Capítulo Treinta y cuatro.
Hablábamos todos los días, por llamadas o mensajes. Me contabas que las cosas eran muy difíciles: la nueva escuela, la nueva casa, la nueva rutina y la nueva gente que empezaba a rodearte.
Todo era nuevo y tus ansias aumentaban. Trataba de corazón reconfortarte con mis palabras, pero no parecía ser suficiente.
Pasó un mes desde tu partida. Me sentía sola y te extrañaba cada vez más.
Ansiaba que llegara el día para poder verte y prácticamente contaba los días en el calendario. La espera se hacía eterna.
Comencé a cuestionarme si de verdad nuestra decisión había sido la correcta, pero luego me convencía: mi amor era más grande. Deseaba apoyarte, ¿Qué clase de novia sería si decidía abandonarte cuando más lo necesitabas?
Resistí. Decidí ser fuerte para ti y para nosotros.
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