Capítulo Treinta y dos.
No había porque posponer más nuestra plática pendiente, el tiempo se agotaba y casi llegaba el día en que tenías que partir para iniciar una nueva etapa.
Estábamos sentados sobre el borde de tu cama, intentando mantener la calma para conversar; sin embargo, las lágrimas nos sobre pasaron a ambos.
Dijiste que sería difícil mantener la relación, pero no querías perderme. Yo estaba insegura, jamás había tenido una relación a distancia. Más bien, jamás había tenido una relajación antes y el lidiar con tanto sufrimiento me resultaba imposible.
Al final, optamos por intentarlo. Tu amor y mi amor eran demasiado grandes, no teníamos porque sufrir con una separación sino era lo que queríamos.
Había que arriesgarse. Y nos arriesgamos.
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