Capítulo Veinte.
Decidimos hablar.
Tenía un miedo peculiar, uno que no me dejaba respirar con normalidad. Un miedo exagerado que no había experimentado antes.
Fuiste por mí a mi casa y optamos por salir a caminar. Yo intentaba hablar contigo pero tú estabas distante y callado.
Llegamos a un parque aledaño. Nos sentamos en una banca y permaneciste en silencio varios minutos. Mi cuerpo temblaba, pues esperaba lo peor.
Aún recuerdo tus palabras retumbando en mi cabeza como madera estampándose sin reparo sobre mí: «Lidia, te quiero. Te había dicho que deseaba hacer tantas cosas contigo, quería permanecer contigo, pero por ahora no creo que podamos seguir juntos. Tenemos planes diferentes y lo mejor es pensar sobre ello. Lo siento»
Mi corazón explotó. Mi cuerpo entero se drenó y creí incluso que me desvanecería de la impresión.
Quería desvanecerme para despertar y que todo fuera una pesadilla; pero no lo era.
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