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Capítulo 15| Agnes la de Gru, en versión real

Riley


Leo lo que llevo escrito mientras me doy toques con el boli en la sien. De vez en cuando voy mirando mi teléfono que se encuentra a mi lado encima de la mesa como si en algún momento quisiera que llegara una notificación... de ella. Todavía sigo aguardando su contestación a la invitación que le propuse el otro día cuando los llevé a casa y que me había dejado en el aire la respuesta. Sacudo la cabeza para quitarme esos pensamientos y sigo intentando escribir una nueva canción.

Anthony, —aunque no es de esos que se enfadan cuando no hacemos algo—, ya me ha dejado claro que necesitamos presentar un nuevo tema y, además, ya tenemos las próximas fechas confirmadas para el primer concierto después de mucho tiempo. A mis compañeros les hablé del cumpleaños de mis hermanos, pues sé que ellos también los adoran y cuando les di la idea loca que a Jupiter se le ocurrió del concierto privado para ver solo a Ian, nos descojonamos, pero luego les pareció buena idea; obvio, no pienso decirle a mi hermana que tendrán concierto privado, porque ese va a ser mi primer regalo.

Una nueva frase se me viene a la mente y la a punto de inmediato en el cuadernos para que no se me olvide. Cuando veo que no se me ocurre nada más por el momento, dejo el bolígrafo sobre la hoja y este rueda por todo el cuaderno hasta caer en la mesa. Descanso mi mano sobre la mesa justo cuando Aaron entra en la habitación con una sonrisa traviesa.

Enarco una ceja y espero a que se decida a hablar:

—¿Alguna novedad? —inquiere con un tono gracioso y se a lo que se refiere: alguna novedad de Mane. Cuando le hablo de la invitación que le propuse el otro día, este abre los ojos y me pide que le cuente más y eso hago —Y... ¿ha aceptado?

—Le dije que se lo pensara y cuando tuviera claro, me escribiera por Instagram y que de momento no le voy a insistir con su número.

—Guau, ¿el chico Steele se ha rendido? —bromea

—Como le he dicho a ella, nunca me rindo con facilidad. Además, no quiero presionarla, así que esperare lo que haga falta.

—Que maduro —sigue chinchándome mientras se sienta encima de mi cama y coge mi cojín de Simba para mirarlo con una ceja enarcada y luego cambiar de tema diciendo —: En serio, ¿tanto te gusta Disney como para tener productos suyos?

Me levanto de la silla y cuando estoy cerca de él, le quito el cojín de las manos. Aaron se ríe cuando me ve limpiándolo como si hubiera visto una mota de polvo en este y también se levanta de la cama. Me pasa el brazo por detrás de los hombros y me obliga a salir de la habitación; antes de salir, me da tiempo a tirar el cojín sobre la cama, mal colocado. Ian y Seth se encuentran jugando a la play. Este último gruñe soltando el mando con cabreo, lo que me hace pensar que Ian le ha vuelto a ganar a lo que estuviesen jugando y yo no puedo evitar reírme de él llevándome una mirada asesina por su parte.

Seth se enciende un cigarro levantándose de ahí para irse hacia la cocina a fumárselo. Soy más rápido que Aaron y me siento donde estaba nuestro pelirrojo. El moreno se tiene que aguantar sentándose en el brazo del sofá. Cojo el mando que antes estaba utilizando Seth para jugar y le pido a Ian que me invite a la partida; Aaron se pone con su teléfono sin prestar atención a nadie.

—¡Cabrón! —exclamo cuando estoy a punto de perder y este se ríe para dar por finalizada la partida: me ha ganado, ¡maldita sea! —Tengo la teoría de que nos haces trampas para ganar siempre.

—Eso mismo digo yo —comenta Seth cuando sale de la cocina.

Me pongo a hablar con estos dos sin ser consciente de que mi móvil lleva un rato enviando notificaciones hasta que siento una mano zarandeando mi brazo y cuando me giro a ver lo que quiere Aaron, este señala mi móvil con los ojos. Yo sigo su mirada con la mía para ver un montón de mensajes de Instagram y sin más tardar, lo cojo con una sonrisa en los labios que hace que a mis compañeros de banda le parezca lo más gracioso del mundo.

No obstante, mi sonrisa desaparece cuando me doy cuenta de que no son mensajes, sino más bien, avisos de que a la gente le ha gustado alguna de mis fotos. Un golpe en el hombro me saca de la decepción, —no voy a mentir que quería que fuera ella—, y al volverme a mirar a Ian, estos tres se están aguantando las ganas de reír. Ruedo los ojos con una sonrisa y me levanto de allí sacándoles el dedo mientras que les mando a la mierda.

—Venga, no te enfades —bromea Seth. Le vuelvo a sacar el dedo y me meto en la habitación sin ser consciente de que me sigue detrás —Seguro que te contestara.

Niego con la cabeza al mismo tiempo que ruedo los ojos y me arreglo para ir a dar una vuelta. Ahora mismo necesito que me de aire y así aprovecho para buscar los regalos de mis hermanos. Cuando estoy listo, agarro las llaves y les aviso a los chicos que llegaré un poco tarde. Salgo cerrando la puerta despacio tras de mí y camino hasta el coche para segundos después, meterme en este y arrancar de inmediato. En cuanto llego a Manhattan, busco sitio libre para aparcar, lo que me lleva un buen rato hasta que por fin veo uno vacío y no tardo nada en cogerlo antes de que alguien me lo quite. Bajo del Mustang y compruebo varias veces que está bien cerrado para así poder alejarme.

Camino unas cuantas manzanas mientras voy mirando el teléfono sin tener en cuenta que puedo acabar chocando con las personas que caminan al contrario que yo, cosa rara en mí, pues no soy de esos que miran tanto el móvil; para mí el móvil es un trasto que para lo único que sirve es para controlarnos sin que nos demos cuenta y eso no me mola en absoluto; me gusta ser libre y no depender de este... pero desde que vi a esa pequeña castaña misteriosa y torpe, no puedo dejar de pensar en ella que hace incluso que miré el móvil todo el rato esperando su aceptación a la invitación que le di ayer. Porque sí, fue ayer cuando los vi en la parada del autobús y cuando aceptó que los llevara, me sorprendió muchísimo.

Creí que me mandaría a freír espárragos y que iría en autobús.

Una sonrisa me asoma de la comisura derecha, guardo el móvil en el bolsillo al ver que sigo sin tener noticias y sigo caminando con las manos en los bolsillos sin chocarme con las demás personas. Minutos después, decido entrar en la cafetería más cercana que se llama: Manhattan Expreso café.

El local es pequeño, pero acogedor y, además, ahora mismo tampoco pido tanto pues solo quiero un café. Quería buscar una tienda donde comprarle algo a mis hermanos. Cuando entro, dos personas delante de mí están esperando a la cola. Una melodía relajante suena en un tono bajo por todo el local. Me coloco detrás de la última persona y mientras espero, saco el móvil del bolsillo. Entro en la red social azul del pájaro para enterarme de las noticias que algunos fanáticos suben de nosotros por ahí. Luego, voy a la cuenta de la banda en Instagram. Habíamos subido una foto donde anunciábamos que pronto había una sorpresa para nuestros fanáticos y cuando leo los comentarios, no puedo evitar reírme con las teorías que estos escriben.

Aunque algunos están acertando bastante porque pronto anunciábamos las fechas de conciertos.

Guardo el móvil cuando es mi turno y empiezo a pedir. Un café normal con leche y dos de azúcar. No tarda mucho en prepararlo y como ya he pagado al principio, le doy las gracias y salgo de allí. Menos mal que lo he pedido frio y puedo terminármelo antes de encontrar la primera tienda de niños. Tiro el vaso de cartón en la papelera más cercana y entro a mirar después de ajustarme la gorra que me he cogido antes de salir del coche y saco las gafas que guardé en el bolsillo de la cazadora. La tienda se llama Fantasy y tiene desde juguetes hasta ropa de niño y niña.

Voy mirando por todo el establecimiento, parándome en lo que más llama mi atención pero que siempre al final niego con la cabeza y sigo al siguiente. No quiero comprarles lo primero que vea, —como seguro que harán mis padres—, pues ellos se merecen todo. No se las horas que paso allí dentro mirando, pero lo que si se es que cuando salí del estudio eran las cinco de la tarde y al ver el cielo oscureciéndose, me doy cuenta de que llevo bastante rato y aún no he comprado nada. Por lo que, al final desisto y salgo un tanto decepcionado; menos mal que aún queda una semana para el cumpleaños.

Regreso al Mustang maldiciendo para mis adentros el hecho de no tener ningún regalo ya y como ando distraído, no veo la persona que viene corriendo por el contrario y acabo chocándome con ella, cayéndose al suelo.

Cuán veo de quien se trata, no puedo evitar sonreír.

Mane me echa una fulminante mirada cuando me ve desde el suelo que me estoy riendo. Lleva el mismo Leggins que la otra vez cuando la vi corriendo por Central Park, pero con un top diferente, pues este era de Palmeras de playa dibujadas. Le tiendo la mano para que se pueda levantar con facilidad y como siempre, la rechaza para hacerlo sola.

—Siempre en la misma circunstancia, bicho —me burlo. Frunce el ceño mientras se aprieta la coleta alta que lleva.

Puedo ver que le cuesta respirar con facilidad y su cara esta roja por las mejillas de correr. Es una imagen de lo más variopinta y graciosa.

—Sigo esperando tu mensaje —le recuerdo y esta se pone las manos como jarras para mirarme con superioridad.

—Sigo pensándolo —contesta.

—Te gusta jugar ¿cierto?

Adoro la manera en la que se coloca para mirarme con superioridad. Sus brazos ahora están cruzados frente al pecho y tiene el peso del cuerpo sobre un pie. Sus ojos me ofrecen una visión de que se lo está pasando muy bien haciéndome esperar, pero ella ya tiene que saber que también me gusta jugar. Minutos después, esta pasa por al lado mío como para seguir su camino y yo, olvidándome que hace segundos me dirigía hacia el coche, la sigo hasta quedar a su lado. Puedo oír como suspira, lo que me hace gracia. Desde mi posición solo puedo ver su perfil, sin embargo, ya es suficiente para decir que me parece espectacular. Era guapa y no sé cuál es el motivo que me atrajo de ella, quizá el hecho de que no se abalanzara sobre mi como una loca como muchas veces ya me ha pasado, o su valentía de insultarme a sabiendas que soy una persona pública.

Su cuerpo era precioso. Un estilo de cuerpo diferente al de las típicas modelos delgadas o que tienen las mismas medidas: noventa sesenta noventa. Mane no es gorda pero tampoco delgada; es simplemente... perfecta. Una nariz normalita y un poco fina. Tiene los labios entreabiertos y puedo ver como se le marca un disimulado hoyuelo cuando levanta la comisura derecha un pelín hacia arriba.

—¿Te gusta el deporte? —no sé porque lo pregunto, pero cuando me quiero dar cuenta, las palabras ya han salido de mi boca y este se gira para mirarme con levantamiento de ceja —O sea, correr.

—Odio el deporte.

—¿Entonces? No entiendo, tienes buen cuerpo y ya es la segunda vez que te veo correr —hablo, recordándole la otra vez en Central park, pero la sonrisilla me desaparece cuando un mal pensamiento me viene a la cabeza —Tienes... ya sabes...

No tengo ni idea de cómo formular la pregunta, pues si de verdad tuviera algún problema con su cuerpo, esas cosas son difíciles de preguntar y de hablar. Esta, abre los ojos deteniéndose, presintiendo lo que quiero preguntarla y acto seguido, dice:

—¿Qué si tengo complejos con mi cuerpo? ¿Eso quieres saber? —Asiento con lentitud y esta se ríe en bajo antes de añadir —: No, no tengo. Odio el deporte, sí. Pero correr me hace sentir mejor y libre. Además, no me gusta estar mucho encerrada en casa.

Lo último parece decirlo como si fuera malo. Dejo salir el aire que no sé cuándo he estado conteniéndolo y me quito un peso de encima al saber que no tiene complejos, pues era preciosa para tenerlos y no podría verla sufrir mientras lucha cada día con esos complejos. Permanecemos unos segundos en silencio, hasta que esta lo rompe, diciendo:

—¿Vas a seguirme todo el rato o piensas irte?

—Solo quiero que me dejes llevarte, bicho. Te veo cansada —bromeo y esta rueda los ojos —Venga, no me digas que no estas cansada.

—Puedo coger el bus, ¿Sabes? Y no está Noah para que tenga que aceptar que me lleves.

—Sabes que la siguiente parada está a treinta minutos de aquí, ¿verdad? —su cara lo dice todo cuando me oye soltar aquella, pues abre los ojos como dibujos animados. Insisto en llevarla, pero esta pone la excusa de que va a seguir corriendo y cuando empieza a acelerar, yo la adelanto en cuatro pasos exactos poniéndome delante de ella —Apenas puedes respirar, bichito.

—¡Deja de llamarme así! —cuando ve que algunos la miran al gritar, sus mejillas se encienden de vergüenza. Estiro mi brazo y sin que se lo espere, le coloco un mechón detrás de la oreja que se le ha salido notando que se pone nerviosa —Vale, eres muy pesado. Pero quiero ir a por un café antes.

Cuando por fin acepta mi propuesta, yo sonrío divertido y caminamos sin hablar hasta la misma cafetería donde yo antes he entrado. Nada más pagar su café con leche, emprendemos nuestro camino hasta mi coche, pero esta vez no vamos en silencio, sino que le saco conversación y de vez en cuando puedo ver como disimula alguna que otra sonrisa. Esta se acaba el café justo cuando llegamos y tira el vaso de cartón en la papelera más cercana. Al volver, yo abro el coche y esta entra primero; me sorprende que se monté delante, pues creí que se iría atrás como siempre quiere.

Sonrío y entro.

Sin embargo, no arranco y de mis labios salen las palabras sin yo darles permiso sobre un tema que lleva carcomiendo desde la última noche.

—La noche en que os lleve a tus amigos y a ti a casa —me detengo para ver si recuerda esa noche, cuando quiso darme un beso y yo negué porque iba borracha y cuando asiente, yo prosigo —: Dijiste algo raro de mi coche.

—¿Qué dije? —su mirada muestra terror.

—Que tu hermano tenía uno parecido ¿tienes hermanos, Mane?

Puedo ver como se tensa desde mi asiento sin llegar a tocarla. Observo como se remueve en el asiento disimulando aquel movimiento y acto seguido cambia la cara de temor de antes a una neutra para contestarme.

—Si, uno mayor que yo —lo dice tan bajito que parece que no ha dicho nada, pero si lo ha hecho. Cuando le pregunto por él, esta sigue poniéndose nerviosa, aunque lo disimula ¿Por qué? —También le encantan los coches clásicos.

—¿Y dónde está ahora si puedo saber, bicho?

—Se fue a trabajar a otro país —Antes de que pueda preguntarle más sobre el tema, esta me interrumpe —: ¿Puedes arrancar ya? —Se abrocha el cinturón y yo asiento preguntándola si la llevo a su casa. Esta me niega y responde mirando por la ventana —: Si no te importa, he quedado con Noah, así que llévame a su piso.

Por suerte se dónde vive el rubio por la última vez que les acerqué y la primera parada fue su piso. Salgo de donde estaba estacionado mi coche y durante varios minutos no decimos ni una palabra más. De vez en cuando puedo ver a Mane mirando por la ventanilla con la barbilla apoyada en su mano, distraída. Es como si el hecho de haber mencionado a su hermano, le doliera.

"Quizá le eche de menos"

Puede ser.

Sin que se lo vea venir, acabo disculpándome y aunque en un principio me hace gracia la cara de confusión que pone cuando me oye, al terminar de pedir perdón por haber sacado ese tema, este se encoge de hombros y vuelve a mirar por el cristal. Aprovechando un atasco, rompo el silencio hablando de mi invitación para hacerla reír y lo consigo, aunque esta oculte su risa. Mane niega con la cabeza poniendo los ojos en blanco y se gira para mirarme.

Por fin nos movemos y puedo continuar con el trayecto mientras sigo bromeando con ella.

—En serio, ¿tú nunca te cansas? Hay muchísimas otras fans que estarían encantadas con tenerte detrás —Señala, pero yo rio sin perder de vista la carretera —¿Qué pasa si me niego a aceptarla?

—Uno: no me interesan otras fans, bicho —objeto y luego, con los dedos formando un dos, sigo diciendo —: y dos, no pasa nada si no aceptas, pero me verás cada día en la cafetería, molestándote.

—Eres insufrible —ataca, negando —Si acepto serán con mis condiciones, ¿te queda claro?

—¿Eso es un sí?

Cuando me giro para mirarla durante unos segundos, veo que frunce el ceño y yo levanto un brazo del volante para agitar la mano con gesto inocente haciendo que niegue y ponga los ojos en blanco, cosa que me resulta gracioso. Le pregunto qué clase de condiciones y que solo por conseguir que acepte, haré lo que sea.

—Elijo yo el día y la hora. No pienso quedar cuando tú lo digas y no pienso arreglarme, así que, si piensas que me pondré un vestido por ti, es que tienes mucha imaginación.

—Te quedaría bien hasta una bolsa de basura —bromeo y esta me mira seria —Vale, acepto. Tú eliges cuando, pero... ¿es un sí?

—Que sí, pesado.

Exclamo un, bien, con tanta emoción que he conseguido sacarla una risa y algún que otro insulto por su parte y también algunas miradas raras de otros coches, pues mi ventanilla está bajada. Justo en ese momento, llegamos al fin a su destino: el piso del rubio. Detengo el vehículo. Antes de que le dé tiempo a bajar, yo pongo el seguro y cuando se da cuenta, se gira a verme confusa. Yo me río, me desabrocho y me coloco un poco en mi asiento de tal manera que pueda verla bien. Cuando me acerco un poco (como si pretendiera besarla), puedo notar que se está poniendo nerviosa y eso me divierte un poco, sobre todo cuando la veo que suelta el aire disimuladamente cuando yo abro la guantera para guardar las gafas de sol que antes tenía puestas y que había dejado en el hueco de la palanca de cambios; tardando, vuelvo a mi sitio.

—¿Nerviosa, bicho? —me burlo.

Esta niega y me pide que quite el seguro. Haciéndome el tonto, sigo bromeando:

—¿Esta el seguro? Pensé que estaba quitado y querías pasar tiempo conmigo —esta se pone seria y cuando menos lo espero, vuelve a sonreír, pero con maldad. Quito el seguro con rapidez cuando esta me amenaza con no aceptar mi invitación —Buena jugada.

—Gracias —esta sale y antes de que pueda desaparecer, yo la llamo y cuando se asoma por la ventana bajada, le pregunto sobre el día. Esta tarda en pensárselo y al final contesta —: El sábado a las seis de la tarde ¿te parece? —yo asiento —Perfecto.

—¿Te recojo en tu casa?

—¡No! —exclama a toda velocidad y antes de que pueda preguntarla porque, esta continua —Mejor en la cafetería. Y que te quede claro que yo no pienso correr si empiezan a perseguirte un montón de fans locas.

—Tranquila, que no pasara.

Y cuando me aseguro que ha entrado por la puerta, pongo rumbo al estudio con una sonrisa en los labios que no puedo borrar de mi cara. En la radio suena Better with you de Ollie y Aleesia.

🎧🎧🎧

Jupiter está histérica.

Aunque la definición de histérica no le viene muy bien en estos momentos, porque ahora mismo parece la versión en mujer del pájaro loco, —sí, he descrito a mi hermana como un dibujo animado— y es que no deja de dar vueltas de un la

do para otro sin saber exactamente lo que quiere. Nos encontramos en el centro comercial cerca de Millburn, pues he venido para llevarme a mis hermanos a dar una vuelta y así averiguo que les puedo regalar... aunque para ser sinceros, creo que el de mi hermana será el más difícil de encontrar porque no deja de mirar cosas que, si bien al principio parece que es el definitivo, luego acaba viendo algo que le gusta más y sucesivamente con todo.

Obviamente, no les he dicho para que quiero que me digan lo que les gusta porque si no, no sería sorpresa los regalos; aunque Jupiter puede que sospeche algo.

—¿Y esto? Me gusta mucho, pero no sé si me acabare aburriendo o no —la sinceridad de mi hermana es lo que más me encanta.

Miro el juguete que sostiene entre sus manos. Se trata de un coche en color rosa que, según ella, lo quiere para sus muñecas. Cuando está a punto de decir otra cosa, sus pequeños y soñadores ojos se detienen en algo que parece estar detrás de mí y al ver ese brillo especial en ellos, siento que ha encontrado lo que de verdad le gusta. Esta corre por toda la tienda hasta lo que haya visto y cuando yo la sigo, veo de lo que se trata.

Un unicornio de peluche tamaño grande.

No sé cómo lo he podido olvidar. ¡A mi hermana le encantan los unicornios, maldita sea! El gigantesco animal le tapa media cara a Jupiter y cuando esta asoma por un lateral del peluche, su cabecita, no puedo evitar reír. Ahora mismo mi hermana pequeña es una réplica de Agnes, la niña de Gru mi villano favorito.

—¿Te he dicho alguna vez que te pareces a Agnes? —la chincho solo para molestar y esta me fulmina con la mirada haciéndome acordar de Mane y no puedo evitar pensar en el sábado que viene; aún quedaba cinco días, pues estamos a lunes.

—Eres un pesado con las películas de Disney.

—¿A qué te quedas sin regalos? —bromeo. La revuelvo el pelo cuando esta deja el animal en su sitio haciéndose la enfadada mientras cruza sus bracitos —Sabes que Disney tiene las mejores películas y series.

—Lo que tu digas, chico Disney.

—¿Chico Disney? —repito, siguiéndola hacia la salida de la tienda. Ahora que ya tenía claro las cosas, ya podía buscar mejor sus regalos. —¿Queréis que vayamos a merendar?

Ambos comienzan a saltar mientras gritan de alegría y cuando veo que empiezan a discutir por el sitio donde comer, soy yo el que acaba decidiendo. Escojo un McDonald's que nos gusta a los tres. Nos sentamos en una mesa que hay libre y cuando les pregunto que van a querer, —lo mismo de siempre: menú infantil—, les digo que esperen sentados y me levanto para ir a pedir. Solo hay una persona delante de mí que ya está terminando, así que mientras espero, miro a mis hermanos desde mi posición. Sonrío como un bobo cuando los veo jugar entre ellos y cuando observo su risa, se me cae la baba (metafóricamente). Mis hermanos me han enseñado más cosas de las que yo he podido enseñarles y se lo agradezco, pues como siempre digo yo:

«No son los pequeños los que aprenden de sus hermanos, sino al revés: nosotros aprendemos de ellos»

Cuando me toca al fin mi turno, pido sin demora y después de pagar, espero a que me tiendan el pedido. En cinco minutos aproximadamente, recojo la bandeja y camino hasta la mesa con mis hermanos que saltan de alegría cuando ven el juguete que les toca en su menú. Comemos haciendo el tonto aprovechando que no está nuestro padre para regañarnos.

—¡Ri, mira! —Miro a Acer con dos patatas en la boca como si se tratase de un vampiro y me rio con él revolviéndole el pelo.

—No me chupes la sangre —bromeo, siguiéndole el juego. Este se ríe y se come las patatas a la vez. Después, observo como bebe de su botella de agua, con una sonrisa en mi rostro. Cuando paso a mirar a Jupiter, esta nos mira con una sonrisa mientras muerde su hamburguesa y yo me rio cuando se mancha la boca con Kétchup —Tienes algo ahí, monstruito.

Esta me saca la lengua pues ya se ha dado cuenta y se está limpiando cuando lo he dicho.

—No me digas que eres torpe —la chincho.

—No... eso prefiero dejártelo a ti, hermanito —contraataca, dejándome mudo. Como si estuviese en una pelea, suelta la servilleta que ha usado para limpiarse, sobre la mesa y sin dejar de mirarme, victoriosa —: Pringado, yo tengo el poder.

—Anda, chica poderosa, termínate la hamburguesa que tenemos que irnos.

Jupiter me hace caso y se termina la hamburguesa. Yo sonrío mientras veo como se la acaba y luego paso a mirar a Acer que se encuentra en silencio, comiendo. Yo hago lo mismo. En cuanto terminamos, nos marchamos de allí para regresar a la casa de mis viejos.


Me despierto antes de que lo haga mi padre y bajo a la cocina. Cuando entro por la gran puerta, me recibe el olor delicioso del caramelo. Doy los buenos días a Julia que cuando me escucha, se gira para verme y acto seguido, me ofrece una cálida sonrisa. Esta me señala la silla para que me siente, sin embargo, me pongo a su lado para ayudarla con el desayuno. Ni siquiera se la hora que es, pero debe de ser muy temprano si mi viejo aún no se ha levantado.

No obstante, cuando le pregunto a Julia por mi viejo, su respuesta me descoloca por completo:

—¿El señor Steele? Anoche, cuando llegaste con los mellizos, se marchó a la hora y media y no ha venido todavía.

—Qué raro.

Julia se encoge de hombros y sigue explicándome más:

—Tu madre me dijo que lo llamara y eso hice —espero a que continue. Mi viejo no es de esos que salen tan tarde y menos un día laboral, pues sabe que al día siguiente tiene que ir a la oficina. Julia continua —Pero no me lo cogió en ninguna de las veces. Es más, salía el contestador.

No puedo seguir preguntándola cuando de repente, un par de salvajes entran corriendo en la cocina y se me tiran encima. Si no llego a escuchar sus gritos, hubiéramos acabado los tres en el suelo. No entiendo como mis hermanos pueden levantarse con tanta energía desde tan temprano, pues yo a estas horas, parezco un muerto viviente. Los tres nos sentamos en la mesa de la cocina cuando Julia nos ordena que lo hagamos para servirnos el desayuno. La verdad es que la cocina es bastante grande, pues además de la isleta en medio donde había veces que desayunaba, también teníamos una mesa redonda en la esquina con cinco sillas para cuando desayunábamos todos juntos.

Mientras me echo el caramelo por los gofres, hablo con mis hermanos. Hoy tengo que volver de nuevo con los chicos, así que no es de extrañar que los mellizos se hayan puesto tristes al saber que me voy ya.

En ese momento, nuestra madre entra en la cocina. Ropa elegante que aproximadamente, cada prenda ha podido valer más de mil euros, peinado bien recogido sin ningún pelo saliendo de su lugar y maquillada a la perfección. Es como si ya se hubiera levantado vestida. Hoy se ha decidido por uno de sus trajes pantalón color azul verdoso a juego con los tacones; si, una mujer de pies a cabeza es mi vieja. Se sienta junto a nosotros cuando le dice algo a Julia en el oído y esta niega. ¿Estarán hablando de la salida misteriosa de mi padre?  Julia le pone su bol de diferentes frutas y su té para luego salir de la cocina y al entrar de nuevo, veo que lleva el iPad de mi madre, que se lo tiende.

Mi madre no abre la boca en ningún momento desde que se sentó y nosotros tres, dejamos de hacer el tonto de antes y terminamos de desayunar. Justo cuando yo voy a salir de la cocina, la voz de mi madre me detiene a pocos metros de la puerta y me volteo para mirarla, mientras sigue hablándome:

—Riley, hoy te vas, ¿verdad? —yo asiento sin dar explicaciones salvo que ahora mismo voy a preparar lo que he traído para irme —¿Puedes acercarme a la empresa? Tú padre no da señales de vida desde anoche.

—Claro. Recojo las cosas y nos vamos si quieres —esta asiente y vuelve a su iPad.

Yo salgo de allí sindecir una palabra más y subo a mi habitación para empezar a meter la poca ropaque me había traído, en el petate. Es muy raro que mi madre me pida que lalleve al trabajo cuando tiene su propio coche, pero prefiero no discutir. No séexactamente lo que tardo en guardar las cosas, pero cuando voy a salir delcuarto, mis hermanos me abrazan sin que los vea venir. Bajo las escaleras conellos atados a mi cintura, intentando aguantar la risa. Cuando nuestra madrelos ve, rueda los ojos como si hiciéramos algo mal y continua con lo que estáhaciendo.

Mientras se prepara, yo me despido de mis hermanos, pues ya no los vería hasta el día de su cumpleaños y cuando está ya está, nos vamos a mi coche; que lo mira mal como si no pudiera creer que no quisiera uno de lujo como los que tienen ellos.

No pongo la radio, pues se lo mucho que la odia y ni siquiera intentamos sacar tema de conversación, hasta que llegamos a la empresa y esta se baja despidiéndose con un simple:

—Hasta luego, Riley.

—Adiós, madre —Hago un movimiento de cabeza acompañando a las palabras y sin más, arranco para irme de allí.

El viaje más largo que he tenido en mi vida.

Lovers! Aquí os traigo triple actualización. Espero que disfrutéis los tres capítulos tanto como yo al escribirlo y tened pañuelos para los siguientes, pues será entre romántico y triste a la vez. Me haría ilusión que me ayudéis votando, comentando y compartiendo para hacerme crecer. 

Para los nuevos que se unan a la familia, tengo dos grupos (telegram y wasap) podéis hablarme por privado o en la descripción están los links. Son para hablar de mis libros, fangirlear y pasarlo bien y comentar los capítulos

Instagram: carlusky_01 y sagaalover (wattpad)

preguntas: Mane a aceptado la invitación, ¿Dónde creéis que la llevara? ¿Cuánto le dais a este capítulo? 

DEDICATORIA:

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