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𝟚𝟜🎶


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Capítulo 24| Una visita inesperada y un desliz perfecto

Riley


—¿Y vas a ir ahora? —pregunta Ian mirándome como si estuviese loco.

Asiento y cojo la chaqueta para bajar del autobús de gira. Ahora mismo nos encontramos en Toronto, Canadá y antes de llegar al hotel donde nos alojaríamos mientras siguiéramos aquí por la gira, les he comentado que pillaría un taxi para ir hasta Nueva York, pues me moría de ganas por ver a la sirenita. Veo entrar a Aaron y Seth en el hotel mientras que Ian sigue con su mirada puesta en mí al mismo tiempo que se acerca donde me encuentro justo ahora. El hotel que teníamos reservado es el Intercontinental Toronto Centre y es bastante alto. No sé de cuantas estrellas o como es por dentro, —pues aún no he entrado yo—, pero sé que solo estaremos aquí durante la gira. A mi lado, Ian me pasa el brazo por los hombros dándome una palmadita en este. 

—No sé qué te ha dado con esa chica, pero estas muy pesado, tío —ruedo los ojos justo cuando veo pasar a un taxi que parece estar libre y lo paro con el brazo en alto —Esa chica te tiene muy hipnotizado.

—Eso no es verdad —le digo, mirándolo.

Ian me observa con una ceja enarcada y sé que no se ha creído mis palabras. A decir verdad, ni yo mismo me las he creído. Es verdad que Mane tiene algo que desde el primer minuto que la vi, me atrajo como un imán. Puedo sentir aun la mirada de mi compañero a mi lado mientras se ríe de mí, pero no me dice nada y yo me monto en el taxi. Antes de que el hombre arranque el coche bajo la ventanilla y le digo a Ian lo siguiente:

—¿Cuándo es el primer concierto?

—Mañana por la noche, tío —me responde con una sonrisa y como si me quisiera molestar, dice lo siguiente —: Tranquilo, tienes hasta mañana para ver a tu sirenita.

—Capullo —me río junto a él —Me quedaré hasta mañana por la mañana y así veo también a mis hermanos.

Este asiente, nos despedimos y me promete que avisara a los demás por si preguntan por mí al subir él al hotel. En cuanto el coche se pone en marcha, escucho la risa de Ian y algo que este dice, que me hace sacarle el dedo por la ventana. Después, simplemente disfruto de las ocho horas de viaje que tengo por delante hasta Nueva Jersey, pues primero quiero ver a mis hermanos.

A las siete llegue a Nueva Jersey y vi a mis hermanos que por suerte no estaban ninguno de mis padres. Por lo que me contó Julia, estos estaban trabajando. Se alegraron tanto que incluso casi me ahogaron de la fuerza con la que me abrazaron. No estuve mucho rato, pues iba a quedarme a dormir en el estudio y quería ir a ducharme rápido antes de ver a la sirenita. A las ocho y media ya terminé de ducharme y aquí estoy, comiendo algo rápido en la cocina silenciosa del estudio. Me termino el sándwich que me he hecho y cuando ya me lo he comido, tiro la servilleta a la basura para meterme de nuevo en la habitación que comparto con Seth.

Me calzo, —pues me había descalzado al llegar—, y me quedo unos minutos observando las conversaciones con la sirenita como si no las hubiera leído ya mil veces, por lo menos. Estoy sentado en mi cama. Por fin decido levantarme de esta y coger la chaqueta con la que he venido, pues ya empieza a refrescar de noche. Guardo el móvil, las llaves y salgo del estudio.

Diez minutos después, llego a Bob's, sin embargo, al ver que no se haya está trabajando, me quedo sorprendido. Aprovecho para dar un paseo y rezar por encontrármela por las calles (que no esté en su casa) y volver a chocarme con ella como siempre. A las nueve, llego a la Quinta Avenida. Pocas veces he ido por esas calles, pero me gusta descubrir sitios nuevos y, además, el rico olor del café me está llegando en aquel momento, así que básicamente lo voy siguiendo hasta llevarme a una cafetería pequeña.

Muevo los ojos por las tres mesas que hay en la terraza con una sonrisa al ver a las personas allí sentadas, disfrutando de sus cafés o lo que quieran que tomen hasta que... mi mirada se posa en la última mesa y reconozco a la perfección quien es la persona sentada en ella; o bueno, a las dos personas.

No me muevo del sitio, ni siquiera cuando una mujer me grita por estar en medio de la calle, pues en este momento solo puedo tener la vista en Mane y el mismo chico que la visitó en Bob's la otra vez, el morenito que debe de jugar en algún equipo de la universidad. El chico se acerca a ella por encima de la mesa y acto seguido, la besa. Mane no se lo ha debido ver venir, ya que se ha sorprendido, pero después le ha seguido el beso. No sé porque no dejo de mirar y sigo caminando, pero algo me impide dar un solo paso. Cuando se separan, esta se gira hacia donde estoy yo y su mirada se encuentra con la mía, como si hubiese tenido el presentimiento de que alguien la observaba mientras se besaba con él. Puedo sentir como la sonrisa que hace un rato tenía, ahora es más bien una mueca hacia abajo. ¿Por qué me sentía así? Si, nos habíamos besado, pero solo una vez y no es para sentir celos...

"¿Has dicho celos?"

Eso parece conciencia.

"Vaya"

Se levantan de la mesa, sin embargo, Mane sigue mirándome incluso cuando empiezan a caminar en dirección contraria hasta que al fin decide mirar al frente y seguir hablando con el chico como si no hubiese pasado nada. Con una extraña sensación en el pecho, sigo mi camino, pues yo no soy nada de Mane; ni siquiera su dueño.

Mis pensamientos vagan por si solos en mi cabeza sin dejar de pensar en la sirenita con su novio y cada minuto que pasa, me siento tonto y culpable. Tonto porque estoy empezando a darme cuenta de que siento algo mucho más fuerte de lo que he imaginado... y culpable porque había hecho que Mane engañada a su novio conmigo (aunque solo nos habíamos besado) y ahora que iba pensando, quizá estaba sorprendida al verme porque se siente culpable de haberle engañado. Para ser sincero, se le veía buen tío.

En cuanto llego al estudio, decido darme otra ducha de nuevo para espantar las preocupaciones.

 🎧🎧🎧

Llaman a la puerta varias veces seguidas.

Me quedo un poco extrañado, pues no sé quién puede estar a estas horas de la noche llamando al estudio de mi banda. En la primera persona en quien pienso es en Rain, pues es la más lógica, pero luego me recuerdo que esta debe estar en el centro donde ha montado su asociación y la descarta rápidamente. Camino con la toalla anudada a la cintura entretanto termino de secarme el pelo, ya que me acaban de pillar saliendo del baño. Me coloco la toalla detrás del cuello, sobre los hombros y abro. 

Mis ojos se abren al ver ni más ni menos que a Mane frente a mi puerta y... ¿borracha? Esta parece estar igual o más sorprendida que yo al ver que le he abierto la puerta. No parece mantenerse mucho en pie, pero ahí sigue ella sin importarle que ahora mismo tiene un poco más subido el vestido lo que me hace recordar que hace un rato llevaba otra ropa y que se la ha debido de cambiar, porque ahora solo viste un vestido rojo ajustado por encima de las rodillas y tirantes, de satén. No puedo obviar que le queda realmente sexi.

No obstante, eso ahora no es lo que me interesa, sino más bien el hecho de que se haya presentado aquí y no deje de observarme como si hubiese hecho algo malo. Acto seguido, habla después de un largo periodo de tiempo confirmándome que, efectivamente, va borracha:

—¿Cómo osas venirrrr y colaaarteee en mi vida sin permisooo? —Vale, debo reconocer que me sigue pareciendo muy graciosa en ese estado... y muy guapa —¿No estabaaaasss de gira?

Un hipo se le que escapa al final de la frase y al ver que no deja de tambalearse, decido hacer algo y la cojo por la cintura para que no pueda caerse y la meto dentro. Al tocarla, siento sus brazos temblar, pero eso es normal pues es muy tarde ya y ella va sin chaqueta ni nada. Cuando estamos dentro, se aparta como siendo consciente de que la estaba tocando y me mira a los ojos. Sonrío al ver que no puede evitar recorrerme con los ojos y recuerdo que estoy solo con una toalla.

 —No sé de qué hablas, sirenita —decido hablar llamando su atención en ese instante —Si, he venido desde Toronto para verte, pero he visto que estabas ocupada con tu novio.

Al pronunciar la palabra Toronto he visto una actitud diferente en su mirada. Como nostalgia quizá, no lo se. Pero después, ha vuelto a su actitud neutra de siempre al escuchar "novio" de mis labios y sin entender de lo que habla, esta se pronuncia de nuevo.

—Que maníaaaa tenéis de ponerle etiquetas a todoooo —Da un traspié al intentar dar un paso hacia delante, pero no se cae de milagro. —¿En queeeé momento has tenido que aparecerrrr en mi vidaaa, idioota?

—No te entiendo, sirenita. Voy a traerte un vaso de agua.

—Mejorrr algo másss fuerte, Chico Disney —comenta y puedo sentir que me sigue por detrás hasta entrar conmigo en la cocina. Yo niego con una sonrisa al ver como intenta apartarse un mechón de su pelo corto de la cara y luego me fulmina al ver que le tiendo solo agua —¿Eresss de esos que opinan que lassss mujeressss no pueden beberrr?

—No, soy de los que se preocupan por las personas que quiere y ahora mismo no quiero que tengas un coma etílico.

—Yo no quierooo...

—Si, si, no necesitas la ayuda de un hombre, lo sé —me río al ver su cara de sorpresa cuando la he interrumpido para decir lo que sé que me iba a decir —Y ahora bébete el agua.

Sin rechistar, se bebe el líquido de un trago para luego dejar el vaso sobre la encimera haciendo que resuene el cristal contra el mármol. No lo hace muy fuerte, ya que no se rompe el vaso, pero sí que me vuelve a mirar con cara de asesina como hace un par de minutos. Quiero preguntarla que hace aquí, pero me distrae cuando se muerde el labio, como está haciendo en este momento. Remuevo los pensamientos que se me pasan por la cabeza en estos momentos y me decido al fin a preguntarla por su visita. Esta me responde con un simple movimiento de hombros.

—¿No deberías estar con tus amigos y novio, Sirenita? —No entiendo porque al decir "novio" me ha salido con un eje de celos en el tono, pero parece que ella también lo ha notado.

—¿Estasss celoso, Chico Disney?

Se sienta con un poco de dificultad en un taburete que allí hay sin dejar de mirarme con una sonrisa. ¿Qué si estoy celoso? ¡Y tanto joder! Pero no sé el maldito motivo por el que me siento celoso.

Respondo directamente como yo sé hacer, dejándola perpleja:

—Si.

—Vaya, sí que eres directooo —Poco a poco se le va pasando la borrachera, pero aun habla achispada —Jaxon y yo no somossss noviosss, o al menos no quiero ponerle esa etiqueta. Somosss pareja sin etiqueta.

—¿Pareja sin etiqueta?

Asiente y continua hablando. Algo que me atrae de ella, es que incluso borracha me gusta escucharla:

—Sip, como diceee Noah: cuando le ponessss etiquetas a las cosas, las acabasss jodiendo —Le doy la razón a Noah, lo que hace que se ría, pero no estoy tan de acuerdo con esa frase. Yo si soy de los que les gustan llamar "novia" a su pareja y darle detalles ñoños; cosa que hace que me llame Sophia porque me parezco a ella según Mane —¿Por qué querías verme?

Su cambio de tema me deja completamente patidifuso. No sé qué responderle a aquello; bueno, en realidad sí que lo sé. Desde el primer minuto que la vi supe que iba a ser muy difícil de sacármela de la cabeza; que no sería como todas las fans que tengo desde que estoy en NeverLand. Mane tiene algo que me muero por descubrir y que ella no quiere enseñar tan fácilmente. Nuestro primer beso en la playa fue como un chute de adrenalina para mi cuerpo y sus labios... ¡Dios, me muero por probarlos de nuevo! Mis ojos se desvían a ellos inconscientemente. No obstante, no soy el único que le estoy mirando los labios, pues me doy cuenta de que ella lleva haciéndolo más rato que yo y sin saber lo que hace, se levanta de la silla tambaleando, para venir hacia mí.

No me muevo.

Ni siquiera creo que pueda hacerlo y cuando la tengo lo suficientemente cerca, siento la misma corriente que he sentido desde el beso que nos dimos y desde el segundo beso en el cine. Esta estira su brazo para dejar caer su mano en mi torso desnudo. Levanta la vista un par de segundos encontrándose con mi mirada y, acto seguido, continua acariciando mi pecho. Sujeto su mano cuando siento que la baja demasiado, más concretamente: el borde de la toalla. Me mira sin comprender mi gesto. Esta borracha y luego se arrepentiría al día siguiente de todo esto.

—Estas borracha —Es lo único que digo, pero esta no parece estar del todo de acuerdo y sigue acariciando mi pecho. Vuelvo a detenerla, negando —: Sabes que no me gusta liarme con chicas medio inconscientes que al día siguiente puedan arrepentirse.

—Ya casi no estoy borracha, Chico Disney.

Quiero decirle que no, pero en ese momento Mane pone una mano en mi nuca y tira de mí hacia ella haciendo que nuestros labios se junten. No puedo evitar llevar mi mano a su cadera para atraerla hacia mí hasta que no hay casi espacio entre los dos y escucho que gime entre mis labios cuando nuestras partes se rozan por encima de nuestras ropas, —aunque claro que yo solo llevo la toalla—, y no tengo mucha protección que nos separe. Quiero apartarla y dejarle claro que esto no está bien teniendo en cuenta que no está del todo sobria, aunque ella diga lo contrario, pero algo me impide separarme de su boca ahora que la vuelvo a saborear.

Su lengua pide permiso a la mía para entrar y yo se lo doy sin rechistar. Nuestras lenguas bailan la misma danza que en la playa y... ¡joder lo echaba de menos! Uno de sus tirantes se resbalan un par de centímetros por su hombro. Mane me acaricia la nuca mientras seguimos besándonos y cuando nos separamos, intento ver algún resquicio de arrepentimiento en su mirada, pero nada; es como si poco a poco empezara a estar sobria. 

Su mano en mi mejilla me acaricia y debo admitir que me encanta cuando hace aquello. Lleva su pulgar por mis labios parándose en el inferior. Sus ojos se encuentran en ese instante con los míos sin apartar los dedos de mis labios. Todavía sigo sin entender de que hablaba cuando ha preguntado qué porque he llegado a su vida sin permiso... Es como si se negara a aceptar a personas (concretamente: hombres) en su vida. Como si temiera a algo y lo soluciona cerrando con llave su interior.

Lo siguiente que me dice en un susurro, me deja sorprendido: 

—¿Hay alguien más? —Niego, pero cuando quiero decir algo más, esta me interrumpe poniendo sus labios nuevamente en los míos. Sin avisar, salta haciendo que tenga que cogerla si o si, ya que, si no, podemos caernos. La tengo agarrada de tal forma que Mane me rodea la cintura con las piernas y mis manos en su trasero, cosa que siento que está mal —Te odio. Te odio muchísimo, Chico Disney.

Ya no puedo aguantarme más y conduzco con ella hacia la habitación que comparto con Seth, agradeciendo que me encuentre solo en el estudio. No puedo evitar descojonarme cuando repite que me odia mientras va besándome y soltando algún gemido entre los besos. Cuando entro, miro el reloj que allí tenemos Seth y yo viendo que solo son las once de la noche y yo creía que era más tarde. La dejo con cuidado sobre mi cama. Recuerdo la última vez que estuvo allí. Fue después del encierro en el Centro Comercial cuando por mi culpa acabamos mojados y, como bien le dije, no quería que se pusiera mala así que vinimos aquí a que se cambiara. Se quedó dormida, así que no la quise despertar tampoco. Incluso cuando me tumbe para dormir yo también a su lado, me sentí aquel día como si la hubiera hecho algo al estar en la misma cama. 

Algo en mi pecho me hace despertar del ensimismamiento en el que estaba sumido devolviéndome a la realidad y cuando bajo la mirada, veo que su mano está en esa misma zona. Ahora los dos tirantes se le han caído. La encierro entre mi cuerpo y mi cama con ambas manos entre sus costados. Beso cada rincón de piel que esta sin cubrir empezando por sus clavículas. Una parte de mí siente que esto está mal porque al día siguiente se arrepentirá y me odiara más de lo que ya lo hace, pero cuando siento como me rodea de nuevo con las piernas y me empuja hacia ella provocando que nuestras partes se rocen, sé que no puedo hacer nada. 

Apoyo mis manos en sus muslos y voy levantando su vestido muy despacio escuchando algún gemido proveniente de ella cuando siente mis labios por las zonas que voy dejando descubiertas. La sirenita se inclina unos segundos haciéndome más fácil que pueda desabrocharle el vestido, pero no lo hago, pues sé que si se lo quito me sentiré de nuevo culpable por todo esto. No obstante, Mane no me hace caso y se lo quita a si mismo dejándola solo con la parte inferior de la ropa interior... ¡Dios, ni siquiera lleva sujetador me quiere matar! Hace desaparecer su vestido en la habitación.

Me acerco hasta su cuello atrayendo su perfume a mis fosas nasales y luego, le susurro:

—No creo que esto esté bien, sirenita —Su respuesta es básicamente quitarme la toalla sin siquiera avisarme. Se ríe al ver mi cara de asombro —Vale, eso no me lo esperaba.

—Te dije que no me conocías, Chico Disney —suelta con una sonrisa y después besarme.

Atrapo uno de sus pechos con la mano mientras el otro me lo llevo a la boca haciendo que se incline soltando un gruñido. Muerdo, chupo su pezón provocándola mil sentimientos entre ellos, placer. Puedo sentir como tira de mi pelo cuando sigo mis dedos por su abdomen plano hasta el borde de sus braguitas fucsias, lo que ocasiona que me ría porque tiene una pequeña fresa dibujada en el medio y recuerdo el día que me colé en la cafetería. Esta me fulmina al ver la sonrisa de mi cara y supongo que ella también lo recuerda.

—Deben gustarte mucho las fresas, sirenita —menciono, susurrándola en el oído. De un momento a otro y sin saber cómo ha sido, nuestras posiciones cambian y ahora ella es quien se encuentra encima de mí; ambas piernas a mis costados. Me besa sin importar que se le caiga el pelo hacia delante —Vaya, esto sí que es un cambio de papeles.

—Cállate.

Cuando me pregunta si tengo preservativos, le hago un gesto con la cabeza afirmativo y estiro mi brazo hasta abrir el cajón de la mesita que separa las dos camas. Saco uno del interior y esta me lo arrebata sin verla venir. En el momento que va a ponérmelo, —porque para mi sorpresa: sabe hacerlo—, la detengo y la vuelvo a preguntar lo mismo que hace rato.

—No quiero que pienses que soy de esos tíos, sirenita. ¿Estas segura? —Es verdad que ya no la veía tan borracha como en un principio y, básicamente es ella quien lleva el control en estos momentos, pero me siento culpable como si me estuviera aprovechando de ella.

—Te odio igualmente, así que da igual.

No sé en qué momento me ha puesto el condón, pero en cuanto termina de decir la frase, Mane se introduce mi miembro en ella muy despacio hasta que al fin la siento dentro de mí por completo. Se mueve encima de mí y cuando no soporto más la situación de permanecer debajo, me muevo de tal forma que los roles cambian otra vez a ella debajo. Nos movemos con lentitud al principio, pero cuando me pide que acelere lo hago y... ¡Joder, es como había imaginado! Mis ojos conectan con los suyos que me miran con un brillo extraño en ellos. Llevo una mano a su cara y mientras sigo moviéndome, le acaricio.

Es la chica más hermosa que he visto en toda mi puta vida.

Entre gritos, sudores y algún gemido por parte de los dos, también me roba algún que otro beso sin que me dé cuenta; y viceversa. Con todo eso y más, la habitación se convierte en un augurio de placer y sé que ya no podré dormir en aquel lugar sin imaginármela entre mis sábanas. 

🎧🎧🎧

Siento el movimiento que hace la cama cuando alguien se levanta y al abrir un poco los ojos, por la pequeña abertura que he dejado veo un cuerpo moviéndose por toda la habitación. Me paso la mano por el pelo y al fin consigo abrir los ojos del todo dándome la imagen de aquel cuerpo más detalladamente. 

Una media sonrisa me asoma el rostro cuando me centro en la chica que mira para todos lados con una sábana cubriéndola el cuerpo y sujetándola para que no se le caiga. Mane no parece ser consciente de que la estoy viendo hasta que se da la vuelta y nuestras miradas se encuentran. Permanece quieta en el mismo sitio, junto a la mesa de escritorio donde compongo o dibujo. Me siento en la cama y rodeo las piernas con los brazos sin apartar los ojos de ella cuando me doy cuenta de lo que significa esa mirada que tiene ella y ya empiezo a sentirme culpable y estúpido:

—Te estas arrepintiendo, ¿verdad? Sabía que lo de anoche iba a estar mal.

Aparta su mirada hacia el suelo provocando que algunos mechones caigan por su cara y por suerte tiene el pelo corto, así que da igual que intente esconderse, pues no le oculta demasiado el rostro su cabello.

Al fin habla:

—No... recuerdo demasiado —sé que miente. De lo poco que la conozco, sé que lo hace mucho: mentir y no sé el motivo por el que siempre miente, la verdad. Decido levantarme de la cama y sin que se lo vea venir, me acerco hacia ella muy despacio lo que hace que se ponga nerviosa —Creo que...debería... irme.

En cuanto termino de acercarme puedo ver como traga constantemente saliva por los nervios y sin que se lo vea venir, estiro el brazo hasta que mis dedos vuelven a tocar la misma piel que tocaban anoche. Dejo descansar mi mano en su hombro desnudo y siento como tiembla. Estamos tan cerca el uno del otro que apenas puede entrar el aire entre nosotros. Ahora los papeles están intercambiados a como estaban anoche, pues ella es quien solo tiene una sábana tapándola mientras que yo voy vestido con un bóxer negro. Mane baja la mirada hacia mis labios, pero la aparta en cuanto ve que yo sonrío al ver donde estaba mirando. Llevo la mano hacia su rostro y acaricio sus labios con el pulgar; aun sigo sin creer que los haya vuelto a besar después de semanas.

La pequeña castaña vuelve a hacerse notar entre la tensión que ahora se palpa en la habitación:

—Tengo hambre —me río cuando suelta aquello haciendo que me lleve una mirada asesina de su parte.

Asiento y cuando señalo con el pulgar hacia la puerta que se encuentra a nuestro lado, le digo al mismo tiempo si quiere desayunar antes de marcharnos, pues tengo claro que no voy a dejar que se vaya sola a su casa. Mane asiente y cuán estoy a punto de separarme de ella para dejarla algo con lo que pueda cubrirse y que no sea una simple sábana, esta hace algo que, —después de lo de anoche—, ya ni me sorprende: tira de mi brazo para que vuelve a acercarme a ella y coloca mis manos a ambos lados de su cuerpo. Se sienta en mi escritorio como si estuviese en su casa y junta nuestros labios sin que me dé tiempo a reaccionar.

Este beso es más dulce y lento que el de anoche teniendo en cuenta que anoche fueron más sensuales y salvajes. Me obliga a meterme entre sus piernas para encerrarme con estas mismas y, mientras que una mano sigue en la mesa, la otra se enreda en mi pelo. Ahora sí que sí la sigo el beso. Un minuto después, nos separa mirándome como si hubiese hecho algo mal y, antes de que pueda sentirse más avergonzada o lo que sea, me separo para dejarle el espacio que necesite. Me acerco a mi armario y agarro una sudadera beige de El rey león y se la tiendo.

Esta la mira con una ceja enarcada tratando de averiguar si es una broma o no y al ver mi cara de diversión e inocencia, comprueba que no. Antes de dejarla a solas para que se vista, esta me dice lo siguiente con burla en la voz:

—Vaya, al Chico Disney de verdad le gusta Disney.

Sirenita, Disney es lo mejor que hay —replico fingiendo estar molesto y acto seguido me acerco a la puerta. Antes de salir, me vuelvo y le digo —: Si necesitas cualquier cosa estaré en la cocina.

Asiente y por fin la dejo a solas yendo hacia la cocina para preparar dos cafés. No sé si le gusta con azúcar o no, así que el suyo se lo dejo sin azúcar para que se eche ella lo que haga falta. Creo que recuerdo que Aaron me dijo que no le gustaba muy dulce cuando vino al hospital por mi hermana, pero prefiero no meter la pata. Cojo un paquete de galletas, —porque yo paso de usar la dichosa sandwichera—, y las dejo en la isleta. En cuanto termina de calentarse los cafés, los pongo en la misma isleta y me siento para esperarla.

Estoy tan distraído con el teléfono que no oigo que alguien entra en la cocina hasta que, al levantar la mirada, la veo parada en la puerta. Mira hacia aquí como si esperara que le diera permiso para entrar, pero yo solo puedo centrarme en lo bien que le sienta mi puta ropa. ¡Joder! La sudadera le queda demasiado grande lo que hace que le tape por debajo de las rodillas, (media pierna casi) y las mangas... apenas se le ven mucho la manos, pero la manera en que coge los extremos de estas, ¡dios, es realmente sexi! Carraspea consiguiendo que vuelva en sí y le separo un poco la silla haciéndola entender que puede pasar sin más. No sé porque lo hago o si más bien lo hago para volver a tocarla, pero cuando se sienta no puedo evitar cogerle las manos y hacer varios pliegues en las mangas para que no le queden tan grande. 

Mientras doblo la segunda manga puedo notar que no deja de observarme y cuando al fin termino, ni siquiera aparto las manos de las suyas. Alzo la mirada encontrándome con la suya y tengo que hacer un gran esfuerzo para no besarla y más, cuando veo como se moja los labios lentamente con la lengua.

Es ella quien corta el contacto visual señalando su taza de café para pedir que se lo pase. Asiento y mientras tanto, le comento:

—No te he puesto azúcar porque no sé cómo te gusta —Mane asiente y cuando le doy el azucarero, se hecha dos cucharadas pequeñas de azúcar.

Me río y digo lo siguiente:

—Aaron me dijo que se pasó echándote azúcar en el hospital. Veo que no eres muy dulce.

—Si soy de dulce, pero el café prefiero con poca azúcar —replica y menos mal que la tensión de hace un momento empieza a disiparse; Mane se va relajando —Para mí, el café con dos de azúcar ya es demasiado dulce.

—Hablando de dulce, espera un minuto —me levanto del taburete y abro uno de los armarios altos de la cocina recordando que teníamos Kínder Bueno por algún lugar del estudio. Cuando me giro para mirarla, veo que tiene una cara de desconcierto que me hace reír. Cuán por fin lo tengo, lo escondo y me siento de nuevo en mi sitio —Creo que esto te va a gustar y hará que no me odies tanto, sirenita.

—Creo que seguiré odiándote hasta que dejes de llamarme así, Chico Disney.

—Eso nunca, sirenita —contraataco con una sonrisa.

La veo rodar los ojos, expectante a que le dé lo que tengo para ella y no tardó mucho en tenderle el dulce cuando veo que sus ojos se abren por la sorpresa y un brillo totalmente distinto aparece en ellos. Me lo quita de las manos haciéndome reír y lo abre como una niña pequeña cuando abre los regalos de navidad. No aparto la mirada de ella. Siquiera cuando da el primer mordisco y lo disfruta haciendo ruidos de satisfacción. Puedo sentir de nuevo la opresión en el pecho al observarla. 

—¿Sigues odiándome? —pregunto en tono de burla.

Traga y con diversión, contesta a la pregunta:

—Digamos que..., por esto te has ganado cinco puntos —pone cara de reto cruzando los brazos encima del mármol y yo la imito, quedando muy cerca de su rostro. Empieza a ponerse nerviosa y no voy a mentir cuando digo que disfruto un poco haciéndola sufrir —Deberíamos... terminar el café para marcharnos.

Asiento y me bebo de un trago mi café. Esta se termine el Kínder y nos levantamos al mismo tiempo para marcharnos.

Le muestro donde está el baño para que pueda vestirse allí más cómoda, —y por si quiere ducharse—, y después de un largo rato discutiendo por una camiseta, consigo hacer que acepte la prenda que le he dado para que vaya más cómoda y porque el vestido de anoche tenía una gran mancha en la parte delantera que, aun no sabemos cómo ha llegado ahí.

Cinco minutos después, escucho que me llama desde el baño y poniéndome rápido la camiseta, voy hacia allí. Llamo varias veces y en cuanto escucho su voz diciéndome que se le ha olvidado la ropa interior fuera, —sonrío al notar que lo dice con vergüenza—, voy a por ello. No tardo en dar con la prenda y volver hacia el baño. En cuanto oigo que quita el cerrojo, abro un poco la puerta, me tapo los ojos y meto la mano para que pueda cogerlo; siento sus dedos rozando los míos y vuelvo a dejarla intimidad.


Tengo que hacer un gran esfuerzo para no hacerle nada cuando la he visto salir del baño con varias prendas mías porque le quedan muy sexis. Los pantalones que le he dado, por suerte son de cuando era un poco más pequeño que ahora y le quedan más o menos a la talla y la camiseta... le queda igual que la sudadera de antes. Entramos al cuarto de nuevo y cuando voy detrás de ella, veo que vuelve a hacer mi cama como la otra vez. No puedo evitar reírme y decirle que no hace falta y que ya la puedo hacer yo. Cuando digo eso, esta me mira con una ceja enarcada y se burla:

—A, ¿sabes hacer la cama, Chico Disney? Creí que como no sabes hacer un sándwich esto tampoco.

—Me ofendes, sirenita —Me llevo la mano al pecho fingiendo ofenderme y me acerco a ella —Uno, la sandwichera me odia y dos, te voy a mostrar que se hacer la cama.

Entre los dos nos ponemos a hacer la cama con alguna risa entre medias porque Mane me decía una cosa y yo, —por fastidiarla un poco—, hacía lo contrario. Cuando me estoy riendo mientras estoy a punto de sacar la esquina que ha metido, esta se me lanza, (literalmente) haciendo que caigamos los dos en la cama, está encima de mí. No dejamos de reírnos hasta que nos damos cuenta de lo cerca que estamos. Llevo mi mano por inercia hasta su rostro, apartando un mechón de su cara. Sus ojos bajan hasta mis labios al igual que los míos y por vez primera, creo saber lo que está pensando ya que es lo mismo que pienso yo. Justo cuando estamos a punto de juntar de nuevo nuestros labios, su teléfono suena en alguna parte de la habitación recordándonos a ambos lo que hemos estado dispuestos a hacer si no hubiésemos sido interrumpidos. 

Tengo que reconocer que yo si tenía ganas de besarla de nuevo, sin embargo, soy consciente de que debe querer ella también. Me levanto de la cama una vez Mane lo ha hecho y la veo coger su móvil para segundos después, llevárselo a la oreja con la cara descompuesta. Estoy terminando de hacer la cama, cuando escucho el nombre del chico (supongo) con el que tiene una relación sin etiquetas.

—Jaxon —No puedo evitar sentarme en la cama una vez termino y observar sus gestos mientras habla por teléfono. Dios, quisiera ahora mismo hacerla una foto con mi ropa para mirarla siempre. Su voz me devuelve a la realidad —Si... Ehm...no estoy en casa, Jaxon yo... —Antes de continuar me mira con un deje de culpabilidad y es que, se me da bastante bien leer los gestos de las personas —... Me quede en casa de Noah a dormir, pues anoche salimos y no quise ir a casa sola.

¿Os habéis fijado en la capacidad que tiene para mentir? La sirenita es realmente buena para que no se note cuando miente y cuando no y otra pregunta que me hago desde hace muy poco es: ¿Por qué mentía? Porque lo que sí tengo claro, es que no solo lo hace para estos momentos, sino que hay veces que miente para ocultarse a ella misma o su entorno; como si no quisiera que nadie entrara más allá de su ser.

Se que la conversación está llegando a su fin, cuando Mane dice las últimas palabras sin dejar de mirarme entretanto se toca el cuello con nerviosismo:

—Si, claro, luego nos vemos, Meyer. 

 —Estas bien —digo, aunque más bien es una pregunta mientras me acerco a ella. Mane asiente, pero tengo el presentimiento de que otra vez está mintiendo cuando se separa de mí al sentir mis manos en sus hombros —No te conozco como tú bien dices, sirenita, pero debes saber que puedes contarme lo que sea...

—No tengo nada que contar, Chico Disney —las palabras le salen con ese tono neutro de siempre y sonríe cuando lo dice —He mentido a Jaxon, le he sido infiel convirtiéndome en un Marco y...

En ese momento, se calla girando su cabeza bruscamente hacia mí como si hubiese metido la pata en algo. ¿Marco? ¡¿Quién cojones es Marco?! No me importa, pero el hecho de que se haya quedado muda y pálida como si mencionar ese nombre le ardiera por dentro, sé que no es nada bueno. Cuán voy a preguntarle sobre ese nombre, esta hace lo que suponía desde el principio: se evade y cambia de tema, interrumpiéndome:

—Se está haciendo tarde y yo debo regresar a casa. 

Asiento sin más que decir y salimos de la habitación en un absoluto e incómodo silencio. Voy detrás de ella cuando cojo las cosas que he traído de Toronto y una vez estamos fuera, pedimos un taxi. No voy en mi Mustang, porque no pienso dejarlo en Canadá una vez acabemos la gira. Le abro la puerta cuando el taxista llega y Mane, se mete sin decir nada. Los dos en la parte trasera. 

Mane le da su dirección al hombre, que debe estar en la mediana edad, y este asiente mirándonos por el retrovisor. Durante el trayecto a su casa, ha habido un momento en el que Mane ha sonreído cuando el taxista nos ha confundido con una pareja y he podido ver como se sonrojaba al decirle que no; que no somos pareja. El hombre se ha disculpado varias veces y la verdad, es que parece bastante amable. Miro nuestras piernas separadas unos centímetros y, si quisiera, podría tocar su rodilla con la mía con solo mover la mía.

Justo en ese momento, el taxi da un volantazo provocando que Mane se caiga hacía mi lado. Se separa de inmediato y se disculpa como si hubiese sido culpa suya. El hombre grita por la ventanilla:

—¡Mirad por donde vais! Estos jóvenes de hoy en día —Sigue su camino y yo observo lo que ha podido pasar. Por lo que nos cuenta este mismo, casi atropella a dos jóvenes porque iban mirando sus teléfonos en lugar de por dónde van. Nos reímos cada vez que este suelta algún improperio —: Manda huevos. Sois muy dependientes a las pantallas. 

Ambos nos miramos intentando aguantar la risa y, no sé si ya lo he dicho muchas veces o no, pero me encanta su sonrisa. Me parece la sonrisa más bonita que ni siquiera una super cámara, puede captar jamás. Su sonrisa es única y diferente entre todas las demás.

—Ya ha llegado, señorita —La voz del hombre nos interrumpe las miradas dándonos cuenta de donde estamos. Mane mueve la cabeza por todo el vehículo y mira por mi ventana para confirmar que es su casa. Antes de bajar, el hombre habla de nuevo —: ¿Seguro que no sois pareja? Porque soy viejo, pero puedo reconocer la química entre dos personas cuando lo veo.

Mane abre la puerta apartando la mirada. No obstante, es demasiado tarde pues he visto como se sonrojaba de nuevo y, antes de cerrar, me dice lo siguiente:

—Prometo pagarte el taxi, Steele.

Cierra la puerta, da media vuelta por detrás del taxi y antes de que se aleje abro mi ventanilla para gritarle:

—¡No pienso aceptarlo! ¡Me sentiré satisfecho si me invitas a un batido! —Me saca el dedo sin voltearte, pero sin saber cómo ni porque, sé que ha sonreído cuando me ha oído.

—Ahora, ¿A dónde? —pregunta el taxista.

—A Toronto, Canadá.

Hola Lovers! Siento mucho la tardanza en actualizar, pero he estado sin tiempo para escribir y sin ideas, pero hoy por fin os traigo *redoble de tambores*: ¡doble actualización! Si, como lo oís. Os subo dos capítulos por haberos hecho esperar en la historia de Riley y Mane. Espero que lo disfrutéis y que me digáis vuestra opinión votando, comentando y compartiendo para llegar a más y poder crecer en la comunidad de wattpad.

Como siempre, para los nuevos que me sigan, tengo un grupo de telegram y Whatsapp donde hablar de mis novelas, fangirlear, comentar capítulos y donde subo avances de mis novelas. Tenéis los links en mi perfil, aunque también podéis pedírmelos por privado.

Preguntas: 

La primera escena sexual entre nuestros protas, ¿Qué os ha parecido? ¿Esperabais este momentazo? Si un taxista dice que tienen química, será que hay que creerle, ¿no? Puntuación y escena favorita hasta ahora. 

DEDICATORIAS: 

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