Nunca me creí una chica fea, pero tampoco una linda. Mi percepción sobre mí siempre fue que no llamaba la atención ni por una razón ni por la otra.

Siempre supuse que las personas pasaban de largo ante mi imagen. Era como un cero a la izquierda.

Mis amigas presumían a sus novios o múltiples pretendientes, contaban sus historias amorosas o sus escandalosos rompimientos.

Mientras que yo, solo escuchaba.

Jamás había tenido un novio o alguien que se interesara por mí, y el tema me incomodaba porque no era capaz de mezclarme con esas conversaciones.

Me apenaba que a estas alturas de mi vida, jamás hubiese tenido un novio.

¿Acaso era tan poco agraciada que ningún hombre se quería acercar a mi? ¿Mi cuerpo era tan repulsivo que no provocaría un deseo en alguien, jamás?

El autoestima en mi persona solo decaía. Mis inseguridades se acentuaban.

«El jamás se fijaría en ti. Es tan lindo que lo menos que se merece es alguien a la par que él. No menos. No tú» Me decía.