Permití que te acercaras, con la ilusión de que me demostraras que me querías todavía. Estaba dispuesta a darte una nueva oportunidad si era eso lo que buscabas, pero nunca me lo dijiste.

Aun así, continué dándote privilegios sobre mí. Recordé el amor que te tenía, ese que solo había enterrado pero que no se había ido.

El odio que tanto te profesaba, era nada más que una máscara que intentaba ponerme a la fuerza para convencerme de que ya no sentía nada por ti.

Charlie, eras tu el único que me provocaba tanto dolor y el único que irónicamente, era capaz de aliviarlo.

Abriste nuevamente la herida cuando me preguntaste si todavía creía que me habías engañado. Te dije la verdad: no estaba segura, pero no iba a seguir torturandome por algo de lo que no había pruebas.

Lo dejé ir, Charlie, porque quería confiar en ti, recuperar ese amor del que me aferraba, ese que creía que seguía intacto.

Que equivocada seguía.