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Capítulo 6| Ataques de pánico

Riley


—Bienvenidos a Bob's. ¿Qué puedo servirles? En todo caso que no sepan que pedir, siempre les ofreceré las mejores recomendaciones.

Cuando Mane termina de recitar las palabras como si fuera un robot que se lo hubiera tenido que memorizar para decírselo a todos sus clientes, no puedo apartar la vista. Es más, llevo mirándola desde que hemos entrado y ha empezado a decir todo ese rollo que en su boca no parecía tan rollazo; incluso no me importaría volverlo a escuchar si salen de ella. Muevo la cabeza para apartar aquellos pensamientos. Me acerco más al mostrador que me separa de la bicho.

Habíamos venido todo el grupo a su cafetería porque habíamos terminado de grabar una parte de una nueva canción y como nos moríamos de hambre, yo me acorde de este sitio. Y los quise traer. Me acerco con paso decidido hasta el mostrador. En ese momento, la tengo más cerca excepto por la maldita barra que nos separaba. Cuando estoy a punto de pedir, mis ojos ven que Mane apenas me está prestando atención y cuando sigo su mirada, me dan ganas de reírme al ver que no dejaba de mirar a Ian que estaba distraído con su teléfono; la verdad, creo que no había dejado de mirarlo desde que entramos. Formo una sonrisa maquiavélica antes de carraspear para que me haga caso.

Lo consigo.

Mane mira hacia mi dirección y su rostro cambia a uno más serio y baja la mirada hacia la pantallita de ordenador que tenía ahí donde (supuse) que se ordenaban los pedidos.

—Bicho, ¿Qué me recomiendas? —inquiero solo para molestarla.

Oigo que gruñe por lo bajini y era la cosa más tierna que había visto en mi vida. Luego, la risa de uno de mis compañeros (creo que fue Seth) se oyó a mis espaldas. Cuando Mane empieza a recitar las cosas que nos recomienda, todos la prestamos atención, cosa que estoy seguro de que la está poniendo nerviosa, aunque lo disimule bastante bien.

—Deja de molestar a la chica, tío —Ian por fin habla dejando su teléfono que este se guarda en el bolsillo trasero del vaquero. —Yo pediré... —este mira hacia arriba que era donde estaban alguno de los productos —...el batido de Mango y Piña.

—Buena elección —dice la bicho —Es uno de nuestros mejores batidos.

Ian se encoje de hombros y puedo ver en la mirada de la bicho de nuevo ese nerviosismo de antes. Le doy la razón esta vez, pues conocía a Ian y mi hermano podía llegar a poner nervioso a cualquiera con esa mirada tan fría que la mayor parte del día mostraba. Seth acaba pidiéndose un café solo y Aaron un Cola Cao, —pues este último detestaba el café—. Yo me pillé un batido de chocolate con nata por encima. Cuando estamos los cuatro atendidos, les digo a estos que vayan yendo hacia la mesa que quisieran y que ahora iba yo en un rato.

Estos se marchan al borde de la carcajada. Me volteo a mirar a la bicho que se había alejado de la pantallita de ordenador donde nos había atendido y que ahora estaba de nuevo hablando con su amiga la rubia que no sabía su nombre.

—Cuanto tiempo, bicho —acaparo su atención cuando me acerco a ellas. Mane me observa con seriedad repiqueteando el boli que sujetaba entre los dedos contra la mesa. Ahora que me fijaba, tenía un montón de apuntes ordenados frente a ella.

—¿Quiere algo más o no? —pregunta esta de manera formal.

—Tu número.

La bicho abre los ojos de sopetón al oír las palabras que la suelto así de repente, No, a mí no me iba eso de cortarme ni un pelo. Si algo quería, iba a por ello sin mirar atrás. Puedo ver a la amiga desde el rabillo del ojo como se intenta aguantar la risa por la cara de Mane.

—Lo siento, pero eso no está en la carta —responde al cabo de dos minutos.

—Vaya, por dios. Con las ganas que me había quedado de tenerlo —la sigo el juego, divirtiéndome.

—¿Algo más?

—¿Qué me ofreces, además de este batido, chica macarrones? —su ceño se frunce al recordar aquel día.

Mane deja a un lado sus apuntes, se cruza de brazos sobre la barra y se inclina un poco hacia mí. Ese gesto hace que el escote se le marque en la camiseta de tirantes que llevaba puesta hoy. El primer día que la conocí llevaba un uniforme del que no me acuerdo el color, pero este día simplemente llevaba ropa informal. La veo sonreír de manera pícara, cosa que me contagia la sonrisa, y se acerca aún más para susurrarme:

—¿Quieres que te ofrezca algo? —asiento, distraído —Lo que te ofrezco es que te apartes. Estas haciendo cola.

Y acto seguido se separa hacia atrás con una sonrisa y se va de nuevo hacia la pantalla para atender a la mujer que ahora le decía el pedido. Sonrío negando con la cabeza. Camino a la mesa donde estaban mis compañeros no sin antes sentir una mirada en la nuca de la bicho y cuando me giro para ver si estaba alucinado o no, confirmo que me estaba mirando con una sonrisa petulante.

Dirijo mi paso con la misma sonrisa en los labios y me siento junto a Aaron en la mesa. Charlamos de las canciones y de demás tonterías que se nos vienen a la mente. Hasta que llega la hora de marcharnos.

🎧🎧🎧

Rain me sonríe mientras se pasaba por la cabeza una camiseta de las mías. Me tapo con el brazo la cara hasta que vuelvo a sentir que el colchón se hunde y al abrir de nuevo los ojos, me la encuentro de nuevo cerca de mí. Rain era la hija de nuestro manager. No sé desde cuando empezamos a enrollarnos, pero los dos sabíamos que solo era eso: follar y nada más. Que no es porque yo quisiera que fuese así, sino más bien, era al revés. Ella era la que había decidido las reglas y yo simplemente las había aceptado (aunque la verdad es que lo agradecía) Era una chica muy guapa. El pelo largo negro que le llegaba hasta la mitad de la espalda, los ojos de un color gris oscuro y ese tono caucásico de piel le hacían ser aún más hermosa... pero no era mi tipo. Además, aunque lo fuese, yo no era quien debía elegir por ella si quería algo más o no.

El tiempo diría cuando es el momento si sientes algo por alguien, ¿no? La verdad es que no tenía ni puta idea de cómo iba todo ese rollo del destino y el hilo rojo. Solo eran calumnias para mí.

Un dedo empieza a juguetear en mi mejilla y sé que es ella cuando su risa hace eco en la habitación. Me giro para mirarla:

—Te has quedado en las nubes, capullo —sonrío al oír como me ha llamado. Esta se levanta recogiéndose el pelo en un moño desordenado. —Se que mis polvos son los mejores, pero no hace falta que lo digas. 

—Tienes demasiado ego, ¿no, capulla?

Esta se encoge de hombros con una sonrisa. Me levanto por fin de la cama (Rain ya ha salido del cuarto) y una vez tengo un pantalón de pijama de algodón, salgo del cuarto yo también. No sé qué hora es, pero me dolía la cabeza y es que ayer, después de ir a la cafetería de la bicho y de grabar de nuevo otra canción, nos fuimos a una discoteca donde ahí me encontré con Rain. Cuando entro en la pequeña cocina, me recibe el olor del café y alguna que otra mirada inquisitiva.

Ian, Anthony y Seth estaban observándome. Este último con una sonrisilla sagaz en el rostro pecoso. Me sirvo una taza de café y cuando paso por delante de los tres para coger la cafetera, la voz de nuestro Manager es la primera en romper aquel silencio.

—Lo único que pido es que uséis protección. No quiero que mi hija me haga abuelo tan joven —Seth y Ian se están aguantando las risas. Llevo los labios al borde de la taza para dar el primer trago y hago una mueca cuando me acuerdo que no le he puesto azúcar.

—Papá no tienes que preocuparte por mí, que ya no soy una cría —Rain entra a la cocina (no me había fijado hasta ahora que no estaba) y se apoya sobre la encimera a mi lado después de darle un beso en la mejilla a su padre —Y, además, ahora mismo no tengo pensamientos de ser madre, solo tengo veintiún años.

—Ya, ya. Se cómo funciona tu vida Rain: la carrera primero, luego las ayudas y después ya el futuro.

Rain asiente, feliz. Esta toma la taza que su padre le pasa y se la lleva a los labios para darle un trago a su café. Desde que conocí a Rain sé que le encantaba tenerlo todo planificado, pero que eso no significaba que de vez en cuando no hiciera lo que se le diera la gana... Sin embargo, en cuanto a lo que su futuro se refería, le gusta tenerlo todo bajo control; y más cuando con tan solo veinte años, quiso ayudar a aquellas mujeres que habían sido violadas y maltratadas y ahora con veintiún años ya había fundado su propia asociación con ayuda de algunos amigos y de su padre. 

En un momento dado, Anthony sale de la cocina después de despedirse de nosotros. Le veo salir cuando de pronto me acuerdo de que necesitaba enseñarle la nueva letra que había compuesto y sin más tardar, dejo la taza sobre la encimera y salgo casi corriendo antes de que se pueda ir del estudio.

Le alcanzo en el salón justo cuando se vuelve al escuchar que le llamo.

—Tengo una canción nueva —digo estando lo suficientemente cerca de él —Cuando quieras te la muestro, Anthony. No sé si habrá que cambiar algo, pero creo que está bastante bien.

—Genial. Mañana la miramos, porque hoy tengo bastantes cosas que hacer, pero seguro que me acaba gustando como todas las canciones.

Asiento.

Anthony me da dos palmadas en el brazo antes de volver a despedirse de mí y esta vez sí que sí, se marcha no sin antes decirme a qué hora me llamaría mañana para que quedáramos a mirar la letra. 

Un carraspeo a mi espalda me sobresalta. Cuando me volteo, es Ian quien se encuentra observándome desde el quicio de la puerta de la cocina con la misma taza del café en la mano de antes.

—¿Tenemos canción nueva? —pregunta, aunque sé que ha estado todo el rato desde que salí de la cocina, escuchando la conversación —¿Es la que escribiste el día que estuvimos hablando de tus viejos? Después de jugar a la play.

Asiento. La canción que tenía para enseñarle a Anthony era la que escribí después de hablar con mi hermano Ian y la que compuse pensando en mis hermanos pequeños. Algo por lo que me encantaba componer (y por lo que casi siempre solía ser yo el que las hacia) era que en esos pequeños minutos que pasaba enfrascado escribiendo, no me sentía tan mal. Usaba la composición como un hombro en el que llorar. Era mi rincón seguro; en el que no sentía la presión de nada ni nadie; solo estaba yo.

Un momento de silencio recorría la distancia que nos separaba a él y a mí hasta que un par de segundos después, este por fin habla de nuevo.

—Será genial la canción.

Ian se marcha de vuelta a la cocina. Pestañeo aun con la confusión que sus palabras me habían dejado. Se que a mi banda solían gustarle mis canciones, pero el que Ian lo soltara así porque sí ahora mismo, me dejaba un poco en estado de shock. Remuevo los pensamientos cuando una mano se agitaba delante de mi cara. Rain estaba frente a mí. Una sonrisa le asomaba todo el rostro, luego esta me comentaba que ya se tenía que marchar (a lo que le hago una broma cuando se empieza a desnudar delante de mí en el cuarto) lo que esta me responde lanzándome uno de los cojines con la forma de Simba el personaje del Rey León; y si, me encantaban esos tipos de cojines; los de Disney.

O básicamente me encantaba todo lo que tuviera que ver con esa franquicia.

Recojo el cojín del suelo y lo limpio un poco porque se había manchado un poco con el polvo del suelo, cuando escucho la risa de Rain. Una de las cosas que me encantaba de ella era que tenía una risa escandalosa y que quizá, a las demás chicas con las que había estado le diera vergüenza mostrarla, pero a Rain no; es más, me dijo una vez que esa era su risa y que si la tenía era por algo y que no pensaba ocultarla jamás. Un pequeño rebuzno le sale, pero sigue riéndose.

—Como te puede gustar esa franquicia —enuncia ella cuando termina de calzarse las botas.

—Oye, perdona, pero Disney siempre va a ser mejor que todas esas porquerías que ves tú —respondo haciéndome el ofendido. Rain ya sabía a qué me refería con "porquería", y es que en eso si nos diferenciábamos muchísimo. A ella le iban más las series basadas en la realidad, y a mí... pues ya os hacéis una idea.

Rain me lanza un beso al aire para joder antes de salir del cuarto seguida de mí. Esta se despide de los demás. Ian y Seth jugando a la play, mientras que Aaron se encuentra sentado en la mesa donde comíamos zampándose un plato de Tallarines. Finalmente, Rain se despide de mí al acompañarla a la puerta.

Y pasando de las miradas traviesas de mis compañeros, camino de nuevo a mi habitación donde me pongo a seguir componiendo canciones.

🎧🎧🎧

La batería siempre ha sido mi instrumento favorito.

Tanto así que desde pequeño lo que casi siempre hacía (por no decir siempre), era con dos lápices que se suponían eran las baquetas, traqueteaba sobre cualquier superficie que veía por ahí cerca. Me encanta el ritmo que esta hace cuando doy con las baquetas al Tom 1 y 2. Piso el pedal que hay abajo donde el bombo grande.

Disfruto entretanto sigo practicando para los próximos conciertos. Había decidido venir a practicar con la batería a un estudio más grande del que teníamos en el piso que teníamos y donde veníamos con Anthony y el productor para ensañar todos juntos. Llegué hace como dos horas desde que Rain se fue del estudio y yo me había metido a componer, sin embargo, ya que no quería estar tanto encerrado en la habitación, se me ocurrió venir a tocar un rato.

Cierro los ojos mientras acelero el ritmo de las baquetas contra el instrumento. No pienso en nada (como siempre hago cuando toco). Eso era otra cosa que amaba de aquel instrumento: me ayudaba a olvidar. Hasta que de repente, suena mi móvil y la sinfonía de una de nuestras canciones retumba en la vacía habitación donde estaba.

¿Sabéis eso que os pone de mala hostia? Bueno, pues en mi caso era una persona y ahora mismo estaba viendo su nombre en mi pantalla.

Papá.

Pienso si cogérselo o no, pues lo último que necesitaba ahora era discutir con alguien... y mi viejo parecía sacar lo peor de mí con mucha facilidad. Me paso la mano por el pelo, suspirando. Después de tres tonos, decido cogerle la llamada. Quizá fuera algo de mis hermanos.

—Riley —su voz suena casi sorprendido de que le haya cogido el teléfono.

Incluso hasta yo me sorprendería, pues con mi padre era con el que menos hablaba. Espero un par de minutos a que me diga algo más, pero cuando veo que sigue en silencio, me adelanto a hacerlo yo para preguntar porque me ha llamado:

—¿Qué quieres, papá? —mi tono sonó bastante crispado y eso que aún no había empezado la parte fuerte.

Mi padre solo me llamaba para dos cosas: que volviera a casa y dejara la tontería que tenía con la banda, porque según él, era un simple caprichoso. Y la segunda, que necesitaba urgentemente hablar conmigo; aunque lo que para él era hablar, en realidad era hacer todo lo posible por conseguir que trabajara para él en su bufete. Pero para mi sorpresa, hoy no fue ninguna de esas dos cosas.

Fue algo peor que me hizo levantarme dando un traspié, de la batería.

—Jupiter ha vuelto a tener uno de sus ataques —mierda, mierda, mierda. Me alejo corriendo de la batería sin pensar en nada más que mi hermana —Necesita verte. Sabes que siempre que le pasa, no deja de repetir tu nombre.

—Voy enseguida —y sin más tardar, cuelgo antes de que pueda seguir hablando y me distraiga.

De camino al coche, (pues había venido aquí en el coche de Aaron), llamo a Ian quien me responde de inmediato. Era algo que me encantaba de mi hermano. Daba igual que estuviera durmiendo, siempre cogería el teléfono. Le cuento toda conversación con mi padre y lo de mi hermana. Por un momento, quiso venir conmigo, pero le convencí diciéndole que no hacía falta, que cuando estuviera allí, le informaría de cualquier cosa. Los chicos conocieron a mis hermanos en un concierto que dimos al que les invité. Sonrío al recordar la escena de Jupiter al ver a Ian; recuerdo como le soltó sin vergüenza alguna que estaba como un tren. Mi hermana, aunque fuese pequeña, no se cortaba ni un pelo.

Paso mi mano por el pelo mientras que la otra sigue en el volante. Tenía la suerte de que no vivía tan lejos. Me críe en Nueva Jersey, más concretamente, en Millburn, así que el viaje sería de una hora más 43 minutos para llegar a Millburn. No me creía que estuviera viajando hacia la casa donde había nacido, pero cuando se trataba de mis hermanos, dejaba atrás mis dificultades con mis viejos e iba si hacía falta. Cuán entro en la autopista, suelto un improperio al ver el atasco que había. Aprovecho el parón para llamar de nuevo a mi padre que me coge enseguida para mi sorpresa.

—Me encuentro en un atasco. Llegaré enseguida —enuncio nada más oír su voz.

—Vale.

Así, sin más. No dice nada más que un puto "vale". ¡Joder, que es su hija! Cuelgo sin añadir nada más, pues no quería tener un accidente en medio de la autopista y muevo el coche unos milímetros hacia delante porque el otro lo había hecho. Golpeo el volante con fuerza maldiciendo. Mi hermana tenía ataques de ansiedad y de pánico desde hace como cuatro años (exactamente desde los seis años), pero hace un año que no le volvía a aparecer hasta ahora y no entendía porque había tenido que volver. La primera vez que descubrimos lo que le pasaba, fue una noche mientras dormíamos todos. Empezamos a escuchar gritos y cuando entramos en su habitación, no dejaba de retorcerse con la mano en el pecho y apenas sin poder hablar diciéndonos que le costaba respirar; no sé, fue de repente.

Por fin el atasco se mueve a una velocidad decente.


Llego a Millburn sobre las 20:15 de la tarde. En cuanto consigo aparcar en un sitio que para mi suerte es cerca de la casa donde me críe, no tardo ni un segundo y corro casi de inmediato hacia allí. Entro en casa asustado buscando a mi hermana. La casa de mis padres era bastante grande, aunque no me sorprende pues mis padres ganaban un buen sueldo y se habían podido permitir vivir en uno de los barrios más ricos de Nueva Jersey. Corro por la entrada principal sin pararme en ver los cuadros que allí habían colgados y busco el rastro de Jupiter. Todo estaba en silencio... hasta que de pronto escucho un grito en la planta de arriba y no me hace falta escuchar más para saber que se trata de Jupiter.

Vuelvo a correr, subo las escaleras y me dirijo hacia su habitación.

—¡Jupiter, por favor! —la voz de mi madre suena más fuerte cuando entro en el cuarto. El color rosa palo de las paredes me hacen recordar a cuando mi hermana y yo las pintamos juntos.

Observo a Acer sentado en el suelo, fuera de la habitación. Se que mi padre seguramente le habría obligado a quedarse ahí sentado, pero lo que más me dolió era ver lo asustado que estaba por su hermana. Esta vez si que entro dentro del cuarto cuando escucho la voz de mi hermana:

—¡No, no, no! N-no, no p-puedo respirar —Jupiter esta sobre su cama tapándose los oídos y desde aquí, podía ver como temblaba.

Me acerco hacia ella con sigilo para no asustarla. Mis padres se percatan de mi presencia y ya saben (sin preguntar nada) que tenían que salir de aquí. Me siento en la cama. Aproximo la mano y con cuidado la dejo caer sobre una de sus rodillas. No parece notar aquel gesto. Mi hermana se balancea de atrás hacia delante, nerviosa.

—¡Riley! —grita mi nombre sin saber que estoy allí, pues apenas es consciente de nada de lo que pasa a su alrededor. Se lleva una mano al pecho. Su respiración era acelerada. Hacia mucho que no tenía estos ataques, ¿Por qué tenia que aparecer ahora? —¡Ri, ¿Dónde estás?!

De repente, pierde el control y empieza a golpearse en la cabeza así que tengo que intervenir para hacer que se detenga. Por un momento, no me deja casi tocarla... hasta que al final lo consigo. La estrecho entre mis brazos, calmándola.

—Enana, estoy aquí. Por favor, mírame —susurro en un tono que no la asustara —Estoy aquí, monstruito. No tienes nada de que temer.

Siento su pequeño cuerpecito temblar bajo mis brazos que la rodeaban. Algo me desgarraba verla así (al igual si le pasara a Acer). Acaricio su cabeza con suavidad tratando de que dejara de temblar, pero era en vano. Jupiter sigue gritando palabras como: ¡Auxilio! ¡Voy a morir!, repetidas veces. Incluso, una de las veces en las que tenía la mano cerca de su pecho, pude sentir las palpitaciones de su corazón aceleradamente.

Al final termino metiéndome en su cama con ella encima de mí, acunándola. Poco a poco se va sosegando, sin embargo, no quería soltarla. No podía hacerlo. Noto su cuerpo sudado junto a su frente. Cojo un papel de la caja que tenía en su mesilla de noche y se la paso por esa parte para secarle un poco el sudor, sin asustarla. Aun podía sentir como seguía en aquel estado y lo último que quería, era hacerle tener miedo de nuevo. Un espasmo proveniente de ella hace que su cuerpo se mueva un poco y yo mimo su brazo. Planto un beso en su coronilla.

En ese momento, aparecen mis padres por la puerta. Mi padre, un hombre de cincuenta tacos que estaban bien conservados, se parecía físicamente a mi (o mejor dicho yo a él). Sus ojos marrones eran los mismos que los míos, solo que los de él quizá un pelín más oscuros. Los de mi madre eran de un tono azul con manchitas oscuras y el cabello rubio, aunque con el tiempo se le ha ido oscureciendo y de vez en cuando, se lo tiene que teñir. Ninguno me quita el ojo de encima, pues bien sabían que yo lo daba todo por mis hermanos. ¿Venia por navidad a casa? El motivo: mis hermanos. ¿Hablaba con ellos? De nuevo por mis hermanos.

Todo lo hacia por Jupiter y Acer.

Muevo los labios para decirles sin emitir sonido que me quedaba hoy a dormir en casa. Mamá asiente y sale del cuarto y cuando la veo pasar por delante de la puerta, me doy cuenta de que llevaba a Acer en brazos; el pobre se había quedado dormido. Mi padre asiente sin más y sale del cuarto. Como no, hombre de pocas palabras. Sin hacer mucho movimiento, consigo sacar el móvil y le mando un mensaje a Ian avisándole de que estaría en casa de mis viejos toda la noche, que avisara al resto.

Por suerte la respuesta no tarda en llegar. Cuando voy a abrir el mensaje, me doy cuenta de que Jupiter había dejado de temblar y al echar un vistazo, me doy cuenta de que estaba dormida.

Sonrío una milésima de segundos y después, leo el mensaje de mi bro.

Ian: No te preocupes, bro. Ya se lo he comentado, llama si necesitas cualquier cosa. Esa peque me cae bien desde que me llamó tío bueno XD

Dejo el aparato sobre la mesilla intentando aguantar las ganas de reír. Luego, apago su lamparita de noche con forma de unicornio que le regalé en su cumpleaños número cinco y nos tapo a los dos con sus sabanas rosas como la pared.

Susurro por última vez:

—Estas a salvo, monstruito.

🎧🎧🎧

—¡Riley! —volteo para ver de donde viene el grito cuando me encuentro a mi hermana corriendo hacia mí y yo la atrapo en brazos sujetándola con fuerza para no caernos.

—Monstruito —digo sin parar de darle besos. —Ya vas pesando mucho, ¿eh? Venga vamos a desayunar.

Jupiter corre hacia la cocina seguida de mí. Julia, la sirviente que lleva desde que yo era pequeño, ya había preparado el desayuno como todas las mañanas. Hacía muchísimo tiempo que no desayunaba en aquella cocina y Julia parece pensar lo mismo cuando me sonríe mostrando una de esas sonrisas sinceras. De momento, mi hermana ya parecía mejor. No había ni rastro de los ataques que tuvo anoche y eso me alegraba porque no soportaría verla de nuevo así. Me siento junto a esta y cuando Acer hace acto de presencia, desayunamos los tres juntos. Poco tiempo después, aparecen mis padres ya vestidos con sus trajes elegantes de trabajo. Mamá lleva una falda tubo color oscuro, una camisa blanda y una blazer del mismo tono que la falda. Tacones oscuros. Mi padre vestía un traje oscuro con una camisa blanca por debajo y unos mocasines negros.

Se sientan a desayunar frente a nosotros en la mesa que teníamos en la cocina. Me levanto para coger un plato con tortitas de la isleta y vuelvo a sentarme, sirviendo una para cada uno de mis hermanos. Podía sentir la mirada de mi padre cuando dejo el plato en medio de la mesa. Alzo la mirada hacia él y me encuentro con que me esta observando por encima del periódico que cada mañana leía.

Echo caramelo a mi tortita llevándome una mirada reprobatoria de Jupiter porque a esta no le gustaba el caramelo de ninguna manera. Mastico a la vez que hago caras tontas para hacer reír a mis hermanos, justo cuando la voz autoritaria de mi padre hace eco en la sala:

—Parece que has olvidado los modales, Riley —giro la cabeza hacia Mark Steele que no dejaba de negar con la cabeza mientras seguía leyendo su periódico.

—¿A que te refieres, padre? —pregunto.

Empezaba a mosquearme la actitud de mi padre y solo eran las 9:00 de la mañana. Si, en esta casa siempre se tenia que madrugar; bueno, excepto cuando teníamos vacaciones.

—Comiendo no se hacen tonterías —ruedo los ojos. Esa norma absurda no debería ni existir, pero claro, Mark Steele solo pensaba en el trabajo y en hacer una situación incomoda y aburrida —Desde que estas en esa banda te has vuelto muy maleducado. Si trabajaras en mi...

Ah no, eso si que no.

Me levanto de la mesa señalándolo acusatoriamente porque sabía lo que vendría ahora. Empezaría de nuevo su sermón de que yo era un hijo desagradecido por no querer continuar en su empresa y trataría por todos los medios intentar de nuevo convencerme para que volviera a estudiar derecho y trabajara con él. ¡Joder, ¿es que no puede entender mi padre que odiaba esa carrera?! ¿Qué lo que a mi me gustaba era la música?  Salgo de la cocina sin mirar atrás y sin discutir con mi viejo.

Lo primero es que no quería que Jupiter volviera a sufrir un ataque al vernos discutir, y lo segundo, pasaba de tener la misma discusión de siempre.

—¡Ri! —escucho la voz de mi hermana a mis espaldas. Me detengo antes de abrir la puerta para irme de esa casa cuando la veo corriendo hacia mí. Me agacho a su altura, quedando de rodillas en el suelo —No te vayas, por favor. Quédate un poco más.

Que asco.

Odiaba el hecho de que por culpa de mi padre mis hermanos tuvieran que sufrir tanto. Acaricio la mejilla de mi hermana con los nudillos. No quería irme. No quería irme por ella y por Acer. No obstante, no podía aguantar más tiempo en el mismo sitio que nuestro padre... y ella lo sabía. Era una niña muy lista.

Jupiter había cogido los ojos de nuestra madre, aunque los de esta eran más claritos; tanto que yo siempre le decía que parecían el agua del mar. Necesitaba inventarme una excusa para decirla y no preocuparla más todavía.

Carraspeo antes de añadir:

—Tengo que irme, enana —digo y sus ojos tienen ese brillo de tristeza que tanto odiaba ver —Me han llamado los chicos para ir a ensayar.

Era mentira.

Ni siquiera había hablado con Ian desde esta mañana. Sus ojos cambian a un brillo más diferente, más alegre. Sabía que ella siempre me iba a apoyar con la banda, por eso la quería tanto. Luego, menciona a Ian lo que me hace reír sin importarme que mi padre seguía a solo dos pasos de nosotros.

—¿Vas a ver a Ian? Dile que estoy soltera —no puedo dejar de reír con mi hermana. Me golpea en toda la espinilla haciendo que me encoja de dolor —¡No te rías! Será tu futuro cuñado.

—Me ofende el hecho de que yo no sea el más guapo para ti, enana.

—No seas celoso, hermanito —responde, riéndose de mí. La levanto en volandas y empiezo a darle vueltas escuchando sus gritos y risas pidiéndome que la baje —¡Ri, para! ¡Para, bájame!

Hago lo que me pide. La dejo en el suelo al mismo tiempo que se abalanza para abrazarme. Su pequeña carita se oculta en el hueco de mi cuello. Puedo sentir su olor en mis fosas nasales: colonia Nenuco, su favorita. Esta aprovecha aquella posición, para decirme algo al oído que me tensa de inmediato:

—Siento mucho causarte problemas con mis ataques, Ri. Se que odias venir aquí...

Me separo de ella, echándola hacia atrás con las manos a cada lado de sus brazos, cortándola.

—Mírame, enana. —nuestras miradas se entrecruzan —Nunca, pero nunca, podrías causarme problemas. Y si vengo, es por vosotros, por nadie más.

—Te quiero, Riley —me abraza.

Le devuelvo el abrazo hasta que nos separamos esta vez si que si para despedirnos. Me acompaña hasta el coche donde le doy un ultimo abrazo antes de meterme en este. Con la ventanilla bajada, le digo por última vez:

—Te quiero, monstruito.

Arranco el motor, salgo de allí y cuando me alejo, miro por el espejo retrovisor a mi hermana hasta que la pierdo de vista. Después, me permito no pensar en mi viejo ni en nada más. ¿Me hubiera gustado quedarme más tiempo? Pues claro, eran mis hermanos. Pero no aguantaba los sermones de mi padre y no quería empezar a discutir como siempre.

Quería subirlo ayer, pero no pude terminarlo... pero ¡aquí tenéis nueva actualización de la novela! Espero que lo améis tanto como yo al escribirlo y lo disfrutéis. Recordad dejar estrellita y comentario para ayudarme a crecer y saber vuestra opinión.

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