Capítulo Sesenta y tres.
Charlie, de corazón puedo decir que te ayudaba con buenas intenciones, ya no lo hacía con el afán de vengarme o de obtener algo a cambio, pero tú no dejabas de comportarte como un idiota.
Comenzabas aparecer de manera esporádica: a veces me hablabas para invitarme a salir y otras veces, solo desaparecías; pero comenzaba acostumbrarme.
Sí, después de tantos años apenas comenzaba a acostumbrarme.
Sin previo aviso, volví a ver una fotografía tuya con otra mujer.
Mi pecho se contrajo y las lágrimas luchaban por salir. Apreté mis manos contra mi celular de la rabia que sentía.
Las oscuridad, esa maldita oscuridad que intentaba persuadirme con sus malévolas intenciones, amenazaba con salir a flote con la clara idea de destruirlo todo.
Mi corazón lloró tanto hasta secarse.
Era suficiente Charlie. Había llegado a mi límite.
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