
𝟚𝟘🎶
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Capítulo 20| Besos en el coche y segunda "¿cita?"
Mane
No sé porque le he pedido que me dé el nombre del hospital donde se encuentra, pero al estar aquí, creo que me arrepiento. A la mente me viene el día que Rosa me trajo cuando Eliot me empujo haciendo que me golpeara en la cabeza y me empiezo a poner tensa. Creo que es el hecho de escuchar su voz al borde de las lágrimas lo que me ha hecho querer venir aquí... como si tuviera la necesidad de estar a su lado, y eso, es lo que más miedo me da. Como bien había dicho Riley en la cafetería antes de que pasara todo lo de su hermana, sí que recordaba el beso, pero no quiero que él lo sepa o, mejor dicho, yo no quiero recordarlo, aunque es difícil.
En la entrada del mismo hospital, lo veo.
Camino hacia él con los brazos cruzados frente al pecho y sintiéndome un poco ridícula por no haberme cambiado de ropa y, es que llevo puesto el uniforme del trabajo. Cuando este me llamó con el teléfono de Aaron y yo le había dicho que vendría, había ido rápidamente al almacén nada más terminar la llamada, para coger la chaqueta y la mochila que tengo en la espalda. Por suerte, cuando este llamó, ya no había tanta gente como al principio y Bob, se había tenido que ir a un sitio, así que no me vio yéndome. Noah también ha tenido algo que ver en que decidiera venir.
—No esperaba que... —No le doy tiempo a que termine la frase cuando sin pensarlo y sin saber porque lo hago, le abrazo para darle todo mi apoyo en estos momentos Seguro su hermana saldría de esta. Puedo sentir como cierra sus brazos alrededor de mi cuerpo para seguir el abrazo y una ráfaga de electricidad me recorre la columna vertebral —Vaya, sirenita. Cada día me sorprendes más.
Cuando nos separamos, nuestras miradas se encuentran. Sus ojos, de un color chocolate, me hipnotizan tanto que ni siquiera me acuerdo de la primera vez que estuve en el hospital con Rosa. Es como si, estando cerca de Riley, todas las cosas malas que me pasan desaparecieran un par de horas hasta que llego a casa y todo vuelve a mí, dándome la hostia. Este me hace un ademán de cabeza para que entremos y yo asiento, yendo delante de él cuando, este posa su mano en la parte baja de mi espalda dándome escalofríos.
Me alegro que me haya esperado en la entrada, pues si hubiera tenido que subir sola, me entraría la vergüenza si unos desconocidos me vieran llegar. En ese momento, me detengo haciendo que este lo haga también con una ceja enarcada y yo me disculpo por haber llegado tarde, —una hora más o menos—, pues he tenido que pedir un taxi con el dinero de Noah, (que se lo pienso devolver, aunque no quiera). Riley saca una media sonrisa para contestarme:
—Sirenita, estas aquí. Eso es lo único que me importa —su caricia en mi mejilla me hace retomar el paso, pues siento que estoy cruzando una línea que no quiero, pero este me alcanza y me detiene agarrándome de la muñeca. Cuando nos miramos otra vez, habla —: Gracias. Se que no quieres venir y lo entiendo, porque apenas conoces a nadie de mi familia, pero es como si pudiera confiar y contar contigo. No sé el motivo, pero es la verdad.
—A ver, eres un idiota, pero puede que me caigas bien —digo y este me mira con una sonrisa divertida. Señalo con un dedo antes de que diga nada —No te flipes, idiota. Sigues cayéndome mal.
—Pues para que te caiga mal, fuiste tú la que me beso —contesta, poniéndome roja como un tomate en ese momento. Este se ríe y lo siguiente, me deja aún más roja —No quiero saber que me harías si te cayera aún peor... ¡Auch!
—Te jodes —apuntillo después de golpearlo en el brazo con bastante fuerza —Espero que tus hermanos no sean como tú.
—No lo son.
Subimos en el ascensor hasta la planta donde esta, supuestamente su hermana y dentro de este, hay un silencio un poco incomodo, sin embargo, no lo es tanto. De vez en cuando, puedo ver de reojo que este me mira sin disimular ni apartar la mirada cuando ve que lo he pillado. Cada uno en un extremo del ascensor. No hay roce ninguno y, aunque una parte de mí cree que es lo mejor, otra parte, —la que lo besó en la playa—, quiere acercarse y volver a probar de esos labios que no se me quitan de la cabeza. No es hasta que Riley me dice algo con tono graciosillo, cuando me doy cuenta de que estoy sonriendo por mis estúpidos pensamientos:
—¿En qué piensas, sirenita? —Niego sin levantar la vista del suelo y, aunque quiero quitar la estúpida sonrisa de mi cara, me es imposible y no sé por qué —Yo tampoco puedo quitarme de la cabeza el beso.
—No estoy pensando en eso, idiota.
—Entonces... ¿en qué piensas? —cuando quiero darme cuenta, lo tengo a pocos centímetros de mi cara. Me echo hacia la esquina y este aprovecha para encerrarme entre esta y su cuerpo: me siento atrapada —Debo reconocer que fue una sorpresa.
—Fue un error y yo pensé que no besabas a chicas borrachas, ¿Eh?
—No estabas tan borracha y, te recuerdo, que empezaste tú —Su sonrisa me parece lo más bonito que hay. Ahora que lo veo de más cerca, cuando sonríe, le sale una pequeña arruga en la frente que me dan ganas de tocar, pero sin poder evitarlo, mis ojos no van a eso, sino que bajan hasta sus labios. Se los lame con la lengua y cuando se da cuenta que lo estoy mirando, puedo ver que se ríe de mí —Ahora no estas borracha, sirenita. Podría acercarme un poco más y ya...
Las puertas del ascensor se abren escuchándose un "ring" al hacerlo y yo me muero de la vergüenza cuando dos enfermeras, están en la puerta, esperando que salgamos. Parecen jóvenes, no más de treinta años. Miran a Riley que se encuentra apoyado con un brazo en el espejo que hay ahí y con la cabeza inclinada hacia un lado para ver a las chicas. Este se aleja y sin que lo vea venir, me coge de la muñeca para sacarme de allí, pues, a decir verdad, yo estaba sumida en la vergüenza. Cuando llegamos a lo que supongo es la habitación de su hermana, dos señores se encuentran allí; y la banda también esta.
La mujer parece no haberse arreglado demasiado, mientras que el hombre va como si hubiera salido de una gala benéfica; arreglado de pies a cabeza. Los de NeverLand son los primeros en vernos llegar. Luego la señora, —supongo que será la madre—, y por último el señor que me mira de arriba abajo cuando me ve en uniforme y, debo reconocer, que me siento juzgada por su mirada despectiva.
Efectivamente, me siento fuera de lugar en aquella situación.
Siento que alguien se sienta al lado mío en las sillas que hay junto a la puerta de la habitación. Riley y sus padres están dentro viendo a la niña, pues según he oído, la pequeña ahora puede recibir visitas, pero solo de sus familiares. Cuando levanto la vista para ver quien me está llamando, veo a Aaron, —el guitarrista de NeverLand—, sonriéndome mientras me tiende algo que lleva en la mano: un vaso de cartón del cual proviene un rico olor a café.
—No te conozco, así que no sé cuál es tu favorito, pero creo que te vendría bien por el frío —cuando lo cojo, efectivamente, me sienta bien sentir el calor del vaso en las manos. La verdad es que, entre que estamos en otoño y que aquí, el aire acondicionado parece estar a tope, pues un café viene bien. Cuando le doy un sorbo, hago una mueca con los labios —No te gusta, ¿Verdad?
—No, está bien. Lo prefiero con menos azúcar, pero está bien. Gracias.
—Es que yo soy más de Cola-cao, así que no entiendo mucho de cafés —me río cuando dice aquello. En ese momento, recuerdo con quien estoy hablando y me entra la risa floja, aunque me controlo por estar en un hospital y este, levanta una ceja y pregunta, divertido —: Que te hace tanta gracia, ¿eh?
—Si la Mane de catorce años estuviera aquí, seguro que ella sí que se desmayaría por estar con NeverLand.
Mis palabras lo hacen reír, pero no de mala manera, sino que más bien parece contento. No sé, pero creo que Aaron es el más simpático de todos los que están ahí fuera en estos momentos, pues Seth ha desaparecido y no sé dónde, mientras que Ian Lerman no deja de mirar el teléfono y de vez en cuando, mira hacia la habitación esperando que salga su compañero.
—Es verdad, Riley nos ha contado que nos conociste por casualidad, ¿no es así? —¿Riley les habla de mí? Asiento y me termino de beber el café con muchísima azúcar que este le ha echado para luego responder a sus miles de preguntas de cómo les empecé a escuchar y demás —¿Sabes? No eres como esas fans que se tiran (metafóricamente hablando) a nuestros cuellos. Eres distinta y eso me gusta. Normal que mi compañero este tan embobado contigo, mujer.
—¿De qué hablas?
—Es obvio que le has atraído, pero bien. Riley está muy pesado cuando habla de ti desde que te caíste ante él el primer día —¿Les ha contado la tragedia que tuve en la cafetería? Yo a este chico lo mato y aprovecho que estoy en un hospital para hacerlo. Sin embargo, recuerdo las otras palabras de Aaron y me tenso de inmediato ¿atraído? Lo que ha pasado en el ascensor, vuelve a mi memoria —Bonito uniforme, por cierto.
Las mejillas se me encienden.
—Ya... Es que he venido deprisa y no me he cambiado, aunque después de la mirada despectiva del hombre, no sé para que he venido.
—¿El padre de Riley? —Asiento, suponiendo que hablamos del mismo hombre —Tranquilo, a nosotros también nos ha mirado con asco al vernos aparecer en su casa.
—Es un amargado.
Otra voz se suma y cuando giro para ver de quien se trata, me sorprendo cuando es Ian quien ha hablado y nos mira desde su posición. Dios, es que es guapo hasta en persona..., pero mi mente traicionera deja de ver a Ian para mostrarme otra cara muy distinta y yo remuevo los pensamientos para borrarla.
No me da tiempo a corroborar a sus palabras cuando el susodicho del amargado, sale de la habitación seguido de la mujer. Estos me miran como si no entendieran que hago allí, pero no se lo discuto, porque ni yo misma lo sé. La mirada del hombre es la que más miedo me da. A continuación, sale Riley y Aaron se pone de pie tan rápido que no me da tiempo verlo. Yo me quedo sentada, pero observando y escuchando lo que dicen. Por lo que Riley le dice, su hermana ahora esta sedada, pues mientras estaban con ella, en uno de los momentos, ha empezado de nuevo a gritar que se moría y golpearse en la cabeza con las manos; así que... ¿por eso he visto unos médicos entrando hace un rato? Pobre niña. No la conozco, pero se nota que el idiota la quiere y yo no sabría qué hacer si mi hermano estuviera en esa posición, claro que, yo sufro imaginando que algún día me lo puedo encontrar muerto en la habitación.
Muevo la cabeza e intento que las lágrimas no salgan de mis ojos. Cuando siento que alguien se sienta a mi lado, me giro rápidamente y me cruzo con sus ojos. Están rojos de haber llorado y, todavía no sé el motivo, pero verlo así me duele. ¿Por qué me duele si no nos conocemos tanto como para eso? Riley rompe el silencio que se ha formado intentando parecer divertido como siempre:
—No es así como quería que conocieras a mi hermana, sirenita —un carraspeo parecido a la risa me sale de la garganta. Sonrío. Sin poder evitarlo, mi mano va hacia la suya y cuando nuestros dedos se rozan, esta otra vez ese maldito escalofrío en mi cuerpo —Y menos con mis padres. Preferiría que conocieras primero a mis hermanos.
Miro en dirección donde se han ido los señores y los veo allí, parados. El hombre le aprieta los hombros a la mujer como si estuviese haciéndole un masaje para luego, darle un beso en los labios. No sé si es por la muestra de afecto o porqué, pero verlos así, me he imaginado como hubiera sido tener unos padres que se dieran ese tipo de afectos; si los míos no me hubieran abandonado, creo que estaría todo el tiempo mirándolos, besándose o queriéndose el uno con el otro. Siempre he querido saber cómo eran, pero teniendo en cuenta que Eliot apenas dice dos palabras seguidas, no creo que me responda. Vuelvo a la realidad cuando siento una sacudida en el hombro.
—¿Quieres verla? —muevo varias veces la cabeza mientras pestañeo sin entender sus palabras. ¿Ver a quién? Como si me leyera la mente, este se ríe y sigue hablando —A mi hermana. Esta dormida, pero puedes verla y así la conoces.
—No creo que sea lo correcto, idiota. Además, ni siquiera debería estar aquí y me siento un poco mal, estorbando.
—No estorbas, sirenita. Nunca lo harías —Sus palabras vuelven a hacer ese mismo efecto que me producen dentro y me aterra, pues lo estoy dejando hacer. Tengo que intentar permanecer neutra y fría, sin llegar a ser borde en este momento —Solo si quieres, Mane. Quiero que entiendas que no te estoy obligando a nada ni mucho menos. Es más, puedo llevarte a casa, entiendo que estés incomoda.
"Guau, no parece como Marco"
Por favor, conciencia, cállate.
"Vale, ya me callo"
—Debería volver al trabajo —explico y este asiente, aunque no parece muy alegre como si no quisiera que me fuera —Además, he dejado a Noah solo y Bob puede volver en cualquier momento y no quiero que tenga que mentir por mi culpa.
—De acuerdo. Deja que coja las cosas y te llevo...
Le interrumpo cuando veo que se levanta y niego con la cabeza:
—Puedo irme sola, tranquilo. Tú hermana te necesita más, idiota y yo puedo coger un taxi —miento, pues ahora mismo no es que este bien económicamente para coger un taxi y lo que haría sería llamar a Noah o Rosa, (si mi amigo no me coge el teléfono), por el trabajo —Además, no necesito que me lleves a todos lados, idiota. No quiero ser un estorbo siempre.
—Eres todo menos estorbo, sirenita —sus palabras me llegan muy a fondo porque no lo esperaba. Luego, este niega y me ordena que no se me ocurra coger un taxi, pues no quiere que me pase nada; aun cuando le recuerdo que no necesito que se preocupe tanto por mí —Quédate aquí. Además, necesito un poco de aire y me viene bien salir de este hospital un rato. Los chicos se quedaran vigilando, aunque mis viejos no es que les agrade mucho y ya aprovecho también para coger algo de mi casa.
Acepto porque no tengo más remedio y le digo que le espero fuera, pues he de decir, que no quiero estar más tiempo en el hospital y menos, con las miradas raras y despectivas que me hecha su padre cuando paso por su lado para salir.
En la radio solo se escucha, —muy bajito—, la voz de Kelly Clarkson en su canción Stronger. Todo el vehículo se encuentra en un silencio un tanto incomodo, pero que se puede llevar bien. De vez en cuando, le miro de perfil sin que se dé cuenta, y cuando siente que lo miro, yo aparto la vista lo más rápido posible. Vamos de camino a Bob's después de pasar por casa, —más bien parece una mansión—, pues estábamos más cerca de esta que de Manhattan. Cuando Riley mueve el brazo para cambiar de marchas, sigo con la mirada aquella dirección. Las venas de las manos se le marcan ligeramente cuando mueve y al quitar la mano de mi vista, yo la sigo hasta el volante. Parece concentrado y no se da cuenta de que lo miro, o eso creo, hasta que escucho que pregunta:
—¿Vas a seguir mirándome o...?
—Perdón, es que sigo culpándome de que me estés llevando al trabajo en lugar de estar con tu hermana —Este sonríe de medio lado y durante unos segundos, me mira para luego volver a la carretera. Riley suelta una mano del volante y se la pasa por la barbilla —En serio, pero no hacía falta, idiota. Se cuidarme sola.
—Eso no lo dudo, pero prefiero salir de allí y no verle la cara a mi viejo —suelta sin más. Luego, sigue hablando —: Además, ver a mi hermana en ese estado, me parte. Normalmente no son tan graves los ataques, pero esta vez...
Se lleva una mano al pelo y se lo despeina con frustración. Vuelve a sujetar el volante con las dos manos y yo, sin evitarlo le pregunto desde cuando le pasa aquello. Por lo que se, solo tiene ocho años recién cumplidos; muy pequeña y con ataques de pánico. Me da mucha pena.
—No lo sé, el primer ataque lo tuvo con seis, pero el medico nos ha comentado que no tiene por qué haber un motivo para que los tenga. Que un ataque puede salir sin razón aparente —yo le escucho mientras lo habla. También me cuenta que solo se calma cuando esta él y que hacía mucho que no tenía ataques, hasta hace poco y, el de ahora, es el más grave, pues nunca ha llegado a autolesionarse —No creo que sea sin razón, ¿sabes sirenita? Conozco a mi hermana y pongo la mano en el fuego cuando digo que hay algo que no quiere contarnos. —Aprovecha que estamos en un semáforo en rojo para poder mirarme mejor. —Te juro que, si la hubieras conocido en otro estado, Jupiter te caería genial. Siempre se mete conmigo y es una niña muy inteligente.
—¿Mas que tú? Eso me lo creo, idiota —me meto con él.
Riley se ríe y acto seguido, vuelve a arrancar el coche cuando el semáforo ha cambiado de color. Ya hemos entrado en Nueva York y nos dirigimos hacia Bob's. Lo que queda de trayecto lo recorremos en silencio escuchando la música que va cambiando cada cierto tiempo y nuestras respiraciones. Miro por la ventanilla, dispersa en otra parte. Cinco minutos más tarde, —aproximadamente—, este aparca delante de la cafetería. No obstante, no me bajo. Me quedo contemplando el cinturón desabrochado como si fuese lo más interesante. Cuando alzo la vista me lo encuentro observándome. Veo como mueve su brazo hasta mí y después, lo deja caer sobre mi mejilla para colocarme un mechón de pelo detrás de la oreja, pero cuando lo coloca, no se mueve de ahí. ¿Por qué no puedo apartarme? Una parte de mí quiere quitarle la mano y salir de allí, sin embargo, la otra... no. Toso para romper el silencio y evitar que parezca indefensa o nerviosa.
—Por cierto, quiero pedirte perdón por presentarme en uniforme —es lo primero que digo durante el rato que llevamos en silencio.
—No tienes que disculparte por eso, sirenita.
—Me pones nerviosa cuando me llamas así —le contesto sacando una sonrisa sin mostrar los dientes y pretendiendo sonar molesta —No sé porque he tenido que contarte mi pasión por el mar.
Este se ríe, pero sigue sin alejarse y cuando veo que se acerca un poco más, mis alertas se activan. Mis ojos van hacia sus labios como si tuvieran vida propia y no puedo quitarme de la cabeza, nuestro beso. No sé qué estará pensando él, pero cuando junta sus labios a los míos, parece que es lo mismo que yo. Me odio a mí misma por querer seguirle el beso. Nuestras lenguas bailan entrelazadas. En ese momento, —como en la playa—, siento como si bailara una linda danza en las nubes. Cierro los ojos, pero no es mucho tiempo lo que pasa cuando vuelvo a abrirlos al ver la cara de Marco con la otra chica y me separo de inmediato con el mismo pensamiento de siempre: "Esto no está bien, Mane. Tienes que cuidar lo que queda de tu corazón".
Riley se extraña y me mira como si tratara de leerme el rostro. Yo me despido de él y, después de decirle que ojalá su hermana vuelva pronto a casa, me bajo del Mustang. Aunque tengo que volver, cuando me doy cuenta de otra cosa. Saco de la mochila su móvil roto, el que se le cayó en la cafetería, y se lo tiendo:
—Noah lo ha encontrado en el suelo antes de que me llamarás con el de Aaron y se me olvidaba devolvértelo.
—Gracias, Sirenita.
🎧🎧🎧
Pillo a Eliot subiendo las escaleras como un muerto viviente cuando entro en casa después de una tarde bastante larga. Noah y yo hemos tenido que cerrar la cafetería, otra vez. Me quito las zapatillas en el recibidor y dejo las llaves en el mueble que allí hay, para luego pasar hacia el comedor donde me recibe Rosa leyendo una revista con sus gafas de leer puestas. Me rio al ver que las lleva en el borde de la nariz. Suelto un suspiro profundo cuando camino descalza por el suelo frío y me tiro en el sofá con ella.
—¿Mucho trabajo?
Asiento, aunque debo reconocer que no solo es el trabajo lo que me tiene así hoy. No dejo de pensar en Riley y lo sucedido en su coche cuando me dejó en la cafetería. O en su pobre hermana en el hospital y es que, aunque no la conozca, espero que se recupere, pues yo no sé cómo reaccionaría si mi hermano estuviese así. Creo que me moriría si le pasara algo. Cuando le digo que voy a subir a mi habitación para terminar unos deberes de la Uni, esta asiente y me despido de ella hasta la hora de la cena. Nada más entrar en mi cuarto, cierro la puerta y me apoyo en esta, mirando a mi alrededor como si intentara encontrar algo. Sin poder evitarlo, una sonrisa se me asoma en los labios al recordar de nuevo, su beso, pero la hago desaparecer cuando me doy cuenta de que eso está mal y me recuerdo que no puede hacerme sentir de tal manera.
«Mane, no merecemos sufrir más», pienso para mí, yendo hacia el escritorio.
Me repito una y mil veces más que Riley no puede conseguir de ninguna manera lo que se propuso: que acabara siendo mi favorito y mucho menos, gustarme. No. Solo de pensar en que pueda lograr atravesar esa coraza de mi corazón... me aterroriza. Me pongo a estudiar para mantener la mente distraída y por suerte, lo consigo. Paso toda la hora frente a los libros hasta que Rosa me llama para cenar y bajo con ella que me espera en la mesa.
🎧🎧🎧
Tercer día de noviembre.
Ato mi bufanda al cuello, pues, aunque aún no estamos en diciembre, hoy parece hacer más frio que los demás días. Camino hasta la boca de metro más cercana y bajo las escaleras para luego pasar la tarjeta en las máquinas y colarme en el otro lado donde se encuentran las vías para coger el metro. Miro cuantos minutos le quedan al siguiente y al ver que es bastante, me siento en uno de los asientos que hay allí para esperar. Saco el móvil de la chaqueta y miro la red social Instagram. Por suerte hoy llego con tiempo a la universidad, y sí, hoy he preferido ir en metro en vez de en autobús porque así no tengo que esperar fuera en la parada con el frío que hace. Cuando llega el metro, me monto en este, a la vez que me coloco los auriculares.
Busco una playlist de Spotify creada por mí con las canciones de NeverLand y le doy al play. Noah me escribe en ese momento para decirme que me espera en la cafetería y que si voy ya. Le contesto que estoy en el metro y sigo observando Instagram hasta mi parada. Sin poder evitarlo, me meto en su perfil. Cuando veo que ha subido una historia, mis dedos traicioneros, se meten en ella. En la primera que ha subido, sale él con su hermana en un boomerang y no puedo evitar sonreír. La historia se pasa sola y cuando veo la siguiente, abro los ojos como platos. ¡Las fechas de los conciertos! Esta solo es una foto con varias fechas de donde se harán los conciertos y el primero en la lista, es Nueva york, ya que puedo entender que empiecen aquí que es donde se encuentran.
Y mañana es uno.
Echo la cabeza hacia atrás soltando un suspiro. Tengo claro que a Noah o Sophia no pienso decírselo, pues son capaces de comprarme las entradas o regalarme ir a uno de ellos, y no pienso aceptar que se gasten el dinero en mis tonterías. Si no puedo ir, pues no voy; ya habrá otra oportunidad. Me bajo en la siguiente parada y camino unos minutos hasta llegar al fin a la cafetería donde me encuentro a Noah al fondo de la estancia. Voy enfila hacia él sin pasar por el mostrador, pues no tengo nada de hambre esta mañana. Aunque estamos pocos minutos, pues ahora nos toca la primera clase con Harold.
Las clases pasan muy lentas, pero por fin estamos en la última del día. Escribo todo lo que el profesor escribe en la pizarra y cuando suena el timbre, Noah y yo recogemos rápido para irnos. El loco de mi amigo no deja de insistirme para que le cuente lo sucedido la otra vez en el hospital con el idiota. Se lo cuento, pero sin meterme en cosas que no me llaman, así que lo único que le digo que su hermana pequeña tuvo una urgencia y poco más. Tampoco quiero decirle que nos besamos justo en la puerta de Bob's por segunda vez, ya que, conociéndole, estará sacando el tema todo el rato.
—La tal Rain es maja, Madame —hablamos de la noche en la playa mientras esperamos el autobús. Escucho atentamente y descubro donde se fueron cuando nos dejaron a Riley y a mí solos, allí. —Creo que es una versión de mí, pero en tía.
Aguanto las ganas que tengo de reír por el simple hecho de que nos encontramos rodeados de gente y no es plan para montar un espectáculo. En cuanto llega el autobús, nos subimos a este. Conozco poco a esa tal Rain de la primera vez que vino con Riley a la cafetería y de la playa, pero es verdad que no parecía ser mala persona. Al pensar en ella, de nuevo me viene su risa cuando la escuché reír en Bob's y el recuerdo de mi hermano me viene a la cabeza. Recuerdo la risa de Eliot y me entra la nostalgia de nuevo porque la echo de menos. A Eliot nunca le ha dado vergüenza su risa y eso que muchas veces se han reído de ella, sin embargo, mi hermano ha pasado de todas esas burlas. Cuando siento que alguien me zarandea, me doy cuenta de que hemos llegado a la parada de la cafetería y, junto a Noah, nos bajamos los dos. Si, hoy tenemos turno después de la universidad así que no pasamos por casa.
Cuando entramos dentro, la otra compañera de la cafetería, —Charlie—, nos saluda desde el otro extremo de la sala y sigue limpiando el suelo para tenerlo todo listo para los clientes. Bob sale en ese momento de su despacho, que está justo enfrente del almacén y del cuarto donde nosotros nos cambiamos y hacia donde vamos Noah y yo para ponernos el uniforme. Me pongo la camiseta negra del uniforme mientras Noah lo hace detrás de mí, haciendo alguna que otra broma por detrás. Cuando abro la taquilla y veo la foto de NeverLand, me viene a la cabeza la noche que el muy idiota se coló aquí porque estaba siendo perseguido por un grupo de fans y no puedo evitar sonreír tímidamente. El rubio aparece por detrás de mí en ese momento dándome un susto de muerte.
—¿Qué piensas, Madame? —A Noah nunca le he llegado a decir que Riley me vio en sujetador aquella noche porque sé que empezaría a hacer bromas respecto al tema. Niego con la cabeza como respuesta y este, me mira extrañado —¿Segura? —Cuando su vista baja a la foto, una sonrisa pícara le asoma el rostro que no trae nada bueno —A, ya entiendo, tu cabeza está en otra parte... o más bien dicho, en otra persona, ¿me equivoco?
—Pues sí. Te equivocas, Greene.
Me doy la vuelta comprobando que este ya tiene el uniforme puesto, incluido el delantal rojo. Yo me ato el mío y cuando termino, me miro una última vez en el espejo que he colocado en mi taquilla para retocarme un poco el pelo y meto la mochila en esta para luego, cerrarla e irnos afuera. Antes de poner un pie fuera del cuarto, la voz de Noah diciendo lo siguiente, me hace detenerme:
—¿Te has enterado de los conciertos de NeverLand?
—Si, Noah, pero ni se te ocurra regalarme ninguna entrada que nos conocemos —le señalo con el dedo y este, agita las manos en el aire, fingiendo ser inocente mientras se ríe —Y mucho menos pedírselas a Riley.
—Vaya, ¿Qué me he perdido? ¿Le acabas de llamar por su nombre y no idiota?
Obligo a Noah a salir delante de mí mientras yo pongo los en blanco y este se va carcajeando él solo. Mientras que voy hablando con mi amigo hasta entrar al otro lado del mostrador, no me doy cuenta de que ha entrado un cliente hasta que oigo su voz a lo lejos y maldigo para mis adentros:
—¡Sirenita!
—¿Sirenita? ¿No te llamaba bicho? —pregunta Noah, pues él no sabe nada del nuevo apodo del baterista. Cuando le digo que ya se lo contaré, nos ponemos a trabajar.
Viene la banda entera que se ríen con su amigo como si el apodo también les hiciera gracia. Aaron es el primero en saludarme decentemente y yo le correspondo al saludo con una sonrisa sincera. Aún recuerdo cuando se sentó a mi lado en el hospital después de traerme un café con mucha azúcar. Me pide un Cola-Cao caliente y, no sé si son imaginaciones mías, pero me parece ver que su mirada se ha ido hacia mi mejor amigo que se encuentra de espaldas, haciendo a saber qué en la cocina. Ian y Seth se piden dos batidos de mango y guayaba que voy apuntando en la pantalla y, por último, Riley. Este tarda más, —y ahora sospecho que lo hace aposta—, se sienta en un taburete delante de mí y finge que se lo está pensando. Trato de hacer que diga algo rápido, pero este, definitivamente, lo hace aposta.
—Quiero... —Se rasca la barbilla mirando al letrero de arriba con los productos. Ruedo los ojos suspirando para que me escuche. Baja la vista hacia mí y con una sonrisa, que se la devuelvo de mala manera, me contesta lo siguiente —: ¿Qué me recomiendas, sirenita? Es que nunca sé que pedir.
—Te recomiendo que dejes de llamarme así, idiota.
—Nah, eso creo que no está en la carta —Gruño y pongo el peso del cuerpo en un pie para ir cambiando de vez en cuando. Cuando su móvil suena, este lo saca con cara de pocos amigos y veo que es nuevo, y en ese instante recuerdo que el suyo se le había roto cuando se le cayó al suelo. Decido molestarlo y cuando le digo que ya no tiene mi número, su respuesta me hace ponerme seria —Sirenita, no te libras de mí, soy bueno recordando los números y el tuyo me lo aprendí.
—Que mala suerte —Ruedo los ojos y vuelvo la vista a la pantalla.
Cuán le pregunto qué va a querer por segunda vez, (o tercera), este me sonríe como lo ha hecho antes después de guardar el móvil en el bolsillo.
—Quiero el batido de fresa, sirenita —Lo apunto y cuando estoy a punto de ir a preparar los pedidos, la propuesta que me suelta a continuación (que Noah ha escuchado también y me mira sonriente), me deja helada en el sitio —: Tú y yo en una nueva invitación.
Me giro con asombro en la mirada porque no me esperaba eso. Al ver que no dice nada más, me confirma que va en serio. Cona actitud divertida, me acerco a él y le contesto lo siguiente solo para entretenerme un rato.
—¿Y si no quiero?
—Insistiré hasta que digas que sí —Se inclina un poco por encima del mostrador quedando nuestros rostros casi pegados. Puedo sentir que el resto de la banda nos está mirando y Noah —Y ya sabes lo pesado que puede ser, ¿verdad?
—Me lo pensaré...
Noah se mete en ese momento, interrumpiendo mis palabras:
—¿Cómo que te lo pensarás, Madame? No, no y no, el chico ha sido muy educado pidiéndote otra invitación, ¿y tú le vas a rechazar? Además, tienes tiempo —Fulmino con la mirada a mi mejor amigo, pero a este no parece importarle. Luego, vuelve a Riley y acepta por mí, pero se lleva una colleja en toda la nuca —¡Auch! ¿Y luego me preguntas porque no apruebo? Mis neuronas, Madame.
—¿Acaso te queda alguna? —Contraataco, metiéndome con él y Noah abre la boca como si le hubiese molestado —Anda, vete preparando el pedido.
Cuando me obedece, se va sin rechistar hacia la cocina y le escucho gruñir por lo bajo de sus cosas mientras hace ruido para preparar los batidos. Yo me quedo con Riley y nos quedamos mirando sin decir nada, aunque es verdad que es él el primero en romper el silencio.
—¿Y bien? —Está esperando una respuesta. Luego, lo siguiente que dice, me deja aún más extrañada —Que sepas que lo digo en broma, sirenita. No quiero obligarte a aceptar si no quieres...
Pero se interrumpe, abriendo los ojos cuando oye mi respuesta afirmativa, pues sigue sin esperárselo.
—No te arrepentirás, sirenita. Además, conozco un sitio que te va a gustar. Cuando tenga algún día libre de los conciertos, te mando un mensaje para decirte los días libres y que tú lo escojas.
Vaya.
"Ya ves, bonita. Te deja elegir el día, aun habiendo sido él quien ha dado la idea"
Si...
—Aquí lo tenéis —Noah aparece por mi derecha con una bandeja con los tres batidos y el Cola-Cao de Aaron, cortando las intensas miradas que estábamos teniendo; si, hasta yo lo confieso y me asusta. Luego, mi amigo grita sin ninguna vergüenza lo siguiente —: ¡Bombón de chocolate, tú pedido ya está!
Me doy una colleja mental porque mi amigo se refiere así a Aaron y es como si el pedido solo fuese para él. Veo a Aaron caminando hacia aquí con una semblante entre divertido y confuso, mientras los otros tres se descojonan de la situación.
—No sé si sentirme ofendido o halagado —habla él cuando se acerca.
—Es un halago, hombre.
Me disculpo por mi amigo y le mando a la cocina como si fuese un niño siendo castigado por los padres. Después de que Riley me vuelva a agradecer por la aceptación, se lleva su batido y el de Ian, pues el Cola-Cao y el de Seth se lo ha llevado Aaron hace un rato. Y yo vuelvo al trabajo. No obstante, no dejo de cruzarme con sus ojos chocolate hasta que se marchan una vez se terminan los batidos... y es ahí cuando puedo respirar en paz. ¿Hice bien en aceptarle?
Lo prometido es deuda y como he puesto en Instagram, 10/09 nuevo capítulo. Lovers!, espero que lo disfrutéis y os encante el capítulo. No olvidéis darme voto, comentarme y compartir para llegar a más personas y que mi historia crezca en la plataforma; ¡Al final he podido solucionar el problema!
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Preguntas: ¿os ha gustado el capítulo? Mane ha ido al hospital con Riley, ¿creéis que le atrae un poco aunque diga que no? Del 1-10 cuando le dais.
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