La Cuna: 41
A los parias y herejes se los abandona a faldas de una colonia de hormigas infernales que, rojas y gruesas cómo colibrís, surgen para despojar la carne y los huesos. A los hombres y mujeres de a pie, se los coloca en una balsa destinada a perderse en el rio, y con una flecha en llamas se enciende el lecho de hierba seca para que el alma ascienda. Por último, a los héroes y gobernantes de La Cuna se les construye una hoguera amplia, rodeada de piedras, a lo alto de la montaña, y al costado del ave sin cabeza.
Aunque en la privacidad, Tashala fuese señalado por el líder como un traidor, Neddin tardó demasiado en preparar la mentira, y Tashala fue prendido con todos los honores habituales a un campeón.
¡Salvador! ¡Héroe! ¡Que la Madre de todas las aves lo tenga en su gloria!
Lloran las gentes de abajo, y el lamento asciende con el cálido viento por la cara plana de la montaña. Se mezcla con la elegía que brota de los labios secos de los sacerdotes, galimatías sagradas, frente las que Neddin mantuvo los labios firmemente sellados para evitar soltar una risa desdeñosa.
Durante el ritual funerario, Nadjela, ataviadas con prendas ritualistas, ocupa una posición de honor a la derecha de su padre. Su hermana Suri está la izquierda, con la bolsa de piel cubriendo la cabeza entera, a excepción de unos agujeros para sus ojos atigrados. La princesa piensa en el rencuentro...
Luego de un viaje tan intenso que pareció una vida aparte, se arrojó a brazos de su padre con la cara bañada en lágrimas de felicidad. Pero enseguida Neddin arrugó la nariz, se separó, y con una mirada severa le exigió compostura. Nadjela recordó su lugar como princesa y se enjuagó las lágrimas. Entendió que la libertad con la que hablaba y se movía en las tierras prohibidas, ahí en La Cuna no sería aceptada. Nadjela guardaba muchas cosas que decirle a su papá, pero Neddin la calló y le resaltó la importancia de preparar el funeral para Tashala. Quizás hace dos semanas Nadjela habría cedido, pero tras las pruebas superadas, decidió insistir.
—Padre, mis amigos me acompañan. Están agotados por el viaje y la lucha. Necesitan un lugar donde reposar.
La comisura izquierda de los labios de Neddin se torció de forma leve, casi imperceptible, y repitió la palabra "Amigo" como si fuera vulgar. Los ojos cenicientos del hombre pasaron de la joven a los compañeros a varios metros atrás, prestando principal atención al muskita.
—¿Esperas que dé resguardo a estos diablos extranjeros?
El reproche impreso en las palabras del cacique, hizo a Nadjela abrir muchos los ojos y responder con una mano sobre el corazón.
—¡Padre, no son demonios! Me apoyaron. Cómo princesa tengo una deuda con ellos.
—Puede que sus identidades y motivos sean un misterio. Pero lo que sí es cristalino, es que algo allá fuera te cambió, siendo esta la primera vez que me levantas el tono.
Nadjela bajó la cabeza al entender su inconsciente grosería, sintiéndose más pequeña que bajo la sombra de la pila de cráneos.
Neddin añadió.
—Pero si esta deuda te inquieta tanto, hija mía... Resolvámosla... Daremos resguardo a los forasteros hasta que renueven sus fuerzas y estén listos para partir. Esperemos sea más pronto que tarde.
Aquellas nuevas palabras regresaron el color a la princesa. Abrazó su padre, rompiendo una vez más el protocolo, sin parar de decir: ¡Gracias! ¡Gracias! ¡Gracias!
Regresó con el grupo y les informó que ahora son huéspedes de La Cuna. A orden de Neddin, Zell guió a Chester y compañía hasta la casa de Tashala, que fue desocupada para usarse como posada provisional. La mujer y los hijos del campeón, pasarían a quedarse en el hogar de la servidumbre.
...
Desde los aposentos de la casa ovalada, Chester mueve las cortinas de cuentas de piedra que cubre una ventana, e intenta ver qué ocurre en la montaña, pero las figuras son indistinguibles cerca de la hoguera.
La princesa está a salvo con los suyos, Chester quiere sonreír por eso, pero le cuesta. Se justifica diciéndose que el trabajo no está hecho hasta que destruya la amenaza esclavista, y hasta que resuelva los problemas medioambientales, que también lo prometió.
Erika se acuesta en unas de las hamacas. Acaricia a la cerdita posada en su vientre, y mira al techo sumida en sus propias preocupaciones. Ash cae rendida en otra, todavía no ve ningún blindaje, así que intuye de manera muy acertada, que le toca acompañar al muskita un rato más. Diez segundos después de que ambas cierran los ojos, Chester las llama.
—Necesito que resuelvan algo por mí —Dice el Lancaster.
—Por Il Separatio y todo lo sagrado en este mundo, ¿ahora qué? —Gruñe Ash pero aun sin abrir los ojos, esperanzada de que la cosa sea con la nazi. Pero claro, la pluralidad de la demanda no pasa desapercibida.
—Encuentren mi blindaje y tráiganlo cuanto antes —Declara y se vuelve a la ventana. —Puede que lo necesitemos.
—¿Puede...? —Erika mantiene los brazos cruzados tras la cabeza, y una pierna suelta a un lado de la hamaca, meciéndose. —Es una puñetera certeza que lo vamos a necesitar. Hay una horda de cadeneros degustando cada una de nuestras huellas como si fuesen los jugos íntimos de una diosa. Andarán a marcha lenta, pero sin pausa, y sabiendo el tremendo culo que tiene la que los flagela, tenemos razones de sobras para evitar adelantar el final feliz. ¿O ya olvidaste mi profecía?
Erika evita mencionar las sospechas al rey de La Cuna. Pero por la manera que Chester espía los alrededores, es obvio que tiene en consideración tanto a Shura cómo a Neddin y sus campeones.
Ash desconoce la conexión entre los traseros grandes y el peligro. De lo que sí sabe es de máquinas. Pero ser una experta no significa que posea un sexto sentido para ubicarlos... Ojalá así fuera, le ayudaría a conseguir gangas.
—Odiaría ser una aguafiestas, pero... Australia es como que muy grande.
—Ya me fijé —Ronronea Erika, impasible, cómo si eso no fuese de importancia suya.
Ash rueda los ojos.
—Te lo presto —Chester se quita el visor y, con una sonrisa, invita a agarrarlo. Ash duda, pero termina aceptándolo y descubriendo que, lo que por un lado es un cristal opaco, casi negro, por el otro arroja un nivel de nitidez y color que complementa y eleva la calidad visual del ojo humano.
—Creí que solo era para cuidarte de la radiación del sol...
—Úsalo y prueba a hablarle —Aconseja Chester.
La mecánica se sienta y acomoda el visor en su cabeza. Señales y flechas aparecen en su campo de visión.
—Pide que te ubique el North Star —Dice Chester.
Ash sigue la indicación. Necesitó repetir las frases un par de veces, la faena requería simular un acento británico a la hora de pronunciar "North Star".
El visor capta el comando. Las flechas en su campo de visión enloquecen, unas coordenadas indecisas toman sitio en la esquina inferior izquierda, mientras que en la pared del fondo se forma un rectángulo azul con cifras variantes, que escalan de metros, a kilómetros, y se auto-calculan hasta quedar en 2 días de viaje.
—Ya lo pillo. Muy útil —Dice Ash.
—¿Quieres que partamos ya? —Pregunta Erika.
—No sé... —Chester cruza los brazos. —¿Qué tan cerca notas el aliento de los esclavistas? ¿Deberíamos preocuparnos?
—Todavía no hay un hedor a mierda impregnando el aire... Lejos andarán. ¿Quizás la niña bonita que trajimos de suvenir sepa ayudarnos con los cálculos?
En perfecta sincronía se vuelven sobre Ash. Ella por reacción involuntaria retrocede un par de pasos.
—Depende... El Crocodile no era muy rápido cuando ellos me secuestraron... Ni tampoco era más rápido cuando ustedes me secuestraron.
Erika arroja una carcajada. Chester sonríe y se rasca la nuca con pena.
—Decir "Secuestro" es un poco feo. Solo fuimos muy apasionados a la hora de pedir tus servicios —Explica con el puño apretado al frente para ejemplificar susodicha pasión. —¡Saldrás ganando de esta, compañera! Lo juro, y mi palabra vale oro.
Ash suspira. Quisiera confiar, ser de utilidad, y largarse con oro de verdad en los bolsillos. Pero no importa que tan blanca sea la sonrisa del Lancaster, Ash todavía sufre pesadillas por la masacre en la cúpula. Que sí, que los esclavistas no eran hermanitas de la caridad, pero sí eres capaz de destrozar personas y luego venderte como un intachable héroe de mundo, alguna tuerca suelta tendrás.
—De cuatro a cinco días... —Ash evita arriesgarse con las predicciones. Una posibilidad clara era que los esclavistas se arrojasen sobre ellos sin esperar al Crocodile, en tal caso quizás los tendrían encima al amanecer y la mejor posibilidad para los tribales sería escapar. Aunque sin vehículos a motor, tarde o temprano la caravana los atraparía, mataría a los guerreros y ancianos, y sumaría a las mujeres y niños a las jaulas. Ya los ha visto operar. —¿Están seguros que un solo blindaje podrá competir contra un ejército? Los cadeneros de Achú no serán los escuadrones de la muerte del Lord Esclavizador, pero igual muerden, y duro. También estará el Crocodile por ahí.
Buscando despejar sus miedos, Chester le pone una mano en el hombro, acción que la inquieta todavía más.
—No es un blindaje de los que te compras en el mercadillo. ¡Es el North Star! La mejor de las cinco estrellas de mi familia. Encuentra al gran tonto y despiértalo, para que este otro gran tonto se encargue de pilotarlo. ¡Acabaré con lo que surja! Siempre lo hago, ¿verdad, Erika...?
Cuando mira, descubre a la alemana caída de la hamaca, convulsionando con espuma escapando de su boca. Ash se pega a la pared con la mano en el pecho y pregunta qué pasa. ¿Veneno? ¿Broma? ¿Posesión demoniaca?
Chester carga a Erika y la devuelve a la hamaca, donde, con una dulzura que jamás demostraría con la alemana lucida, consigue un trapo de cocina para limpiarle la baba de los labios, y le acomoda el flequillo lejos de los ojos. Chester le cuenta a Ash sobre la feroz lucha que tuvo contra la cazadora.
—¿Fueron enemigos a muerte y ahora viajan juntos como si nada? —Le cuesta creérselo.
—Cómo decía mi tío Julius, en nuestra profesión toca aprender a ver el lado bueno hasta de los más hijoputa. También es verdad que con las damas soy un blandengue... Aunque a estas alturas me cuesta ver a Erika como una dama.
—¿Busco un médico? —Pregunta Ash al mismo tiempo que recuerda la clase de sitio donde está. —¿O a un chamán...?
—Sabiendo que Erika es casi un demonio, un exorcismo la mataría. Esperemos a que se le pase, eso ya me funcionó.
Una hora después Erika abre los ojos. Se soba la cabeza y pregunta qué pasó. Chester le cuenta todo, causando que la colorada maldiga en alemán, porque ni recordó llegar a la aldea de Nadjela, tampoco que Tashala murió. Erika se sienta en la hamaca y resopla con el orgullo herido.
—Me tomaré un descanso hasta la noche, y entonces me largaré a cumplir... —Observa a Chester esperando una burla, pero el Lancaster le dedica su sonrisa más comprensiva. —Que te den.
Alguien llama desde la entrada. Chester sale a revisar. En el vestíbulo de la casa, se encuentra con una chica cargada de collares de cuentas, gemas, ropa negra, la cara pintarrajeada con ceniza, y una corona hecha de huesos. Guapa y salvaje, Chester se cuestiona su identidad. Como la cabeza del noble es demasiado pequeña para guardar pensamientos por mucho rato, la incógnita le sale por la boca.
La joven agradece para sus adentros que la ceniza esconda su rubor, y habla con una voz que el Lancaster reconoce.
—Terminó la cremación. El alma de Tashala ahora vuela con la madre de todas las aves —Anuncia Nadjela, haciendo uso de toda su voluntad para mantenerle la mirada a Chester. Sí que le costaba vocalizar con ese bello color rubí maravillándola, y dando fiebre a sus entrañas. Pero como buena princesa, templa su postura y su voz. —Me habría encantado mostrarte la aldea... A ti y a todos, me refiero. Pero mi padre me necesita para finalizar los trámites legales de Tashala.
Chester queda sin palabras, como si Nadjela hubiese confesando que necesitaba un momento para desplegar las alas e irse volando a la luna.
—¿Legalidad? ¿Tienen de eso aquí? —Cuestiona el muskita.
—¿Ustedes tienen de eso allá?
La sorpresa franca de Nadjela es igualable a la Chester. La "civilización" que la princesa conoció en el exterior, se limitó a la Cúpula del trueno y el sistema esclavista. Es normal que para los tribales sean los de afuera los salvajes y primitivos.
—Tashala tenía esposa e hijos. Toca ver quien se encargará de ellos a partir de ahora... En una situación normal quedarían para quien lo mato, pero Zell asesinó a Tashala por accidente.
—¿Y qué sería una situación normal?
—Un duelo.
—Suena divertido... Excepto eso de la responsabilidad. De donde vengo los duelos son al revés, y el que gana se lleva la mejor parte.
—¿No te gustaría casarte en un futuro? —A Nadjela le traiciona la voz, en su tono se filtra un rastro de amargura.
—Soy un espíritu libre que avanza corajudo al horizonte. ¡No hay grillete o anillo de compromiso capaz de encadenar al león azul!
—Entiendo... Un guerrero indomable... Un hombre que siempre busca emociones nuevas. Sin lecho al que volver, ni caras que extrañar.
—¡Exactamente! —Reacciona feliz de que Nadjela entienda el núcleo de su viril odisea, pero quizás se pasó con la bravura, porque la princesa anda barriéndose las lagrimas con los dedos. —¿Por qué lloras...?
Nadjela respira hondo, niega con la cabeza, y se apresura a notificar que tras el ocaso cenaran con su padre. También explica que mandará a alguien que los guie a las termas, donde podrán relajarse y quitarse las impurezas del viaje. Dicho eso, la princesa se retira a paso veloz.
Chester la sigue con la mirada hasta más allá de la cortina de cuentas, ve a la chica desaparecer entre los tribales que lo contemplan con ojos desorbitados, como si fuese Elon Musk en persona. Chester dice: "Mujeres..." Y se dispone a volver al dormitorio, casi tropezando con la cerdita. Humano y animal se encaran. Los ojos porcinos parecen los de una madre... Una madre para nada contenta.
—¡¿Ahora qué?!—Se queja Chester, sin verse merecedor de tal reproche.
La cerdita permanece observándolo.
—No hice nada malo...
La mirada de la cerdita le hace dudar.
—Si hice algo malo, ¡aclárate!
Los ojos de la cerdita siguen implacables.
—Pones a prueba mi paciencia, ¿eh? ¡Pues sigue! Tengo paciencia a manos llenas.
La cerdita echa un ronquido muy similar a un suspiro.
—¿Qué tiene que ver Nadjela en esto? ¡Desvarías! Ahora es feliz con su papá. Solo queda protegerla un poco más y... Cumpliré mi promesa.
La cerdita retrocede.
—¡Dale! ¡Vete! Sigue actuando como si tuvieras todas las respuestas —Al verla cruzar la esquina, Chester forma un altavoz con las manos para gritar. —¡No sabes nada...! ¡Jamón!
Mientras tanto los tribales reunidos afuera seguían compartiendo historias referentes a los demonios extranjeros, seres tan preciosos como excéntricos, capaces de conversar con las bestias.
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