandó un mensaje para comentarme de ir después al cine cuando esta saliera de clases (por eso habían venido juntos a mi casa). Puedo oír sus voces en mi cuarto desde el baño. Rosa aún no había vuelto del super, eso o que se había entretenido por ahí. Cuando ya estoy un poco más decente, entro al cuarto donde están mis amigos y me dirijo en ropa interior hacia el armario.
Me pongo un pantalón vaquero oscuro con cuidado de no caerme pues lo estaba haciendo deprisa y corriendo. Luego, me paso una camiseta lisa blanca por la cabeza y por último una sudadera del mismo color con una mariposa bordada en el centro. Hacía demasiado frio a esas horas ya. Es más, ya empezaba a oscurecer. En el momento que estoy lista, aviso a los dos que se ponen de pie de inmediato. Cojo el bolso pequeño negro que tengo sobre la silla y después de comprobar que he guardado todo; móvil, kleenex, támpax... (si, creo que esta todo), nos vamos.
Bajamos las escaleras justo cuando Rosa entra en ese momento por la puerta. Nada más vernos, nos sonríe. Se que Rosa nunca me pide que le de explicaciones de lo que hago, pero no se si es por costumbre o para no preocuparla, que le comento que nos vamos al cine. Noah dice algo gracioso en ese momento y todos empezamos a descojonarnos... hasta que escuchamos un ruido en la planta de arriba y todo se vuelve silencioso de un momento a otro. Miro arriba temiéndome lo peor. Si no fuera por Soph y Noah que me sacan de allí por órdenes de Rosa, hubiera corrido escaleras arriba para ir hacia el cuarto de Eliot.
Por fin salimos de casa. Aun con el mal sabor de boca que me había dejado el ruido desconocido que había sonado de arriba, —seguramente Eliot habría tirado algo—, conseguimos alcanzar un bus a tiempo de que se escape. Llegamos al centro comercial en quince minutos o así.
—Podemos ver esta —dice Noah mostrándonos el catalogo de películas a Soph y a mí que ha cogido de algún lado.
Sigo su dedo hasta detenerme en la foto de una monja y ya sé que película es: La monja. A Noah le encantan las películas de terror. Es Soph quien primero le contesta a voz en grito haciendo que algunos que pasaban por nuestro lado en ese instante, se detengan a mirarnos.
—¡No pienso ver una de miedo! ¿Te queda claro, Greene?
—Pues yo no pienso ver nada de amor; al menos hoy —le responde este. Yo me ríe por su conversación. La verdad es que a mi me daba igual que fuera de miedo o romántica, porque me gustaban de todo tipo las películas; bueno, excepto los documentales o las de suspenses... esas dos eran las que más "odiaba".
—Podemos ver una de Marvel —me uno a su discusión.
Los dos me miran como si se me hubiera ido la cabeza y es que sabía que a ninguno de los dos les iba esas películas. Quizá a Noah un poco más que a Soph, pero no tanto como a mí. Noah básicamente las veía por los superhéroes que tal y como suele decir él mismo: están buenísimos; sobre todo el que más le gustaba era el Thor; Chris Hemsworth. Por mí bien, mientras que no me robara a Robert Downey Jr., o a Chris Evans, íbamos bien.
—Vale, solo era una opción —acabo diciendo cuando veo que siguen callados mirándome —Pero tenemos que elegir una ya —le robo el catalogo a Noah y me pongo a mirar cual decidimos entrar a ver. Después de pasar tres veces por todas las que había allí, al fin creo que he encontrado la indicada —: ¿Qué os parece Canta 2? Tiene música, comedia y es animada.
Noah me vuelve a quitar el catálogo para echar un vistazo a la que he dicho y cuando sonríe, sé que he acertado con él. A los tres nos encantaban las películas animadas, así que esta podía ser una gran idea para ver. Este asiente cuando le pasa el papel a Soph que acto seguido, también me mira como dándome su aprobación. Pues ya está, ¡ya teníamos película! Caminamos hacia la cartelera para coger las entradas y como no, Noah no me dejo pagar la mía y aunque me cabree con él, al final accedí a dejar que hiciera lo que quisiera. De todos modos, es lo que iba a hacer.
Entramos dos minutos después de coger dos cubos grandes de palomitas y los refrescos: Soph y yo dos coca colas y Noah un Nestea, y nos metemos sin tardar a la sala para ver la película.
Salimos riéndonos del cine.
Todos nos miran como si estuviésemos locos, pero a nosotros nos da exactamente igual. La película ha estado demasiado bien y sí que nos ha encantado. En resumen: fue un acierto entrar a verla. Aunque el hecho de que yo estuviera entre mis dos mejores amigos y tuviera que aguantar las veces que salía una canción y estos me cantaban al oído, eso no era tan divertido; pero se les quiere igual.
—Creo que el personaje más diver ha sido Gunter —comenta Noah y yo lo corroboro. Ese también había sido mi persona favorito.
Soph niega con la cabeza antes de añadir:
—La mejor ha sido Becky, la erizo —ella también había sido muy guay en la película, pero el más divertido era Gunter y Noah decía lo mismo. Acto seguido, esta se lleva las manos al estomago haciendo un gesto de hambrienta y dice —: Tengo hambre. ¿Buscamos un McDonald o algún sitio así de comida rápida?
—Yo estoy con Soph. Tengo un hambre de perros —enuncio.
Entonces nos ponemos a buscar el primer restaurante de comida basura que veamos hasta que por fin damos con un Taco Bell. Me detengo a mitad de la entrada cuando mis ojos ven las personas que se encontraban en una mesa al fondo del local intentando seguramente pasar desapercibidos. ¿¡Porque siempre tengo tan mala suerte!? Ya no me hacía mucha gracia comer allí. Sin embargo, Noah y Soph ya habían entrado por completo y se encuentran pidiendo en la barra, así que les sigo sin dejar de mirar de reojo al idiota del fondo con la esperanza de que no me viera. En serio, ¿es necesario que siempre me lo encuentre en locales de comidas?
Noah me mira para averiguar que es lo que quiero y cuando termina de repasarme mentalmente, se vuelve a girar y pide lo primero que ve en los letreros que había arriba, en lo alto: Quesadillas de carne.
Teniendo las bandejas ya en nuestras manos, buscamos sitio libre y si pudiera ser, que estuviera lejos de NeverLand. Manda narices que desde que descubrí su música, siempre había soñado con ir a conciertos y conocerlos, pero ahora ni podía acercarme por culpa de un idiota borde y pesado; de todos modos, por el dinero nunca iba a poder ir a verlos en mi vida.
Como si mis amigos hubieran leído mis pensamientos y se hubieran puesto de acuerdo, se dirigen a una mesa libre al fondo del local y por el cual tenemos que pasar cerca de su mesa para ir hacia ella.
Y como no, se da cuenta de mi presencia cuando escucho su voz:
—¡Bicho! —maldito apodo de las narices. Los tres nos volteamos a verle. Riley se ha levantado de su silla con la mirada de sus compañeros puesta en él y una sonrisa en cada rostro —Que casualidad. Siempre nos encontramos en restaurantes, ¿eh?
—Vaya suerte la mía.
Mi sarcasmo no parece sorprenderle y eso que no me conocía lo suficiente. Echo un vistazo a Ian y no puedo evitar soltar un suspiro de lo guapo que estaba hoy; menos mal que no miraba ahora, pues taba atento a su teléfono. El baterista parece darse cuenta de lo que miro y puedo ver como se aguanta la risa.
—Aun sigo esperando mi trato, bichito —llama mi atención con aquellas palabras.
—Pues sigue esperando. ¡Ah! Pero que sea sentado no vaya a ser que te canses.
Este vuelve a reírse, pero cuando va a hablar, mira a Sophia y le habla a ella en lugar de a mí:
—Así que, ¿tu eras la amiga del favor?
Mi amiga asiente y sin ninguna vergüenza alguna, acercándose a nosotros, suelta por esa boquita que dios le había dado:
—Si, soy a la que le vino Andrés.
—¿Quién? —"ay, no, para que preguntas", pienso para mí.
Soph rueda los ojos como si pensara que todos los tíos son tan idiotas como para no saber a que se refiere con "Andrés" y lo suelta quedándose tan ancha.
—El que me viene cada mes.
Riley comienza a reírse por la lengua que esta misma tenía y yo me moría de la vergüenza. Entonces decido intervenir y decirle a Noah que me ayude a alejar a nuestra amiga de aquí porque, además, me estaba muriendo de hambre y seguro que mis Quesadillas ya estarían frías.
Pero como no, Soph no podía dejar allí la conversación y la risa de Riley al escuchar lo siguiente que esta soltó casi a gritas:
—¡Gracias por los támpax, amigo!
Aquí nuevo capítulo. Espero que lo disfrutéis muchísimo. Quise actualizar esta novela con la de fingiendo el otro día, pero este capítulo se me cambió totalmente y tuve que volver a escribirlo, porque se me vino algo muchísimo mejor para comenzar. Así que espero que lo disfrutéis y os guste.
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