Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Tierra de nadie: 13

El ronquido de un cerdo lo saca de la oscuridad, seguido por el sonido de patas excavando. Chester se retuerce cuando sus corneas se ven taladradas por la intensa luz solar. Gruñe. Nota una capa rugosa cubriéndole el cuerpo. Se sienta, y la arena le resbala de encima. Menea la cabeza para quitarse los restos del cabello, y con la mano sacude los lentes. Ya de pie, repara que la cerdita chilla y da vueltas a su alrededor. Chester pregunta qué pasa, y por obvias razones el animal no contesta, solo continua inquieta. El Lancaster se rasca la sien y apuesta que se le olvidó algo. Los ojos se le agrandan al recordar...

—¡Rápido, animal de granja! ¡Llévame donde Nadjela!

La cerdita propina un pequeño salto de alegría cuando Chester por fin se entera, pero pronto regresa al pánico, y gira para correr donde le dicta el aroma. Si pudiera decirlo, contaría que la princesa tiene un olor fresco y almendrado.

El Lancaster corre detrás de la criatura porcina, dando largas zancadas, y deslizándose por las nuevas dunas hijas de la tormenta. Avista un puñado de figuras a los lejos. Cinco, una en el centro, y cuatro unidas con esta a través de líneas oscuras. Con cada metro recorrido, Chester estaba más convencido de que la persona en el centro es la princesa. El visor le permite realizar un acercamiento y reconocer del todo a su menuda compañera. Ahora estaba sola, y mantenía las manos muy juntas.

—¡Nadjela! ¡Aquí estoy! —La llama y zarandea la mano.

Para Nadjela, Chester es fácil de identificar. La cara de la chica está cargada de tristeza y de conflictos. Tal indecisión la lleva gritar.

—¡No te acerques!

Chester para, más por desconcierto que por seguir la orden. La cerdita continua adelante, así que también reanuda la marcha.

—¡Vete, Chester! ¡Sálvate, por favor!

Chester acelera tras captar que las líneas negras antes vistas, en realidad son cadenas. Las muñecas de Nadjela están apresadas por grilletes, cuyos eslabones se extienden y se internan en diferentes montículos de arena cercana. La cerdita mantiene una distancia prudencial de esos montículos. Chester directamente los ignora, hasta que un triángulo rojo que encierra un signo de exclamación, flechas, y números, asaltan su campo ocular. El visor avisa de presencias humanas no identificadas en las cercanías.

La arena salta y llueve. Chester gira y se cubre el rostro con el brazo. Cuatro hombres aparecen, rodeando al espadachín. Usan cascos completos, con visores trasparentes, y respiradores que se conectan a los tanques de oxígenos ocultos bajo sus polvorientas y raídas capas.

Sonidos incomprensibles brotan de los respiradores de los hombres. Chester intuye que conspiran entre ellos usando intercomunicadores integrados.

—Nadjela, échate al suelo... —Ordena. Su mano se cierra sobre la empuñadura de la espada. La princesa asiente y se pone de rodillas, acompañada por la puerca.

Eslabones tintinean, un aviso de movimiento, de crisis. Chester gira al mismo tiempo que el encapuchado a sus espaldas dispara desde una pistola-cañón, un grillete encadenado que se lanza como una serpiente a su cuello. Chester desenfunda. La aleación de metalcorona resplandece con el sol. Choca contra el hierro innoble, y suena como un espejo explotando.

Fragmentos de grilletes y eslabones, saltan en todas direcciones. Un par de trozos rasgan los brazos del Lancaster. La sangre salta copiosa, pero él ni tiembla. Con una mueca furiosa, salta sobre el hombre que disparó... Pero debido a la arena carece de firmeza para realizar tales hazañas. Cae de cara, y le da una mordida a ese polvo árido. Alza la cara, escupe lo que puede. El esclavista ríe, y al mismo tiempo que saca un machete para cortarle los tendones, Chester pega una estocada desde donde está tendido.

La punta entra por el abdomen y se asoma medio centímetro por la espalda, cercenando la columna en dos. El hombre cae con el filo encajado, quitándoselo a Chester de la mano. El Lancaster busca ponerse de pie y recuperar su arma. Apenas saca el pecho de la arena, una garra de metal golpea su brazo derecho, apretando con presión tal que lastima sus abultados músculos. Un segundo de esos grilletes arrojadizos le pega en el brazo izquierdo, casi tumbándolo. Dos de los tres esclavistas, activan los mini-motores instalados en sus cañones. Los grilletes jalan los brazos de Chester en direcciones opuestas. El espadachín aprieta los dientes. Las venas en sus brazos se hinchan como a poco de estallar. El tercer bandido del desierto se aproxima, y le propina un puntapié en la barriga que lo obliga a arrodillarse. Chester escupe saliva. El bandido le agarra de la cabellera, jala, e inclina la cara a sus raíces con interés aumentado. Se saca la mascarilla para hablar.

—Sedoso y brillante. Azul como el cielo. Totalmente natural —Dice con una sonrisa oportunista. Los ojos bajo el visor se mueven hacia su compañero caído. —Un puto noble a costo de Larry... Suena como un intercambio más que justo.

Su cara mugrienta vuelve a Chester, más específico al visor. Se lo desliza arriba para quitárselo y reclamarlo como suyo. Pero enseguida el bandido se arrepiente al reparar en los ojos rojos e intensos del espadachín, y las devuelve a su sitio.

—Un momento... Tengo la ventaja y el control. ¿Por qué ensucié mi traje...? —Se pregunta a sí mismo.

Decide que lo más sano sería matar al Lancaster en el acto, una buena elección que demora demasiado. Chester suelta un rugido.

—¡Yo puedo!

A pura fuerza bruta se inclina, vence la tracción de los mini-motores de los cañones, y propina un cabezazo certero contra el encapuchado que tiene delante. Los lentes del bandido revientan, empujados hacia adentro. Tanto el forajido como el espadachín caen. El primero queda de espalda en la duna, y el segundo fue jalado de nuevo por las cadenas.

Chester maldice al sentirse como un títere ninguneado por pesados hilos. Sin arma y con brazos subyugados, entiende que le faltaba poco para conocer la derrota.

—¡Chester! —Pero entonces la princesa exclama su nombre. Los ojos lacrimosos de ella conectan con los furiosos de él. Nadjela grita. —¡Lucha!

Un calor enciende en el pecho del guerrero. La preocupación de la princesa le recuerda que cuenta con dos piernas fuertes, y una damisela que salvar. Hunde los pies en la arena hasta que las suelas tocan suelo duro. Anclado ahí, empuja todo su cuerpo adelante. Los músculos de sus brazos se tensan hasta el límite, compitiendo contra el arrastre de las cadenas. Los eslabones seguían retrayéndose hacia la boca de los cañones-pistolas, cada vez más lento, hasta que dejan de hacerlo y se detienen, para en los siguientes segundos empezar a salir. Chester gruñe y continúa tirando. Los mini-motores sollozan dentro de las carcasas de las armas. Arrojan chispas y humo, con una notable peste a componentes derretidos. Finalmente estallan en las manos de los esclavistas, quemándoles las palmas.

Las cadenas flojean y se separan de su cuerpo. Chester salta sobre el cadáver de Larry. Choca con Larry. Rueda en la arena con Larry. Toma la espada encajada en Larry, levanta, y desencaja el filo empapado en sangre. En paralelo uno de los bandidos libera una manguera conectada a sus tanques de oxígeno. Quita la palanca de seguro, abre la válvula al máximo, y apenas escucha el silbido correr, apunta la manguera donde Chester y acciona el disparador. Una flama precede a una lengua de fuego. Chester se deja caer. El fuego le pasa por encima, para luego retraerse en espera de una nueva eyección. Chester, tras plantar una rodilla, hace lo primero que le dicta el instinto, levanta la espada sobre su cabeza y, antes de que el esclavista volviese a disparar, la lanza en un movimiento largo de ambos brazos. La katana gira y golpea al delincuente. La punta se clava en el esternón, y el lomo convierte la cara del sujeto en dos, máscara incluida.

El penúltimo esclavista con vida, embobado luego de presenciar a su compañero con el lanzallamas caer, vuelve en sí al sentir los dientes de un animal en la pierna. Baja la vista y descubre a la cerdita. A un segundo de mandarla a volar de una patada, Nadjela le atiza con los grilletes por la cabeza. El bandido termina en la arena, recuperándose solo lo suficiente para realizar una pantomima con las manos en busca de piedad, que Chester al plantarse a un par de pasos, le contesta ensartando su cráneo como una brocheta.

Lancaster y princesa vuelven sus caras al último amigo de Larry, el cagón. Pero este aprovechó de esfumarse durante el ajetreo.

—Cobarde —Sentencia Chester.

El traqueteo de las cadenas le recuerda cual es la prioridad. Encara a la chica, y agita el filo de metalcorona en su dirección.

Nadjela chilla por reflejo, pero fue un corte tan limpio que ni la mueve. Los grilletes se desprenden de sus brazos. Con lágrimas asomándosele, la princesa se arroja contra el pecho macizo de su héroe y lo abraza como si se le fuera la vida.

—¡Tonto! ¡Casi te matan! —Grita. Agradecimiento, susto, enojo, preocupación. Su corazón galopante queda vuelto un crisol de emociones. —¡Apostaste la vida por mí!

Chester respira hondo para apagar sus deseos de perseguir al bandido que huyó, incluso hasta el fin del mundo. Aun con el cuerpo y el espíritu ardiendo, corresponde al abrazo de Nadjela.

—Te prometí que te llevaría con tu gente, y lo cumpliré, aunque tenga que rebanar hasta la última bestia o matón de este desierto. La palabra de un hombre tiene su peso en oro. ¿O qué? ¿Querías que te dejase a tu suerte? Yo no hago eso, preciosa.

Nadjela no contesta. Permanece resguardada en el pecho del guerrero y arrullada por los latidos de ese fuerte corazón. Rememora sus propios gritos desesperados, el deseo de no querer ver a Chester lastimado, que choca de frente con ese deseo tan caliente que quema, de que la salvase tal y como hizo. Jamás lo admitiría, pero quedó complacida y feliz, anhelante de que ese abrazo durase para siempre.

¿Y la cerdita? Con suma discreción y hasta con elegancia, deja que la princesa y el espadachín tengan su momento, y marcha a mordisquear el cadáver de uno de los esclavistas caídos.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro