Estaba sumida en la completa tristeza.

Trataba de aparentar frente a los demás, que tu adiós no me había afectado, pero la realidad se apoderaba de mí en cuanto cerraba la puerta de mi habitación.

Por la noches lloraba desconsolada, esperanzada de que todo se tratara de una pesadilla.

Miraba mi teléfono a cada instante con la ilusión de encontrar un mensaje o una llamada que me dijera que estabas arrepentido.

Estaba cansada de intentar decidir si lo mejor era que yo tomara la iniciativa para preguntarte como estabas.

Así que lo hice, te envié un mensaje que me respondiste inmediatamente.

Mi pecho sentía que desbordaba amor a más no poder y presentía, que tú corazón aún latía por mí.