Otro cumpleaños llegó. El número veintitrés. Había organizado una cena en un restaurante con todos mis amigos, incluyéndote a ti.

Nada me hacía más feliz que la idea de pasar un día especial para mí en compañía de quienes más amaba en ese momento. Sin embargo, ocultabas algo que la emoción del rato no me hizo sospechar en lo más mínimo.

Después de ese día, me pediste hablar. Ya conocía ese tono de voz con el que me hacías dicha petición. «No otra vez» pensé.

Llegaste a mi casa y después de un rato de mucha tensión, finalmente dijiste que no te sentías cómodo con la relación, ya no deseabas seguir intentándolo.

Me dejabas en un mal momento, pues mis padres pasaban por una crisis que comenzaba afectarme. No quería aprovecharme de esa situación, pero te dejé saber que necesitaba de tu apoyo. Tu argumento fue que no estabas bien, no te sentías bien para tener una relación y me dejaste, por millonésima ocasión.

Era un momento en el que necesitábamos demostrarnos que éramos una pareja, pero para mi decepción, resultó todo lo contrario.

Otra vez Charlie, me dijiste adiós.