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Capítulo 36| Porque la trama la vivo más
Riley
En realidad, conducto sin rumbo alguno.
Cuando nos hemos ido de aquella fiesta y le he dicho que íbamos a desaparecer, lo decía enserio. Puedo estar tan seguro que pongo la mano en el fuego, que, si desapareciera ahora con ella, sería la persona más feliz. Debemos entender que no importa donde vayamos o donde acabemos, porque si es con la persona correcta todo te valdrá. Todo será bonito y eso me pasa con ella. Con Mane todo plan por insignificante y simple que parezca... es perfecto.
A mí no me importa el final del cuento porque la trama es lo que más disfruto. Lo que más vivo; porque los mejores planes son los que se hacen sin pensar. Los que te impulsan a hacer locuras sin miedo al qué dirán.
La miro de reojo. Está escribiendo en su teléfono:
—¿Tus amigos? —pregunto sin perder de vista la carretera ni a ella.
Esta niega diciendo que ahora está hablando con Rosa para avisarla de que no irá a casa. Cuando apaga el móvil, antes de guardarlo en la guantera me increpa por la excusa que he puesto para salir de la fiesta, porque si, para irnos me inventé que no me encontraba mal y los chicos continuaron sin el baterista, —aunque estoy seguro de que ellos no se lo han tragado—. Seguramente a estas horas ya se hayan ido también de la fiesta.
En el momento que abre la guantera para guardar su móvil, se queda inmóvil. Estoy seguro de lo que ha podido ver para quedarse así y cuando coge el disco que me devolvió, confirma mis sospechas.
Sus siguientes palabras y el hecho de que lo ponga, me asombra:
—¿Querías saber cuánto soy de fan? —asiento y sin más sonrío cuando la escucho cantar por primera vez la primera canción del disco con la ventanilla bajada.
Yo me uno al rato pensando en la puta suerte que he tenido desde el día que se cayó por andar distraída delante de mí porque lo que tengo claro es que, si está cantando, es porque me quiere como para hacer algo que nunca creía hacer a mi vista.
El destino final es donde nos lleva el Mustang, pero que me sorprende: un parque estatal de Nueva York (que nunca he conocido) donde al parecer, no somos los únicos porque hay dos coches más. Aparco y nos bajamos. Por suerte, tiene césped para tumbarse cómodamente. Todo está absolutamente vacío, a excepción de las otras personas, pero vacío. Nos tumbamos y sin aguantar más, la termino de acercar a mí para abrazarla. Ambos miramos el firmamento apreciando las estrellas que surcan en este.
Con ella puedo sentirme más vivo que nunca.
Porque eso es el amor, ¿no? Sentirse vivo incluso en medio de la nada. Porque amar es apreciar cada detalle de la otra persona sin dejarte ni un rincón por recorrer. Es reescribir hasta lo imposible.
🎧🎧🎧
Mi madre sale a recibirme con una sonrisa que pocas veces he visto en su cara. Va con su traje impoluto de arrugas y manchas que este se basa en falda de tubo negra, camisa blanca y chaqueta a juego de la falda. La recibo y entramos los dos en casa. Me comenta que le ha sorprendido mi llamado, porque se ha extrañado ya que mis hermanos están ahora en la escuela antes de las vacaciones de navidad.
Si, he venido para hablar tranquilamente con mis padres como me dijo la sirenita y, aunque ella en un principio quiso venir, ha tenido que quedarse en Nueva York pues tenía el último examen.
Aunque mi cabeza sigue diciendo que esto es una pérdida de tiempo y más cuando vea a mi viejo, nunca me ha gustado rendirme en nada como bien le he dicho muchas veces a Mane. Rendirse no vale para nada. A palabras necias... todo vale; si, me he inventado ese refrán, pero me gusta así, ¿vale? A nadie debería importarles las palabras que otras personas nos digan, ¿Por qué debería hacer oídos sordos cuando me vale una mierda? Si yo hago algo que quiero, las palabras necias de la gente solo son catapultas que me ayudan a llegar a lo más alto porque así, si algún día llego a la cima, puedo decir que nunca me han detenido sus criticas; porque las palabras que más debemos escuchar son las que nos decimos a nosotros mismos.
Nuestras palabras son las que nos ayudan o, en cambio, nos estancan.
Dos horas después, la conversación por la que estoy aquí se va acercando. Termino de cenar dejando los cubiertos sobre el plato y sintiendo la mirada de mi viejo sobre mí. Estoy muy nervioso y la mayor parte es por su mirada de superioridad y reprobación que me echa, lo que me pone la piel de escarcha. Si quisiera matarme, no necesitaría nada más que su mirada.
Mi madre carraspea tornando la mirada entre uno y otro.
Para romper el hielo, les pregunto por su divorcio; por suerte Julia se ha llevado a mis hermanos después de que terminaran de cenar, para poder hablar a solas.
Mi madre es quien responde:
—Seguimos hablando —sonríe medio triste. Se limpia la boca con la servilleta y continua —Pero no creo que hayas venido por eso, ¿verdad, Riley?
«Al menos tú tienes padres», sus palabras arremolinan mi cabeza.
Una serie de imágenes de mi infancia me aparece a la memoria en forma de flashback junto a mis padres. Puede que tenga razón en que, aunque ahora no son los mejores, hubo una época en los que nuestra relación era mejor. Mane tiene razón que por lo menos yo soy afortunado de seguir teniendo a mis padres, aunque no sean los mejores y es eso, lo que me impulsa a soltar la bomba:
—¿Por qué nunca me apoyasteis? —Mi padre detiene el tenedor a medio camino de la boca y me observa.
Mamá tampoco sabe que decir. Ambos me miran y yo continuo explicando cómo me han hecho sentir desde que dejé la carrera hasta día de hoy. Hablamos, discutimos y volvemos a hablar calmados. Les explico lo mucho que significa la música para mí y lo que me haría falta su apoyo desde mucho tiempo. Cuando creo estar viendo algo en el rostro de mi padre, quedo como un gilipollas pensando que sería algo bueno al interrumpirme por mencionar el nombre de la banda.
—Deja de decir tonterías, Riley.
—¡No son tonterías, padre! A ver si te queda claro que es mi sueño —exclamo al borde de las lágrimas de que sigan creyendo que es una tontería todo esto. Veo la vena de la frente hinchándosele —¿Has pensado alguna vez lo mal que me haces sentir cuando me dices que soy la decepción de la familia?
Mark Steele golpea la mesa con ambas manos levantándose echo una furia. Me mira con desagrado.
—¡Es que es verdad! ¡Eres un maldito! —mi madre trata de calmar a su todavía marido, pero no hace caso —¡No! Este malcriado merece escuchar todo —vuelve a mirarme. Estoy inmóvil por el pavor que me da verlo de esa guisa —Tú madre y yo hemos hecho hasta lo imposible por brindarte una educación y forjar tu futuro para que heredaras la empresa familias y vas tu... ¿y qué haces? ¡Decir que quieres ser musico! ¡Y encima vienes aquí implorando nuestro apoyo!
Miro a mi madre intentando no derramar ni una lágrima. No dice nada, es más, se mantiene en silencio y me observa con un brillo extraño en los ojos. Algo parecido a la lastima, pero la aparta de inmediato y sigue insistiendo a mi padre que se calme. ¿De verdad pensaba igual que papá? ¿Qué no soy más que decepción? Siento los ojos anegándose en lágrimas todavía más entretanto mi padre sigue hablando:
—Lo de esa banda solo es una fase que te tiene trastornado y un día de estos vendrás para suplicarme que te ayude.
—¡No es una puta fase! ¡Ni siquiera te has dignado a escucharme para ver que de verdad me hace feliz! —Yo también me levanto y en ese momento, mi madre me imita supongo que por si llegáramos a las manos —¡Nunca he querido estudiar derecho, papá! Perdón, quiero decir "padre", porque solo puedo tratarte de usted. ¡Entérate de una vez que solo lo hice por obligación!
Me alejo de allí yendo hacia el salón, tranquilizándome como puedo. ¡Joder! Sabía que era una mala idea haber venido, porque con Mark Steele es imposible dialogar. A mi padre nunca le he importado. Noto unos pasos caminando hacía mí y no me hace falta volverme para saber que se ha detenido detrás de mí. Me llevo las manos a la cabeza desesperado y sintiéndome un idiota por haber, siquiera, intentado hablar "tranquilamente" con mis padres sobre lo que amo la música.
Giro sobre mis talones para quedar frente a mis progenitores. Mi madre intenta decirle algo en susurros, pero mi padre niega cabreado.
—¿Sabes? —Llamo la atención de ambos y bajo los brazos —Esto de venir a veros ha sido una estupidez, ni siquiera quería, pero alguien me ha convencido porque esa persona cree que unos padres apoyan a sus hijos por cualquier cosa, pero no os conoce del todo a vosotros, así que se equivoca en esto.
Justo cuando estoy a punto de ir a por mí chaqueta para irme de allí, la mano de mi madre rodea mi brazo deteniéndome cuando paso por su lado. Nuestras miradas se cruzan.
—Riley, hijo, podemos seguir hablando. Yo te escucharé...
—¿Para qué, madre? —Mi madre frunce el ceño porque ella sí que detesta que la trate de usted, pero es que solo me sale hacerlo así —No pienso seguir pareciendo un idiota cuando la realidad es esta. Nunca me habéis apoyado en mis decisiones y ya debería acostumbrarme, pero ¿sabes? —Hago una pausa para mirar a mi viejo que tiene la misma cara neutral y sin emociones de siempre y prosigo hablando —Que, por muchas miradas ariscas y críticas hacia mí, nunca he dejado de quereros. Os sigo queriendo aun habiéndome rebajado a una escoria de hijo porque... Porque sois mis padres y tengo la suerte de poder teneros todavía.
Me suelto del agarre de mi madre que se ha quedado muda al oírme decir aquellas palabras y me pongo la chaqueta de inmediato. Antes de irme, me acerco a mi viejo y le suelto lo que me sale del alma sin pensarlo:
—Madre debería divorciarse cuanto antes de ti, padre —su mano golpea mi mejilla dejándonos a todos sorprendidos.
El chillido de mi madre confirma que se ha quedado sorprendida. Me llevo la mano a la zona golpeada sin dejar de mirar a mi padre, pues él nunca ha usado la violencia y su cara de culpabilidad lo confirma. Tal vez me he pasado y por eso no le digo nada, pero es que me ha llenado de tanta rabia, que me han salido por si solas las palabras. Pido disculpas en un murmuro y salgo casi corriendo de casa para irme de una vez por todas. Sin embargo, me da tiempo a escuchar lo último que le dice mi madre a mi padre:
—A mí también me cuesta aceptar que no es abogado, Mark, pero no puedes seguir tratándole como te trataron a ti.
Cuán llego al estudio, no me esperaba que la sirenita me estuviese esperando allí. Si, en cuanto estuve en el coche de vuelta la llamé para contarle la desastrosa velada que había tenido, pero no para hacerla perder el tiempo siempre conmigo porque también tiene una vida que no quiero arrebatársela. Por eso, cuando aparco y salgo del coche, esta viene corriendo hacia mí para abrazarme y no sabéis la cálida sensación que me dan sus abrazos. Hace que me olvide de la pelea que he tenido hace media hora. Junto mis labios a los suyos metiendo la mano entre su corto pelo que me encanta.
Entramos en el estudio juntos de la mano y es ella quien me lleva hasta la habitación de Seth y mía. En cuanto nos encontramos a solas, me pregunta que tal ha ido y yo se lo vuelvo a contar esta vez mejor que por llamada. Me apoyo sobre el escritorio después de contárselo todo desde el primer minuto que llegue a la casa hasta el último. Mane no me quita el ojo desde mi cama. Adoro que ya se empiece a sentir tan cómoda y natural en mi espacio recordando la primera vez que estuvo aquí, la vergüenza surcando aquel día su rostro angelical.
Sonrío sin darme cuenta y esta, al verla, se levanta y sin darme tiempo a reaccionar en menos de dos minutos la tengo tan pegada a mí que disfruto de su perfume.
—No tenías por qué venir, sirenita. Tampoco quiero obligarte a estar siempre conmigo. —Me besa.
Al separarnos, me responde rodando los ojos:
—Nadie me ha obligado, Chico Disney y, además, bien sabes que no me vas a obligar ni, aunque quisieras —me río. Es verdad que desde que la conozco me di cuenta que era de esas chicas que no hacían caso a nadie. —Sé que la conversación sería difícil, así que cuando me llamaste no dure ni un segundo en irme de allí. Además, te debo las gracias porque Noah estaba ligando con el camarero de la discoteca y es desagradable ver a tu amigo comiéndole hasta la campanilla a un tío.
Me carcajeo tan fuerte que estoy seguro que los chicos me habrán oído y ahora estarán pensando que estamos locos.
—Noah me cae bien, la verdad —presiono su nariz con un dedo como si fuera una niña pequeña.
—¿Si? Pues te lo regalo. Incluso he tenido que hablarle a Eliot de mis amigos para que no asuste si les suelta alguna cosa rara.
En el momento que menciona a su hermano, no dudo en preguntarle por él y como le va en terapia. Sé que es algo importante para ella que su hermano vaya recuperándose y todo lo relacionado con mi sirenita, es importante para mí. Mane sonríe tímidamente respondiéndome que va bien. Solo lleva tres terapias a las que asiste por la mañana y que de momento no ha ocurrido nada malo. La abrazo por los hombros dejando que repose su cabeza en la parte del corazón y no me muevo como si el simple movimiento pudiera romperla. Quiero cuidarla. Quiero que pueda sentirse viva cuando está conmigo... como yo me siento con ella.
De pronto se me ocurre una locura de las mías y hago que se separe un poco para poder mirarla a los ojos. Ambas manos en sus mejillas provocando que parezca un pez y empiezo a dar mi idea:
—¿Y si nos vamos? —Al principio frunce el ceño porque no le dice nada las primeras palabras, por eso sigo explicando —Terminaste los exámenes, ¿no?
Esta asiente, solo le queda que le den las notas para saber si los aprueba o no. Muestro una sonrisa traviesa y suelto lo que tengo pensado:
—Vámonos este finde. Tú y yo, nadie más —La confundo aún más.
—¿Irnos?
—Merecemos alejarnos de toda esta mierda, sirenita. Nos merecemos sentirnos libres por una vez.
Arruga los labios, pensando en la decisión. Al terminar de tomarla, me mira, sonríe y asiente antes de decir:
—¿A dónde vamos?
—Donde quieras, amor. Tú escoges el destino.
—Me gustaría volver a Canadá, aunque solo sean tres días... —la interrumpo.
—¡Pues nos vamos a Canadá! Solo serán tres días, pero contigo como si solo estamos dos segundos juntos.
—Idiota.
—Te quiero —Nos besamos hasta que decido acercarla a su casa para que no vaya sola muy tarde.
Me despido de ella y volviendo al estudio, la rabia que tenía en casa de mis viejos ha desaparecido. No hay ni rastro de ella y se lo debo a la sirenita, porque con ella me siento en paz con todos y conmigo. Aunque es verdad que una parte de mí sigue afligido porque lo que más quiero en este mundo es que mis padres me apoyen y no sentirme mala persona solo con verlos a los ojos.
🎧🎧🎧
Salgo de la ducha con todo el vaho ocultando la imagen del espejo. Me enrollo la toalla a la cintura y después de secarme un poco el pelo, salgo del baño. Entro en la cocina donde me encuentro a Aaron desayunando su Cola Cao que, en cuanto me ve, casi se atraganta con la bebida. Tose dramáticamente mientras yo cierro la nevera cuando ya tengo la leche.
—¡Ole! Di que sí amigo, no te cortes. —Se limpia los restos de la leche que le ha caído por el lateral —Querido, ¿me ves cara que sea tu sirenita? No, ¿verdad? Pues no me apetece ver cosas que no deben verse.
Me río.
Cojo una taza del mueble superior y me preparo el café. Mientras se calienta, respondo a mi colega que me mira con cara de asesino en serie.
—Llevo la toalla, tío.
—¿Y quién te dice que ese nudo aguanta? A mí ya me pasó una vez y no es plato de buen gusto —ruedo los ojos y saco el café del microondas. Alcanzo el azúcar y empiezo a echarle mientras sigue refunfuñando —Quiero desayunar en paz y no me haría ninguna gracia ser espectador de tu polla, gilipollas y que se me corte el desayuno.
Vuelvo a carcajearme terminando de deshacer el azúcar en el café y cuando le doy un trago, abro los ojos cuando acabo quemándome porque se me ha pasado. Aaron frunce el ceño y después de lavar su taza, enuncia:
—Tú ríete, pero como se te caiga la toalla le cuento a Mane que a veces duermes con un peluche de Mickey. Avisado estas.
—Voy a vestirme, cabronazo —Antes de salir, le muestro el dedo corazón a la par que grito —¡No mires y punto!
Salgo de la cocina con el café, —que me está quemando—y entro al cuarto compartido para vestirme. Poso la taza en el escritorio para que se enfríe. Me pongo una básica blanca y por encima, una sudadera negra.
Cuando estoy poniéndome unos vaqueros, de pronto mi móvil empieza a sonar y me paralizo al ver quien aparece en la llamada. Subo la cremallera con urgencia y vuelvo a mirar la pantalla.
Mi padre.
Mi padre me está llamando y no puedo evitar pensar en todo lo que acaeció ayer. Porque solo había pasado un día desde que me fui a hablar con mis padres y me sorprende que me esté queriendo contactar después de todo lo que me soltó.
Descuelgo con el nudo en la garganta que se me ha puesto desde que he visto su nombre en la pantalla y al oír su voz, me entran los escalofríos. Escucho ruidos de fondo también. Inconscientemente llevo la mano a la mejilla donde me golpeó sintiendo todavía su contacto en esa zona.
Sus palabras me confunden:
—Riley, me gustaría verte en la empresa —Oigo de fondo las teclas de un ordenador.
—Si vas a volver a insultarme...
—Solo quiero que hablemos —me interrumpe y antes de siquiera colgarme, me vuelve a dejar noqueado con lo que dice a continuación —Trae a esa chica contigo.
No me da tiempo a preguntar porque necesita que vaya Mane cuando este me cuelga sin darme más conversación. La última vez que fuimos Mane y yo a ver a los mellizos y nos los encontramos, mi viejo menospreció la carrera de mi novia y muchas veces la ha mirado incluso mal. Cuando me estoy terminando de vestir, en ese momento me percato de una cosa que ha pasado hace unos segundos y mi conciencia me lo refresca.
"¿Acabas de decir «tu novia»?"
Parece ser que sí.
"¿Y te ha gustado?"
Me ha encantado y lo volvería a decir otra vez.
Mi novia.
No dejo de repetirme esa palabra repetidas veces en la cabeza como si se tratase de una canción en bucle que no me puedo sacar. Dejo atrás aquellos pensamientos y cuando salgo del cuarto, estos me miran. Les cuento lo que acaba de pasar con mi viejo y me despido de ellos.
Abro el coche deprisa, llamando a la sirenita que cuando le digo que mi padre quiere vernos, acepta sin preguntarme nada más. ¿Qué está pasando? Algo no me huele especialmente bien.
En unos cinco minutos estoy frente a su casa y cuando se monta, conduzco hasta Nueva Jersey, dirección el bufete de mis padres: «Steele & Abogados».
—Pues es bonito —Vuelvo a la realidad cuando oigo su voz y miro el edificio ante nosotros. Asiento —Me imaginaba algo más... rustico.
Me río, aunque se me quita todo rastro de alegría cuando entramos al edificio y caminamos hacia el ascensor. Saludo a Claudia, la recepcionista de mi padre que ya lleva muchos años trabajando para él y me conoce desde los... ¿cuatro años puede ser? No recuerdo, pero por ahí.
—Cuanto tiempo sin verte, pequeño Riley —Claudia se asoma por el mostrador dejando entrever un poco de su cara. Sonrío —¿Y quién es esta chica tan guapa?
En ese momento, sale del mostrador y se acerca a donde estamos nosotros esperando que se abra el ascensor. La mujer, que debe tener unos setenta o así, se aproxima hacia aquí. Su pelo ya canoso, las arrugas surcando su rostro y las gafas de ver que se las ha puesto en la cabeza ahora mismo. Pues sí que la echaba de menos, pues siempre que venía de pequeño a la empresa, era ella quien me cuidaba cuando mi padre se reunía con alguien.
Claudia me estrecha entre sus brazos y el olor a naftalina mezclado con su perfume con olor a mandarina, se mete por mis fosas nasales. Luego, pasa a abrazar a Mane cuando las presento. La sirenita le muestra una sonrisa de ternura. Cuando le pregunto si el señor Steele está en su despacho, esta me lo confirma con un movimiento de cabeza y me hace saber que me está esperando para verme.
Siento una apretón. Mane me aprieta la mano para tranquilizarme al notar que estoy tenso, pues ya sabe cómo acabó la conversación de ayer. Justo en ese momento se abren las puertas y entramos, despidiéndonos de la mujer.
Me apoyo en el espejo que tiene el ascensor una vez se han cerrado las puertas metálicas y miro a Mane que me pregunta por Claudia:
—Ha trabajado siempre con mi padre y la única que parece caerle bien a mi viejo.
—Parece una mujer muy simpática —espeta.
Así es.
Claudia es la mujer más simpática de todo el bufete, —o bueno es a la que más conozco—. Estuvo casada por muchos años hasta que su marido falleció hace como seis años o así y desde ese entonces no ha vuelto a conocer a nadie más y me impresiona por ello. Recuerdo una vez cuando niño le pregunté si estaría con alguien después de su marido y con seguridad en la voz, me dio un rotundo NO. Porque el día de su boda prometió querer y respetar a su difunto esposo y aunque se le pusiera su alma gemela delante, nunca volvería a estar con nadie más.
Según sus palabras: «porque, aunque ahora soy una vieja viuda, mientras siga teniendo el anillo seguiré casada con el amor de mi vida».
En ese momento, se me pasa por la cabeza esa idea. A mí me encantaría estar igual de enamorado de alguien que Claudia. Yo creo en el amor verdadero, en los finales felices y en los, "fueron felices y comieron perdices". Me encantan los detalles tontos como pararme bajo el balcón de la chica con un altavoz y cantarle a todo pulmón para expresar lo que siento y las cartas de amor... Si, también me encanta porque, a pesar de que en estos tiempos todo es por teléfono, ¿Qué mejor que expresar lo que sientes por medio de papel y boli?
Por el móvil todo suena más robotizado, mientras que, al escribirlo, tú pones tus sentimientos.
Sin poder evitarlo, antes de que se abran las puertas, miro a la sirenita con una sonrisa y aprovechando que está distraída, tiro de su brazo para encerrarla en la esquina del ascensor. Esto me hace tener un flashback de cuando fue al hospital por Jupiter cuando la llamé. Mane intenta aguantarse la risa. Apoyo una mano en el cristal y la otra alrededor de su cintura para cuando estoy cerca, susurrarle:
—No tienes ni idea de lo mucho que me gustas, sirenita.
Las puertas se abren en el momento que termino la frase y agarrando su mano, salimos para ir hacia el despacho de Mark.
Parpadeo sin saber que decir.
Llevamos casi una hora reunidos en su despacho y al principio creí que era para intentar volver a convencerme de que dejara la banda, pero me he equivocado. Mi padre, Mark Steele el mayor abogado de Nueva Jersey, me estaba diciendo algo surrealista.
Quiero llorar, pero aguanto cualquier emoción para concentrarme, aunque solo sea un momento en las palabras que me ha soltado mi padre y que tanto tiempo he querido escuchar: eres bueno.
Mi padre se apoya con las manos en su mesa sin poder mirarme como si aquella buena acción le avergonzara. Además, me acabo de enterar que ha escuchado una de mis canciones, sin embargo, yo quiero saber si lo ha hecho porque ha querido o porque alguien le ha obligado. En ese momento, este rompe el silencio que se ha formado entre los dos:
—Quiero confesarte algo, Riley —Vuelvo en sí y asiento para que siga hablando —A tu edad también me encantaba la música e incluso quería dedicarme a ello, pero mi padre... bueno digamos que no me dejo.
—¿El abuelo te lo prohibió?
Este asiente.
Mi padre se estaba abriendo delante de mí sin tapujos y eso, eso era lo verdaderamente increíble.
—Quería que continuara con la tradición de trabajar en el negocio familiar y que la música lo único que haría sería arruinar mi futuro, desde ese entonces a tu tío y a mí no nos dejaba escuchar música en casa —No tenía ni idea de que mi abuelo fuera tan cabrón —Desde ese entonces, me volví tan frío que la pagué contigo, pero aquella noche cuando te levanté por primera vez la mano... Me di cuento de que me estaba convirtiendo en mi padre. He estado sin dormir desde ayer.
—Por eso escuché a mamá diciéndote que no podías tratarme como a ti, ¿no es cierto?
—Tú madre y yo, es verdad que siempre hemos sido duros contigo, pero lo hacemos porque te queremos, Riley —Me llevo las manos a la cabeza a la par que miro al techo para evitar las lágrimas —Creo que tú madre ha sido la primera en darse cuenta lo mucho que te apasiona al haberte atrevido a ir a casa solo para hablar de ello. Pero yo, todavía me cuesta asimilar que no quieres trabajar en la empresa...
Por primera vez, me acerco a él situándome de la misma manera: apoyado en su escritorio. Miramos un punto fijo, realmente sin ver nada. Sigue hablando:
—Pero, cuando una persona me mandó al correo del bufete una de tus canciones con un texto enorme de porque debería escucharla, lo hice. Escuché a tu banda y...—espero que continúe. Cuando me mira, puedo ver algo inaudito en Mark Steele: ¡estaba llorando! —...Eres bueno, hijo. Y me odio por no haberlo sabido ver antes.
—¿Sabes? Esta es la primera conversación normal y real que tenemos —digo, haciéndole reír a la vez que me da la razón.
De repente, me percato de que mi padre ha dicho que alguien le mandó la canción y no puedo evitar preguntar sobre eso cuando, sin entender, la mirada de mi padre va hacia la sirenita que nos observa con una sonrisa en el rostro. Mi viejo rompe de nuevo el silencio que se ha formado:
—Creo que la juzgué demasiado pronto.
Solo con eso, todo empieza a encajar en mi cabeza como un rompecabezas. Claro, ahora entiendo porque no me ha preguntado cuando la llamé diciéndole que mi padre quería verla a ella también. Por eso no parecía nerviosa por ver a mi padre de nuevo.
Esta finge ponerse a leer unas revistas que hay encima de un mueble como si no fuera con ella todo esto, pero luego me iba a dar muchas explicaciones de porque lo había hecho.
La voz de mi padre me hace volver al momento presente:
—Tu amiga me mandó un correo llamándome de todo y luego, después de mandarme una de tus canciones me confesó que ella nunca ha tenido el apoyo de sus padres y que «tú"» merecías no pasar por lo mismo que ella y recibir de nuestro apoyo. —Estoy estupefacto, ¿de verdad le acaba de contar que sus padres la abandonaron solo por ayudarme? —Me sorprendió que en el correo no transmitía ni pizca de miedo al ver a quien se lo estaba enviando y eso... Me gustó, porque significa que te quiere como para atreverse a desafiar a su suegro.
La sirenita abre los ojos al escuchar las últimas palabras de mi padre. A mí me hace gracia, aunque no me dura mucho porque luego recuerdo que yo no le he dicho que estamos saliendo y acabo preguntando. Mi padre se ríe y aprieta mi hombro:
—¿Te crees que soy idiota? Me recordáis a mí y a tú madre cuando nos conocimos y, además, ha ido incluso al hospital por tú hermana sin conocerla, me ha dicho la chica esa... Rain creo que se llama.
—Si —Respondo, pero no aparto la mirada de Mane sonriendo por lo que acaba de hacer.
Para asegurarme de que todo esto es real, le hago la pregunta de siempre y es que, si de verdad va a apoyarme con la música a partir de ahora. Su respuesta nunca llega, pero sin que me lo espere, este me abraza después de mucho tiempo sin hacerlo. Las lágrimas salen disparadas de mis ojos, pues esto es lo que siempre he querido: el apoyo de mis padres.
Todo gracias a una pequeña sirenita a la que he tenido la puta suerte de conocer. Puede que no me haya respondido con palabras, sin embargo, como siempre digo, una acción vale más que mil palabras y mucho más cuando viene de aquella persona que te importa y mis padres me importaban muchísimo.
Cambiando de tema, mi padre nos invita a la cafetería del bufete que hay en la planta baja y cuando Mark va a salir de su despacho, este se da media vuelta y me dice lo siguiente:
—No me trates más de usted, hijo. No quiero que me digas padre.
Asiento, sonriendo.
En cuanto sale de la habitación diciéndome que nos espera abajo porque va a hablar con Claudia, sin poder evitarlo, junto los labios con los de ella. Tarda en reaccionar, pero finalmente lo sigue. Cuando nos separamos por falta de aire, con lágrimas en los ojos le murmuro:
—Gracias, sirenita.
—¿Por qué?
—Por todo y por nada. Por quererme y por dejar que te quiera... Por aparecer en mi vida.
—Te... Te quiero, idiota.
—Yo también te quiero y gracias por eso también —subrayo —Por confiar tanto en mí como para atreverte a decir «te quiero», porque sé, que te ha costado y por eso vamos a desaparecer los dos. Juntos; siempre juntos.
—Siempre juntos.
Buenas noches, Lovers! Hoy os traigo cuatro nuevas actualizaciones con mucho amor. Espero que las disfrutéis y no olvidéis votar, comentar y compartir para ayudarme a crecer en la plataforma naranja. Solo quiero decir, que con estos capítulos, cada vez nos acercamos más al final de Riley y Mane, ¿estáis ilusionadxs por ver como acaban? Yo sí, y espero que vosotros y vosotras también.
Como siempre digo, tenemos dos grupos tanto de wasap como telegram donde voy subiendo avances y fangirlear con mis historias por si os interesa uniros. Podéis conseguir los links en mi perfil o pedírmelos al privado.
Instagram: carlusky_01 (personal) y Sagaalover (wattpad)
preguntas: ¿Os cae bien el padre de Riley en este capítulo? El detalle que ha hecho Mane, abriendo su pasado para ayudar a su novio, ¿os gusta como se ha enfrentado a Mark Steele? Riley dice que los mejores planes son sin pensar nada, ¿estáis de acuerdo?
*dato curioso: hay una frase oculta de Morat (un poco distinta) que tiene que ver con la canción de multimedia, en alguna parte del capítulo.
DEDICATORIA:
Itsmariabox, BURGUI92, Summers_Sarah, NaykarenCorreaRodrg2, AdictaAlChicoDelPan, Titania2408, cristinazg_, SeirMayantigo, WattpadEspanol, WattpadRomanceES, Panteritaaa, PresaDePoe, Poisha_, loca217, _Diablita1625_, MakaAlbrann,
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